Los pasos de sus botas resonaban en el largo y amplio pasillo de la mansión. Las largas ventanas a un costado permitían que se filtrara la luz de la luna. Con porte majestuoso y su afilada mirada dorada fija en el frente, ese alto y poderoso Alfa cargaba a la hembra inconsciente envuelta por una capucha negra.
Alfa Zefor detuvo sus pasos. De inmediato, uno de sus hombres lobos abrió la puerta para él. Cuando ingresó a la habitación, varios médicos ya estaban esperando; él colocó en la cama a la hembra híbrida, Adalet. —Examinen a esta hembra. Quiero saber su estado de salud, físico y mental. Todo —ordenó el Rey Alfa. Sin dar siquiera una oportunidad de preguntas, se giró dispuesto a irse de la habitación, pero fue cuando escuchó unos pasos apresurados acompañados de gritos llenos de urgencia. —¡ALFAAA! ¡REY ALFA! —gritaba uno de los guardianes, casi sin aire, se detuvo bajo el marco, haciendo una leve y rápida reverencia—. ¡Su hijo, Alfa! ¡Ryder ha muerto! Alfa Zefor se quedó inmóvil unos segundos. «HA MUERTO.» Dos palabras que calaron hondo en el Rey de la poderosa manada "Garra Dorada". Cerró sus ojos por unos momentos, tratando de dominar la ira que empezaba a arder en su interior. ¡¿QUÉ CARAJOS QUERÍA LA DIOSA DE ÉL?! ¡¿POR QUÉ SEGUÍA HACIÉNDOLO VIVIR UN MALDITO INFIERNO TRAS OTRO?! Esas eran algunas preguntas que invadían la mente del Alfa mientras comenzaba a avanzar en dirección a la habitación del cachorro. Sí, Ryder era solo un cachorro de dos años que ahora… había muerto. ………… Cuando el Alfa ingresó a la habitación del niño, los llantos desgarradores de su madre resonaron en toda la estancia. Renna, una loba fuerte de la manada, había sido su más reciente amante, con únicos propósitos reproductivos. Ella se entregó sin rechistar al Alfa, y él fue considerado y bueno con ella en todo momento. Sin embargo… ¿de qué sirvió? ¡El cachorro nació débil, enfermo, inútil!, y ahora… ya no existía. —¡MURIÓ, ALFA! ¡NUESTRO BEBÉ MURIÓ! —gritó Renna, levantándose del borde de la cama y soltando al pequeño niño pálido e inerte—. ¡¿Por qué la diosa nos hace esto?! ¡¿Qué hicimos mal?! —avanzó, aferrándose a él con desesperación. Zefor soltó un suspiro profundo. A pesar de la furia que lo consumía y del dolor que lo atravesaba, su expresión era imperturbable. Tanto sufrimiento durante una década le había enseñado a controlar sus emociones, a usar una fría máscara como si eso pudiera hacerlo inmune. Él posó sus manos en los brazos de Renna y la alejó bruscamente de su lado. —No te acerques. Tú fuiste la que falló, no somos compatibles —soltó él sin piedad, una dolorosa verdad. Seguidamente, clavó sus ojos dorados en los hombres lobos tras Renna—. Denle una sepultura al cachorro. Y reúnan al consejo, tengo algo que informar. Renna quedó en shock ante la indiferencia de su Alfa. La hembra cayó de rodillas, provocando un sonido, mientras sus lágrimas seguían cayendo por sus pálidas mejillas. ………….. ✧✧✧ Unas horas más tarde. Esa misma noche. ✧✧✧ Sus ojos se empezaron a abrir lentamente, revelando un profundo y vibrante verde esmeralda que exploraba su nuevo entorno con curiosidad. Se encontraba en una habitación amplia y lujosa, decorada con un estilo extravagante. Las luces doradas de las farolas en la pared y el elegante candelabro que colgaba del techo iluminaban el espacio, creando una atmósfera casi mágica. Las ventanas mostraban la luna menguante, brillando en la oscuridad de la noche. Con esfuerzo, la joven comenzó a sentarse, un leve gesto de dolor surgiendo cuando las cadenas que la ataban a la cama