✧✧✧ Un día más tarde. ✧✧✧ La noche caía sobre la manada de Garra Dorada. Las antorchas iluminaban el vasto salón, proyectando sombras en las paredes con grabados que hablaban de historias del pasado en la manada. En el centro, un trono imponente se alzaba, hecho de madera oscura y decorado con oro. Ahí estaba Zefor, el Rey Alfa. Su cabello oscuro cayendo en mechones ligeramente desordenados. Sus ojos dorados, como dos llamas incandescentes, observaban a todos con una mezcla de aburrimiento, y altivez. El silencio se rompió cuando las grandes puertas de madera se abrieron con un crujido resonante. ÑIIINCK~ Dos de sus lobos guardianes empujaban una jaula que chirriaba con cada movimiento. La jaula se detuvo frente al trono, y el aire se volvió tenso. En su interior, Luna Adalet, la esposa de Zefor, estaba encadenada. Su cabello rubio caía desaliñado hasta su espalda, y sus ojos verdes, como un par de bellas esmeraldas, miraban al Rey Alfa, con furia y determinación.
Zefor continuaba acariciando el muslo de Adalet, su toque era una mezcla de frío y peligro que la hacía sentir atrapada en una trampa mortal. "Este maldito lobo…" Pensó la hembra rubia, mientras revisaba la mano del Alfa. Cada caricia de su mano parecía electrificar el aire entre ellos, provocando un escalofrío que recorría su cuerpo, y la hacía temblar de incomodidad. Adalet se sentía tensa, incómoda, asqueada… Pero… Un maldito calor crecía en su interior, y el aroma de ese Alfa, era particularmente fuerte y… Delicioso, a comparación de otros machos. ¿Se debía al pacto matrimonial?, probablemente… No era así cuando ella lo conoció por primera vez en el laboratorio incendiándose. Sus manos temblaban ligeramente mientras revisaba las marcas en la palma del Alfa, esos símbolos antiguos que prometían ser una potente maldición. —Necesito más tiempo —dijo ella, titubeante, sus ojos evitando la mirada ardiente de Zefor, que la veía con una intensidad que podía consumirla—. He
Adalet sintió que un escalofrío la recorría. La presión de la mirada dorada de ese Alfa sobre ella, la hacía sentir pequeña, insignificante. Su corazón latía tan rápido que parecía querer escapar de su pecho. —No… no sé nada de ellos —replicó, su voz quebrándose bajo el peso de su desesperación—. Solo sé que no los tenía ya… Cuando abrí mis ojos, ya no estaban en mi vientre… Zefor se acercó, su presencia imponente llenando el espacio con un aire de dominio absoluto. La furia en su mirada era notable, Adalet sintió que su estómago se retorcía. —Eres una mentirosa —dijo ese macho, su voz helada como un viento cortante—. Y lo peor de todo es que se te da muy mal. Ella se sintió más nerviosa, su mente girando en círculos. En un intento de aferrarse a una salida, gritó entre falsas lágrimas. —¡SE LOS ROBARON! ¡Los secuestraron! —exclamó, su voz llena de angustia—. No los he encontrado. Si tú los encuentras, más bien me estarías ayudando. Alfa Zefor, sin embargo, no se dejó engañar
Mientras la llevaban más cerca de la jaula, Luna Adalet continuó lanzándole maldiciones al Alfa, cada una más feroz que la anterior. La jaula, una estructura de hierro con barrotes gruesos, esperaba por ella. El sonido de las ruedas chirriando contra el suelo resonaba en el aire. El Alfa Zefor, aunque enojado, no podía evitar que su mente divagara hacia la magia púrpura de Adalet, su falsa Luna. Recordaba cómo esa chispa de poder había brillado en la manada de Susurros Nocturnos, parecía más brillante y vibrante. «Probablemente su poder sí ha aumentado…», comentó Zefor internamente con su lobo. «¿Crees que logre escapar de la prisión mágica?», le preguntó su lobo, Zik. «Eso espero. Mi plan no serviría de nada, si no lo hace.» La idea lo intrigaba y lo molestaba al mismo tiempo. ¿Qué más había aprendido mientras estaba lejos de su cautiverio? Los hombres lobos finalmente la colocaron dentro de la jaula. El sonido del metal al cerrarse se sintió como un golpe en su pecho. ¡
