Gracias por leer.
LeonardEl sonido del cuerno resuena por todo el aquelarre como una alarma antigua, llena de furia. Me pongo de pie al instante, el cuerpo en tensión.Y justo en ese momento la puerta del salón se abre y Alex aparece en la entrada confirmando lo que sabía.—Están atacando la ciudad.La hechicera de la capucha blanca gira hacia mí con los labios apretados.—Han venido por ti, Alfa —dice con voz sombría—. Y no son lobos.—¿Cómo lo sabes?—Puedo sentirlos—es lo último que me dice antes de girarse y empezar a lanzar ordenes a su gente.Una corriente helada me recorre la columna. Salgo del círculo con pasos raudos, Alex me sigue sin decir una palabra. Al llegar al pasillo principal de piedra, el aire ya huele a humo y a metal quemado. Subimos las escaleras talladas y desde la terraza de piedra veo el infierno desatarse.Hombres con ballestas, lanzas y espadas empapadas en plata invaden las calles. Sus armaduras negras reflejan la luz de las antorchas y sus gritos resuenan como un canto de g
EvelynEstoy despierta.Pero no soy yo.Abro los ojos y me encuentro mirando el techo agrietado de la celda, pero no he ordenado abrir los ojos. No he movido mi cuerpo, y sin embargo estoy de pie. No soy yo quien respira con tranquilidad ni quien avanza hacia la puerta con pasos firmes. Estoy atrapada. Encerrada dentro de mí misma. Como si mi cuerpo hubiera dejado de pertenecerme.Intento gritar, pero no sale ningún sonido.Intento mover un dedo, pero ni siquiera tiembla.Estoy presa en mi propia piel.Y entonces, la escucho.—Ya era hora de que te callaras de una vez.Su voz resuena en mi cabeza como un látigo. Mi reflejo oscuro. Mi sombra. Mi yo podrida. Esa que he visto tantas veces en sueños, burlándose de mí, ahora se mueve con mi rostro, habla con mi voz, respira con mis pulmones. Su risa es la mía, pero deformada, cruel.—Ahora sí, Evelyn. Ahora sí vamos a dejar de suplicar. —Dice con un deleite que me hiela la sangre—. Te dije que era cuestión de tiempo. Tú no quisiste el poder
SalvadorNo puedo dormir. La mente no deja de darme vueltas. La imagen de los hombres muertos, succionados de toda vida y con la marca brillando en su frente no dea de atormentarme.Pero por horrible que suene, no me importan ellos, lo que me atormenta es no saber que está pasando con Evelyn, que la ha llevado a hacer esto.Si la están obligando.Si él la está usando o si… o si el poder se ha apoderado de ella así como amenaza en hacerlo conmigo.Pero, aunque antes la veía como un medio, ahora ya no me importa perderme yo, no me importa ser consumido después de que sepa que ella está bien.Nunca había sentido esto.La urgencia.El miedo.La necesidad de alguien como lo siento con ella y con cada día que pasa mi pecho se fractura más al no tenerla.4 días, eso es lo que tengo de tiempo para encontrar a Evelyn y ni siquiera se por donde empezar.Eso es todo lo que me atormenta cuándo el sueño me lleva y las pesadillas de una Evelyn perdida me inundad.El amanecer no trae paz. Trae urgen
EvelynLa oscuridad me envuelve. Al principio creo que sigo atrapada en mi propio cuerpo, observando sin poder hacer nada, pero entonces reconozco este lugar. El vacío. El mismo espacio entre el sueño y la muerte donde me he encontrado con ellas antes. Las mujeres. Las sombras que me han acompañado en mis peores momentos, como ecos del pasado… o del futuro.—¡Ya basta! —grito—. ¡Aparezcan de una vez! ¡Sé que están aquí!Como si mis palabras fueran un conjuro, las figuras empiezan a surgir entre la niebla. Cinco, siete, tal vez más. Todas llevan el rostro cubierto por velos, excepto una. La mujer de la túnica blanca. La que siempre habla por todas.—Evelyn —dice con su voz suave, que suena como viento entre árboles—. No te rindas.—¿No rendirme? —respondo con una risa amarga—. ¿De verdad es eso lo único que saben decirme? ¿Que no me rinda mientras estoy atrapada dentro de mi cuerpo, viendo cómo esa cosa asesina con mis manos? ¿Ustedes qué saben?—Sabemos más de lo que crees. Todas fuim
