Alfa Zefor arqueó una ceja, su mirada dorada llena de desdén. Se detuvo también, girando ligeramente su torso para alinearse con ella. Su postura era desafiante, pero había un aire de control notable en su figura. —Puedo oler tu irritación —le dijo ese macho, su voz baja y amenazante—. Si no te calmas, te cargaré sobre mi hombro y te llevaré de regreso a la mansión. No verás a los gemelos, y te volveré a encerrar en esa habitación. La ira de Luna Adalet aumentó al recordar cómo el Alfa Zefor había destruido gran parte de su antigua manada, Susurros Nocturnos. Para terminarla encerrando, ahora él lo admitía. "¿Así que él sí me encerró? ¡Maldito hijo de perra!" Pensó la hembra rubia, furiosa. Su corazón latía con fuerza, pero ella no podía permitir que su miedo la dominara. —¡Eres un maldito despiadado, Zefor! —le gritó Adalet, acercándose a él con furia. Su voz temblaba de rabia mientras levantaba la mano, como si estuviera a punto de abofetearlo—. Eres una bestia cruel, y n
Adalet, anonadada por lo que acababa de presenciar, frunció el ceño. La rabia la invadió al ver cómo sus hijos se encariñaban con un macho al que ella pensaba matar. Caminó a varios metros detrás del Alfa Zefor, seguida del Beta Woren, sintiendo el peso de su propia impotencia. —No me sigas —dijo Luna Adalet, sin mirar atrás—. No es como si fuera a escapar. Sé que algo así sería imposible. El Beta Woren sonrió, disfrutando de la provocación. —Es bueno que lo sepas y que no me des problemas extras —respondió ese macho, mientras sus ojos brillaban con una mezcla de diversión y desafío—. Es una lástima que sean tan lindos esos gemelos que has parido. Adalet clavó sus afilados ojos verdes esmeralda en el Beta, sintiendo que su corazón se aceleraba. —¿A qué te refieres? —preguntó, su voz temblando de rabia. —Tendré que entrenarlos —dijo el Beta Woren, encogiéndose de hombros—. El Alfa Zefor está buscando al sucesor perfecto. Si es un cachorro defectuoso, no sirve. Y si tiene que
>>> Adalet: No me soltó... El maldito no me soltó de sus brazos ni un solo momento. No era que me sintiera cómoda, todo lo contrario. ¡Estaba furiosa! —¡SUÉLTAME, ZEFOR! —grité, exigiéndole con todas mis fuerzas. Hice de todo, pero… ¿por qué tenía que ser tan increíblemente fuerte? Exhalé, y en cuestión de minutos, dejamos atrás el pueblo y el sendero boscoso que lo conectaba con la mansión. Al entrar en la mansión de "Garra Dorada", las miradas de sus hombres y mujeres lobos nos seguían. ¡Claro! Su Rey Alfa me llevaba en brazos, desnuda, salvo por la camisa que él me había puesto para cubrir mi figura. No soy muy alta. Tal vez no tengo la misma fuerza que otras hembras Alfas, pero… ¡estoy orgullosa de lo que soy! Hasta que él me hacía sentir… diminuta, insignificante, simplemente… nada. Mi corazón latía con fuerza. Solté un profundo suspiro y, de pronto… llegamos a su habitación. ¡¿SU HABITACIÓN?! —¡AH! ¡¿QUÉ CARAJOS HACEMOS AQUÍ?! —le grité. Clack~ El sonido
—¡¡AAAAHHH!! ¡ALÉJATE DE MÍ! El grito desgarrador de la mujer resonó en la húmeda y oscura habitación de piedra, un lugar sombrío donde las paredes estaban cubiertas de musgo y polvo. Las ventanas, en un triste estado de abandono, permitían que una luz intensa y anaranjada se filtrara… una luz proveniente del… ¡FUEGO! Esa noche, el caos reinaba en el exterior del viejo edificio, un lugar solitario en medio del denso bosque. Las llamas lo consumían con voracidad, mientras el aire estaba impregnado de un olor a ceniza y destrucción. Frente a ella, una bestia imponente se erguía, un enorme lobo cuyo pelaje dorado estaba manchado de un rojo intenso, que por supuesto… ¡ERA SANGRE! Misma sangre que goteaba de su hocico y caía de sus colmillos afilados. Era evidente que este monstruo había estado involucrado en algo horrendo, en una cacería que había dejado huellas de muerte a su paso. La hembra, atrapada en un estado de pánico, se lanzó de la camilla de piedra donde habí
