LA TRAMPA PERFECTA. CAPÍTULO 5. ¿Qué vas a hacer?—¡Yo contigo no voy ni a la esquina! —exclamó Sebastian achicando los ojos con una expresión de desafío que acentuaba cada línea feroz de su mandíbula, y Michelle se contoneó frente a él.—La cuestión es, príncipe, que sin mí no vas a saber ni siquiera dónde está la esquina, así que no es como que tengas muchas opciones. ¿No es cierto?—¡Deja de llamarme príncipe! —reclamó él.—Cierto, ya te estás convirtiendo en el ogro del cuento —siseó ella con una sonrisa descarada—. Ya me habían avisado que los hombres se ponían dominantes y tercos después del matrimonio, pero esto es pasarse mucho… Shrek.Sebastian le abrió los ojos porque entendía perfectamente la referencia —aunque tampoco sabía cómo—; pero antes de que pudiera lanzar la primera protesta, Michelle le dio la espalda y salió a buscar al médico.—Doctor, tenemos que hablar. ¡Sebastian está muy inquieto y terco, pero tiene que irse conmigo porque no tiene a nadie más, pero no me re
LA TRAMPA PERFECTA. CAPÍTULO 6. Una mujer tradicionalSebastian miró a todos lados y exhaló un suspiro de resignación. Aquella mujer estaba loca, pero todo parecía indicar que era su loca y además, ¿cuáles eran las alternativas? ¿Sentarse en un banco del parque más cercano y esperar a que por un milagro le volviera la memoria?Le hizo un gesto de asentimiento a Michelle y no pudo evitar notar que el rostro de la muchacha se iluminaba con una sonrisa, como si la hiciera la mujer más feliz del mundo, ¡loca!, pero feliz.Ella le abrió la puerta del copiloto con deferencia y lo ayudó a subir mientras Sebastian miraba alrededor. No tenía ni idea de quién había sido, pero aquella camioneta fea no se sentía como muy… él.—¿Exactamente qué fue lo que trataron de robarnos? —preguntó de repente y ella trató de aguantarse la risa.—¡La Cheyenne, apá! ¡Se llevaron la Cheyenne! —exclamó Michelle pisando el acelerador y solo unos pocos minutos después se metía en el tráfico, mientras Sebastian se l
LA TRAMPA PERFECTA. CAPÍTULO 7. Un hombre con oficio y beneficio.Sebastian silbó largamente mientras pasaban los minutos y la tierra de los predios de la señora Dalton seguía pasando bajo las llantas. La propiedad debía ser inmensa y a uno y otro lado se veían cercados lejanos con caballos pastando.—¿Todo esto es de tu familia? —preguntó sorprendido.—Nop, de mi familia no, de mi abuela. Mi abuelo se lo dejó todo, y no me preguntes cómo es que mi padre salió medio desheredado en el asunto, lo único que sé es que el rancho lo maneja la abuela desde que tengo memoria —respondió Michelle mientras atravesaban los últimos kilómetros hasta la enorme casona—. A mi padre le dieron algo para que emprendiera su propio negocio cuando se casó con mi madre, nada más.Sebastian levantó una ceja llena de incredulidad, porque aquella mujer era tan contradictoria que no la entendía.—¿Entonces no eres una niña consentida, fresa, con el auto del añ…? —se detuvo porque era evidente que el vehículo en
LA TRAMPA PERFECTA. CAPÍTULO 8. Lo vas a necesitarSebastian no era capaz de explicarlo, pero una sola frase, lejana y severa, le llegaba a la mente: “Puedes sacar al hombre del campo, pero no puedes sacar al campo del hombre”.Miró alrededor mientras la abuela le dirigía una mirada llena de curiosidad, y sintió que aquello era demasiado familiar para él. La tierra, los animales, los potreros… Ni siquiera sabía cómo sabía que aquella yegua no estaba para monta porque solo tenía dos años, pero estaba bastante seguro de que sabía un montón de cosas similares a esa.Vio a la señora Constance quitarle las bridas de la mano y acariciar a la yegua con cariño.—¿A quién se le ocurrió traer a Coquette para monta? —preguntó molesta porque aquella era una de sus yeguas favoritas y en efecto todavía era muy pequeña—. Yo ni siquiera la tenía destinada para madre.—Bueno… —El peón que la traía se acercó nervioso—. Señora Dalton… es que su cuartón estaba marcado, por eso la traje…Sebastian despegó
