Andrew Pankrov
No solía meterme en estos tipos de asuntos. La mayoría de las veces tenía abogados que se hacían cargo de estos mientras que la otra mitad tenía que descartarla yo mismo por cuestiones de situaciones incómodas en las que tenía que ser el receptor.
De igual forma, no solía molestarme con esto.
Pero entonces, aquella mujer tocó una fibra algo sensible en mí cuando mencionó que tenía una hija.
Sus súplicas fueron convincentes, pero si me dejara llevar por cada persona que se ve convincente para ayudarla, tendría una larga lista de pendientes diarios.
Pero tenía una hija y ese tema era un punto y aparte en mi vida. Dónde había niños involucrados algo en mí despertaba y me pedía que me hiciera cargo.
Porque yo pude haber tenido una pequeña niña, pero la perdí en un accidente de autos junto con su madre pocos meses antes de su nacimiento. Ninguna de las dos se salvaron y ahora yo quedé con el recuerdo doloroso de todo lo que pasó.
Por eso, porque vi a esa mujer en mi Dayana salí de mi oficina sin dudarlo después de que ellos tomaron el ascensor, pero tuve que esperar a que regresara y para cuando lo hizo la mujer ya había abandonado el edifico.
Apurando mis pasos y sorprendiendo a todas las personas en recepción con mi presencia, me moví hasta la puerta y salí hacia la acera para verla alejándose.
—Señorita Nora Harrison —la llamé deteniendo su avance.
Ella se dio la vuelta y sus ojos brillaron con una esperanza que me alegré de llevar a sus ojos.
—¿Me explica que es lo que sucede? —cuestioné de nuevo con el ceño fruncido y vi algo en ella que pedía sacarme en cara y reprocharme la actitud que había tenido en un inicio, pero decidió guardárselo y enfocarse en lo importante, en que le estaba dando una oportunidad.
—Un cliente acosándome, el gerente del club consintiéndolo y exigiéndome que pida disculpas por haberme defendido y luego acosándome de vuelta.
—¿Sabe que tienes una hija? —cuestioné.
Y cuando ella asintió decidí que ese hombre no trabajaría más para mí.
¿Cómo alguien puede siquiera pensar en dañar a una mujer que solo se preocupa por ir hacia adelante cada día?
Ella tenía el cabello castaño y lleno de rizos enmarañados. Sus ojos eran increíblemente claros, pero de un tono indescifrable.
—Tienes muy bonitos ojos —me atreví a decir y noté sus mejillas sonrojándose enloquecedoramente.
—Muchas gracias —contestó.
—Te veré en el bar a tu hora de entrada regular —ella asintió —¿tienes en qué regresar a casa?
—Vine en autobús porque me daba miedo que mi auto se descompusiera en el camino.
—¿Tan viejo está? —cuestioné preocupándome genuinamente.
—Lo está, pero no se preocupe, puedo llegar a casa, nos veremos en el bar a mi hora de entrada.
—Le diré a mi chofer que la lleve.
Y cuando vi que iba a refutar le negué lentamente con la cabeza.
—Nada de lo que digas me hará cambiar de opinión —declaré.
Y al final no le quedó más que hacer lo que le decía.
Y cuando mi chofer vino y la buscó solo pensé en que esta noche uno de mis empleados se las vería conmigo.
Nora HarrisonCuando menos te lo esperas las cosas mejoran indudablemente. Cuando llegó la hora de mi trabajo me vestí con mi uniforme y peiné mi cabello lo mejor que pude en una coleta para verme presentable. Por primera vez maquillé mi rostro para ir al trabajo y coloqué un poco de sombras oscuras para hacer resaltar mis ojos que eran entre un amarillo y verde muy claro.Naro ya se encontraba en el lugar en el que la cuidaban, así que solo tuve que tomar mi bolso con mis cosas y salir en mi auto hacia el trabajo.Los nervios me recorrían mientras estacionaba y salía en dirección hacia la entrada. Entonces el guardia de seguridad, que siempre estaba muy desenfadado y tranquilo hoy se encontraba nervioso y removiéndose incómodo desde el instante en el que me vio.—Buenas noches, Nora.Nunca le había dicho mi nombre, pero no me preocupé por ese detalle cuando tenía cosas más importantes que presenciar.En cuanto entré en el club pude sentir la tensión en todo el lugar y las empleadas q
Nora HarrisonDías después…Habían pasado ya varios días desde el último momento en el que fue al club a arreglar las cosas. Ahora teníamos un uniforme decente y un nuevo gerente que al menos nos trataba con respeto y estaba atento a nuestras necesidades. Según escuché lo habían amenazado con demandarlo hasta por respirar si no cumplía con todas las reglas del club.Y eso me llenó de una satisfacción que no había sentido en mucho tiempo, sin mencionar que había conservado mi trabajo y ahora el ambiente era muchísimo más ameno y relajado para trabajar.No había vuelto a hablar con él aunque muchas veces me tentaba a presionar su número en mi teléfono solo para escuchar su voz o preguntarle como estaba, pero nunca me atrevía y ocupaba mi mente para distraerme de él y su sonrisa, su voz ronca, su cuerpo tan musculoso y esa altura que me volvía loca.Ese día había salido relativamente del trabajo y tuve que hacer todo el proceso de siempre, buscar a Naro en el lugar en el que la cuidaban
