PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 27. A quemarropaGabriella lo vio caer a pocos metros de ella, inconsciente, pero su rostro no mostró ni el más mínimo cambio mientras dos hombres armados lo levantaban por los brazos y lo acercaban aún más, dejándolo tirado a sus pies.Lo que siguió fueron los gritos de impotencia de Lionetta mientras Amadeo la sacaba de aquel tan codiciado sitio en la mesa de los Salvatore y la arrastraba sin miramientos hasta dejarla junto al hombre inconsciente.Si creía que la humillación de no ser reconocida era grande, muy pronto comprendería que mucho peor era el terror de sentir que estaban a punto de matarla, y eso comenzó a sospecharlo en el mismo momento en que la hicieron arrodillarse delante de Umberto y Gabriella.—¡¿Qué es esto!? ¡¿Qué es esto?! ¡Suéltame! ¡Yo soy la madre de...!—¡Eres la madre de una mujer de esta familia que no quiere obedecer! —espetó él con fiereza y aquellos gritos hicieron reaccionar a Ranger, sacándolo de la inconsciencia—. ¡Así que ob
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 28. ArrepentimientoDetrás de él estaba el cuerpo de Genaro Salvamer, y la palabra correcta era “cadáver”, porque definitivamente con un disparo entre los dos ojos no había lugar para las dudas. Gabriella había dicho que no iba a casarse y nadie la casaría.Y a un lado estaba todavía Amadeo, boqueando como si intentara respirar a toda costa, mientras su mujer intentaba contener la sangre que salía por aquellas tres heridas. Evidentemente ninguna bala le había dado en el corazón, pero Ranger sabía que un disparo en el estómago solo lo haría agonizar por mucho más tiempo.Era evidente que a Gabriella no le importaba. Si tenía que dejar un cadáver como dejar diez, tenía escrito en el rostro en letras grandes y rojas que no iba a sentir absolutamente ningún remordimiento por eso.Y quizás era esa la razón de que nadie se atreviera a moverse, porque desde el primer instante, desde el primer balazo cada persona en aquella catedral estaba plenamente consciente de qu
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 29. Cuentas pendientesDiez segundos… veinte... treinta y los ojos de Gabriela seguía en fijos en Ranger, como si quisiera determinar que ese miedo que decía que no sentía, debía sentirlo de él.Sin embargo ninguno de los dos se movió, por más sorprendida que fuera la expresión del ex militar, así que la muchacha finalmente se dio la vuelta y enfrentó al resto de las personas que había en aquella sala.Sus otros dos hermanastros con su madre estaban en un extremo de la mesa de negociaciones y ninguno parecía lo suficientemente atrevido como para enfrentarla.Gabriella respiró profundo y sus ojos se volvieron hacia el cañón de la pistola, observando cuidadosamente cómo el hilillo de humo desaparecía y el arma se enfriaba. Un segundo después se rascaba la frente con el cañón con aspecto cansado y se acercaba a la mesa donde estaban la familia y los socios.—Creo que será mejor que dejemos las cosas claras —sentenció—. Nadie va a obligarme a hacer algo que no qu
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 30. InstintoEl silencio que reinaba en aquella catedral solo lo rompió el ruido de las sillas corriéndose, mientras lo que quedaba de la familia Salvatore se levantaba. Alessio se acercó al hermano que tenía tirado en el suelo y usó esa energía de veinteañero para levantarlo sobre uno de sus hombros y dirigirse a la puerta.Pero nadie se atrevió a reaccionar más que eso, porque aunque era bien cierto que Umberto tenía hombres armados rodeando aquel lugar, también era cierto que no era el único, y lo supo en el mismo instante en que vio a media docena de paramilitares asomarse a uno de los balcones inmediatos, apuntándole con rifles de largo alcance.Estaba lleno de odio, era evidente, como también era evidente que a la muchacha frente a él le importaba muy poco cualquier cosa que sintiera, así que no tuvo más remedio que darse la vuelta y salir de aquella maldit@ catedral mientras lo único que quedaba de sus pasos era un eco sordo y furioso.Solo entonces el
