Mil Universos...—Bene. —Sí, solo es eso —sonríe de nuevo, luego centra la vista en el dispensador —. ¿Puedo saber qué es? —Es para Silver, para su comida. —¡Genial! Ya no te quito más el tiempo, Nicco. —me dice y se dirige a su habitación, a la par de la mía. —¿Quieres ver una película esta noche? —inquiero de forma repentina, lo solté de un tirón, sin sostenerlo en mi mente primeramente, ya no estoy seguro, igual continúo —. Non lo so... Non intendo andare al cinema, ma vedere un film qui (No sé... No me refiero a ir al cine, sino a ver una película aquí) —¿Eh? —se voltea a verme, la sorpresa baila en sus ojos —. Solo comprendí tu pregunta, no sé nada del idioma italiano. —Que si quieres ver una película esta noche, aquí, en el living. —expreso, ahora asiente. —¡Por supuesto que sí! Amo las pelis, ¿ya tienes una en mente? —chilla, es una ragazza muy ansiosa. —No, es lo de menos, te doy a escoger a ti, bueno... nos vemos a la noche. —indico, me siento extraño. —Ahí estaré —
¿En qué momento? Hoy es martes, ella ha llegado el domingo. Nada tiene sentido para mí, ni explicación, es un pensamiento hueco. Sí, un disparate. De pronto necesito una ducha, pero me decanto por meterme en la bañera y relajarme. El agujero continúa en mi cabeza, tirarle adentro miles de palabras abarrotadas de confusión no consiguen llenarlo, sigo pensando en la pelirroja de una forma que me afecta. Giulia, mi exnovia, con quién mantuve una relación de tres meses, había sido la única en sacarme de órbita. Si las cosas no se dieron, fue por culpa de un malentendido. Que no vale la pena sacar a relucir. Ahora vuelvo a sentir algo parecido por alguien a quien apenas empiezo a conocer. Una semana, dos o tres no es suficiente para dejarla de ver como una desconocida, y no van ni tres días de su llegada. Ni el agua burbujeante y tibia me la quita de la cabeza, tal vez sea solo su irreverente manera de actuar, una irrelevancia entonces, lo que me hace discurrir en ella. En tanto la cav
La Videollamada—Clara Briscoe—...¡Genial! Encuentro rodajas de banana, perfecto para hacerme el desayuno. No creo que a Niccolò le enfade que tome un poco de su cereal y leche. Cuando me paguen se lo devolveré. Pienso en la noche de ayer, la cena que hizo y quisiera igualar su amabilidad de convidarme a comer. El problema es que no hago nada bien, es un chico crítico con la comida, no estoy dispuesta a ser su hazmerreír. Me siento en el taburete, el tiempo apremia, por lo que engullo cuchara tras cuchara con premura. Nicco no está por aquí, creo que ha salido temprano. Al menos que esté durmiendo a pierna suelta. No lo sé, algo me dice que salió antes de que llegara el sol. En ese caso, ¿A dónde habrá ido tan temprano? —Buongiorno. Hablando del rey de Roma, se aparece de pronto. Viene con ropa deportiva, a simple vista sudoroso, todo su pelo desprolijo y mojado. —Buenos días, ¿cómo estás? —emito como si nada. No me olvido de que ayer me dormí en el sofá, pero desperté en mi c
Meto la tarjeta magnética en la ranura, ingreso y desganada llego a la enorme estancia, sobre ese sofá me dejo caer al tiempo que, suspirando, aprieto los párpados. Me acaricio la sien, hay un ligero dolor de cabeza, si no lo ataco ahora, se volverá insoportable en contados segundos. Estoy agotada, sigo escuchando los gritos de las señoras, la pelea que surgió cuando Julia le quitó la camisa de las manos a otra clienta, y por último el vergonzoso instante en que entre el mar de señoras eufóricas, tropecé y caí. Sí, ha sido un día de locos. Merezco algo extra de dinero por este día de mierda. Ruedo los ojos. "Papá" leo en la pantalla de mi teléfono. Tomo el aparato, descuelgo la llamada. —Padre, ¿cómo estás? —Clarita, te aviso que voy a internarme este lunes en el centro de rehabilitación. Quiero que nos veamos, ¿podrías venir? Después de una asfixiante jornada, una noticia tan satisfactoria como esa me embarga de felicidad. Esto es un salto para papá, no un insignificante paso,
