Luz Excepcional
Luz Excepcional
Por: Luana Benson
Prólogo

Todo está listo para partir. Luego de un largo año de trabajo, por fin la familia Lee decide darse un respiro y salir de viaje. Min está entusiasmado, corretea por el gran parque con su juguete de robot en la mano. Aunque la mansión es enorme, él es un pequeño al que le gusta salir a pasear afuera.

—¡Vamos pequeño! —le dice el padre corriendo tras él para cargarlo en sus brazos. El niño ríe contento. Lee Chung Hee lo lleva hasta el carro y lo baja sentándolo en el asiento trasero, junto a una de las niñeras. Myeong Suk sale de la mansión y se dirige al asiento del conductor.

—Hoy conduzco yo —dice ella—. Tú estuviste hasta altas horas de la madrugada despierto así que aprovecha a dormir un poco durante el viaje.

—¿Falta mucho, mami? —balbucea Min.

—Ni siquiera hemos salido, Min. No seas ansioso —ríe la mamá.

Chung Hee se acomoda en el asiento del acompañante y se pone el cinturón de seguridad.

—Min tiene puesto el cinturón? —pregunta a la niñera.

—Si, señor —le contesta ella.

—Bien, todo listo entonces? —pregunta Suk.

—¡Todo listo! ¡Wiii! —exclaman todos a la vez.

Suk comienza a conducir.

Al cabo de unos minutos todos están dormidos, incluso la niñera. Suk le echa un vistazo a Min por el espejo retrovisor y sonríe. Ama a su hijo más que a nada en el mundo y se siente feliz de poder tener un viaje con él. Luego mira a su marido, sumido en un profundo sueño. A Min le gusta jugar con su padre y Suk lamenta que esto se dé en pocas ocasiones, ya que Chung Hee se la pasa trabajando. Pero en estas vacaciones podrían jugar mucho los tres juntos.

Suk mira hacia el frente y ya es tarde para maniobrar. Una furgoneta negra se lleva su carro por delante.

Suk despierta escandalizada. Levanta el torso de la cama, agitada por la pesadilla que la persigue noche tras noche luego del accidente. Se agarra la cabeza con las manos y la sacude para sacarse las imágenes aterradoras de su cabeza.

Se sirve un poco de agua de la jarra que tiene en su mesa de noche y toma una pastilla de dentro de uno de los cajones. Se la lleva a la boca y la traga con ayuda del agua.

—¡Mami! —escucha que Min la llama desde fuera de la habitación mientras golpea la puerta.

—Pasa, hijo.

Min abre la puerta y corre a la cama de su madre para abrazarla.

—Hola, mi amor. ¿Cómo has dormido? ¿Descansaste bien?

El niño asiente.

—¿Ya desayunaste?

—¿Lloras, mami? —pregunta Min, con ademán de preocupación.

—No —dice ella secándose las lágrimas—. Voy a vestirme. ¿Si? Ve a jugar.

—Sí —dice y sale de la habitación.

Suk mira hacia arriba y se muerde el labio inferior. Pasa nuevamente la mano por sus ojos y se levanta de la cama. Se dirige al espejo y observa su figura completa. Hace un repaso de su cabeza hasta sus pies, luego vuelve hasta su vientre y se pone de perfil. Coloca ambas manos en él y lo acaricia con su dedo pulgar.

Sale de la casa con un atuendo de LCH, la marca de ropa de la empresa de su marido. Lleva una camisa roja sin mangas, ajustada en la cintura; un pantalón salmón tiro alto, suelto abajo; unos tacones negros; cartera negra; grandes gafas de sol negras; delicadas alhajas en dorado y rojo y un labial de este último color. Es una mujer muy elegante. Se mete a la parte trasera del auto y el chófer le cierra la puerta. La lleva al centro terapéutico al que ella asiste.

—Buen día, Señora Myeong. ¿Cómo ha estado? —la invita a pasar su terapeuta.

—Buen día —saluda y se quita las gafas. Se sienta en el diván y deja a un lado su cartera. Espera a que se siente en frente suyo para comenzar a hablar. —He tenido nuevamente la pesadilla del accidente. No me deja en paz.

—¿La misma?

—Sí, es la misma siempre. Los últimos momentos antes del choque.

—¿Ya pasó un año del accidente, cierto?

—Así es.

—¿Qué cree que signifique?

—No lo sé… Si lo supiera no estaría aquí.

—Bien. Olvidemos la pesadilla un momento. Cuénteme… ¿Cómo está su vida? ¿Cómo se siente en el día a día?

—Últimamente siento que algo está mal.

—¿Puede profundizar? —pregunta la terapeuta preparando su libreta y un bolígrafo para apuntar su respuesta.

—Bueno, como sabe… el accidente me ha quitado la posibilidad de ser madre —hace una pausa. Siempre me imaginé con muchos niños correteando por el parque de casa y ahora… —sorbe la nariz. —Agradezco mucho que a Min no le haya sucedido nada y agradezco haber tenido la oportunidad de tenerlo antes de que esto sucediera. Pero… me gustaría poder volver a ser madre.

