Sobre la enorme colina, desde donde se podía ver el pueblo de Susurros Nocturnos. Las copas de los árboles se mecían ante el viento nocturno. La alta, imponente y poderosa figura de ese macho se erguía en la oscuridad, su capa gruesa meciéndose con el viento, mismo que alborotaba algunos de sus mechones. Sus ojos permanecían cerrados, una absoluta concentración lo invadía, hasta que finalmente… Los abrió lentamente, con ese tono dorado tan brillante y cautivante. —Te encontré, Luna… —susurró para sí mismo, activando su don, esa ligera y hermosa aura dorada que lo cubría, protegía y lo hacía casi invencible. El Rey Alfa Zefor, hizo un sutil gesto con su mano, y… Todos los enormes lobos guerreros tras de él, avanzaron hacia el pueblo a grandes zancadas, soltando un rugido feroz. …………………… Tap~ tap~ Los pasos apresurados de un hombre-lobo por el pasillo resonaban. Empujando las puertas ingresó a la oficina del Alfa. —¡¡ALFA!! ¡ENEMIGOS! —gritó el hombre-lobo recuperando el
Minutos después. En las afueras del pueblo de Susurros Nocturnos. Se alzaba la enorme carpa, en el interior, cientos de lobos de todas las edades… ¡Heridos! Los llantos, las quejas, los gritos de dolor resonaban en el espacio; sobre las camillas de manera, con sábanas manchadas de sangre, los lobos sanadores de la manada se apresuraban a atender. Un brillo púrpura resplandecía sobre la pierna rota de una cachorra de unos ocho años, que fue herida al caerle un bloque de piedra en los derrumbes. La niña lloraba aferrada a las sábanas, Adalet sentía el sudor deslizándose por su cansado cuerpo. Esa hembra rubia había perdido mucha energía, su magia tenía un límite por más que la dominara, era una híbrida no con poder ilimitado. —Debería descansar, Luna… —le respondió uno de los hombres-lobos sanadores. Adalet asintió, y salió de la carpa, en las afueras, algunos guerreros vigilando que no se acerque el enemigo. La hembra levantó su mirada, sus ojos verdes puestos en la he
"¿No hay un solo día en el que no pienses en ella, no?, tu mente, y tu corazón siguen atrapados, deseando que Nerina siga viva…" Pensaba Adalet, sin poder evitar tener ese sentimiento incómodo en su corazón. "Me pregunto… ¿Si logro liberarme de mi pacto matrimonial con el Alfa dorado. La diosa me concedería la alegría de ser tu segunda Luna verdadera?" La hembra rubia sentada en el suelo, abrazó sus pantorrillas, y recostó su cabeza sobre sus rodillas, mientras miraba a ese macho Alfa a su lado. —Malcon… —susurró su nombre con cariño. —Ella amaba las estrellas —susurró él, hablando de Nerina—. En noches como estas, le encantaba acostarse sobre el césped de la colina, en las afueras del pueblo y verlas… Juntos. "Ah… Mi corazón duele un poco cuando él habla así de Nerina. También me parecía una grandiosa persona y le tengo un profundo respeto… Incluso me odio un poco por…" Los pensamientos de Adalet se vieron irrumpidos, cuando Malcon volvió a verla, y le sonrió. —Gracia
—¿"Luna"? ¿Por qué estos lobos de una manada tan miserable, te llaman así? —preguntó Zefor, inclinándose con desdén. Lala rugió con furia, lista para atacar, pero su esfuerzo fue en vano. La poderosa aura de protección del Alfa, lo hacía invulnerable. «Lala, déjalo… Me encargaré de esto. Si no lo hago, más lobos morirán», dijo Adalet a su loba. En un instante, Lala volvió a su forma humana. Quedando Adalet, desnuda y acorralada por Zefor. —Así que te rindes… Es bueno que sepas tu lugar. Si no, ese Alfa herido por el que lloras morirá a manos de mis guerreros —respondió Zefor, su voz fría como el hielo. Varios de sus lobos guerreros comenzaron a llegar, y Malcon, inconsciente en su forma lobuna, fue rodeado por ellos. Los ojos verdes de Adalet se fijaron en la distancia, donde yacía el Alfa de Susurros Nocturnos. —¡NO LE HAGAS NADA E IRÉ CONTIGO! —gritó la hembra, sintiendo la presión del enorme lobo que la mantenía atrapada. Sus brazos estaban sujetos con tal fuerza que parec
✧✧✧ Un día más tarde. ✧✧✧ La noche caía sobre la manada de Garra Dorada. Las antorchas iluminaban el vasto salón, proyectando sombras en las paredes con grabados que hablaban de historias del pasado en la manada. En el centro, un trono imponente se alzaba, hecho de madera oscura y decorado con oro. Ahí estaba Zefor, el Rey Alfa. Su cabello oscuro cayendo en mechones ligeramente desordenados. Sus ojos dorados, como dos llamas incandescentes, observaban a todos con una mezcla de aburrimiento, y altivez. El silencio se rompió cuando las grandes puertas de madera se abrieron con un crujido resonante. ÑIIINCK~ Dos de sus lobos guardianes empujaban una jaula que chirriaba con cada movimiento. La jaula se detuvo frente al trono, y el aire se volvió tenso. En su interior, Luna Adalet, la esposa de Zefor, estaba encadenada. Su cabello rubio caía desaliñado hasta su espalda, y sus ojos verdes, como un par de bellas esmeraldas, miraban al Rey Alfa, con furia y determinación.
