Malcon sintió cómo una ola de horror lo invadía. La noticia de Adalet entregándose a Zefor lo golpeó como un puño en el estómago. Con una mano temblorosa, tocó la cicatriz larga en su pecho, un recordatorio de su batalla con ese Alfa casi invencible. —¿Cómo pudo hacer algo así? —murmuró, su voz apenas un susurro. —No lo sé, Alfa —respondió el lobo—. Pero fue una decisión arriesgada. Ella estaba dispuesta a sacrificarlo todo. Alfa Malcon cerró los ojos, y en su mente, la memoria lo llevó atrás, hasta una tarde de hace solo dos meses. ………………… ✧✧✧ Hace dos meses. ✧✧✧ El ocaso pintaba el cielo de tonos naranjas y púrpuras, y Adalet se había acercado a él con una mirada llena de amor. —Malcon, te amo —dijo, su voz temblando con la sinceridad de sus sentimientos. Él había sentido su corazón apretar, pero en lugar de corresponderle, había dado un paso atrás, su rostro endurecido. —No puedo, Adi… Amo a mi difunta Luna. No puedo traicionar su memoria. Te lo he dicho, de
✧✧✧ Esa tarde, en la manada "Garra Dorada". ✧✧✧ El sol se deslizaba lentamente hacia el horizonte, tiñendo el cielo con tonos de naranja y rosa. Los pajarillos, que hasta ese momento llenaban el aire con sus cantos, parecían haberse apagado, dejando solo un profundo silencio que envolvía el sendero. Alfa Zefor, con su porte imponente, cargaba en sus brazos a los gemelos que dormían plácidamente. Sus hombres lobos, leales y atentos, aguardaban en la entrada del pueblo, sus ojos dorados opacos, brillando con la luz de la tarde. —¡Ahí está nuestro Alfa! —gritó uno de los hombres lobos, rompiendo el silencio—. ¡Ha regresado con los cachorros! Zefor cruzó la puerta principal, sus pasos firmes. Sus hombres lobos se reunieron al aire libre, mostrando su respeto y devoción. Entre la multitud, se encontraba, Jareth, el primogénito de Zefor, viendo la escena con desdén, mientras apretaba los puños de sus manos. El chico de 14 años, no pudo más, se giró y se marchó, perdiéndos
Al abrir el cofre, una luz tenue y rojiza, emergió del interior, iluminando su rostro con un brillo inquietante. ¡Adalet se quedó inmóvil, sus ojos fijos en el cofre! La curiosidad y el temor se mezclaron en su pecho mientras él la miraba fríamente. —Este fue un viejo obsequio de mi madre —dijo Zefor, su voz resonando en la elegante oficina—. Nunca pensé que llegaría a utilizarlo, mucho menos en mi Luna. Adalet frunció el ceño, sintiendo que un escalofrío le recorría el cuerpo. La forma en que pronunció "mi Luna" la hizo sentir extraña, con un cosquilleo en su cuerpo. —Claro, aunque eres solo una "falsa Luna" —añadió ese macho, desvirtuando cualquier atisbo de ternura en el momento. La furia comenzó a crecer en el interior de Adalet. No podía soportar su arrogancia. Sin pensarlo, dio un paso hacia atrás, dispuesta a marcharse, pero Zefor la detuvo, agarrándola del brazo con una fuerza brutal. —¡Ay! ¡Déjame ir! —gritó ella, forcejeando para liberarse. Zefor no la soltó. S
—Es una traidora —repitió el hombre lobo, tratando de convencerse—. ¡ARRUINÓ TODO! La voz de su lobo interior resonó con fuerza. «Pero también es una madre. No puedes quitarle la vida… El Alfa se llevó a su cachorro. Ella fue la Beta, fue utilizada, todos saben, no fue realmente su culpa…» Con un profundo suspiro, el hombre lobo se arrodilló junto a la loba, sintiendo su corazón acelerarse. Su mano se cerró en torno a su garganta, pero algo lo detuvo. La miró, su rostro sereno y vulnerable, y se dio cuenta de que no podía llevar a cabo la misión de su Rey Alfa. —¿Qué debo hacer? —preguntó al vacío, como si el bosque pudiera darle respuestas. Las horas pasaron, y la luna siguió brillando sobre el claro, testigo mudo de su conflicto. Finalmente, el hombre lobo se levantó, incapaz de matarla. Con un último vistazo, se dio la vuelta y se alejó, dejando a la loba atrás. …………… La noche avanzó y poco a poco, la hembra rubia comenzó a despertar. Sus ojos dorados claros se abrier
La puerta estaba cerrada con llave, y la frustración comenzó a invadirla. Había intentado abrirla varias veces sin éxito. —¡M@ldita sea! —exclamó la loba, golpeando la puerta con el puño—. ¡¿Quién se cree que es?! ¡¿Quién carajos me encerró?! ¡Ese maldito debió enviar a alguien! Con determinación, decidió que no podía quedarse ahí. Con un movimiento decidido, tomó aire y se preparó. ¡POOOM! Con un golpe preciso, rompió la cerradura y la puerta se abrió de golpe. El aire fresco de la noche entró con fuerza, despertando su espíritu combativo. Adalet salió al pasillo, sintiendo el frío de la brisa en su piel. Sin embargo, no estaba sola. A medida que avanzaba, una figura apareció ante ella. Era una loba de la manada, con una presencia imponente y una actitud burlista. Llevaba un vestido rojo que acentuaba su figura, y sus tacones resonaban en el suelo de madera. —Mira quién decidió salir de su jaula~ —dijo la loba, sonriendo con desdén—. ¿Te sientes cómoda, Adalet?
