Capítulo 11

Antes de que podamos siquiera recuperar el aliento, el turista se levanta con una calma irritante y se acerca a nosotros con paso seguro, sosteniendo su copa de vino con la tranquilidad de quien acaba de ver el mejor espectáculo de la noche.

—Bien jugado, pareja —dice con una media sonrisa, alzando su copa en un brindis imaginario—. Su química en la pista fue impresionante.

Alejandro y yo le dirigimos miradas idénticas de desconfianza.

—¿Qué quieres ahora? —pregunta Alejandro, con voz cansada.

El hombre rueda los ojos con fingida indignación y se sienta en la silla vacía junto a nosotros, sin siquiera pedir permiso.

—Por favor, no sean tan paranoicos. No quiero nada raro —asegura con tono despreocupado, apoyando su copa sobre la mesa—. Solo quería decirles que pueden confiar en mí.

Alejandro entrecierra los ojos, observándolo con cautela.

—¿Por qué confiaríamos en ti? —le pregunta.

El turista suspira con dramatismo y se encoge de hombros.

—Porque me voy mañana —responde con naturalida
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