Un mes transcurrió...La habitación estaba llena de una atmósfera tranquila y serena. Milenka acariciaba suavemente el cabello de su pequeña hija mientras le daba el pecho, sintiendo una conexión especial entre ellas.Mientras que Leandro, con ojos llenos de admiración, observaba con ternura a su hijo, maravillado por sentirse parte de ello. Sí, consideraba a ambos sus hijos, sin importar que por sus venas no corriera la misma sangre. Los rayos de sol se filtraban a través de las cortinas, iluminando delicadamente el espacio. Los suaves murmullos de los bebés llenaban la habitación, creando una melodía dulce y reconfortante. Era un momento precioso e íntimo, donde el amor y la felicidad se entrelazaban en cada mirada y caricia.—¿Tienes hambre? Porque puedo prepararte algo de comer —mencionó. —No, estoy bien, te lo agradezco. Deberías ir a la cama, anoche te has levantado tantas veces. —No hace falta —mencionó. —¿Bromeas? necesitas descansar lo suficiente para rendir en el trabaj
Sara se encontraba en el apartamento, sumida en sus pensamientos, sintiendo la distancia entre ella y su esposo. La tensión había estado presente en su relación y la soledad comenzaba a pesarle. De repente, sin previo aviso, la puerta se abrió y allí estaba él, con un ramo de flores en sus manos. Una mezcla de sorpresa y emoción inundó el ambiente mientras él sonrió con lágrimas en los ojos. Ella, después de todo lo que pasó, se alejó. Porque simplemente no podía soportar el hecho de que le mintió, que estuvo engañada todo ese tiempo, no solo por ese hombre también por sus padres. Incluso se puso a dudar sobre su existencia. Pero él llegaba justo en el momento en que descubría lo que sospechó todo ese tiempo. —Tiziano... No dijo nada más y la abrazó. —Vuelve a casa, te lo suplico. Aunque estemos pasando por momentos difíciles, sé que podremos encontrar la manera. Te sigo amando desde el principio y lo seguiré haciendo. Sara no lo soltó, después de pasar casi dos meses alejada
(...)1 Año más tarde. —¡Posen para la foto! —exclamó Sara, acercándose a los gemelos, quienes seguían distraídos. Eran tan chiquitos. Ni hablar de su hijita de seis meses en brazos de Tiziano, ella aún emocionada por poder capturar la instantánea, pero no se lo ponían fácil. Milenka apareció junto a Leandro, mirando a la pobre rubia en aprietos. (...)En medio de una hermosa tarde la familia se reunía en casa para celebrar la llegada del nuevo miembro. Milenka estaba tan emocionada, ni hablar de los demás, quienes estaban comenzando a llenarse de muchas expectativas, a la espera de saber si sería una niña o un niño. El ambiente estaba lleno de risas y emoción, mientras todos esperaban ansiosos el momento de revelar el sexo del bebé.—Ya creo que es hora —miró a Leandro, a lo que él asintió con la cabeza. Los abuelos, parientes y amigos cercanos se habían reunido para compartir el momento especial. La mujer, llena de mucha emoción, sostenía en sus manos un sobre sellado que con
NOTA: Hice mención de un chico llamado Niccolò Rossi en la anterior novela, aquí narraré su historia de amor. Declaro que es una Novela Independiente de Romance. ...No creyó que vivir bajo el mismo techo que un taciturno y peculiar joven le cambiaría la vida. Niccolò Rossi, su nuevo compañero de piso solía ser retraído, lejano y hermético. Y, ella estaba ahí, atraída por el muchacho que suponía, encerraba en silencio incontables gritos; su misterio favorito, sin pistas, pero le era suficiente con verlo y atrapar una hipótesis para continuar indagando hasta el atino.(...) No vi solo a un joven hipocondriaco, mortificado y, extraviado en el túnel de diversos problemas: ansiedad y depresión.Era él, tan distinto y especial. En complicidad con la melodía acariciando mis oídos me encontré parada en el umbral; desdibujado el trecho negro y el silencio agrietado, la estancia fue invadida por la magia de sus dedos precisos y danzantes sobre el piano. La pieza caló en mi ser, el caos se