—¿Has considerado la idea de adoptar?

—Si, aunque no sería lo mismo.

—Quizás al principio no lo sea, pero luego estoy segura de que podrán amarlo y te amará como si hubiese salido de ti.

—Debería hablarlo con Chung Hee.

—¿Le ha hablado de este tema luego del accidente?

—Él quedó muy dolido, ya que también deseaba tener más hijos —se le escapa una lágrima. —Sé que aunque no me lo diga, está desilusionado respecto a mi condición actual.

—Actualmente hay muchas maneras de poder tener un niño: inseminación artificial, fecundación in vitro, adopción. Quizás puedan discutir esto con su esposo y llegar a un acuerdo.

—Claro. Lo haré. Gracias.

—Hasta la próxima, señora Myeong. Si necesita algo puede llamarme —se despide amablemente.

Suk sale del centro y su chófer la está esperando con el auto. Se informa durante el viaje de regreso sobre lo que había hablado con su terapeuta. La sesión no había sido larga por lo que cuando llegara a la casa podría tener un momento para comentarle a Chung Hee antes de que se fuera a la empresa.

Al llegar a la casa, se baja con entusiasmo, sin esperar a que el chófer se bajara a abrirle la puerta. Antes de casarse, ella no era una mujer de mucho dinero, por lo que cuando los impulsos le ganaban se olvidaba de los nuevos modales y actitudes que tuvo que aprender.

Entra a la casa y se dirige al escritorio de su prometido:

—¡Chung Hee! —él no está allí.

—¡Chung Hee! —vuelve a llamar yendo a su habitación, pero tampoco lo encuentra.

Lo escucha hablar en la cocina así que voltea en esa dirección. —Chung Hee… —dice para sí mientras camina hacia allí.

Escucha a una mujer riendo con él. Se asoma en silencio y lo ve reír con una de las criadas. Ella parece actuar con mucha confianza con él y le habla sin honoríficos, de manera informal. Él la toma de la cintura y la besa en la boca mientras ella le acaricia el pelo.

Suk omite un grito llevándose la mano a la boca.

Chung Hee la escucha y suelta inmediatamente a la criada:

—Suk… ¿Qué haces aquí? ¿No tenías terapia?

—Maldito… —llega a mascullar ella, aun incrédula de lo que acababa de ver.

—Suk, lo siento. No es lo que piensas —trata de excusarse acercándose a ella a la vez que ella se aleja de él.

—¡Maldito desgraciado! —grita Suk entre llantos corriendo a su habitación.

Chung Hee la sigue hasta el cuarto, pero ella cierra la puerta con llave.

—Suk, puedo explicarlo. ¡Por favor! —le ruega.

Ella no para de llorar mientras junta sus cosas en una maleta. Al finalizar sale y va a la habitación de Min para juntar sus cosas y explicarle que deben irse de la casa. Él, con sus dos años y medio de edad, no entiende qué sucede. Solo nota que su madre esta exaltada y eso lo asusta:

—¿A dónde vamos, mami? —le pregunta.

Ella lo arrastra de la mano sin darle respuesta.

—Suk, hablemos. Esto no le hace bien al niño —le dice Chung Hee.

—¿Y lo que haces tú? ¿Eso sí le hace bien? Maldito —le dice dedicándole una mirada furtiva mientras sube a Min al auto.

—¿A dónde vas? ¿Dónde llevas a mi hijo? —dice preocupado frunciendo el ceño.

—No me busques, MI hijo no necesita la influencia de un malnacido como tú. ¿Qué crees que le enseñaras? ¿A engañar a la gente?

—No volverá a pasar, Suk. Fue un error. ¿Está bien? Ya cálmate.

Ella comienza a conducir mientras las lágrimas le nublan la vista.

—¿Mami? ¿Y papá? —pregunta Min al borde del llanto.

Ella se mantiene con su vista al frente y las manos en el volante.

                                                                * * *

¡Maldita sea! —grita Chung Hee llevándose las manos a la cabeza. Mirando de un lado al otro pensando que hacer.

—¿Qué ha pasado? —pregunta la criada con la que tiene un amorío.

—Se ha ido con Min.

—¡¿Qué?! ¿Se llevó a Min? ¿A dónde fueron? —pregunta exagerando la sorpresa.

—¡No lo sé, Park Seung! No lo sé…

—Está bien… Tranquilízate. Ya se calmara y regresara con el niño. Cálmate —le dice abrazándolo.

Él se la quita y se va a su escritorio a encerrarse allí.

Seung sonríe y mira a su alrededor antes de sacar su teléfono de su bolsillo y marcar un número:

—Suk se ha ido con el niño.

—¡Muy bien! Grandioso —responde una voz masculina, utilizando un modulador de voz—. ¿Y cómo reaccionó?

—Obviamente nada bien… Sabes cuánto quiere a Min. Está en su escritorio ahora.

—Lo sé… ¿Y ya le contaste que estás embarazada de su próximo hijo?

—Aún no.

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