Nora Harrison
Cuando menos te lo esperas las cosas mejoran indudablemente. Cuando llegó la hora de mi trabajo me vestí con mi uniforme y peiné mi cabello lo mejor que pude en una coleta para verme presentable. Por primera vez maquillé mi rostro para ir al trabajo y coloqué un poco de sombras oscuras para hacer resaltar mis ojos que eran entre un amarillo y verde muy claro.
Naro ya se encontraba en el lugar en el que la cuidaban, así que solo tuve que tomar mi bolso con mis cosas y salir en mi auto hacia el trabajo.
Los nervios me recorrían mientras estacionaba y salía en dirección hacia la entrada. Entonces el guardia de seguridad, que siempre estaba muy desenfadado y tranquilo hoy se encontraba nervioso y removiéndose incómodo desde el instante en el que me vio.
—Buenas noches, Nora.
Nunca le había dicho mi nombre, pero no me preocupé por ese detalle cuando tenía cosas más importantes que presenciar.
En cuanto entré en el club pude sentir la tensión en todo el lugar y las empleadas que estaban en los alrededores se me quedaron viendo en el instante en el que detuve mis pasos en el centro del club.
Y luego comencé a escuchar los gritos que venían desde la oficina de Larry.
Todos los vellos de mi piel se colocaron de punta al escuchar que quien gritaba era Larry, Larry estaba encolerizado y se notaba en cada palabra que estaba soltando.
—He dado todo de mi en este club para que usted venga a despedirme solo por las mentiras de una de estas mujeres de barrio ¿sabe que esa mujer se me insinuó?
Mis manos se apretaron en puño y con todo el valor que tenía comencé a caminar hacia el pasillo.
—No te lo recomiendo, Nora, el jefe de jefes está aquí, el mero mero, el señor de señores, no solo un supervisor —Ana se interpuso en mi camino y fruncí el ceño en su dirección.
—Ya lo sé Ana, fui yo quien lo buscó, está aquí por mí.
Y tras dejarla con la boca abierta continué mi camino hacia el pasillo.
Cuando estuve frente a la puerta no dudé un segundo en abrirla y meterme en la oficina llamando la atención de ambos hombres.
En ese momento el señor Andrew me repasó con la mirada y frunció el ceño ante mi uniforme poco adecuado.
No sabía si estaba consciente, pero el uniforme de las chicas que trabajaban en el club eran por mucho muy incómodos con aquellas faldas cortas negras y las camisetas que a penas tenían tela con las letras del nombre del club.
—¿Esto es lo que has hecho con mi club? —cuestionó Andrew con voz ensombrecida y concordé que tenían demasiado tiempo debatiendo aquí dentro si él no había visto a ninguna de las chicas con el uniforme.
—¿Qué haces aquí? —cuestionó Larry furioso —¡Yo te despedí!
—¡Injustamente! —grité de vuelta —y le dije que no me quedaría callada ¿Cuántas chicas no habrán pasado por lo mismo además de mí?
Andrew me observó un poco maravillado por la postura que estaba tomando en la situación y por alguna extraña razón me sentí orgullosa de mí misma en ese momento.
Contra todo pronóstico había logrado que este hombre, multimillonario y con un montón de citas y cosas encima se fijara en mí, que mirara en dirección de este lugar abandonado de dios y tal vez de ahora en adelante prestaría un poco más de atención a sus clubes.
Y la verdad es que con un poco de ayuda este lugar podría convertirse en algo más, algo mucho más increíble y apto para mujeres como yo y las que trabajábamos aquí.
—Es definitivo, estás despedido y una demanda en tu contra será depositada para el lunes, mis abogados se encontraran contigo en el juicio.
Y tras sus palabras se hizo a un lado y le señaló la salida a Larry sin molestarse en hablar.
Él pasó junto a mí con su rostro rojo de la ira y sus ojos chispeando con el enojo y las ganas de venganza que tenía, pero en ese momento solo tenía ojos para el hombre rubio y demasiado alto para mi gusto que me miraba atentamente mientras Larry salía.
Cuando la puerta se cerró detrás de él, el señor Andrew se acercó y me dio una sonrisa suave.
—¿Cómo estás? —cuestionó tranquilamente.
Y aunque lo había visto en la mañana era difícil para mí adaptarme al atractivo de este hombre. Parecía un vikingo guerrero, porque se notaba a leguas que debajo de ese traje costoso había muchos músculos.
Sin embargo, yo era delgada, no mucho, pero las noches de mala noche y mala alimentación me habían llevado a perder mucho peso y parte de mis libras y ahora era más delgada, por eso la falda se bajaba demasiado dejando ver mi ombligo.
—Estoy bien.
Él asintió para sí mismo y comenzó a rascar suavemente su barba mientras miraba alrededor de la oficina.
