—Lo sé, estaba pasando por un mal momento. La mamá de Linda, una compañera de clases y amiga, se apareció en la boutique y me dijo cosas hirientes, me acusó de ser responsable de la muerte de su hija cuando ambas sabemos que nada es así, lo que ocurrió fue un accidente de tránsito fatal. El novio de Linda condujo ebrio, se salvó pero acabó atado a una silla de ruedas por el resto de su vida —le cuento, aunque no me lo pida, pero sí nace en mí la necesidad de decirle —. Sinceramente tuve mucha suerte al salir ilesa, sin embargo, el daño emocional fue terrible y por eso asistí a un centro de salud mental. Me ayudó mucho, pero hoy siento que retrocedí, el avance que di se desvaneció porque he vuelto a sentirme culpable. Bajo la cabeza, para mi sorpresa sus dedos elevan mi barbilla y me regala una sonrisa. —Mi dispiace molto —susurra, dejando una sutil caricia que me hace cerrar los ojos —. He tenido malos ratos también, créeme que te comprendo, no permitas que los pensamientos negativo
De volada llego a la boutique, es ligera la concurrencia este viernes, suerte para mí y mis compañeras de trabajo. Eugenia llega después, tiene una cara de pocos amigos. Alguien se levantó de mal humor hoy, no hay duda. —¿Todo bien? —No, debo estar todo el día aquí, ya sabes que falté el miércoles. No fue mi intención, es solo que estuve mal con una gripa y fiebre —saca el labio inferior.—Eso me dijo Paula. —Ah, no interesa, ¿tú tienes medio turno? —Por suerte sí —le sonrío. Rueda los ojos y se va. Niego con la cabeza. Al cabo de un rato, empieza el trajín. —¿Por qué te has ido de pronto ayer? ¿qué pasó? —averigua Pau. —Un imprevisto, es todo. —La mujer no compró nada, al final se fue enfurecida, no sé que bicho le picó —se encoge de hombros, revolotea los ojos. —Ni yo, disculpa, iré a buscar algo en la sección once —me alejo, en el camino una mujer me detiene. —Señorita, ¿por qué ha cambiado de precio? Ayer costaba menos.—Si tiene alguna queja puede dirigirse hacia ese l
Dulzura De Un Beso ...La plática con Ruby me ha dejado tirada en la cama y viendo hacia atrás, lo que pasó no sale de mi cabeza. Cada vez que mis párpados caen, mi mente flota en el instante en que sus labios pincelaron sobre los míos la dulzura de un beso. Ya no veo el lienzo en blanco, hay pintura en él, es solo que no comprendo el arte, sigue siendo complicado hallar el significado. Quiero creer que las ganas por hacer lo que me gusta es lo que inspira la comparación. Ya estoy mirando esos quinientos dólares como si fuera una fortuna. Mamá invade mi cabeza con su "ayuda repentina" ¿Debo aceptar? Son tantas cosas a la vez, no sé qué es lo correcto, la urgencia económica me está arrastrando. Aburrida dejo la cama, no encuentro qué hacer en el piso, ¿quién se encarga del mantenimiento aquí? Es una pregunta que ronda en mi cabeza. Se lo preguntaré cuando lo vea, soy muy curiosa y pocas veces puedo quedarme con la incertidumbre. Recuerdo a Silver, no sé dónde estará, quizá Nicco sa
Desesperación...He quedado encantada con la lasaña vegetal, sigo sin memorizarme el nombre, se me hace complicado. Después de compartir juntos, me quedo un rato en el living con Silver a mis pies, no para de jugar con esa pelota de goma que le compré. Hace rato que no vuelvo a saber de Nicco, está en su habitación, ojalá estuviera aquí conmigo, interactuar siempre hace falta, él huye tantas veces, es raro cuando se queda a platicar. Texteo a papá mientras rebusco una idea en mi cabeza, hoy que necesito un plan para animar a alguien, ni yo me siento empujada, creo que pensar mucho en el cruce de límite de ayer, me está arrastrando al silencio. Es que no sé cómo intentar acceder a lo más recóndito de él, también me rindo muy fácil. Y por otro lado, siento que es de un loco estar al pendiente de esta manera de una persona. ¿Qué pasa conmigo? Al menos cambió de parecer y me acompañará esta noche a salir. Sonrío, ¿debo considerarlo un avance? Al menos cedió sin alguna insistencia detrá