Fragilidad...Se sabe mi nombre. Es evidente la sorpresa en su mirada. A diferencia de Niccolò, su inglés es más fluido. —Larga historia, no es lo importante ahora.Tampoco es una historia larga, sí algo de lo que no quiero hablar. La forma en que conseguí su número no debe saberse, estuvo mal revisar el teléfono de Niccolò. —¿Ha surgido algo con mi hijo? —inquiere alerta. —No ocurre nada malo, es solo que tengo dudas, y ya no quiero seguir indagando en suposiciones. ¿Por qué habló con su hijo para que me quedara aquí? —suelto. Desvía la mirada, suspira y vuelve a verme. Una ligera sonrisa se dibuja en sus labios. —Clara, créeme que no hay una macabra intención, tampoco podría explicarte, es algo muy personal. Así que decirte la razón por la que estás ahí, implica que te meta en los asuntos de Niccolò. Solo te pido que te quedes en el piso, aunque te parezca raro, él necesita la compañía de una persona. Mientras estés ahí, yo me quedaré más tranquila.—Encontraré mi lugar, no
—No te disculpes, no hay por que hacerlo —le resta importancia. —Gracias, por cierto, ¿me darías tu número? —aclaro mi garganta —. Si no tienes inconveniente. —No te daré mi número —asegura, cerrándome la boca de golpe. Muero de la vergüenza, a punto de reclamar estoy, intercede —. Solo bromeo. Y sonríe, sigo toda sonrojada, ardiendo en la congoja que ya pasa ante su aclaración. Me ha salido chistoso el italiano. —Vale, me lo creí. Deja que busque mi teléfono, soy malísima apuntando mental —admito. Él me sigue detrás, ni modo, lo dejo entrar a mi habitación. Observa todo a su alrededor, y agradezco que no emita un comentario sobre el "orden" que según él, debo tener. Tampoco es que ha pasado un tornado por aquí, intento ser metódica, y el amago se me da fatal. —Aquí está —tomo de la cama el móvil. Niccolò me dicta su número y lo agendo como Nicco. Me gusta el diminutivo de su nombre. Es dulce, eso creo. —Bene, te dejo, espero te vaya bien con tu papá. Me pregunto si mamá hab
Un Chico Frágil...Estoy de regreso en el piso, camino embelesada con el sonido que transcurre y me deja suspendida, ¿quién toca? Estoy consciente en la realidad, al tanto de lo que acontece, no es parte de mi cabeza. Me planto en el salón y avisto el elegante piano de cola. A menos que creyera en los fantasmas, dijera que uno está ahí en el banco y toca la pieza. Pero sería un completo desvarío. Aunado a que la melodía proviene de otro lado, ya trazo la dirección dejando que mi audición sea un guía. Estoy en el pasillo, detenida a la par de esa puerta. La música viene de ahí, quiero girar ese pomo, pero tiembla la intención. Llevar a cabo el movimiento de mi mano a esa perilla cromada, es un acto complicado. -No seas tonta -me riño. Al final no me atrevo a abrir la puerta, estúpidamente entro a mi habitación, a los segundos el sonido se ha ido. La pieza se acabó. Me quito la ropa, en bragas me quedo, cepillo mis dientes antes de regresar a la cama y acomodarme. La realidad se agr
No quiero recibir más lastima de la que desconocidos me dedican al andar por la calle. Aunque solo sea mi impresión, la horda de transeúntes están sumidos en sus propias vidas, sin reparar en nada más. Ese estúpido bar es mi parada, siento que la vida se ríe de mí; mi padre escapa del vicio y yo en este instante recurro a la bebida, salida fácil que solo desaparece "aparentemente" cualquier embrollo, luego te lo regresa con una maldita resaca y remordimiento incluído. -Una fuerte, por favor -ordeno al barman ubicada en la banqueta. Sin objeción la prepara. -Aquí tiene. Una, dos, tres, cuatro, la quinta es solo el inicio del mareo en mi sistema. El efecto es un hecho y la inestabilidad mi enemiga. Ya no puedo caminar, alguien me ofrece ayuda, no lo conozco, ¿son dos? Suelto una carcajada, ¿gemelos? Las cosas se multiplican, veo borroso, pero no quiero la ayuda de nadie. -Noooo, y-yo puedo sola, eh -lo aparto de mi camino y ando hasta la salida. ¿Dónde está mi móvil? Mierda. Olv