MACABRAS INTENCIONES

MORGANA

El sol brilla con intensidad sobre la piscina, sus rayos acariciando mi piel. Estoy tumbada en una cómoda tumbona, rodeada de exuberante vegetación tropical. El agua cristalina refleja el cielo azul, y el suave murmullo de las hojas de palma me envuelve en una sensación de paz.

A mi lado, mi mejor amiga, Anastasia, se relaja en la tumbona vecina. Su cabello oscuro está recogido en un moño desordenado, y sus gafas de sol ocultan sus ojos curiosos. Sostiene un libro en su regazo, pero apenas lo mira. En cambio, su atención está fija en mí.

—Morgana —dice Anastasia, su voz suave y ligeramente preocupada—, ¿por qué estás bebiendo vino si estás embarazada?

Me llevo la copa de vino a los labios y saboreo el sabor afrutado. La risa burbujea en mi garganta antes de que pueda contenerla.

—Anastasia, no estoy embarazada —le aseguro—. Solo estoy disfrutando de un momento de relajación. Además, ¿quién dice que las embarazadas no pueden disfrutar de un buen vino de vez en cuando?

Anastasia
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