—Sí, es decir, sé tocar el piano... —se cohibe, o es mi impresión. —¿Tocarías algo para mí? —pregunto con un ligero mote de ruego. Esos ojos expresivos se fusionan con los míos, pero no avisto la respuesta, o puede que no la comprendo del todo. —No lo sé... —Anda, no seas tímido, el otro día escuché una melodía muy hermosa, ahora que me confirmas que tocas el piano, no tengo la menor duda de que has sido tú —señalo, a lo que él se tensa, no sé la razón de su reacción, o me hago la desentendida porque es algo que me asusta conocer. Debería parar y no implorar que toque el piano —. No, si no quieres lo comprendo. —Descuida, es que no me siento del todo cómodo con la idea, es eso —expira. —¿Ni siquiera solo ante mí? —¿Qué quieres qué te diga? —se cruza de brazos, respiro hondo. Que me diga la verdad, lo que le sucede y cómo puedo ayudarlo, deseo que me explique de qué manera llegar a él, sé que estoy lejos de conseguirlo. No dejará a flote su situación, encapsulado está. —Tal vez
Escalofríos...—Hipocondría —cito. Mis orbes barren la tercera línea informátiva, me proporciona sin rodeos el problema, su carga pesada que lo aplasta, la realidad que lo arrroja al vacío y lo deja sumergido en la desesperación. «Obsesión con la idea de tener una enfermedad grave no diagnosticada.La hipocondría generalmente aparece durante la edad adulta. Los síntomas incluyen miedo intenso y prolongado a sufrir una enfermedad grave, y preocupación porque los síntomas menores indiquen algo grave. Quienes padecen este trastorno suelen visitar al médico con frecuencia o cambiar de médico» Hay más, mientras leo a profundidad mi corazón se va desprendiendo y al final ya no lo tengo conmigo, cosa que la arretida de los latidos refutan, lo contradice mi desesperado órgano vital que va bombeando sangre con afán. Llevo casi una semana aquí, pero siento que lo conozco un poco más, el apego a él me devora al saberme enterada de lo que le sucede; a esto se refería Regina, ahora comprendo
Mi teléfono suena, lo reviso sin dudar, pienso que es Nicco, pero es mi padre respondiendo tardíamente el mensaje. Ahí me dice que está bien, que está mirando una película, añade lo mucho que me extraña a pesar de habernos visto hace poco. Yo también tengo un hueco por su ausencia. Ya iré mañana a verlo, debo aprovechar, antes de que ingrese a ese lugar. Le envío mi respuesta, antes de hacer el amago de dejar el móvil en la cama, suena de nuevo, no es papá, sino la llamada entrante de Niccolò que sin dudar respondo. Ya tengo en un puño el corazón. —Nicco, ¿a dónde has ido? —es lo primero que sale de mi boca, no exijo, pero es irrefutable la urgencia que marca mi voz.—Solo necesitaba unos minutos, scusa.—De acuerdo, pero ¿dónde estás? —insisto más calmada. —Ya voy llegando... —Bien, te espero. Cuelga la llamada y dejo el móvil sobre la cama. Regreso al living. Al poco tiempo Niccolò llega y parece más estable, sus ojos aterrizan sobre mí, avanza y quita la mirada, como si no p
Reciprocidad...Hace rato que sigo pensando en lo sucedido, sobre la cama, abstraída en el techo, como si fuera lo más motivante y entretenido. Mientras tanto se van tejiendo embrollos en mi mente, ¿he sido muy directa? Sinceramente me siento incómoda al seguir viviendo bajo el mismo techo que él después de todo el incidente. Podría entrar en una disputa, sí, ha sido una discusión lo que pasó. Mantener la paz no es una opción. Menos en mi condición, debo ajustarme a este giro, a mi estancia aquí; abstenerme es lo que haré de volverse a repetir algo así. ¿Por qué me carcome la culpa? Yo solo le dije la verdad, sí, fui franca pero no había otra manera de expresarlo. Bufo, me siento en la cama y juego con un mechón de mi rojizo, más lo pienso y más me arrepiento. Tapo mi cara, frustrada. Tal vez deba hacer las paces, no quiero convertirme en su enemiga. Me alzo a regañadientes, a veces el tirón del orgullo me arrastra a no dar el paso, lo aviento lejos y me pongo en marcha. A nada es