chirriaron, rompiendo el silencio. —¿Qué? Adalet se dio cuenta de que estaba atada, en una enorme y cómoda cama, vestida con una bata negra corta que le quedaba perfecta. El aroma a jabón fresco la envolvía; alguien había cuidado de ella, lavándola, vistiéndola… y curando sus huesos rotos. Pero fue en ese instante, que sintió una presencia abrumadora. Sus ojos se posaron en un punto frente a ella. Un hombre lobo estaba sentado en un sillón de cuero negro, su figura imponente proyectaba un aire de dominio. Sostenía una copa dorada, de la que bebía con tranquilidad mientras sus afilados ojos dorados la observaban detenidamente. Él, vestido completamente de tonalidad negra, exhaló un suspiro que destilaba desdén. —Según mis médicos, estás sana y lista para tener crías. Además, eres virgen —la voz profunda del Alfa resonó en la habitación, causando un escalofrío que recorrió el cuerpo de Adalet—. Es curioso. En las condiciones en las que te encontré en ese laboratorio, cualquiera habría pensado que habías sido maltratada de todas las formas posibles y no servías para nada. —¿Qué quieres de mí? —se atrevió a preguntar ella, su voz temblorosa. La sola presencia y el aroma del hombre lobo a su alrededor dejaban claro que él poseía un poder abrumador. Alfa Zefor dio un sorbo más de su copa, sin apartar la mirada de ella. Se levantó, su altura sobrepasando el metro noventa, haciéndola sentir diminuta. Sus pasos resonaron con firmeza en el suelo mientras se acercaba a ella, deteniéndose justo frente a su rostro. —Me darás cachorros —anunció con tono demandante y exigente—. Tantos como puedas. —¿Eh? —Adalet quedó atónita, pensando que todo esto era una broma cruel. —Quiero un heredero digno —continuó él, como si hablara con la más absoluta seriedad—, no uno defectuoso. Tú podrías dar a luz a uno adecuado —Zefor llevó una mano a su mentón, pensativo—. Quizá lo que salió mal la última vez fue que Renna era solo una patética amante, una loba débil, así que… —se inclinó hacia Adalet, tomando su mentón con firmeza—. Tú, los darás a luz como mi Luna. Una falsa, claro, pero valdrá la pena intentarlo. —¡ESTÁS LOCO! —gritó ella, retrocediendo en pánico—. ¡DÉJAME IR! ¡NO SÉ QUIÉN ERES, QUIÉNES SON… QUIÉN SOY YO! —rugió, aterrorizada. La pregunta de su identidad la invadió como una ola, aterrorizándola aún más. No tenía recuerdos… ¡NO RECORDABA ABSOLUTAMENTE NADA! Las lágrimas comenzaron a asomarse por las comisuras de sus ojos verdes, mientras Zefor, indiferente a su angustia, tomó la cadena que ataba una de sus manos, acercándola a él de nuevo. —¡AH! —gritó Adalet, sintiendo el escalofrío de estar tan cerca de aquel hombre lobo imponente. —Tu opinión me importa poco. ¿Recuerdas estas cadenas? Estaban en el laboratorio donde te encontré, parecen efectivas contra tu magia. No tienes escapatoria. Ahora, me perteneces.La primera noche de luna llena del nuevo mes iluminaba el templo sagrado de la manada "Garra Dorada". La decoración en tonos blancos y dorados era magnífica, digna de la ceremonia de bodas del Rey Alfa. Pero no había alegría en los rostros de la manada. Se notaba el descontento, la obligación de presenciar algo que consideraban un insulto. El Rey Alfa no se casaría con su verdadera mate, con su Luna destinada. En su lugar, era solo un experimento para ver si podía obtener crías de mejor estirpe, con una híbrida desconocida, peligrosa y amnésica, que encontró en uno de sus viajes. Tan majestuoso, poderoso y atractivo como siempre, el Alfa se erguía en la tarima de piedra más alta del templo, vistiendo elegantes ropas doradas y blancas, bañado por la luz de las antorchas y la luna como testigo. —La novia se acerca… —murmuró una de las hembras de la manada, con una expresión de desdén. Las miradas afiladas y amenazantes de los lobos rubios, con sus características de sangre pur