Zefor continuaba acariciando el muslo de Adalet, su toque era una mezcla de frío y peligro que la hacía sentir atrapada en una trampa mortal. "Este maldito lobo…" Pensó la hembra rubia, mientras revisaba la mano del Alfa. Cada caricia de su mano parecía electrificar el aire entre ellos, provocando un escalofrío que recorría su cuerpo, y la hacía temblar de incomodidad. Adalet se sentía tensa, incómoda, asqueada… Pero… Un maldito calor crecía en su interior, y el aroma de ese Alfa, era particularmente fuerte y… Delicioso, a comparación de otros machos. ¿Se debía al pacto matrimonial?, probablemente… No era así cuando ella lo conoció por primera vez en el laboratorio incendiándose. Sus manos temblaban ligeramente mientras revisaba las marcas en la palma del Alfa, esos símbolos antiguos que prometían ser una potente maldición. —Necesito más tiempo —dijo ella, titubeante, sus ojos evitando la mirada ardiente de Zefor, que la veía con una intensidad que podía consumirla—. He
Adalet sintió que un escalofrío la recorría. La presión de la mirada dorada de ese Alfa sobre ella, la hacía sentir pequeña, insignificante. Su corazón latía tan rápido que parecía querer escapar de su pecho. —No… no sé nada de ellos —replicó, su voz quebrándose bajo el peso de su desesperación—. Solo sé que no los tenía ya… Cuando abrí mis ojos, ya no estaban en mi vientre… Zefor se acercó, su presencia imponente llenando el espacio con un aire de dominio absoluto. La furia en su mirada era notable, Adalet sintió que su estómago se retorcía. —Eres una mentirosa —dijo ese macho, su voz helada como un viento cortante—. Y lo peor de todo es que se te da muy mal. Ella se sintió más nerviosa, su mente girando en círculos. En un intento de aferrarse a una salida, gritó entre falsas lágrimas. —¡SE LOS ROBARON! ¡Los secuestraron! —exclamó, su voz llena de angustia—. No los he encontrado. Si tú los encuentras, más bien me estarías ayudando. Alfa Zefor, sin embargo, no se dejó engañar
Mientras la llevaban más cerca de la jaula, Luna Adalet continuó lanzándole maldiciones al Alfa, cada una más feroz que la anterior. La jaula, una estructura de hierro con barrotes gruesos, esperaba por ella. El sonido de las ruedas chirriando contra el suelo resonaba en el aire. El Alfa Zefor, aunque enojado, no podía evitar que su mente divagara hacia la magia púrpura de Adalet, su falsa Luna. Recordaba cómo esa chispa de poder había brillado en la manada de Susurros Nocturnos, parecía más brillante y vibrante. «Probablemente su poder sí ha aumentado…», comentó Zefor internamente con su lobo. «¿Crees que logre escapar de la prisión mágica?», le preguntó su lobo, Zik. «Eso espero. Mi plan no serviría de nada, si no lo hace.» La idea lo intrigaba y lo molestaba al mismo tiempo. ¿Qué más había aprendido mientras estaba lejos de su cautiverio? Los hombres lobos finalmente la colocaron dentro de la jaula. El sonido del metal al cerrarse se sintió como un golpe en su pecho. ¡