Nora Harrison
Días después…
Habían pasado ya varios días desde el último momento en el que fue al club a arreglar las cosas. Ahora teníamos un uniforme decente y un nuevo gerente que al menos nos trataba con respeto y estaba atento a nuestras necesidades. Según escuché lo habían amenazado con demandarlo hasta por respirar si no cumplía con todas las reglas del club.
Y eso me llenó de una satisfacción que no había sentido en mucho tiempo, sin mencionar que había conservado mi trabajo y ahora el ambiente era muchísimo más ameno y relajado para trabajar.
No había vuelto a hablar con él aunque muchas veces me tentaba a presionar su número en mi teléfono solo para escuchar su voz o preguntarle como estaba, pero nunca me atrevía y ocupaba mi mente para distraerme de él y su sonrisa, su voz ronca, su cuerpo tan musculoso y esa altura que me volvía loca.
Ese día había salido relativamente del trabajo y tuve que hacer todo el proceso de siempre, buscar a Naro en el lugar en el que la cuidaban mientras trabajaba y luego ir a casa.
—¿Cómo te fue hoy, mi amor? —le cuestioné mientras conducía por la ciudad hacia casa.
Ella se notaba adormilada, casi siempre hacía el viaje dormida, pero hoy estaba despierta y era el único momento que tenía para hablar tranquilamente con ella.
—Me fue bien, mami. La maestra hará una exposición de los cuadros que pintamos en cinco días, tienes que ir.
Yo asentí segura de que estaría ahí para cuando mi pequeña presentara uno de sus cuadros.
Si bien la escuela en la que estaba era del gobierno, había sido la mejor que encontré en su momento, aunque ahora me pareciera muy básica para las habilidades de Naro.
Al llegar al estacionamiento en la parte frontal del destartalado edifico en el que vivía, apagué el auto y comencé a tomar mis cosas mientras que mi hija de ocho años se quitaba el cinturón de seguridad y salía del auto para ir directo a la entrada.
Era algo que habíamos ensayado por si en algún momento yo estaba en peligro ella estuviera a salvo dentro del edificio. Y si sucedía algo ella debía quedarse oculta.
Y en ese día me sentí tan feliz de haberla educado con cosas como esas, porque mientras salía del auto con la mochila y de Naro y mi bolsa del trabajo, alguien se acercó a mí y lo primero que sentí fue un objeto golear con fuerza mi espalda.
Cuando intenté girarme fui lanzada al suelo gracias a otro golpe contundente de lo que creía era un b**e de beisbol.
La persona que me estaba agrediendo una y otra vez aun después de estar en el piso tenía el rostro cubierto y no dijo nada mientras yo trataba de cubrir mi cuerpo con la mochila de Naro, solo que no hubo mucho que pudiera hacer mientras el b**e caía sobre mi cabeza, mi rostro, mis hombros, mis piernas.
—No, por favor, para, para.
Mis palabras estaban siendo gritadas por la desesperación, las lágrimas aparecieron en mis ojos y sollocé mientras él continuaba sin detenerse, hasta que todo lo que pude sentir fue el recuerdo de los golpes en mi cuerpo y el silencio del estacionamiento.
Mis sollozos se intensificaron cuando empezaron a dolerme más zonas de mi cuerpo y podía sentir la sangre boscosa y de olor metálico deslizándose por mi frente a causa de una herida.
Con los ojos empañados miré a mi alrededor y suspiré un poco aliviada cuando no vi a Naro por ningún lado. Ella debía estar segura dentro del edificio, pero seguramente un poco asustada si vio todo lo que sucedió. Y sabía que lo había hecho, porque ella siempre se quedaba frente al cristal del oscuro lobby esperando a que yo entrara.
Con manos temblorosas comencé a rebuscar en mi bolso para tratar de encontrar mi teléfono y cuando lo encontré en vez de llamar al 911 para que viniera en mi rescate, marqué el número que había estado viendo en la pantalla todos estos días.
Marqué el número de Andrew Pankrov y rogué por ayuda.