LeonardSalimos desde el amanecer. No pienso perder tiempo, sin embargo a las pocas horas lo siento.El aroma de sangre fresca todavía flota en el aire cuando descendemos hacia el claro. Los cuerpos están diseminados por el terreno como si la muerte hubiese danzado con furia. Algunos tienen los ojos abiertos, congelados en terror. Todos llevan la marca. La Luna Rota arde en sus pechos como una sentencia escrita en fuego.Me arrodillo junto a uno de los cuerpos y paso los dedos por la marca. Siento el calor todavía reciente, el eco de su energía… de su energía. Evelyn. Pero no la Evelyn que conocí. Esto… esto es otra cosa.—Estuvo aquí —murmuro—. Puedo sentirla. Pero ya no es ella.La hechicera blanca se inclina junto a mí, su rostro pálido más grave de lo usual.—La oscuridad está guiándola hacia algo… y si es lo que creo, no llegaremos a tiempo.Me enderezo de golpe, girando hacia ella.—¿Qué es lo que crees? Exijo que me digas lo que sabes.Ella respira hondo, y por un segundo parec
Evelyn3 años atrás.—¡La hija de un traidor!—¡Debería morir!—¡No merece vivir!El frío se clava en mis huesos como un recordatorio de lo que soy nada .Estoy en el centro de la manada, rodeada de innumerables ojos llenos de odio. Sus susurros son como el siseo de serpientes, enredándose en mis oídos.Y lo que más me aterra es el hombre frente a mí: el Alfa.Su voz retumba como un trueno, llena de autoridad y crueldad.—Nunca saldrás de aquí, Evelyn —Hace una pausa, su mirada afilada como una espada—. Pagarás con sangre la traición de tu padre.Miro a mi lado, donde mi padre está arrodillado. Él fue el Beta de la manada, un guerrero valiente, un líder respetado. Ahora, está encadenado, con la cabeza baja, en silencio.Su silencio me destroza el corazón.—Papá… —susurro, temblando—, di algo…Pero él no me mira, ni siquiera se mueve.La sentencia del Alfa cae como un martillo, destrozando mi última esperanza.—Por tu traición, se te destierra de estas tierras. Y como tributo por t
EvelynEl primer guardia me agarra del brazo, tirando de mí como si fuera una muñeca de trapo. Intento zafarme, pero otro me sujeta por la cintura, inmovilizándome.—¡Déjenme! ¡No hice nada! —grito, pero mi voz se pierde en el eco de la noche.Me sacan de la cabaña, me obligan a caminar descalza sobre la tierra fría. El suelo es áspero y húmedo bajo mis pies, y la sensación es un recordatorio más de lo que soy: una prisionera en mi propia tierra .A medida que avanzamos, las sombras de los lobos de la manada se hacen más densas. Me rodeo. Sus murmullos son como agujas perforando mi piel."Basura.""Maldita traidora.""Ojalá la maten."Mi estómago se revuelve. Trato de no escuchar, pero cada palabra es un golpe, cada mirada de desprecio me hunde más en este abismo en el que me han condenado desde que mi padre me abandonó.Finalmente, llegamos a la plaza central del territorio de la manada.El Alfa está ahí, sentado en su trono de madera tallada a mano , con pieles oscuras cubriendo sus
EvelynEl dolor es lo único que existe.Llega en oleadas, abrasador como fuego líquido recorriendo mi espalda. Es una agonía densa, implacable, como si mi piel se hubiera convertido en un lienzo de carne desgarrada.La sangre caliente corre por mi piel, empapando la tela harapienta de mi vestido. Siento el ardor de cada herida abierta, el escozor del aire al tocar las laceraciones.El suelo bajo mí es duro y frío. Mis mejillas están contra la tierra húmeda, y el aroma a polvo y sangre flota en el ambiente. Todo mi cuerpo tarde con una pulsación irregular, mi respiración es superficial, entrecortada, temblorosa.Pero no grito.No lloro.No les daré esa satisfacción.A mi alrededor, la manada observa en silencio, sus sombras alargadas por la luz de la luna. Disfrutan de mi sufrimiento . Puedo sentirlo en la forma en que sus susurros flotan en el aire, de la manera en que sus miradas se clavan en mi piel desgarrada como si fueran cuchillos.El verdugo se mueve, preparándose para el sigui