Capítulo 4

Andrew Pankrov

No solía meterme en estos tipos de asuntos. La mayoría de las veces tenía abogados que se hacían cargo de estos mientras que la otra mitad tenía que descartarla yo mismo por cuestiones de situaciones incómodas en las que tenía que ser el receptor.

De igual forma, no solía molestarme con esto.

Pero entonces, aquella mujer tocó una fibra algo sensible en mí cuando mencionó que tenía una hija.

Sus súplicas fueron convincentes, pero si me dejara llevar por cada persona que se ve convincente para ayudarla, tendría una larga lista de pendientes diarios.

Pero tenía una hija y ese tema era un punto y aparte en mi vida. Dónde había niños involucrados algo en mí despertaba y me pedía que me hiciera cargo.

Porque yo pude haber tenido una pequeña niña, pero la perdí en un accidente de autos junto con su madre pocos meses antes de su nacimiento. Ninguna de las dos se salvaron y ahora yo quedé con el recuerdo doloroso de todo lo que pasó.

Por eso, porque vi a esa mujer en mi Dayana salí de mi oficina sin dudarlo después de que ellos tomaron el ascensor, pero tuve que esperar a que regresara y para cuando lo hizo la mujer ya había abandonado el edifico.

Apurando mis pasos y sorprendiendo a todas las personas en recepción con mi presencia, me moví hasta la puerta y salí hacia la acera para verla alejándose.

—Señorita Nora Harrison —la llamé deteniendo su avance.

Ella se dio la vuelta y sus ojos brillaron con una esperanza que me alegré de llevar a sus ojos.

—¿Me explica que es lo que sucede? —cuestioné de nuevo con el ceño fruncido y vi algo en ella que pedía sacarme en cara y reprocharme la actitud que había tenido en un inicio, pero decidió guardárselo y enfocarse en lo importante, en que le estaba dando una oportunidad.

—Un cliente acosándome, el gerente del club consintiéndolo y exigiéndome que pida disculpas por haberme defendido y luego acosándome de vuelta.

—¿Sabe que tienes una hija? —cuestioné.

Y cuando ella asintió decidí que ese hombre no trabajaría más para mí.

¿Cómo alguien puede siquiera pensar en dañar a una mujer que solo se preocupa por ir hacia adelante cada día?

Ella tenía el cabello castaño y lleno de rizos enmarañados. Sus ojos eran increíblemente claros, pero de un tono indescifrable.

—Tienes muy bonitos ojos —me atreví a decir y noté sus mejillas sonrojándose enloquecedoramente.

—Muchas gracias —contestó.

—Te veré en el bar a tu hora de entrada regular —ella asintió —¿tienes en qué regresar a casa?

—Vine en autobús porque me daba miedo que mi auto se descompusiera en el camino.

—¿Tan viejo está? —cuestioné preocupándome genuinamente.

—Lo está, pero no se preocupe, puedo llegar a casa, nos veremos en el bar a mi hora de entrada.

—Le diré a mi chofer que la lleve.

Y cuando vi que iba a refutar le negué lentamente con la cabeza.

—Nada de lo que digas me hará cambiar de opinión —declaré.

Y al final no le quedó más que hacer lo que le decía.

Y cuando mi chofer vino y la buscó solo pensé en que esta noche uno de mis empleados se las vería conmigo.

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