UNA TRAMPA PERFECTA. CAPÍTULO 9. Un traidor Estaba en las nubes. Michelle de verdad estaba en las nubes porque a su abuela le había encantado Sebastian; podía verlo en cada ligera sonrisa. Y eso definitivamente era bueno para ellos. Se ocupó enseguida de recoger todo con Merci, y Sebastian se aguantó las ganas de preguntarle a la abuela si ella siempre era así de dispuesta. Dos horas más tarde subían todo en su camioneta vieja y Michelle rechazaba amablemente el intento de la abuela de darles una mejor. —No hace falta, nana, con esta nos viene bien… —¡Pero hija, si tu esposo viene a trabajar en la camioneta, ¿cómo vas a salir tú de la cabaña…? —¡Pues caminando, abuela, para eso tengo estas piernotas tan lindas…! ¡Ah, pero te voy a aceptar botas, eso sí, porque me las robaron con el resto del equipaje, y una computadora! ¡Por favor, abue, ¿me ayudas con una computadora para poder escribir?! Sebastian y la señora Constance se miraron, porque ella le estaba ofreciendo una camioneta
LA TRAMPA PERFECTA. CAPÍTULO 10. El tiempo que estésNo podía negarlo: tenía más hambre que ganas de vivir, y quizás eso le exacerbaba el olfato más allá de lo imaginable. También ayudaba que el Especial de embutidos italianos que preparaba Merci era su comida favorita desde niña, así que ni de broma se le escapaba cuando había uno cerca.Sebastian retrocedió contra el respaldo del sofá cuando la vio oler alrededor, y la primera señal de alerta para Michelle fue decirle “príncipe” y que él respondiera por ese apelativo que según, odiaba. El segundo fue verlo tan tieso contra el sofá mientras ella se acercaba a su cuerpo. Su nariz recorrió en trayectoria ascendente desde su pecho hasta su boca, y Sebastian tuvo que pasar saliva cuando la sintió reptar por su cuerpo hasta sentarse sobre su regazo… sin ningún pudor.—¿Crees que no puedo reconocer a un traidor cuando lo huelo, ¡Señor Especial Italiano?! —siseó y apenas él trató de moverse, la muchacha cerró las caderas como si fuera una p
LA TRAMPA PERFECTA. CAPÍTULO 11. Dos meses—¿Tú decides? ¡¿Tú decides?! —escandalizó Sebastian—. ¿Por qué cada vez que te escucho decir: “tú decides” es precisamente cuando no tengo ninguna opción para decidir?No estaba molesto, no estaba furioso, solo estaba…—¿Eres gay?La pregunta de Michelle fue tan directa y tan trágicamente sincera que Sebastian abrió y cerró los labios un par de veces, mientras pasaba del pálido “impresionado” al rojo “no lo puedo creer”.—¡¿Qué estás diciendo?! ¡¿Cómo se te ocurre que voy a ser gay si estoy casado contigo?! —la increpó.—Bueno… la verdad es que hay hombres homosexuales que se casan por cubrir las apariencias —ella se encogió de hombros con una mueca obvia.—¡Estamos en el siglo veintiuno, eso ya no hace falta! —exclamó él.—Como tampoco debería hacer falta que tu esposa te ande correteando para que duermas a su lado, pero ya ves —replicó Michelle y él apretó los dientes porque no tenía una buena réplica para eso.—¿Por qué presiento que estás
LA TRAMPA PERFECTA. CAPÍTULO 12. Un hombre que sabe lo que haceDecir que estaba loca de remate era una redundancia, reiteración, obviedad… ¡Estaba loca!Pero aun así cada vez que lo miraba por encima de la pantalla de la computadora, Sebastian sentía que algo se revolvía dentro de él. Era su esposa. No la recordaba para nada, pero siendo honesto no se recordaba ni a sí mismo, así que no podía culparla por lo que había pasado. Después de todo si los habían asaltado en plena carretera al punto de dejarlo así, solo podía agradecer que no le hubieran hecho algo peor a ella.El Pollo al temporizador funcionó bastante bien y pasaron el resto del día sin hambre, aunque para la noche ella se paró junto a la mesa y se puso las manos en las caderas con expresión aturdida.—¡Joder, príncipe, voy a tener que conseguir otro trabajo solo para alimentarte! —Se rio.—No sé qué decirte. Creo que estoy en desarrollo —se burló él encogiéndose de hombros.—Nooooo, si tú estás en desarrollo todavía avísa