Embarazada.
Un cachorro en su vientre… Una vida en desarrollo… Un recordatorio de esas noches dolorosas en las que el Alfa, la tomaba una y otra vez contra su voluntad, dejándola exhausta y sin aliento. No sintió alegría. Estaba llena de confusión y miedo. Sus manos temblorosas se posaron en su vientre, y negó lentamente con la cabeza, incapaz de aceptar su realidad. —No… No, no… —murmuraba mientras las lágrimas caían por sus mejillas, su voz quebrándose con cada repetición. El Alfa se acercó a su "falsa Luna", y, sentándose en el borde de la cama, sacó unas llaves que colgaban de una cadena alrededor de su cuello. Abrió los grilletes que mantenían las muñecas de Adalet atrapadas. —Ni se te ocurra intentar huir, porque te castigaré, Luna. Te quedarás aquí, y vivirás en paz hasta que des a luz. Si la cría es fuerte, vivirá; si no lo es, morirá sola, y eso significará que tú tampoco sirves —soltó con frialdad, Alfa Zefor—. Entonces me desharé de ti. Así que ruega a la diosa que sea un cachorro fuerte y capaz de llevar mi don. Con esas palabras, el Alfa se levantó y salió de la habitación, dejando a Adalet sumida en el silencio. Uno de los hombres lobos en la puerta ingresó, llevándose las cadenas. Una vez sola, Adalet miró sus muñecas. Las marcas rojizas en su piel, hinchadas y moradas, eran un recordatorio del sufrimiento que había soportado. "¿Tengo que quedarme aquí? ¿Esperar a ver si muero o vivo, solo porque este Alfa desquiciado no tiene un cachorro con el poder que quiere?" Pensó en ello, frunciendo el ceño. Estaba furiosa, y las lágrimas de frustración no dejaban de brotar. Fue en ese momento que se levantó de la cama y… ¡CRAAAANK! Con una patada, rompió la cerradura del balcón y salió, apoyando sus manos en la barandilla. "Esto es una locura. Lala no responde… Sería un suicidio si me lanzo desde aquí sin mi loba y…" Adalet volvió a mirar hacia su vientre… Embarazada. —Un cachorro… —susurró para sí misma, observando el paisaje de la manada de Garra Dorada en aquella tarde gris. Se sentía sola en el mundo, completamente aislada, sin nada ni nadie a su alrededor. No había un solo recuerdo que la confortara. Pero el cachorro que crecía en su interior… eso era suyo. Ese bebé, era parte de ella. Era todo lo que tenía. Con lágrimas en los ojos, se cayó de rodillas en el frío suelo del balcón, la brisa meciendo su larga cabellera rubia. —Maldición… ¿Qué hago?… ¿Y si no eres lo que ese Alfa quiere…? ¿Tengo que dejarte morir…? —se secó las lágrimas de manera torpe, intentando respirar con dificultad. Con un brillo de determinación en sus ojos, negó con la cabeza—. No… No vas a morir… No vamos a morir… Tenemos que irnos de aquí. …………. ✧✧✧ Cinco meses más tarde. ✧✧✧ Tap~ tap~ Los tacones de las sirvientas Omegas resonaban en el largo pasillo de los calabozos. Una de ellas llevaba una bandeja con la cena, mientras que la otra cargaba un hermoso cambio de ropa, una bata diseñada especialmente para hembras de embarazo avanzado. —Es una tonta —se rió burlonamente una de las hembras—. ¿Qué le cuesta simplemente acatar las reglas del Alfa? Ya hemos perdido la cuenta de las veces que la estúpida ha intentado escaparse. —Quizá a esa loba le gusta estar atada con cadenas y encerrada en la prisión mágica. ¿Será una masoquista? —¡Y embarazada! ¡Está mal de la cabeza! A solo semanas de parir y sigue con sus necedades. ¿Y escuchaste? Dicen que son dos. ¡Dos cachorros! —No sabía… ¿Cómo te enteraste? En ese instante, las hembras se detuvieron al ver a Adalet tirada en el frío y húmedo suelo de piedra. Su figura frágil contrastaba con la dureza del entorno. —¿Decidió dormir aquí o simplemente se desmayó? —preguntó una de las Omegas, con un tono de burla en su voz. La otra, que sostenía una muda de ropa, abrió la celda con un chirrido metálico. Clank~ El sonido resonó en la fría