Luna Vengativa, ¡Tú Y Los Cachorros, Me Pertenecen!
Luna Vengativa, ¡Tú Y Los Cachorros, Me Pertenecen!
Por: Yosebeth Kaori 💚
Capítulo 01: Loba prisionera.

—¡¡AAAAHHH!! ¡ALÉJATE DE MÍ!

El grito desgarrador de la mujer resonó en la húmeda y oscura habitación de piedra, un lugar sombrío donde las paredes estaban cubiertas de musgo y polvo.

Las ventanas, en un triste estado de abandono, permitían que una luz intensa y anaranjada se filtrara… una luz proveniente del… ¡FUEGO!

Esa noche, el caos reinaba en el exterior del viejo edificio, un lugar solitario en medio del denso bosque.

Las llamas lo consumían con voracidad, mientras el aire estaba impregnado de un olor a ceniza y destrucción.

Frente a ella, una bestia imponente se erguía, un enorme lobo cuyo pelaje dorado estaba manchado de un rojo intenso, que por supuesto…

¡ERA SANGRE!

Misma sangre que goteaba de su hocico y caía de sus colmillos afilados. Era evidente que este monstruo había estado involucrado en algo horrendo, en una cacería que había dejado huellas de muerte a su paso.

La hembra, atrapada en un estado de pánico, se lanzó de la camilla de piedra donde había estado recluida. La cama, marcada con extraños símbolos.

—¡AY! —exclamó ella, arrugando su rostro en una mueca de dolor.

Desnuda y vulnerable, su cuerpo estaba cubierto con marcas de agujas y hematomas.

Cada paso que daba hacia atrás, alejándose de la feroz bestia, le recordaba el dolor punzante que la invadía.

—¡¡NO TE ME ACERQUES!! —gritó de nuevo, su voz temblorosa, casi apagada por el terror.

Su larga cabellera rubia, desaliñada y sucia, era una clara señal de que había sido un miserable objeto de experimentos en ese edificio por mucho tiempo.

Su corazón latía con fuerza, como si intentara escapar de su pecho.

El imponente lobo, con su cuerpo musculoso bloqueando la única salida de la habitación, parecía disfrutar de su presa acorralada.

La mujer, sintiendo que no había más opciones, tomó una decisión desesperada y….

¡SE LANZÓ POR UNA VENTANA!

¡CRAAANK!

El vidrio estalló en mil pedazos, cortando su piel en múltiples lugares, dejando marcas de dolor que se sumaban a las que ya tenía.

Pof~

Aterrizó en la tierra fría, pero la inclinación de la colina la hizo rodar sin control.

—¡¡¡AAAAAHHHH!!! —el terror aún presente en sus gritos que se perdieron en el aire helado de la noche.

Finalmente, se detuvo, y con esfuerzo, intentó levantarse.

El dolor era insoportable, una agonía que le recordaba que varios de sus huesos estaban seguramente rotos.

A pesar de todo, la lucha por sobrevivir ardía en su interior, empujándola a seguir adelante en una noche que parecía no tener fin.

En ese momento, sus ojos verdes esmeraldas se abrieron de par en par al ver a la despiadada bestia saltar por la misma ventana rompiendo todo el marco de piedra a su paso.

¡PUM!

El sonido provocado por su cuerpo la llenó de escalofríos.

«¡Lala!», llamó la hembra a su loba. Intentando que emerja.

Pero era inútil… No hubo respuesta, algo le estaba impidiendo conectar con su loba interior.

Ella mostró sus colmillos con furia, mientras yacía sentada, herida y temblorosa sobre el césped.

—¡¡NO TE ACERQUES, MALDITO LOBO!! ¡¿QUIÉN ERES?! ¿POR QUÉ ME SIGUES?

Pero la bestia no respondió. En su lugar, volvió a su forma humana.

Un hombre-lobo imponente se mostró frente a ella, con una musculatura formidable y una altura que alcanzaba el metro noventa.

Su aroma era penetrante, y dejaba claro que era un macho Alfa. Cada rasgo en su rostro, sus facciones frías y duras, sus ojos, esos cautivantes ojos brillando de un dorado intenso como el oro, resaltando aún más con la luz del fuego que devoraba el bosque y el edificio.

Caminó hacia ella.

La hembra desvió la mirada, evitando ver la atractiva desnudez de ese macho.

Sus manos se convirtieron en puños temblorosos, aferrándose al césped casi con desesperación, sintiéndose acorralada.

—¡AAYYY! ¡DUELE! —gritó ella al sentir cómo el Alfa le agarraba el largo cabello rubio, tirando de ella como si fuera una simple muñeca, levantándola del suelo.

—Loba —resonó la voz profunda y autoritaria de ese macho—. Así que tú eres la prisionera híbrida. Tú nombre, dilo.

Ella asintió rápidamente, el temor por su vida la invadía, un escalofrío recorriéndola de pies a cabeza.

—No… —se atrevió a decirle, mientras evitaba hacer contacto visual con ese enorme macho Alfa.

Él la tomó con su mano libre de la mandíbula, la obligó a mirarlo, hundiendo sus dedos en las mejillas de ella con una fuerza que amenazaba romperle la quijada.

—Habla o te mato.

Oh, pero ella no iba a ceder tan fácil… Una aura mágica rodeó a la hembra, un ligero brillo púrpura… ¡Ella intentó atacarlo!, pero…

"¡¿Por qué carajos no reacciona?! ¡No le pasa nada! ¡¿Por qué?!"

Pensó ella, ahora más asustada que nunca en su vida.

La mirada del Alfa era analítica, mientras veía el aura mágica que rodeaba a la loba. La acercó a él, olfateándola.

—¡Mmmm! —Adalet sintió un cosquilleo, y cerró sus ojos con fuerza.

«Desde hace un rato me ha estado doliendo la marca de maldición en mi mano izquierda. Creí que era casualidad… ¿Tiene que ver con esta perra?», preguntó Alfa Zefor a su lobo.

—Tu nombre, dilo —exigió ese macho, con un tono grave y poderoso que sonaba a última advertencia.

«Puede ser útil. La hembra es fuerte, quizá nos sirva. No perdemos nada con intentarlo, Zefor.», le respondió internamente su lobo, Zik.

—Soy… soy… Adalet… —dijo ella en un susurro tembloroso y en ese instante…

¡POF!

—¡AAAH! —un grito salió de la hembra, cuando ese Alfa le dio un golpe en el abdomen, con tanta fuerza… Que la dejó inconsciente.

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