Los hombres lobos se marcharon rápidamente de los aposentos del Rey Alfa, sus pasos resonando en el suelo mientras el Alfa se quedaba solo una vez más. La soledad lo envolvió, pero en su interior, una chispa de emoción se encendió. —Bien, Zik —dijo con altivez—. Que empiece la cacería. La idea de perseguir a Adalet, de recuperar a sus cachorros, lo llenaba de determinación. No había lugar para la debilidad ni para la duda. Iba a demostrarle a todos, incluso a ella misma, que nadie podía escapar de su dominio. ………………… ✧✧✧ Dos días más tarde. ✧✧✧ Esa mañana, en las profundidades de un bosque en las afueras de la manada Susurros Nocturnos, entre los frondosos árboles que filtraban la luz del sol, había una pequeña cabaña de madera vieja. Era un lugar acogedor, con el aroma de la tierra húmeda y el canto de los pájaros llenando el aire. Cerca de un estanque que reflejaba el paisaje natural, dos niños pequeños jugaban alegremente, sumergidos en su propio mundo de risas y travesur
El bosque seco sumergido en la oscuridad de la noche, donde la vida parecía haberse desvanecido por completo. Las ramas de los árboles, desgastadas y marchitas, crujían con cada movimiento del viento. La luna, enorme y roja vibrante, arrojando su luz sobre el paisaje desolado. El aire estaba impregnado de un olor metálico y putrefacto, un recordatorio de la muerte que había tenido lugar. Tap~ tap~ Alfa Malcon corría con la respiración entrecortada, sintiendo el latido acelerado de su corazón resonar en sus oídos. Al mirar a su alrededor, el horror se instalaba en su pecho. El suelo estaba salpicado de cadáveres de lobos, sus cuerpos aún enroscados en posiciones de lucha, sus ojos vacíos y sin vida reflejaban el brillo de la luna. Era un espectáculo desgarrador, una imagen que calaba hondo en su ser. —¡¿Qué está pasando aquí?! —rugió Malcon, su voz resonando en la penumbra con desesperación. Sus ojos turquesas se movían frenéticamente, tratando de observar el paisaje desolado
Alfa Zefor se levantó del tronco. Con un movimiento rápido, apareció frente a Adalet, quien retrocedió instintivamente, sintiendo el nerviosismo aumentar mientras sostenía a los gemelos en sus brazos. El aura de Zefor era aplastante, y su mirada ardía con furia. —No pienso volver —le rugió Adalet, su voz resonando con determinación, aunque en su interior sentía una punzada de pánico. Zefor cerró los ojos un momento, como si estuviera concentrándose. Adalet vio su oportunidad y, sin pensarlo, salió corriendo mientras gritaba. —¡Ayuda, papá! Bruce, paralizado por el momento, no tuvo más opciones que ayudar a su hija. Con una rápida decisión, salió de la cabaña. Zefor, al abrir los ojos, dejó escapar un destello brillante y dorado. Su mirada se tornó más intensa, como dos orbes de oro, y una aura dorada ligera lo envolvió. El Rey Alfa Zefor, se movió para acercarse a Adalet, pero se detuvo de repente, captando un aroma familiar en el aire. Su lobo interno le habló mentalmen
Malcon sintió cómo una ola de horror lo invadía. La noticia de Adalet entregándose a Zefor lo golpeó como un puño en el estómago. Con una mano temblorosa, tocó la cicatriz larga en su pecho, un recordatorio de su batalla con ese Alfa casi invencible. —¿Cómo pudo hacer algo así? —murmuró, su voz apenas un susurro. —No lo sé, Alfa —respondió el lobo—. Pero fue una decisión arriesgada. Ella estaba dispuesta a sacrificarlo todo. Alfa Malcon cerró los ojos, y en su mente, la memoria lo llevó atrás, hasta una tarde de hace solo dos meses. ………………… ✧✧✧ Hace dos meses. ✧✧✧ El ocaso pintaba el cielo de tonos naranjas y púrpuras, y Adalet se había acercado a él con una mirada llena de amor. —Malcon, te amo —dijo, su voz temblando con la sinceridad de sus sentimientos. Él había sentido su corazón apretar, pero en lugar de corresponderle, había dado un paso atrás, su rostro endurecido. —No puedo, Adi… Amo a mi difunta Luna. No puedo traicionar su memoria. Te lo he dicho, de