oscuridad opacada por las antorchas en las paredes. CLING~ La Omega que traía la bandeja de comida la dejó caer en una esquina con desgana. —¿Qué es eso en sus piernas? ¿Sangre? Huele a… —las palabras se detuvieron en seco cuando ambas se dieron cuenta de que Adalet sostenía un frasco vacío en una mano. El rostro de la hembra embarazada era un lienzo pálido, sus labios resecos y morados parecían gritar su agonía. Su cuerpo yacía inerte. —¡POR LA DIOSA, ESTÁ MUERTA! —gritó una de las Omegas, la desesperación surgiendo de su voz—. ¡Corre! ¡Avísale a los guardias! ¡Que le digan al Alfa! ¡Se ha quitado la vida! ………… Minutos después, el eco de los pasos firmes del Alfa resonó en el pasillo. Zefor entró en la celda, su mirada dorada cortante como un cuchillo. Todo en él emanaba poder y control. Los lobos médicos ya estaban en el suelo, inclinados sobre el cuerpo sin vida de Adalet, examinando su estado con urgencia. —Alfa, ella… —¿Y los cachorros? ¿Están muertos? —preguntó fríamente Zefor, sin prestar atención a la hembra que había sido su Luna, por esos cinco meses. Lo único que ardía en su mente era la posibilidad de otro fracaso. —No hay signos, Alfa… —respondió uno de los médicos, su voz temblando. —Alfa, Luna está muerta —dijo otro, esta vez con la verdad amarga en sus labios. El ceño de Zefor se frunció, la ira creciendo en su interior como un volcán a punto de estallar. ¡UN MALDITO FRACASO MÁS! ¡PUUUM! Con un golpe brutal, la mano de Zefor impactó contra la pared de ladrillo, que se agrietó de inmediato, provocando un tintineo espeluznante de las rejas de la celda. Los médicos se miraron entre sí, nerviosos, sintiendo la furia del Rey Alfa que amenazaba con consumirlos. —Alfa, aún podemos… Zefor los ignoró, saliendo de la celda con pasos decididos. Se detuvo frente a su Beta, Woren, quien lo miraba con respeto y temor. —Que entierren a Luna en el cementerio de la manada —dijo Zefor, su voz apenas conteniendo la tormenta de furia—. Y reúne al maldito consejo. —Sí, Alfa… —respondió Woren, acatando la orden con resignación. ………… Esa misma noche, el viento otoñal azotaba con fuerza las copas de los árboles que rodeaban el cementerio de la manada, mientras la luna se escondía tras densas nubes. Tres hombres lobos, se preparaban para enterrarla, sin ritual que honrara su muerte, nada. —No quiero sonar como un monstruo, pero me alegra profundamente ver a esta perra muerta —se rió uno de ellos, mientras otro que cavaba el agujero se unía a sus risas. —¡Es una bendición de la diosa! Pero, hermanos, me parece una enorme falta de respeto que el Alfa Zefor la haya nombrado su Luna —dijo ese macho, con desprecio en su voz. —Lo mismo pienso —añadió el tercero, un hombre corpulento que levantaba de la carreta a Adalet con facilidad—. No hemos tenido una Luna en tres generaciones de Alfas, y él elige a una falsa. Es una burla para todos nosotros. —¿Por qué debemos enterrarla junto a nuestros hermanos? ¡Nunca! ¡No es digna! —propuso uno, con una chispa de malicia en sus ojos. Pocos minutos después, los lobos se alejaron del centro del territorio, dirigiéndose hacia un acantilado cruzando el bosque. —Solo lánzala, su cuerpo se despedazará al caer al río. Las rocas harán el trabajo sucio, y nadie lo sabrá —dijo uno, riendo con desprecio. El macho corpulento avanzó con Adalet en brazos, la miró sin un rastro de compasión, sonriendo con malicia y triunfo. —Así son las cosas. No pertenecías a la manada, asquerosa loba de experimentos. Con un movimiento brusco, lanzó a Adalet al abismo. Su cuerpo cayó en la oscuridad de la noche, desapareciendo en la negrura, como si nunca hubiera existido.