—Quince años, ahora tengo veintiuno, ya lo sabe. Mammà me llevó a una consulta, yo no lo acepté, pensé que mi propia familia no me comprendía lo suficiente. Lo que me ocurría siempre fue interpretado como algo imaginario, recuerdo que fui solo a emergencias, el corazón me latía muy veloz, había corrido tan rápido de casa al centro de salud que no podía respirar. Pero un médico me atendió y dijo que no tenía nada, que debía recuperar la calma. Volví a casa insatisfecho, seguro de que ese hombre no sabía una m****a de medicina, entonces le pedí a mammà que me llevara a ver un especialista, que yo de verdad tenía un dolor terrible en el pecho. Algo andaba mal con mi corazón y si tomaba en cuenta a mi papà... podía tener una enfermedad cardíaca.Dejo de hablar, me sigue afectando demasiado parlar sobre ese asunto. —Lo siento. La pérdida de una persona siempre deja un vacío inconmensurable, mitigar el dolor es un reto, pero recordarlos y llevarlos siempre en nuestro corazón tiene un efecto
Pelirroja Irreverente...Pienso en Clara, esa pelirroja colorida, tan animada y enfadosa con facilidad. Una sonrisa abarca mis labios y la borro al darme cuenta del despliegue de mis comisuras. —Una... amiga, ahora una amiga está conmigo en el piso, no tenía a dónde ir, y le permito que viva conmigo hasta que halle su lugar. Pero ella trabaja y casi no nos vemos. Y todo el día me la paso en mis cosas, ahora no estoy laborando, de hecho estoy pensando a dónde encaminarme. Mientras tanto, no hay mucho que deba hacer. Salgo por ahí, trato de pasarla bien mientras viva en la ciudad —destaco, pauso, no sé si sea relevante contarle sobre el gato —. Adopté un gato, es un felino británico, siempre me han gustado los animales y decidí adoptarlo. —¿Un gatito? Eso es maravilloso, las mascotas siempre traen positivismo a nuestras vidas, de hecho la presencia de un gato en casa reduce el estrés, tienen un efecto terapéutico, ayuda con la salud mental y en general. La verdad es que es un animali
Mil Universos...—Bene. —Sí, solo es eso —sonríe de nuevo, luego centra la vista en el dispensador —. ¿Puedo saber qué es? —Es para Silver, para su comida. —¡Genial! Ya no te quito más el tiempo, Nicco. —me dice y se dirige a su habitación, a la par de la mía. —¿Quieres ver una película esta noche? —inquiero de forma repentina, lo solté de un tirón, sin sostenerlo en mi mente primeramente, ya no estoy seguro, igual continúo —. Non lo so... Non intendo andare al cinema, ma vedere un film qui (No sé... No me refiero a ir al cine, sino a ver una película aquí) —¿Eh? —se voltea a verme, la sorpresa baila en sus ojos —. Solo comprendí tu pregunta, no sé nada del idioma italiano. —Que si quieres ver una película esta noche, aquí, en el living. —expreso, ahora asiente. —¡Por supuesto que sí! Amo las pelis, ¿ya tienes una en mente? —chilla, es una ragazza muy ansiosa. —No, es lo de menos, te doy a escoger a ti, bueno... nos vemos a la noche. —indico, me siento extraño. —Ahí estaré —
¿En qué momento? Hoy es martes, ella ha llegado el domingo. Nada tiene sentido para mí, ni explicación, es un pensamiento hueco. Sí, un disparate. De pronto necesito una ducha, pero me decanto por meterme en la bañera y relajarme. El agujero continúa en mi cabeza, tirarle adentro miles de palabras abarrotadas de confusión no consiguen llenarlo, sigo pensando en la pelirroja de una forma que me afecta. Giulia, mi exnovia, con quién mantuve una relación de tres meses, había sido la única en sacarme de órbita. Si las cosas no se dieron, fue por culpa de un malentendido. Que no vale la pena sacar a relucir. Ahora vuelvo a sentir algo parecido por alguien a quien apenas empiezo a conocer. Una semana, dos o tres no es suficiente para dejarla de ver como una desconocida, y no van ni tres días de su llegada. Ni el agua burbujeante y tibia me la quita de la cabeza, tal vez sea solo su irreverente manera de actuar, una irrelevancia entonces, lo que me hace discurrir en ella. En tanto la cav