El dolor corre en la tinta compitiendo en la mente con insidiosos y rumiantes pensamientos que me hace increpar contra mí, contra todos. Respirar, una labor titánica, coloniza la furtiva desesperación y la aplasta aventando lo mellado que estoy al fondo infame, mis cierres forzados. A final de cuentas la desolación es asfixia, a su vez, la decadencia trae a su amigo, el pánico desmedido. Dejo caer el plumín en un rebote absurdo como el eco de mis temores, pero caigo con él acobardado con la procesión atravesando las fosas de mi alma. Siempre que al espejo me veo la cara de cuaresma se mofa, termino riendo con él de mi propio reflejo, de lo mal que me siento a menudo incluso con el sol dando en la persiana. «¿Qué tan destruído me palpo, que tan perturbado y enfermo estoy?» La respuesta desmedida es tan real y mentirosa que en partes iguales me devora. Aterrorizado con mil palpitaciones, dolores musculares frecuentes, he aquí el resultado: la hipocondría, mis ansiedades ilimitadas, a
Amigos—Clara Briscoe—...—No, no y no mamá. —me quejo por milésima vez, dado que sigue con la ferviente idea de que comparta un lugar con un chico. «¡¿Qué clase de madre pide eso?!»Pero no, ella hasta lo exige. Ahora que está en la cúspide de su carrera, que un excelente empleo en Roma la espera... no pudiendo negarse a ocupar un cargo importante en la compañía farmacéutica europea, se olvida de mí, dándome una solución poco convencional, nada habitual viniendo de madre a hija. Aunque ella nunca ha sido la madre corriente, la que todos idealizan; más bien, una progenitora dura, antes de... y ahora sigue siendo una roca. —Clara Jasmine no creo que puedas pagar un apartamento, ni el sitio más barato con ese empleo que tienes. —da su razón, sonando despectiva, yo entorno los ojos, tengo errática la respiración y mi cara arde por la molestia. —Es que no tienes derecho mamá. No iré a vivir con un desconocido. —me cruzo de brazos, renuente y desafiando a esa mujer con la mirada inye
—Ni siquiera sé dónde vive ese fulano Nicolás. —mascullo por lo bajo, dejándome vencer. La indigencia no está en mis planes y mis amigos no entran en las opciones de supervivencia, ambos viven aún con sus padres, temo que estoy atada a lo que ella ha decidido. —Niccolò, se llama Niccolò —corrige con cierto fastidio por mi ignorancia, arrugo el ceño, que nombre tan raro, no dejo de pensar en la extrañeza del susodicho —. Es Italiano. —¿Por qué no me lo dijiste antes? —Y lo hice, ayer. La dirección te la dejaré en un texto. —No podría ser peor, vivir con un chico y la barrera de la cultura e idioma. —sonrío forzada. —Adiós, Clara. No hagas estupideces, te llamaré si tengo tiempo, me voy, no perderé el vuelo por tu culpa. —añade dándome un beso en la frente, una ligera presión más hipócrita que la de Judas. —Mejor no lo hagas. Como un bólido se va, tirando de su valija. Paso en un acto rudo el dorso de la mano por mi frente quitándole la hipócrita marca de sus labios piñón a mi pi
El Beso Robado...La música está devorando mi audición, pero el alto volumen es de mi agrado; es justo lo que busco: ambiente distendido alejándome de la tediosa realidad. Corcoveando ya se hallan mis sentidos entrecruzados por el ritmo pegajoso, entonces ya estoy moviendo el cuerpo y me dirijo a la pista tirando de Ruby. Nuestro amigo avisa, elevando la voz para poder ser escuchado, que estará en la barra. No hay tiempo que perder, le asentimos al mismo tiempo. —¡Ahora te alcanzamos! —exclama Ruby, ansiosa por batir las caderas, la sacudida nos llama, el baile sonoro que aorilla a muchos a pasarla bien. Hay que disfrutar la noche que apenas inicia, supongo que busco olvidarme de lo que me espera. Puede que no sea tan malo como imagino o resulte peor de lo que ya pienso. —Mira a ese chico, iré por ahí —deja saber a mi oído. Antes de que pueda emitir algo, ya se ha ido. Pestañeo en la sorpresa, vaya, y yo pensé que no iría en plan de conquista. Ella en el filrteo y yo aquí bailando