—Sí, es decir, sé tocar el piano... —se cohibe, o es mi impresión. —¿Tocarías algo para mí? —pregunto con un ligero mote de ruego. Esos ojos expresivos se fusionan con los míos, pero no avisto la respuesta, o puede que no la comprendo del todo. —No lo sé... —Anda, no seas tímido, el otro día escuché una melodía muy hermosa, ahora que me confirmas que tocas el piano, no tengo la menor duda de que has sido tú —señalo, a lo que él se tensa, no sé la razón de su reacción, o me hago la desentendida porque es algo que me asusta conocer. Debería parar y no implorar que toque el piano —. No, si no quieres lo comprendo. —Descuida, es que no me siento del todo cómodo con la idea, es eso —expira. —¿Ni siquiera solo ante mí? —¿Qué quieres qué te diga? —se cruza de brazos, respiro hondo. Que me diga la verdad, lo que le sucede y cómo puedo ayudarlo, deseo que me explique de qué manera llegar a él, sé que estoy lejos de conseguirlo. No dejará a flote su situación, encapsulado está. —Tal vez
Escalofríos...—Hipocondría —cito. Mis orbes barren la tercera línea informátiva, me proporciona sin rodeos el problema, su carga pesada que lo aplasta, la realidad que lo arrroja al vacío y lo deja sumergido en la desesperación. «Obsesión con la idea de tener una enfermedad grave no diagnosticada.La hipocondría generalmente aparece durante la edad adulta. Los síntomas incluyen miedo intenso y prolongado a sufrir una enfermedad grave, y preocupación porque los síntomas menores indiquen algo grave. Quienes padecen este trastorno suelen visitar al médico con frecuencia o cambiar de médico» Hay más, mientras leo a profundidad mi corazón se va desprendiendo y al final ya no lo tengo conmigo, cosa que la arretida de los latidos refutan, lo contradice mi desesperado órgano vital que va bombeando sangre con afán. Llevo casi una semana aquí, pero siento que lo conozco un poco más, el apego a él me devora al saberme enterada de lo que le sucede; a esto se refería Regina, ahora comprendo
Mi teléfono suena, lo reviso sin dudar, pienso que es Nicco, pero es mi padre respondiendo tardíamente el mensaje. Ahí me dice que está bien, que está mirando una película, añade lo mucho que me extraña a pesar de habernos visto hace poco. Yo también tengo un hueco por su ausencia. Ya iré mañana a verlo, debo aprovechar, antes de que ingrese a ese lugar. Le envío mi respuesta, antes de hacer el amago de dejar el móvil en la cama, suena de nuevo, no es papá, sino la llamada entrante de Niccolò que sin dudar respondo. Ya tengo en un puño el corazón. —Nicco, ¿a dónde has ido? —es lo primero que sale de mi boca, no exijo, pero es irrefutable la urgencia que marca mi voz.—Solo necesitaba unos minutos, scusa.—De acuerdo, pero ¿dónde estás? —insisto más calmada. —Ya voy llegando... —Bien, te espero. Cuelga la llamada y dejo el móvil sobre la cama. Regreso al living. Al poco tiempo Niccolò llega y parece más estable, sus ojos aterrizan sobre mí, avanza y quita la mirada, como si no p
Reciprocidad...Hace rato que sigo pensando en lo sucedido, sobre la cama, abstraída en el techo, como si fuera lo más motivante y entretenido. Mientras tanto se van tejiendo embrollos en mi mente, ¿he sido muy directa? Sinceramente me siento incómoda al seguir viviendo bajo el mismo techo que él después de todo el incidente. Podría entrar en una disputa, sí, ha sido una discusión lo que pasó. Mantener la paz no es una opción. Menos en mi condición, debo ajustarme a este giro, a mi estancia aquí; abstenerme es lo que haré de volverse a repetir algo así. ¿Por qué me carcome la culpa? Yo solo le dije la verdad, sí, fui franca pero no había otra manera de expresarlo. Bufo, me siento en la cama y juego con un mechón de mi rojizo, más lo pienso y más me arrepiento. Tapo mi cara, frustrada. Tal vez deba hacer las paces, no quiero convertirme en su enemiga. Me alzo a regañadientes, a veces el tirón del orgullo me arrastra a no dar el paso, lo aviento lejos y me pongo en marcha. A nada es