Embarazada. Un cachorro en su vientre… Una vida en desarrollo… Un recordatorio de esas noches dolorosas en las que el Alfa, la tomaba una y otra vez contra su voluntad, dejándola exhausta y sin aliento. No sintió alegría. Estaba llena de confusión y miedo. Sus manos temblorosas se posaron en su vientre, y negó lentamente con la cabeza, incapaz de aceptar su realidad. —No… No, no… —murmuraba mientras las lágrimas caían por sus mejillas, su voz quebrándose con cada repetición. El Alfa se acercó a su "falsa Luna", y, sentándose en el borde de la cama, sacó unas llaves que colgaban de una cadena alrededor de su cuello. Abrió los grilletes que mantenían las muñecas de Adalet atrapadas. —Ni se te ocurra intentar huir, porque te castigaré, Luna. Te quedarás aquí, y vivirás en paz hasta que des a luz. Si la cría es fuerte, vivirá; si no lo es, morirá sola, y eso significará que tú tampoco sirves —soltó con frialdad, Alfa Zefor—. Entonces me desharé de ti. Así que ruega a la diosa
¡CLANK! Las puertas del gran salón se abrieron de par en par, dejando entrar un aire frío y tenso. El Alfa caminó con paso firme hacia la mesa ovalada del salón del consejo, cuyas luces de las farolas de pared iluminaban esa oscura noche. Con un gesto, dejó caer sus manos sobre la mesa. ¡PUM! El golpe resonó en la sala, causando que los objetos sobre la mesa temblaran. Las expresiones de los hombres lobos del consejo se tornaron frías, todos clavaron sus miradas en el Rey Alfa Zefor. Ese macho, con su mirada dorada y afilada, los observaba con una determinación implacable, y comenzó a hablar de manera directa: —Buscaré a mi ex-Beta, Korina. La sorpresa invadió al consejo. —¿La ex-Beta? ¿Esa maldita traidora? —¡No, Alfa! ¡No puede traerla de regreso! —exclamó uno de los lobos más viejos del consejo, sintiéndose indignado. —Nunca dije que la "traería", dije: "buscaré" —aclaró Zefor, enderezándose y cepillando hacia atrás su cabello oscuro con una mano. Su voz era clara
Susurros Nocturnos. Una manada creada por un lobo guerrero, desterrado hace dos décadas, y que ahora disfrutaba de prosperidad en el sur del territorio de los hombres lobo. Dentro de la mansión, los pasos de la hembra embarazada resonaban por los pasillos hasta que finalmente se detuvo y abrió la puerta. "Ya han pasado dos semanas desde que desperté en los territorios de Susurros Nocturnos". Pensó la loba que había sido una vez la falsa Luna de otra manada. —Buen día, Luna Nerina —dijo Adalet, sonriendo. Nerina, la hembra que era la Luna en la manada. Una loba de cabello oscuro y corto, con ojos avellana, vestía de manera sencilla, parecía alguien común… y, desafortunadamente, era una Omega estéril. —Desde que despertaste, has estado cuidándome durante dos semanas, Adi… No es bueno, pasaste una semana inconsciente —la voz de Luna Nerina era suave mientras yacía en la cama de la elegante habitación. Su rostro pálido mostraba la sombra de la enfermedad, la muerte acechan