—Mis chicas en el club del centro de la ciudad usan pantalones y poleras sin mangas y más largas ¿les molestaría que lo cambiara?
Yo negué efusivamente.
—Sería más cómodo para nosotras, no nos sentiríamos sexualizadas con cada paso que damos.
—Bien, una de las cosas que pienso cambiar desde ahora.
—Muchas gracias —me atreví a decir sintiendo como mis mejillas se volvían totalmente rojas —no tiene por qué estar aquí, sin embargo, se ha tomado la molestia de venir y eso lo aprecio mucho.
—Gracias a ti por no quedarte callada, y me disculpo por no creer en ti, prometo desde ahora investigar cualquier mínima mención de acoso, aunque resulte en situaciones falsas.
—Eso se lo agradecería mucho.
—Bueno, fue un placer conocerte, Nora.
Que me tuteara me hizo sentir un cosquilleo en mi pecho, pero cuando se acercó y plantó un beso en mi mejilla antes de irse, me dejó alucinando.
Y justo cuando iba a salir de la oficina se detuvo y retrocedió.
—Deberías anotar mi número personal por si necesitas algo algún día, así no tienes que allanar mi edificio para lograrlo.
Soltando una risita saqué mi móvil de mi bolso y anoté el número que me dictó.
—Gracias otra vez y no dudes en usar mi número si lo necesitas.
Y luego de un último asentimiento él salió de la oficina dejándome plantada con una enorme sonrisa que no se me quitaría en un largo, largo tiempo.
Nora HarrisonDías después…Habían pasado ya varios días desde el último momento en el que fue al club a arreglar las cosas. Ahora teníamos un uniforme decente y un nuevo gerente que al menos nos trataba con respeto y estaba atento a nuestras necesidades. Según escuché lo habían amenazado con demandarlo hasta por respirar si no cumplía con todas las reglas del club.Y eso me llenó de una satisfacción que no había sentido en mucho tiempo, sin mencionar que había conservado mi trabajo y ahora el ambiente era muchísimo más ameno y relajado para trabajar.No había vuelto a hablar con él aunque muchas veces me tentaba a presionar su número en mi teléfono solo para escuchar su voz o preguntarle como estaba, pero nunca me atrevía y ocupaba mi mente para distraerme de él y su sonrisa, su voz ronca, su cuerpo tan musculoso y esa altura que me volvía loca.Ese día había salido relativamente del trabajo y tuve que hacer todo el proceso de siempre, buscar a Naro en el lugar en el que la cuidaban
Andrew PankrovMi teléfono personal comenzó a sonar justamente a las una y treinta de la mañana. Era martes, y por lo general los martes dormía temprano, pero por alguna razón ese día no había abandonado mi oficina y había continuado adelantando el trabajo.Me extrañó escucharlo sonar porque normalmente no lo hacía, solo mis familiares tenían ese teléfono y algunos amigos muy cercanos que sabían que no me gustaba ser molestado, por lo que supuse que se trataba de una emergencia, pero cuando vi que no tenía registrado el número lo único que pensé fue en no tomar la llamada.Pero algo me dijo que lo hiciera, por eso contesté y esperé a que hablaran primero del otro lado.Entonces lo que escuché me dejó frío, incluso cuando había desabotonado un par de los botones de mi camisa a causa del calor.—No puedo levantarme, duele demasiado y Naro está sola, en el lobby. Sé que tiene que estar asustada y necesito ayuda.—¿Nora? —cuestioné sorprendido al escuchar su voz tan demacrada y sollozante
Andrew Pankrov El camino nunca se me había hecho tan largo y nunca había roto tantas leyes de tránsito como lo había hecho en ese momento. Pero cada vez que veía a Nora y a su hija a través del espejo retrovisor, solo podía sentir apuro y desesperación por llevarla al lugar en el que podrían atenderla correctamente. —Naro ¿tu mamá sigue despierta? —le cuestioné a la pequeña ya que desde donde estaba no podía apreciar si estaba aun despierta o no. —Si, está despierta. Sabiendo que tenía que dejar a Naro con alguien mientras entraba a la sala de emergencias, decidí llamar a mi mejor amiga Alisha. Era en la única persona en la que confiaba para que se quedara con Naro mientras me encargaba de su madre. —Alisha, perdona que te llame a estas horas, pero necesito que vengas al hospital, ha sucedido algo y necesito que me ayudes a cuidar de alguien. —Okey, no te preocupes, aun no me iba a la cama ¿pero estás tu bien? —Si, sí, yo estoy bien, cuando llegues al hospital te explico todo, p