Andrew PankrovMi teléfono personal comenzó a sonar justamente a las una y treinta de la mañana. Era martes, y por lo general los martes dormía temprano, pero por alguna razón ese día no había abandonado mi oficina y había continuado adelantando el trabajo.Me extrañó escucharlo sonar porque normalmente no lo hacía, solo mis familiares tenían ese teléfono y algunos amigos muy cercanos que sabían que no me gustaba ser molestado, por lo que supuse que se trataba de una emergencia, pero cuando vi que no tenía registrado el número lo único que pensé fue en no tomar la llamada.Pero algo me dijo que lo hiciera, por eso contesté y esperé a que hablaran primero del otro lado.Entonces lo que escuché me dejó frío, incluso cuando había desabotonado un par de los botones de mi camisa a causa del calor.—No puedo levantarme, duele demasiado y Naro está sola, en el lobby. Sé que tiene que estar asustada y necesito ayuda.—¿Nora? —cuestioné sorprendido al escuchar su voz tan demacrada y sollozante
Andrew Pankrov El camino nunca se me había hecho tan largo y nunca había roto tantas leyes de tránsito como lo había hecho en ese momento. Pero cada vez que veía a Nora y a su hija a través del espejo retrovisor, solo podía sentir apuro y desesperación por llevarla al lugar en el que podrían atenderla correctamente. —Naro ¿tu mamá sigue despierta? —le cuestioné a la pequeña ya que desde donde estaba no podía apreciar si estaba aun despierta o no. —Si, está despierta. Sabiendo que tenía que dejar a Naro con alguien mientras entraba a la sala de emergencias, decidí llamar a mi mejor amiga Alisha. Era en la única persona en la que confiaba para que se quedara con Naro mientras me encargaba de su madre. —Alisha, perdona que te llame a estas horas, pero necesito que vengas al hospital, ha sucedido algo y necesito que me ayudes a cuidar de alguien. —Okey, no te preocupes, aun no me iba a la cama ¿pero estás tu bien? —Si, sí, yo estoy bien, cuando llegues al hospital te explico todo, p
Nora HarrisonA penas me sentía consciente mientras movían mi cuerpo, a penas sentía que estaba despierta mientras una luz parpadeaba sobre mi ojo mientras un dolor fuerte continuaba atravesando partes sensibles de mi cuerpo. Y luego todo se apagó después de un fuerte pinchazo. No supe cuánto tiempo pasó cuando pude volver a abrir los ojos y lejos de preocuparme por mi cuerpo, por cómo me sentía o por cualquier otra cosa, me preocupé por Naro. Mi pequeña niña había estado sola. Ni siquiera sabía cómo había llegado al hospital, no podía recordar más allá de los golpes contra mi cuerpo y de Naro huyendo hacia su escondite. Pero la respuesta vino tan rápido como la duda cuando lo vi a él, Andrew. Sentado en el sofá de la esquina de la habitación de suelos y paredes blancas sin muchos detalles. — ¿Señor Pankrov? —cuestioné en un susurro ronco. —Oh, por dios, al fin despertaste. Y al ver la preocupación en mi pecho algo se apretujó.Él se levantó de su lugar cuál resorte sin dudar u
Nora Harrison Cuando mis ojos volvieron a abrirse me encontraba sola en la misma habitación en la que había despertado por primera vez. Esta vez las cortinas estaban abiertas y entraba una leve luz por la ventana indicando que debía ser o el atardecer o el amanecer. No importaba. Saber que había despertado y que estaba viva era suficiente para que me sintiera lo suficientemente feliz. No feliz como una alegría contagiosa y escandalosa, sino de ese tipo de felicidad tranquila de saber que superaste algo que pensabas que no pasarías. Ahora el dolor no era tan insoportable aunque si limitante porque ni siquiera podía sentarme correctamente en la camilla sin sentir que todos mis músculos protestaban, pero al menos o sentía nada roto o con un dolor demasiado fuerte que no pudiera continuar intentando levantarme. Justo cuando terminaba de sentarme en la camilla la puerta se abrió y por ella ingresaron Andrew y un hombre con bata que supuse era el doctor. —Oh, pero nuestra paciente ya es