Andrew PankrovMi teléfono personal comenzó a sonar justamente a las una y treinta de la mañana. Era martes, y por lo general los martes dormía temprano, pero por alguna razón ese día no había abandonado mi oficina y había continuado adelantando el trabajo.Me extrañó escucharlo sonar porque normalmente no lo hacía, solo mis familiares tenían ese teléfono y algunos amigos muy cercanos que sabían que no me gustaba ser molestado, por lo que supuse que se trataba de una emergencia, pero cuando vi que no tenía registrado el número lo único que pensé fue en no tomar la llamada.Pero algo me dijo que lo hiciera, por eso contesté y esperé a que hablaran primero del otro lado.Entonces lo que escuché me dejó frío, incluso cuando había desabotonado un par de los botones de mi camisa a causa del calor.—No puedo levantarme, duele demasiado y Naro está sola, en el lobby. Sé que tiene que estar asustada y necesito ayuda.—¿Nora? —cuestioné sorprendido al escuchar su voz tan demacrada y sollozante
Andrew Pankrov El camino nunca se me había hecho tan largo y nunca había roto tantas leyes de tránsito como lo había hecho en ese momento. Pero cada vez que veía a Nora y a su hija a través del espejo retrovisor, solo podía sentir apuro y desesperación por llevarla al lugar en el que podrían atenderla correctamente. —Naro ¿tu mamá sigue despierta? —le cuestioné a la pequeña ya que desde donde estaba no podía apreciar si estaba aun despierta o no. —Si, está despierta. Sabiendo que tenía que dejar a Naro con alguien mientras entraba a la sala de emergencias, decidí llamar a mi mejor amiga Alisha. Era en la única persona en la que confiaba para que se quedara con Naro mientras me encargaba de su madre. —Alisha, perdona que te llame a estas horas, pero necesito que vengas al hospital, ha sucedido algo y necesito que me ayudes a cuidar de alguien. —Okey, no te preocupes, aun no me iba a la cama ¿pero estás tu bien? —Si, sí, yo estoy bien, cuando llegues al hospital te explico todo, p
Nora HarrisonA penas me sentía consciente mientras movían mi cuerpo, a penas sentía que estaba despierta mientras una luz parpadeaba sobre mi ojo mientras un dolor fuerte continuaba atravesando partes sensibles de mi cuerpo. Y luego todo se apagó después de un fuerte pinchazo. No supe cuánto tiempo pasó cuando pude volver a abrir los ojos y lejos de preocuparme por mi cuerpo, por cómo me sentía o por cualquier otra cosa, me preocupé por Naro. Mi pequeña niña había estado sola. Ni siquiera sabía cómo había llegado al hospital, no podía recordar más allá de los golpes contra mi cuerpo y de Naro huyendo hacia su escondite. Pero la respuesta vino tan rápido como la duda cuando lo vi a él, Andrew. Sentado en el sofá de la esquina de la habitación de suelos y paredes blancas sin muchos detalles. — ¿Señor Pankrov? —cuestioné en un susurro ronco. —Oh, por dios, al fin despertaste. Y al ver la preocupación en mi pecho algo se apretujó.Él se levantó de su lugar cuál resorte sin dudar u
Nora Harrison Cuando mis ojos volvieron a abrirse me encontraba sola en la misma habitación en la que había despertado por primera vez. Esta vez las cortinas estaban abiertas y entraba una leve luz por la ventana indicando que debía ser o el atardecer o el amanecer. No importaba. Saber que había despertado y que estaba viva era suficiente para que me sintiera lo suficientemente feliz. No feliz como una alegría contagiosa y escandalosa, sino de ese tipo de felicidad tranquila de saber que superaste algo que pensabas que no pasarías. Ahora el dolor no era tan insoportable aunque si limitante porque ni siquiera podía sentarme correctamente en la camilla sin sentir que todos mis músculos protestaban, pero al menos o sentía nada roto o con un dolor demasiado fuerte que no pudiera continuar intentando levantarme. Justo cuando terminaba de sentarme en la camilla la puerta se abrió y por ella ingresaron Andrew y un hombre con bata que supuse era el doctor. —Oh, pero nuestra paciente ya es
Andrew Petrov No esperé que Nora aceptara tan fácil venir conmigo. Después de todo era un extraño para ella que apenas conocías. Pero la entendía. La situación en la que se había visto comprometida era muy difícil. Tener que cuidar de una niña sola y no estar en condiciones para hacerlo era por mucho, atemorizante. Por eso le ofrecía mi ayuda, porque entendía por lo que tenía que estar pasando ella. Alisha tomó a Naro y juntas salieron de la habitación tras ella despedirse de su madre. Si bien, ya Nora podría salir de la clínica, debía primero resolver algunas cosas antes de que eso sucediera. Dejándola sola por unos minutos bajé al primer nivel y fui directo a la parte de caja para saldar la deuda y que me dieran la de alta. No tardé mucho porque la había solicitado desde antes sabiendo que ya era hora de que regresara a casa. Por suerte no había tenido nada roto y el resto de su recuperación sería en casa. Antes de regresar a la habitación tomé mi teléfono celular y marqué el
Nora HarrisonSalir del hospital me dio una sensación visceral. Ese tipo de sensación en la que sientes que algo está bien, pero también se siente que algo está mal. Salir era un alivio porque los hospitales nunca me habían gustado y me gustaron mucho menos tras la muerte del padre de Naro. Pero también se sentía poco seguro estar afuera después de lo que me había sucedido. Y aunque no sentía un miedo paralizante, si sentía la necesidad de mirar a todos lados y por encima de mi hombro aunque estuviera siendo arrastrada en una silla de ruedas por Andrew. La verdad era que no sabría cómo agradecerle a este hombre por todo lo que estaba haciendo por mi. Cuidaba de Naro, iba a buscarme en medio de la noche porque lo llamé implorando por ayuda y ahora cuidaría de mí el tiempo que necesitará. Él estaba siendo un santo para mi en esos momentos. Y aunque no lo quisiera admitir en voz alta, me sentiría más segura en su mansión que en mi pequeño departamento, el mismo lugar en el que allana