Los pasos de sus botas resonaban en el largo y amplio pasillo de la mansión. Las largas ventanas a un costado permitían que se filtrara la luz de la luna. Con porte majestuoso y su afilada mirada dorada fija en el frente, ese alto y poderoso Alfa cargaba a la hembra inconsciente envuelta por una capucha negra. Alfa Zefor detuvo sus pasos. De inmediato, uno de sus hombres lobos abrió la puerta para él. Cuando ingresó a la habitación, varios médicos ya estaban esperando; él colocó en la cama a la hembra híbrida, Adalet. —Examinen a esta hembra. Quiero saber su estado de salud, físico y mental. Todo —ordenó el Rey Alfa. Sin dar siquiera una oportunidad de preguntas, se giró dispuesto a irse de la habitación, pero fue cuando escuchó unos pasos apresurados acompañados de gritos llenos de urgencia. —¡ALFAAA! ¡REY ALFA! —gritaba uno de los guardianes, casi sin aire, se detuvo bajo el marco, haciendo una leve y rápida reverencia—. ¡Su hijo, Alfa! ¡Ryder ha muerto! Alfa Zefor se quedó
La primera noche de luna llena del nuevo mes iluminaba el templo sagrado de la manada "Garra Dorada". La decoración en tonos blancos y dorados era magnífica, digna de la ceremonia de bodas del Rey Alfa. Pero no había alegría en los rostros de la manada. Se notaba el descontento, la obligación de presenciar algo que consideraban un insulto. El Rey Alfa no se casaría con su verdadera mate, con su Luna destinada. En su lugar, era solo un experimento para ver si podía obtener crías de mejor estirpe, con una híbrida desconocida, peligrosa y amnésica, que encontró en uno de sus viajes. Tan majestuoso, poderoso y atractivo como siempre, el Alfa se erguía en la tarima de piedra más alta del templo, vistiendo elegantes ropas doradas y blancas, bañado por la luz de las antorchas y la luna como testigo. —La novia se acerca… —murmuró una de las hembras de la manada, con una expresión de desdén. Las miradas afiladas y amenazantes de los lobos rubios, con sus características de sangre pur
Embarazada. Un cachorro en su vientre… Una vida en desarrollo… Un recordatorio de esas noches dolorosas en las que el Alfa, la tomaba una y otra vez contra su voluntad, dejándola exhausta y sin aliento. No sintió alegría. Estaba llena de confusión y miedo. Sus manos temblorosas se posaron en su vientre, y negó lentamente con la cabeza, incapaz de aceptar su realidad. —No… No, no… —murmuraba mientras las lágrimas caían por sus mejillas, su voz quebrándose con cada repetición. El Alfa se acercó a su "falsa Luna", y, sentándose en el borde de la cama, sacó unas llaves que colgaban de una cadena alrededor de su cuello. Abrió los grilletes que mantenían las muñecas de Adalet atrapadas. —Ni se te ocurra intentar huir, porque te castigaré, Luna. Te quedarás aquí, y vivirás en paz hasta que des a luz. Si la cría es fuerte, vivirá; si no lo es, morirá sola, y eso significará que tú tampoco sirves —soltó con frialdad, Alfa Zefor—. Entonces me desharé de ti. Así que ruega a la diosa
¡CLANK! Las puertas del gran salón se abrieron de par en par, dejando entrar un aire frío y tenso. El Alfa caminó con paso firme hacia la mesa ovalada del salón del consejo, cuyas luces de las farolas de pared iluminaban esa oscura noche. Con un gesto, dejó caer sus manos sobre la mesa. ¡PUM! El golpe resonó en la sala, causando que los objetos sobre la mesa temblaran. Las expresiones de los hombres lobos del consejo se tornaron frías, todos clavaron sus miradas en el Rey Alfa Zefor. Ese macho, con su mirada dorada y afilada, los observaba con una determinación implacable, y comenzó a hablar de manera directa: —Buscaré a mi ex-Beta, Korina. La sorpresa invadió al consejo. —¿La ex-Beta? ¿Esa maldita traidora? —¡No, Alfa! ¡No puede traerla de regreso! —exclamó uno de los lobos más viejos del consejo, sintiéndose indignado. —Nunca dije que la "traería", dije: "buscaré" —aclaró Zefor, enderezándose y cepillando hacia atrás su cabello oscuro con una mano. Su voz era clara