Al rato me pregunta la dirección, se la indico, agrego que es un restaurant y pizzería a la vez. En un par de ocasiones lo he visitado con Ruby. Pensar en ella me trae de regreso el tremendo embrollo en el que está metida. Me sacudo la preocupación y me centro en que voy a pasarla bien esta noche. Ha sido una semana de trabajo arduo, por lo que merezco pasar una estancia distendida. Además hoy ha sido un día de locos. —¿Sabes de otro lugar o estás cómodo con la idea? —Sé de muchos sitios, el problema es que me aturden, ¿sabes? Muchas personas van y eso me molesta un poco, no encuentro calma en sitios tan abarrotados. —¿Hablas de lugares suntuosos? —inquiero extrañada. —Algunos. —A donde vamos suelen ir pocas personas, no porque el sitio sea malo, creo que tiene mayor concurrencia en días festivos. —¿Has ido con alguien especial? —cuestiona y no sé si con esa palabra se refiera a una persona con la que me haya involucrado sentimentalmente. Mi historial está en blanco, nunca he t
Su Sonrisa ....—Grazie, ha sido una noche agradable, Clara —expresa abriendo la puerta de la habitación, igualo la acción. —Podemos repetir la ocasión cuando quieras, descansa —emito suspendida en esos ojos que me raptan y me hunden en la escalofriante sensación que se desplaza por mi ser. Da un leve asentimiento de cabeza antes adentrarse a su estancia personal, yo a la mía, me recargo sobre la puerta cerrada y dramáticamente reposo una palma en mi pecho. Sí, parece que mi corazón rebota fuerte y pelea por escapar de su lugar. Sonrío. Aprieto los párpados evocando minutos antes, sumida en la irrealidad palpable del instante; pero no debo confundir esa interacción con algo más. Me temo que ya es muy tarde. De forma sonora libero el aire y me dirijo a la cama. Al filo me quedo, suspendida en mi propia burbuja, creo que no podré dormir de súbito, es un alivio que mañana sea sábado. El sonido de mi móvil me hace dar un salto por la sorpresa. —Papá... —¿Llamé en un mal momento, Cl
—Buenos días —canturreo, apareciendo en la cocina, recién me levanto, pero siento que hoy la mañana me sonríe, y lo mínimo que debo hacer es devolverle el gesto.—Clara —se gira, antes me percato que se mete algo a la boca y toma un sorbo de agua. —¿Cómo estás? —Bien —se apoya de la isla, y yo me ubico en un taburete. —Me da gusto. —¿Tienes hambre? Se me hace tan tierno que lo pregunte, ha sido así desde el primer día, pero yo no soy una lisiada y sin importar que no haga un platillo a la perfección, de todos modos debo de cocinar, él no es mi sirviente. Pero la razón de no comer ahí se debe a la salida con papá. —Saldré con mi padre, quedamos en comer afuera, de todos modos gracias —le regalo una sonrisa. Quiero que me obsequie la correspondencia, pero no lo hace. —No te preocupes, pásala bien. Asiento, dejo el taburete y me acomodo la falda azul a lunares blancos que opté a juego con esos botines negros. Lo vuelvo a ver, ¿es normal que sienta el impulso de quedarme? No pued
Primavera...A mediados de Mayo la primavera reina con ahínco. El panorama ilumina mis orbes, extiende una sonrisa en mi rostro. Otro día más viviendo este equinoccio, es agradable sostener una taza de café, tener tiempo de sobra, y mirar a través de una curva de cristal, el fondo de la ciudad en su apogeada estación. Me fascina, describo ese encanto con un buen ánimo. Aún tengo chance de admirar, entro a mis clases a las once. Es otra cuestión que me brinda felicidad, poder hacer lo que me gusta, sé que esto no habría sido posible sin la ayuda de mamá. Pese a todo ha transformado una parte de mi vida para mejor, dándome la posibilidad de convertirme en una artista. He renunciado a la boutique, de lo contrario me sería imposible estudiar. Combinar el trabajo y los estudios no sería un problema para mí, sucede que el horario choca, lo que me obligó a dejar la boutique y enviar currículum a lugares en ascenso. Con mi inexperiencia, es más difícil conseguir un empleo, uno que se ajus