✧✧✧ Horas más tarde. ✧✧✧ Los relámpagos iluminaban el cielo. La lluvia caía con fuerza, el exterior frío y azotado por la tormenta mientras la noche se cernía sobre la manada "Susurros Nocturnos". Dentro, el crepitar de la chimenea apenas podía competir con los gritos de Adalet, quien estaba en manos de la partera de la manada. —¡¡¡AAAAAHHHH!!! ¡¡DIOSA, DUELE!! —Adalet apretaba los dientes, sus manos aferradas a las sábanas, las piernas abiertas, y manchas de sangre en la cama, mientras la partera, una loba experta, la animaba. —Vamos, niña. Lo haces bien, aquí viene el primer cachorro, sigue pujando, Adi. El sudor empapaba su cuerpo, se sentía débil, las lágrimas de miedo y tristeza inundaban su rostro. Pujó con todas sus fuerzas… Hasta que los dos cachorros nacieron. —¡WHAAAAA! —el llanto unísono de los bebés resonó en la habitación. —Son dos, tal como se esperaba, Adi. Dos hermosos machos gemelos —sonrió la partera, mientras envolvía en suaves mantas a los bebés, ayudada p
«Algo anda mal. Muy mal…», habló Zefor con su lobo, Zik. «Si quieres mi opinión. Sabemos la razón… Esa de cuando un heredero al don va perdiendo su poder divino… El nacimiento de uno de rango más puro.», las palabras de su lobo fueron directas. ¡Alfa Zefor, palideció! De inmediato, de un salto, bajó de las graderías y comenzó a caminar a la salida. —Beta, ven conmigo. —¡Sí, mi Alfa! —lo siguió Woren, confundido. ……………. ✧✧✧ Minutos más tarde. Esa misma noche en el cementerio de la manada "Garra Dorada". ✧✧✧ La lluvia caía levemente, comenzando a escanpar, pero se respiraba un aire helado, el Rey Alfa con su capa de piel cubriéndolo, ingresó al cementerio y se dirigió a la bodega. Tomando una pala, la lanzó hacia Woren. —¿Qué…? —Woren alzó sus cejas con sorpresa y confusión. —Sígueme —dijo Zefor, hasta la tumba que sabía… Era de su única Luna tomada en toda su vida, aunque "falsa", suya—. Comienza a cavar, desentierra su cadáver, tengo que verlo con mis pro
—¡NO TE RINDAS! —exclamó Adalet, su mirada llena de un valor que ni siquiera sabía que poseía—. ¡Déjame ayudarte!, seré tu nueva Luna, aunque sea falsa por… ¡AAAAH! —gritó Adalet, cuando ese macho se liberó de su agarre y su mano se posó en su cuello. ¡PUUUM! Un fuerte golpe se produjo, cuando la espalda de la hembra chocó contra uno de los muros del pasillo. —¡¿QUIÉN TE CREES PARA HABLAR ASÍ?! —gritó Alfa Malcon—. ¡MI LUNA MURIÓ! ¡¿TIENES LA PUTA IDEA DE LO QUE SIENTO?! ¡NOO! —él se inclinó, su voz temblorosa, sus ojos llorosos, su expresión llena de una mezcla entre la furia y el dolor—. No eres una loba marcada, a pesar de que llevabas en tu dedo un anillo matrimonial cuando te encontraron. Tu esposo, el padre de esos gemelos, seguro no es tu mate, ¿cómo podrías entenderme?, y tras de eso… Me propones algo tan ofensivo. La mano de Malcon se alejó del cuello de Adalet, limpió rápidamente sus lágrimas y se marchó a pasos rápidos. Adalet se quedó con la espalda contra la p
Sobre la enorme colina, desde donde se podía ver el pueblo de Susurros Nocturnos. Las copas de los árboles se mecían ante el viento nocturno. La alta, imponente y poderosa figura de ese macho se erguía en la oscuridad, su capa gruesa meciéndose con el viento, mismo que alborotaba algunos de sus mechones. Sus ojos permanecían cerrados, una absoluta concentración lo invadía, hasta que finalmente… Los abrió lentamente, con ese tono dorado tan brillante y cautivante. —Te encontré, Luna… —susurró para sí mismo, activando su don, esa ligera y hermosa aura dorada que lo cubría, protegía y lo hacía casi invencible. El Rey Alfa Zefor, hizo un sutil gesto con su mano, y… Todos los enormes lobos guerreros tras de él, avanzaron hacia el pueblo a grandes zancadas, soltando un rugido feroz. …………………… Tap~ tap~ Los pasos apresurados de un hombre-lobo por el pasillo resonaban. Empujando las puertas ingresó a la oficina del Alfa. —¡¡ALFA!! ¡ENEMIGOS! —gritó el hombre-lobo recuperando el