✧✧✧ Esa tarde, en la manada "Garra Dorada". ✧✧✧ El sol se deslizaba lentamente hacia el horizonte, tiñendo el cielo con tonos de naranja y rosa. Los pajarillos, que hasta ese momento llenaban el aire con sus cantos, parecían haberse apagado, dejando solo un profundo silencio que envolvía el sendero. Alfa Zefor, con su porte imponente, cargaba en sus brazos a los gemelos que dormían plácidamente. Sus hombres lobos, leales y atentos, aguardaban en la entrada del pueblo, sus ojos dorados opacos, brillando con la luz de la tarde. —¡Ahí está nuestro Alfa! —gritó uno de los hombres lobos, rompiendo el silencio—. ¡Ha regresado con los cachorros! Zefor cruzó la puerta principal, sus pasos firmes. Sus hombres lobos se reunieron al aire libre, mostrando su respeto y devoción. Entre la multitud, se encontraba, Jareth, el primogénito de Zefor, viendo la escena con desdén, mientras apretaba los puños de sus manos. El chico de 14 años, no pudo más, se giró y se marchó, perdiéndos
Al abrir el cofre, una luz tenue y rojiza, emergió del interior, iluminando su rostro con un brillo inquietante. ¡Adalet se quedó inmóvil, sus ojos fijos en el cofre! La curiosidad y el temor se mezclaron en su pecho mientras él la miraba fríamente. —Este fue un viejo obsequio de mi madre —dijo Zefor, su voz resonando en la elegante oficina—. Nunca pensé que llegaría a utilizarlo, mucho menos en mi Luna. Adalet frunció el ceño, sintiendo que un escalofrío le recorría el cuerpo. La forma en que pronunció "mi Luna" la hizo sentir extraña, con un cosquilleo en su cuerpo. —Claro, aunque eres solo una "falsa Luna" —añadió ese macho, desvirtuando cualquier atisbo de ternura en el momento. La furia comenzó a crecer en el interior de Adalet. No podía soportar su arrogancia. Sin pensarlo, dio un paso hacia atrás, dispuesta a marcharse, pero Zefor la detuvo, agarrándola del brazo con una fuerza brutal. —¡Ay! ¡Déjame ir! —gritó ella, forcejeando para liberarse. Zefor no la soltó. S
—Es una traidora —repitió el hombre lobo, tratando de convencerse—. ¡ARRUINÓ TODO! La voz de su lobo interior resonó con fuerza. «Pero también es una madre. No puedes quitarle la vida… El Alfa se llevó a su cachorro. Ella fue la Beta, fue utilizada, todos saben, no fue realmente su culpa…» Con un profundo suspiro, el hombre lobo se arrodilló junto a la loba, sintiendo su corazón acelerarse. Su mano se cerró en torno a su garganta, pero algo lo detuvo. La miró, su rostro sereno y vulnerable, y se dio cuenta de que no podía llevar a cabo la misión de su Rey Alfa. —¿Qué debo hacer? —preguntó al vacío, como si el bosque pudiera darle respuestas. Las horas pasaron, y la luna siguió brillando sobre el claro, testigo mudo de su conflicto. Finalmente, el hombre lobo se levantó, incapaz de matarla. Con un último vistazo, se dio la vuelta y se alejó, dejando a la loba atrás. …………… La noche avanzó y poco a poco, la hembra rubia comenzó a despertar. Sus ojos dorados claros se abrier
La puerta estaba cerrada con llave, y la frustración comenzó a invadirla. Había intentado abrirla varias veces sin éxito. —¡M@ldita sea! —exclamó la loba, golpeando la puerta con el puño—. ¡¿Quién se cree que es?! ¡¿Quién carajos me encerró?! ¡Ese maldito debió enviar a alguien! Con determinación, decidió que no podía quedarse ahí. Con un movimiento decidido, tomó aire y se preparó. ¡POOOM! Con un golpe preciso, rompió la cerradura y la puerta se abrió de golpe. El aire fresco de la noche entró con fuerza, despertando su espíritu combativo. Adalet salió al pasillo, sintiendo el frío de la brisa en su piel. Sin embargo, no estaba sola. A medida que avanzaba, una figura apareció ante ella. Era una loba de la manada, con una presencia imponente y una actitud burlista. Llevaba un vestido rojo que acentuaba su figura, y sus tacones resonaban en el suelo de madera. —Mira quién decidió salir de su jaula~ —dijo la loba, sonriendo con desdén—. ¿Te sientes cómoda, Adalet?