¡CLANK! Las puertas del gran salón se abrieron de par en par, dejando entrar un aire frío y tenso. El Alfa caminó con paso firme hacia la mesa ovalada del salón del consejo, cuyas luces de las farolas de pared iluminaban esa oscura noche. Con un gesto, dejó caer sus manos sobre la mesa. ¡PUM! El golpe resonó en la sala, causando que los objetos sobre la mesa temblaran. Las expresiones de los hombres lobos del consejo se tornaron frías, todos clavaron sus miradas en el Rey Alfa Zefor. Ese macho, con su mirada dorada y afilada, los observaba con una determinación implacable, y comenzó a hablar de manera directa: —Buscaré a mi ex-Beta, Korina. La sorpresa invadió al consejo. —¿La ex-Beta? ¿Esa maldita traidora? —¡No, Alfa! ¡No puede traerla de regreso! —exclamó uno de los lobos más viejos del consejo, sintiéndose indignado. —Nunca dije que la "traería", dije: "buscaré" —aclaró Zefor, enderezándose y cepillando hacia atrás su cabello oscuro con una mano. Su voz era clara
Susurros Nocturnos. Una manada creada por un lobo guerrero, desterrado hace dos décadas, y que ahora disfrutaba de prosperidad en el sur del territorio de los hombres lobo. Dentro de la mansión, los pasos de la hembra embarazada resonaban por los pasillos hasta que finalmente se detuvo y abrió la puerta. "Ya han pasado dos semanas desde que desperté en los territorios de Susurros Nocturnos". Pensó la loba que había sido una vez la falsa Luna de otra manada. —Buen día, Luna Nerina —dijo Adalet, sonriendo. Nerina, la hembra que era la Luna en la manada. Una loba de cabello oscuro y corto, con ojos avellana, vestía de manera sencilla, parecía alguien común… y, desafortunadamente, era una Omega estéril. —Desde que despertaste, has estado cuidándome durante dos semanas, Adi… No es bueno, pasaste una semana inconsciente —la voz de Luna Nerina era suave mientras yacía en la cama de la elegante habitación. Su rostro pálido mostraba la sombra de la enfermedad, la muerte acechan
✧✧✧ Horas más tarde. ✧✧✧ Los relámpagos iluminaban el cielo. La lluvia caía con fuerza, el exterior frío y azotado por la tormenta mientras la noche se cernía sobre la manada "Susurros Nocturnos". Dentro, el crepitar de la chimenea apenas podía competir con los gritos de Adalet, quien estaba en manos de la partera de la manada. —¡¡¡AAAAAHHHH!!! ¡¡DIOSA, DUELE!! —Adalet apretaba los dientes, sus manos aferradas a las sábanas, las piernas abiertas, y manchas de sangre en la cama, mientras la partera, una loba experta, la animaba. —Vamos, niña. Lo haces bien, aquí viene el primer cachorro, sigue pujando, Adi. El sudor empapaba su cuerpo, se sentía débil, las lágrimas de miedo y tristeza inundaban su rostro. Pujó con todas sus fuerzas… Hasta que los dos cachorros nacieron. —¡WHAAAAA! —el llanto unísono de los bebés resonó en la habitación. —Son dos, tal como se esperaba, Adi. Dos hermosos machos gemelos —sonrió la partera, mientras envolvía en suaves mantas a los bebés, ayudada p
«Algo anda mal. Muy mal…», habló Zefor con su lobo, Zik. «Si quieres mi opinión. Sabemos la razón… Esa de cuando un heredero al don va perdiendo su poder divino… El nacimiento de uno de rango más puro.», las palabras de su lobo fueron directas. ¡Alfa Zefor, palideció! De inmediato, de un salto, bajó de las graderías y comenzó a caminar a la salida. —Beta, ven conmigo. —¡Sí, mi Alfa! —lo siguió Woren, confundido. ……………. ✧✧✧ Minutos más tarde. Esa misma noche en el cementerio de la manada "Garra Dorada". ✧✧✧ La lluvia caía levemente, comenzando a escanpar, pero se respiraba un aire helado, el Rey Alfa con su capa de piel cubriéndolo, ingresó al cementerio y se dirigió a la bodega. Tomando una pala, la lanzó hacia Woren. —¿Qué…? —Woren alzó sus cejas con sorpresa y confusión. —Sígueme —dijo Zefor, hasta la tumba que sabía… Era de su única Luna tomada en toda su vida, aunque "falsa", suya—. Comienza a cavar, desentierra su cadáver, tengo que verlo con mis pro
