Capítulo 13

El sol nos cubre mientras caminamos en silencio hacia la playa. La brisa marina no es suficiente para contrarrestar el calor sofocante, y yo, con mi bikini —uno bastante decente, porque ni loca me iba a poner la micro que Claudia insistió en que comprara—, ya estoy sintiendo cómo el sol calienta cada centímetro de mi piel expuesta.

Por eso, cuando miro de reojo a Alejandro, que va a mi lado vistiendo una camisa blanca perfectamente abotonada y un short beige, solo puedo preguntarme cómo demonios no se está derritiendo.

—¿No tienes calor? —pregunto con incredulidad, observándolo de arriba abajo.

—No —contesta sin mirarme.

Frunzo el ceño.

—¿Nada? —insisto.

—Nada.

Miro mi propio cuerpo, donde ya noto el leve brillo del sudor en mi piel, y luego vuelvo a mirarlo a él, impecable, con la tela de su camisa apenas ondeando con la brisa marina.

—¿Eres humano? —quiero saber, mirándolo como si fuera un bicho raro.

Alejandro sonríe de lado y sigue caminando sin responder.

Finalmente, encontramos
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