La Videollamada—Clara Briscoe—...¡Genial! Encuentro rodajas de banana, perfecto para hacerme el desayuno. No creo que a Niccolò le enfade que tome un poco de su cereal y leche. Cuando me paguen se lo devolveré. Pienso en la noche de ayer, la cena que hizo y quisiera igualar su amabilidad de convidarme a comer. El problema es que no hago nada bien, es un chico crítico con la comida, no estoy dispuesta a ser su hazmerreír. Me siento en el taburete, el tiempo apremia, por lo que engullo cuchara tras cuchara con premura. Nicco no está por aquí, creo que ha salido temprano. Al menos que esté durmiendo a pierna suelta. No lo sé, algo me dice que salió antes de que llegara el sol. En ese caso, ¿A dónde habrá ido tan temprano? —Buongiorno. Hablando del rey de Roma, se aparece de pronto. Viene con ropa deportiva, a simple vista sudoroso, todo su pelo desprolijo y mojado. —Buenos días, ¿cómo estás? —emito como si nada. No me olvido de que ayer me dormí en el sofá, pero desperté en mi c
Meto la tarjeta magnética en la ranura, ingreso y desganada llego a la enorme estancia, sobre ese sofá me dejo caer al tiempo que, suspirando, aprieto los párpados. Me acaricio la sien, hay un ligero dolor de cabeza, si no lo ataco ahora, se volverá insoportable en contados segundos. Estoy agotada, sigo escuchando los gritos de las señoras, la pelea que surgió cuando Julia le quitó la camisa de las manos a otra clienta, y por último el vergonzoso instante en que entre el mar de señoras eufóricas, tropecé y caí. Sí, ha sido un día de locos. Merezco algo extra de dinero por este día de mierda. Ruedo los ojos. "Papá" leo en la pantalla de mi teléfono. Tomo el aparato, descuelgo la llamada. —Padre, ¿cómo estás? —Clarita, te aviso que voy a internarme este lunes en el centro de rehabilitación. Quiero que nos veamos, ¿podrías venir? Después de una asfixiante jornada, una noticia tan satisfactoria como esa me embarga de felicidad. Esto es un salto para papá, no un insignificante paso,
Fragilidad...Se sabe mi nombre. Es evidente la sorpresa en su mirada. A diferencia de Niccolò, su inglés es más fluido. —Larga historia, no es lo importante ahora.Tampoco es una historia larga, sí algo de lo que no quiero hablar. La forma en que conseguí su número no debe saberse, estuvo mal revisar el teléfono de Niccolò. —¿Ha surgido algo con mi hijo? —inquiere alerta. —No ocurre nada malo, es solo que tengo dudas, y ya no quiero seguir indagando en suposiciones. ¿Por qué habló con su hijo para que me quedara aquí? —suelto. Desvía la mirada, suspira y vuelve a verme. Una ligera sonrisa se dibuja en sus labios. —Clara, créeme que no hay una macabra intención, tampoco podría explicarte, es algo muy personal. Así que decirte la razón por la que estás ahí, implica que te meta en los asuntos de Niccolò. Solo te pido que te quedes en el piso, aunque te parezca raro, él necesita la compañía de una persona. Mientras estés ahí, yo me quedaré más tranquila.—Encontraré mi lugar, no
—No te disculpes, no hay por que hacerlo —le resta importancia. —Gracias, por cierto, ¿me darías tu número? —aclaro mi garganta —. Si no tienes inconveniente. —No te daré mi número —asegura, cerrándome la boca de golpe. Muero de la vergüenza, a punto de reclamar estoy, intercede —. Solo bromeo. Y sonríe, sigo toda sonrojada, ardiendo en la congoja que ya pasa ante su aclaración. Me ha salido chistoso el italiano. —Vale, me lo creí. Deja que busque mi teléfono, soy malísima apuntando mental —admito. Él me sigue detrás, ni modo, lo dejo entrar a mi habitación. Observa todo a su alrededor, y agradezco que no emita un comentario sobre el "orden" que según él, debo tener. Tampoco es que ha pasado un tornado por aquí, intento ser metódica, y el amago se me da fatal. —Aquí está —tomo de la cama el móvil. Niccolò me dicta su número y lo agendo como Nicco. Me gusta el diminutivo de su nombre. Es dulce, eso creo. —Bene, te dejo, espero te vaya bien con tu papá. Me pregunto si mamá hab