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 31. Un final esperadoY quizás era eso y un poco más, quizás será el hecho de que Ranger jamás lo había esperado de ella, o quizás era simplemente que estaba esperando cualquier cosa de la chiquilla a la que no había criado, excepto aquella perfecta demostración de que, tal como decía, no le molestaba matar, de que era una sociópata; y aunque él no podía entender del todo lo que eso significaba, sí comprendía muy bien que la hacía profundamente peligrosa.—Solo quiero entender qué fue lo que pasó en esa catedral, Gabriella —sentenció acercándose a él y levantando su barbilla para que lo mirara a los ojos—. Dijiste que los Salvatore mataron a tu padre, y noté que cuando Amadeo te llamó Gaby, tú...La reacción fue instantánea, una de esas que Gabriella no alcanzó a controlar porque ya estaba comprobado de que no era capaz de controlarlo absolutamente todo como creía.Su estómago envió un espasmo a lo largo de su garganta y Ranger la vio inclinarse sobre una mac
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 32. Una respuesta peligrosaRanger contuvo el aliento al escucharla decir aquello y sus manos fueron de inmediato alcanzar su cara.—Gabriella, mírame... Claro que eso no va a pasar, nadie te va a lastimar, escucha... —intentó convencerla, porque tranquila ya estaba por el medicamento—. Confía en mí, nadie te va a lastimar.Ella abrió los ojos durante un momento y lo miró con expresión agotada.—¿De verdad crees que importa a estas alturas? —lo increpó—. ¡Mírame, maldit@ sea! ¡¿Todavía no es evidente que el mal ya está hecho!?Y aunque por un breve instante se notaba que había rabia y frustración en su voz, la verdad fue que pareció como si su cerebro simplemente se desconectara en aquel momento, y Ranger entendió que nada de lo que le dijera haría ningún efecto en ella.Logró levantarla debajo de la ducha y no se atrevió a ponerse sensible, porque ella estaba mojada como un pollo en la lluvia y ya era de madrugada. La envolvió en una toalla grande y la desnu
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 33. La respuesta es "no"—¿No había nada en esos informes? —preguntó Ranger mirando el cartapacio de documentos sobre el escritorio, pero Morgan negó.—Max, perdona que te pida esto, pero ¿puedes dejarnos solos por un momento? —pidió el psiquiatra con amabilidad y un segundo después se levantó para acercarse a Ranger en la privacidad de aquel despacho.—Hay dictámenes médicos, pero nada sobre cómo pudo desarrollar una sociopatía desde los cinco años que entró al colegio hasta los diez cuando fue diagnosticada —sentenció con seguridad—. Pudo ser producto del abandono, de la falta de atención... o de un trauma. Y la cuestión es que me parece que tú sabes qué trauma puedo ser. Tú sabes por qué mató a su madre esta noche ¿verdad?Ranger cerró los ojos con un gesto de frustración y de impotencia, porque sabía que apenas podría sacarse del cuerpo él también el asco que le daba hasta decirlo, pero en los últimos días había prometido protegerla y por desgracia poner
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 34. Sin salidaGabriella respiró profundo, porque no sabía exactamente qué debía sentir con respecto a aquella conversación. La gente solía hablar sobre ella a sus espaldas muy a menudo, solo había esperado que él no fuera uno de ellos.Tampoco podía decir que le sorprendía; Ranger se veía asustado, o al menos eso parecía, pero la realidad era que ni una sola palabra de las que se habían dicho le era ajena. Cada explicación del psiquiatra la había escuchado ya muchas veces: hasta la ramificación más simple del diagnóstico que le habían dado cuando todavía era una niña la había estudiado, había intentado entenderla y finalmente la había aceptado, como también había hecho la paz con que solo muy pocas personas fueran capaces de aceptarlo.Así que se dio la vuelta para marcharse cuando se topó de frente con una figura que no esperaba.—Gabriella... —murmuró Max—. Pensé que estabas dormida, no sabía que habías venido con...—Ranger y el doctor necesitan terminar