Los hombres lobos se marcharon rápidamente de los aposentos del Rey Alfa, sus pasos resonando en el suelo mientras el Alfa se quedaba solo una vez más. La soledad lo envolvió, pero en su interior, una chispa de emoción se encendió. —Bien, Zik —dijo con altivez—. Que empiece la cacería. La idea de perseguir a Adalet, de recuperar a sus cachorros, lo llenaba de determinación. No había lugar para la debilidad ni para la duda. Iba a demostrarle a todos, incluso a ella misma, que nadie podía escapar de su dominio. ………………… ✧✧✧ Dos días más tarde. ✧✧✧ Esa mañana, en las profundidades de un bosque en las afueras de la manada Susurros Nocturnos, entre los frondosos árboles que filtraban la luz del sol, había una pequeña cabaña de madera vieja. Era un lugar acogedor, con el aroma de la tierra húmeda y el canto de los pájaros llenando el aire. Cerca de un estanque que reflejaba el paisaje natural, dos niños pequeños jugaban alegremente, sumergidos en su propio mundo de risas y travesur
El bosque seco sumergido en la oscuridad de la noche, donde la vida parecía haberse desvanecido por completo. Las ramas de los árboles, desgastadas y marchitas, crujían con cada movimiento del viento. La luna, enorme y roja vibrante, arrojando su luz sobre el paisaje desolado. El aire estaba impregnado de un olor metálico y putrefacto, un recordatorio de la muerte que había tenido lugar. Tap~ tap~ Alfa Malcon corría con la respiración entrecortada, sintiendo el latido acelerado de su corazón resonar en sus oídos. Al mirar a su alrededor, el horror se instalaba en su pecho. El suelo estaba salpicado de cadáveres de lobos, sus cuerpos aún enroscados en posiciones de lucha, sus ojos vacíos y sin vida reflejaban el brillo de la luna. Era un espectáculo desgarrador, una imagen que calaba hondo en su ser. —¡¿Qué está pasando aquí?! —rugió Malcon, su voz resonando en la penumbra con desesperación. Sus ojos turquesas se movían frenéticamente, tratando de observar el paisaje desolado
Alfa Zefor se levantó del tronco. Con un movimiento rápido, apareció frente a Adalet, quien retrocedió instintivamente, sintiendo el nerviosismo aumentar mientras sostenía a los gemelos en sus brazos. El aura de Zefor era aplastante, y su mirada ardía con furia. —No pienso volver —le rugió Adalet, su voz resonando con determinación, aunque en su interior sentía una punzada de pánico. Zefor cerró los ojos un momento, como si estuviera concentrándose. Adalet vio su oportunidad y, sin pensarlo, salió corriendo mientras gritaba. —¡Ayuda, papá! Bruce, paralizado por el momento, no tuvo más opciones que ayudar a su hija. Con una rápida decisión, salió de la cabaña. Zefor, al abrir los ojos, dejó escapar un destello brillante y dorado. Su mirada se tornó más intensa, como dos orbes de oro, y una aura dorada ligera lo envolvió. El Rey Alfa Zefor, se movió para acercarse a Adalet, pero se detuvo de repente, captando un aroma familiar en el aire. Su lobo interno le habló mentalmen
Malcon sintió cómo una ola de horror lo invadía. La noticia de Adalet entregándose a Zefor lo golpeó como un puño en el estómago. Con una mano temblorosa, tocó la cicatriz larga en su pecho, un recordatorio de su batalla con ese Alfa casi invencible. —¿Cómo pudo hacer algo así? —murmuró, su voz apenas un susurro. —No lo sé, Alfa —respondió el lobo—. Pero fue una decisión arriesgada. Ella estaba dispuesta a sacrificarlo todo. Alfa Malcon cerró los ojos, y en su mente, la memoria lo llevó atrás, hasta una tarde de hace solo dos meses. ………………… ✧✧✧ Hace dos meses. ✧✧✧ El ocaso pintaba el cielo de tonos naranjas y púrpuras, y Adalet se había acercado a él con una mirada llena de amor. —Malcon, te amo —dijo, su voz temblando con la sinceridad de sus sentimientos. Él había sentido su corazón apretar, pero en lugar de corresponderle, había dado un paso atrás, su rostro endurecido. —No puedo, Adi… Amo a mi difunta Luna. No puedo traicionar su memoria. Te lo he dicho, de