Nora HarrisonA penas me sentía consciente mientras movían mi cuerpo, a penas sentía que estaba despierta mientras una luz parpadeaba sobre mi ojo mientras un dolor fuerte continuaba atravesando partes sensibles de mi cuerpo. Y luego todo se apagó después de un fuerte pinchazo. No supe cuánto tiempo pasó cuando pude volver a abrir los ojos y lejos de preocuparme por mi cuerpo, por cómo me sentía o por cualquier otra cosa, me preocupé por Naro. Mi pequeña niña había estado sola. Ni siquiera sabía cómo había llegado al hospital, no podía recordar más allá de los golpes contra mi cuerpo y de Naro huyendo hacia su escondite. Pero la respuesta vino tan rápido como la duda cuando lo vi a él, Andrew. Sentado en el sofá de la esquina de la habitación de suelos y paredes blancas sin muchos detalles. — ¿Señor Pankrov? —cuestioné en un susurro ronco. —Oh, por dios, al fin despertaste. Y al ver la preocupación en mi pecho algo se apretujó.Él se levantó de su lugar cuál resorte sin dudar u
Nora Harrison Cuando mis ojos volvieron a abrirse me encontraba sola en la misma habitación en la que había despertado por primera vez. Esta vez las cortinas estaban abiertas y entraba una leve luz por la ventana indicando que debía ser o el atardecer o el amanecer. No importaba. Saber que había despertado y que estaba viva era suficiente para que me sintiera lo suficientemente feliz. No feliz como una alegría contagiosa y escandalosa, sino de ese tipo de felicidad tranquila de saber que superaste algo que pensabas que no pasarías. Ahora el dolor no era tan insoportable aunque si limitante porque ni siquiera podía sentarme correctamente en la camilla sin sentir que todos mis músculos protestaban, pero al menos o sentía nada roto o con un dolor demasiado fuerte que no pudiera continuar intentando levantarme. Justo cuando terminaba de sentarme en la camilla la puerta se abrió y por ella ingresaron Andrew y un hombre con bata que supuse era el doctor. —Oh, pero nuestra paciente ya es
Andrew Petrov No esperé que Nora aceptara tan fácil venir conmigo. Después de todo era un extraño para ella que apenas conocías. Pero la entendía. La situación en la que se había visto comprometida era muy difícil. Tener que cuidar de una niña sola y no estar en condiciones para hacerlo era por mucho, atemorizante. Por eso le ofrecía mi ayuda, porque entendía por lo que tenía que estar pasando ella. Alisha tomó a Naro y juntas salieron de la habitación tras ella despedirse de su madre. Si bien, ya Nora podría salir de la clínica, debía primero resolver algunas cosas antes de que eso sucediera. Dejándola sola por unos minutos bajé al primer nivel y fui directo a la parte de caja para saldar la deuda y que me dieran la de alta. No tardé mucho porque la había solicitado desde antes sabiendo que ya era hora de que regresara a casa. Por suerte no había tenido nada roto y el resto de su recuperación sería en casa. Antes de regresar a la habitación tomé mi teléfono celular y marqué el
Nora HarrisonSalir del hospital me dio una sensación visceral. Ese tipo de sensación en la que sientes que algo está bien, pero también se siente que algo está mal. Salir era un alivio porque los hospitales nunca me habían gustado y me gustaron mucho menos tras la muerte del padre de Naro. Pero también se sentía poco seguro estar afuera después de lo que me había sucedido. Y aunque no sentía un miedo paralizante, si sentía la necesidad de mirar a todos lados y por encima de mi hombro aunque estuviera siendo arrastrada en una silla de ruedas por Andrew. La verdad era que no sabría cómo agradecerle a este hombre por todo lo que estaba haciendo por mi. Cuidaba de Naro, iba a buscarme en medio de la noche porque lo llamé implorando por ayuda y ahora cuidaría de mí el tiempo que necesitará. Él estaba siendo un santo para mi en esos momentos. Y aunque no lo quisiera admitir en voz alta, me sentiría más segura en su mansión que en mi pequeño departamento, el mismo lugar en el que allana
Nora Harrison Cuando por fin pude entrar en la casa me quede impactada. Todo en la casa era tan maravilloso y arquitectónico. Las paredes con formas extrañas que la hacían ver hermosas y otras totalmente lisas que la hacían ver impolutas. Los candelabros, las ventanas, las cortinas y las enormes escaleras en el centro del lugar hacían ver todo como si fuese una casa de cuento de hadas. Una de esas enormes casas de princesas modernas. Y los colores combinaban a la perfección con cada espacio habilitado de la casa. Y la habitación a la que Andrew me llevó era maravillosa. Con una enorme cama con dosel e incluso muebles dentro de la habitación en colores marrones y dorados. —Tú casa es muy hermosa. —Lo es, aunque un poco solitaria. —Ahora que Naro y yo estaremos aquí te haremos un poco de compañía. —Y yo estaré encantado de recibirla. —Una pequeña sonrisa bailó en mis labios y él me la devolvió mientras me ayudaba a subirme a la cama con cuidado. —Pronto vendrán dispositivos y co