Andrew Petrov No esperé que Nora aceptara tan fácil venir conmigo. Después de todo era un extraño para ella que apenas conocías. Pero la entendía. La situación en la que se había visto comprometida era muy difícil. Tener que cuidar de una niña sola y no estar en condiciones para hacerlo era por mucho, atemorizante. Por eso le ofrecía mi ayuda, porque entendía por lo que tenía que estar pasando ella. Alisha tomó a Naro y juntas salieron de la habitación tras ella despedirse de su madre. Si bien, ya Nora podría salir de la clínica, debía primero resolver algunas cosas antes de que eso sucediera. Dejándola sola por unos minutos bajé al primer nivel y fui directo a la parte de caja para saldar la deuda y que me dieran la de alta. No tardé mucho porque la había solicitado desde antes sabiendo que ya era hora de que regresara a casa. Por suerte no había tenido nada roto y el resto de su recuperación sería en casa. Antes de regresar a la habitación tomé mi teléfono celular y marqué el
Nora HarrisonSalir del hospital me dio una sensación visceral. Ese tipo de sensación en la que sientes que algo está bien, pero también se siente que algo está mal. Salir era un alivio porque los hospitales nunca me habían gustado y me gustaron mucho menos tras la muerte del padre de Naro. Pero también se sentía poco seguro estar afuera después de lo que me había sucedido. Y aunque no sentía un miedo paralizante, si sentía la necesidad de mirar a todos lados y por encima de mi hombro aunque estuviera siendo arrastrada en una silla de ruedas por Andrew. La verdad era que no sabría cómo agradecerle a este hombre por todo lo que estaba haciendo por mi. Cuidaba de Naro, iba a buscarme en medio de la noche porque lo llamé implorando por ayuda y ahora cuidaría de mí el tiempo que necesitará. Él estaba siendo un santo para mi en esos momentos. Y aunque no lo quisiera admitir en voz alta, me sentiría más segura en su mansión que en mi pequeño departamento, el mismo lugar en el que allana
Nora Harrison Cuando por fin pude entrar en la casa me quede impactada. Todo en la casa era tan maravilloso y arquitectónico. Las paredes con formas extrañas que la hacían ver hermosas y otras totalmente lisas que la hacían ver impolutas. Los candelabros, las ventanas, las cortinas y las enormes escaleras en el centro del lugar hacían ver todo como si fuese una casa de cuento de hadas. Una de esas enormes casas de princesas modernas. Y los colores combinaban a la perfección con cada espacio habilitado de la casa. Y la habitación a la que Andrew me llevó era maravillosa. Con una enorme cama con dosel e incluso muebles dentro de la habitación en colores marrones y dorados. —Tú casa es muy hermosa. —Lo es, aunque un poco solitaria. —Ahora que Naro y yo estaremos aquí te haremos un poco de compañía. —Y yo estaré encantado de recibirla. —Una pequeña sonrisa bailó en mis labios y él me la devolvió mientras me ayudaba a subirme a la cama con cuidado. —Pronto vendrán dispositivos y co
Nora Harrison Los días iban pasando y cada vez estos pasaban de ser días a semanas. Las cosas iban de acuerdo con como supuse que lo harían. Andrew se encargaba de llevar y traer a Naro a la escuela todos los días y yo me pasaba el rato estudiando, aprendiendo cada cosa nueva que Andrew pusiera delante de mí y todo porque quería mostrarle que podía devolverle con creces todo lo que él estaba haciendo por mí. Me mantenía en su casa aun cuando podía ya hacer mis cosas por mi cuenta, pero él no parecía muy preocupado porque tuviera que irme de su hogar. Todas las noches cenábamos juntos y él iba a casa para almorzar y Naro, dios, mi pequeña bebé nunca había tenido una habitación como la que Andrew había creado para ella. Él se preocupaba mucho. Y cuando me enteré de lo que le había pasado a la familia que él pudo tener fue inevitable que no sintiera algo de pena. El solo imaginarme haber pedido a Naro junto con su padre hubiese sido una pérdida de la que nunca me habría podido recuper