PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 22. ConfusiónHabía pasado años aprendiendo a domar su parte más impulsiva, había pasado años convirtiendo todos esos malos instintos de los que hablaban los psicólogos en una pared de hielo que ni ella misma podía franquear, y aun así Gabriella juraba que en aquel momento era capaz de sacarlos todos y todos a la vez.—Esto es lo último que quieres oír, pero me va a dar un profundo placer decirlo —siseó mirando a su madre a los ojos—. Cuando todo esto termine, te garantizo que vas a haber deseado no haberme buscado jamás.Le dio la espalda dirigiéndose a la puerta porque en aquel momento no tenía absolutamente nada más que decirle a la mujer que le había dado la vida, y aun así su voz la detuvo.—Gabriella ¿qué demonios pasa contigo? ¿Por qué eres... así?Sin embargo no obtuvo respuesta, ni una sola, solo el portazo que daba Ranger al salir del despacho, y ni él ni Gabriella se detuvieron hasta que no estuvieron de vuelta en la habitación, de vuelta en el bañ
Y lo estaba, ciertamente lo estaba, porque la parte más lógica y racional dentro de él le decía que se diera la vuelta en ese mismo instante y desapareciera; y la otra, la más básica y que supuestamente había controlado a la perfección toda su vida, lo tenía allí, soltando más babas que una procesión de caracoles, mientras ella se movía de un pie a otro como si estuviera esperando que de verdad él reaccionara, o al menos le dijera qué se suponía que tenía que hacer.Por suerte esa buena memoria que tenía llegó al rescate, porque recordó que había un pequeño problema en particular con el que tenía que lidiar antes de bañarse.—Este... ya que estás aquí... mejor aprovechamos y me ayudas a quitarme el chaleco ¿no?—Sí… ya mejor de una vez ¿verdad? —carraspeó él reaccionando, pero en el mismo segundo en que Gabriella se dio la vuelta, fue como si le hubieran descargado el puño en plena frente.—¡Joder, por esto es que a los animes le sangra la nariz! —masculló poniendo los ojos en blanco
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 24. Un extraño presentimientoUn solo dedo, uno contra sus labios para que no fuera a decir ni una palabra de más, y si Ranger no hubiera estado atento a cada ruido a su alrededor habría visto cómo las pupilas de Gabriella se dilataban. Había algo en él que hacía que las piernas le temblaran, que ese corazón que siempre había ido al mismo paso controlado se acelerara de una forma insoportable.—¡Shshshsh! —susurró él tan cerca que solo la muchacha podía escucharlo—. Recuerda que sea lo que sea que tengas en la cabeza, no puedes decirlo aquí.Y quizás eso era lo más incómodo de todo, tener que meterse al baño cada vez que necesitaba decir algo, así que Gabriella se tragó aquellas sospechas, porque posiblemente esa información fuera peligrosa por el simple hecho de salir de su cabeza.Así que al tercer día, después de una dramática ley de silencio, Lionetta se apareció en su puerta como si quisiera averiguar hasta cuándo iba a durar la rudeza de su hija.—Esper
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 25. Tradiciones familiaresParecía una princesa de cuentos de hadas, y absolutamente todos los ojos en aquella desvencijada catedral se volvieron hacia ella para mirarla. El vestido era de un color beige tan claro que casi parecía dorado, vaporoso, infantil, tierno, hasta la hacía parecer que no mataba ni una mosca. Y aun así Ranger sabía que había algo extraño hirviendo dentro de ella.Reconoció a cada uno de los hermanos Salvatore, estaban furiosos y no se molestaban en disimular que ella era una presencia que les habían impuesto. Desde los mayores hasta los más pequeños miraban con desprecio a Lionetta, que se sentó con toda la actitud en un extremo de la mesa familiar.Pero solo uno de ellos dio un par de pasos para acercarse y Ranger inmediatamente lo reconoció como uno de los gemelos mayores, Amadeo.Gabriella se detuvo frente a él mientras el tipo la miraba de arriba a abajo con sorna, como si no pudiera creer que estuviera allí, hasta que aquellas pal