El pasillo se llenó de una tensión escalofriante, cuando el Alfa Zefor apareció frente a las dos hembras. La presencia de ese macho era imponente, y la loba Renna, que había estado disfrutando de la confrontación con Adalet, sintió un escalofrío recorrerla de pies a cabeza. Los ojos dorados del Rey Alfa, brillantes y afilados como cuchillas, se clavaron en ella, y eso la hizo retroceder un paso. —¿Qué está pasando aquí? —resonó la gruesa voz de ese macho, con una autoridad natural de un Alfa. Renna tragó saliva, sintiendo que su confianza se desmoronaba al ver a su Rey. La mirada de Zefor la hacía sentir pequeña e insignificante; y sin prestarle atención a ella, Zefor se giró hacia Adalet, quien estaba aún más sorprendida por su llegada. —¡Ah! —un pequeño gritito salió de la boca de Adalet, cuando ese macho la rodeó por la cintura, acercándose a ella de una manera que la hizo estremecer. La fragancia de sus feromonas invadió las fosas nasales de esa hembra de ojos esm
✧✧✧ En la manada "Susurros Nocturnos". ✧✧✧ La luna brillaba en lo alto, su luz plateada bañaba el pueblo en una atmósfera casi mágica. Las calles, aún en proceso de reconstrucción tras el último conflicto, se iluminaban con cientos de farolas y antorchas. Las sombras se movían, y en medio de esta luz tenue, una larga fila se formaba frente a la mansión de la manada Susurros Nocturnos. Hombres lobos aguardaban su turno; algunos traían consigo la esperanza de obtener recompensas por información valiosa, mientras otros parecían tener una agenda más oscura. En el interior de la mansión, un gran salón se extendía en todo su esplendor. En el centro del salón, un trono imponente se alzaba, hecho de un material que parecía absorber la luz, dándole un aire casi sobrenatural. El Alfa Malcon, con sus fríos ojos turquesas, se encontraba sentado en su trono, observando a los que se atrevían a presentarse ante él. Los guardianes, hombres lobos musculosos y vigilantes, dejaban pasar a los so
Malcon se quedó sin palabras. No era común que alguien se ofreciera de esa manera. Se acercó lentamente, sintiendo la intensidad de su mirada. Su instinto le decía que había más en Korina de lo que parecía. —No estoy acostumbrado a usar mi don de esta forma —le murmuró ese macho, dudando por unos segundos. —A veces hay que arriesgarse para obtener lo que se desea —respondió ella, su voz casi un susurro y… Provocativa. Con un movimiento ágil, Malcon mordió su cuello, y el poder de su don fluyó entre ellos. Los ojos de Korina se cerraron, y durante minutos que parecieron estirarse, Malcon se sumergió en su mente, buscando la verdad. Escuchaba, en la mente de él, llegaban las voces de Korina, hablando en el pasado, no veía nada, pero voces de Korina y Zefor resonaban en el interior de Malcon. ¡LO SUPO! ¡ELLA TENÍA UNA HISTORIA CON SU ENEMIGO! El silencio era abrumador, pero en su interior, una tormenta de emociones se desató. Cuando finalmente abrió los ojos, se encontró