—¡NO TE RINDAS! —exclamó Adalet, su mirada llena de un valor que ni siquiera sabía que poseía—. ¡Déjame ayudarte!, seré tu nueva Luna, aunque sea falsa por… ¡AAAAH! —gritó Adalet, cuando ese macho se liberó de su agarre y su mano se posó en su cuello. ¡PUUUM! Un fuerte golpe se produjo, cuando la espalda de la hembra chocó contra uno de los muros del pasillo. —¡¿QUIÉN TE CREES PARA HABLAR ASÍ?! —gritó Alfa Malcon—. ¡MI LUNA MURIÓ! ¡¿TIENES LA PUTA IDEA DE LO QUE SIENTO?! ¡NOO! —él se inclinó, su voz temblorosa, sus ojos llorosos, su expresión llena de una mezcla entre la furia y el dolor—. No eres una loba marcada, a pesar de que llevabas en tu dedo un anillo matrimonial cuando te encontraron. Tu esposo, el padre de esos gemelos, seguro no es tu mate, ¿cómo podrías entenderme?, y tras de eso… Me propones algo tan ofensivo. La mano de Malcon se alejó del cuello de Adalet, limpió rápidamente sus lágrimas y se marchó a pasos rápidos. Adalet se quedó con la espalda contra la p
Sobre la enorme colina, desde donde se podía ver el pueblo de Susurros Nocturnos. Las copas de los árboles se mecían ante el viento nocturno. La alta, imponente y poderosa figura de ese macho se erguía en la oscuridad, su capa gruesa meciéndose con el viento, mismo que alborotaba algunos de sus mechones. Sus ojos permanecían cerrados, una absoluta concentración lo invadía, hasta que finalmente… Los abrió lentamente, con ese tono dorado tan brillante y cautivante. —Te encontré, Luna… —susurró para sí mismo, activando su don, esa ligera y hermosa aura dorada que lo cubría, protegía y lo hacía casi invencible. El Rey Alfa Zefor, hizo un sutil gesto con su mano, y… Todos los enormes lobos guerreros tras de él, avanzaron hacia el pueblo a grandes zancadas, soltando un rugido feroz. …………………… Tap~ tap~ Los pasos apresurados de un hombre-lobo por el pasillo resonaban. Empujando las puertas ingresó a la oficina del Alfa. —¡¡ALFA!! ¡ENEMIGOS! —gritó el hombre-lobo recuperando el
Minutos después. En las afueras del pueblo de Susurros Nocturnos. Se alzaba la enorme carpa, en el interior, cientos de lobos de todas las edades… ¡Heridos! Los llantos, las quejas, los gritos de dolor resonaban en el espacio; sobre las camillas de manera, con sábanas manchadas de sangre, los lobos sanadores de la manada se apresuraban a atender. Un brillo púrpura resplandecía sobre la pierna rota de una cachorra de unos ocho años, que fue herida al caerle un bloque de piedra en los derrumbes. La niña lloraba aferrada a las sábanas, Adalet sentía el sudor deslizándose por su cansado cuerpo. Esa hembra rubia había perdido mucha energía, su magia tenía un límite por más que la dominara, era una híbrida no con poder ilimitado. —Debería descansar, Luna… —le respondió uno de los hombres-lobos sanadores. Adalet asintió, y salió de la carpa, en las afueras, algunos guerreros vigilando que no se acerque el enemigo. La hembra levantó su mirada, sus ojos verdes puestos en la he
"¿No hay un solo día en el que no pienses en ella, no?, tu mente, y tu corazón siguen atrapados, deseando que Nerina siga viva…" Pensaba Adalet, sin poder evitar tener ese sentimiento incómodo en su corazón. "Me pregunto… ¿Si logro liberarme de mi pacto matrimonial con el Alfa dorado. La diosa me concedería la alegría de ser tu segunda Luna verdadera?" La hembra rubia sentada en el suelo, abrazó sus pantorrillas, y recostó su cabeza sobre sus rodillas, mientras miraba a ese macho Alfa a su lado. —Malcon… —susurró su nombre con cariño. —Ella amaba las estrellas —susurró él, hablando de Nerina—. En noches como estas, le encantaba acostarse sobre el césped de la colina, en las afueras del pueblo y verlas… Juntos. "Ah… Mi corazón duele un poco cuando él habla así de Nerina. También me parecía una grandiosa persona y le tengo un profundo respeto… Incluso me odio un poco por…" Los pensamientos de Adalet se vieron irrumpidos, cuando Malcon volvió a verla, y le sonrió. —Gracia