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 26. Tú no eres nadie para míSin embargo, la primera reacción increíblemente no fue la de Ranger ni la de Gabriella, sino la de Lionetta golpeando aquel extremo de la mesa con los puños con la mayor de las rabias.—¡Tiene que ser una maldit@ broma, ¿verdad!? —gritó exasperada mientras Umberto la miraba con satisfacción—. ¡Este tipo no es nadie! ¡No es absolutamente nadie! ¡Solo un socio menor que jamás va a escalar en la familia! ¡Un maldito pelagatos!Y aunque Gabriella parecía por completo perdida en aquel mar de pensamientos, Ranger estaba seguro de que aquella afirmación solo había sido era una piedra más que la golpeaba.Lionetta sabía perfectamente a lo que iban a ir, no le molestaba usar a su hija como moneda de cambio para volver a la familia Salvatore, no le molestaba que la casaran con un extraño, solo le molestaba que no la casaran con un extraño poderoso.—El jefe de la familia tiene todo el derecho a decidir con quién se casan las mujeres en func
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 27. A quemarropaGabriella lo vio caer a pocos metros de ella, inconsciente, pero su rostro no mostró ni el más mínimo cambio mientras dos hombres armados lo levantaban por los brazos y lo acercaban aún más, dejándolo tirado a sus pies.Lo que siguió fueron los gritos de impotencia de Lionetta mientras Amadeo la sacaba de aquel tan codiciado sitio en la mesa de los Salvatore y la arrastraba sin miramientos hasta dejarla junto al hombre inconsciente.Si creía que la humillación de no ser reconocida era grande, muy pronto comprendería que mucho peor era el terror de sentir que estaban a punto de matarla, y eso comenzó a sospecharlo en el mismo momento en que la hicieron arrodillarse delante de Umberto y Gabriella.—¡¿Qué es esto!? ¡¿Qué es esto?! ¡Suéltame! ¡Yo soy la madre de...!—¡Eres la madre de una mujer de esta familia que no quiere obedecer! —espetó él con fiereza y aquellos gritos hicieron reaccionar a Ranger, sacándolo de la inconsciencia—. ¡Así que ob
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 28. ArrepentimientoDetrás de él estaba el cuerpo de Genaro Salvamer, y la palabra correcta era “cadáver”, porque definitivamente con un disparo entre los dos ojos no había lugar para las dudas. Gabriella había dicho que no iba a casarse y nadie la casaría.Y a un lado estaba todavía Amadeo, boqueando como si intentara respirar a toda costa, mientras su mujer intentaba contener la sangre que salía por aquellas tres heridas. Evidentemente ninguna bala le había dado en el corazón, pero Ranger sabía que un disparo en el estómago solo lo haría agonizar por mucho más tiempo.Era evidente que a Gabriella no le importaba. Si tenía que dejar un cadáver como dejar diez, tenía escrito en el rostro en letras grandes y rojas que no iba a sentir absolutamente ningún remordimiento por eso.Y quizás era esa la razón de que nadie se atreviera a moverse, porque desde el primer instante, desde el primer balazo cada persona en aquella catedral estaba plenamente consciente de qu
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 29. Cuentas pendientesDiez segundos… veinte... treinta y los ojos de Gabriela seguía en fijos en Ranger, como si quisiera determinar que ese miedo que decía que no sentía, debía sentirlo de él.Sin embargo ninguno de los dos se movió, por más sorprendida que fuera la expresión del ex militar, así que la muchacha finalmente se dio la vuelta y enfrentó al resto de las personas que había en aquella sala.Sus otros dos hermanastros con su madre estaban en un extremo de la mesa de negociaciones y ninguno parecía lo suficientemente atrevido como para enfrentarla.Gabriella respiró profundo y sus ojos se volvieron hacia el cañón de la pistola, observando cuidadosamente cómo el hilillo de humo desaparecía y el arma se enfriaba. Un segundo después se rascaba la frente con el cañón con aspecto cansado y se acercaba a la mesa donde estaban la familia y los socios.—Creo que será mejor que dejemos las cosas claras —sentenció—. Nadie va a obligarme a hacer algo que no qu