Los trillizos del tío mafioso de mi ex
Los trillizos del tío mafioso de mi ex
Por: Dehy Rodríguez
1- Patético infiel

1

Valentina se acomodó el cabello frente al espejo del pasillo, intentando calmar los nervios. La amiga de su tía la había acogido desde que llegó a Nueva York, pero no esperaba que la señora Giulia, le consiguiera un trabajo tan rápido.

¡Acababa de llegar de otro país!

—Es solo un empleo como secretaria, cariño —le había dicho Giulia esa mañana, mientras Valentina desayunaba apresurada—. Pero es en una inmobiliaria importante. El jefe es un hombre encantador, se llama Alessandro Greco. Joven, guapo y, lo más importante, soltero.

Valentina solo sonrió nerviosa. Lo último que quería era mezclarse con alguien. Estaba en Nueva York para empezar de nuevo, no para cometer los mismos errores del pasado.

El primer día en la inmobiliaria fue un torbellino. Alessandro Dubois resultó ser tan guapo como prometía su nombre italiano: alto, con cabello oscuro y ondulado, y una sonrisa que podría derretir el hielo.

—Bienvenida, Valentina —le había dicho en cuanto ella llegó a su oficina—. Espero que no te intimiden los retos.

—No, señor Dubois. Estoy lista para aprender —respondió, con la mejor sonrisa profesional que pudo reunir.

A partir de ahí, Alessandro no perdió tiempo en conquistarla. Le enviaba flores a la oficina, la sorprendía con chocolates caros y la invitaba a cenas exclusivas, le regaló 999 rosas rojas el día que ella aceptó. A pesar de sus reticencias iniciales, Valentina no pudo evitar enamorarse. Alessandro era atento, divertido y apasionado.

Finalmente, él le dio una copia de la llave de su departamento, diciendo que confiaba en ella como en nadie más.

—Hazlo tuyo cuando quieras —le dijo con una sonrisa cautivadora.

Una tarde, Valentina decidió sorprenderlo después del trabajo. Había comprado mariscos frescos y planeaba preparar una cena romántica. Este era el día.

Entró al apartamento con entusiasmo, imaginando la cara de Alessandro al ver lo que había preparado cuando llegara de la junta en la que le dijo que estaría hasta tarde.

Pero su sonrisa se desvaneció en el instante que abrió la puerta.

Había ropa tirada por toda la entrada, zapatos de tacón mezclados con pantalones y camisas desparramados como si una tormenta los hubiera dejado allí.

Valentina avanzó lentamente, con el corazón latiendo como un tambor. Siguió las “migas de pan” hasta la sala, y allí lo vio: Alessandro, desnudo, encima de una morena de cabello rizado, manteniendo sus piernas bien abiertas y moviéndose como si su vida dependiera de ello.

—Sí, cariño así —dijo el hombre— que putita eres, cómetela toda.

—Ah... sí, si, justo ahí —gritaba la mujer.

—Vente para mí, cariño —gruñé el hombre, mientras la taladraba de manera incesante.

El gemido de la mujer se transformó en un grito al notar la presencia de Valentina.

—¡Oh, Dios! —exclamó, mientras intentaba cubrirse con una manta del sofá.

Alessandro se giró lentamente, sus ojos reflejando primero sorpresa, luego… fastidio.

—Pensé que era mi tío —dijo con desdén y alivio, como si la interrupción fuera una molestia menor.

"¿Qué tío?" pensó Julieta.

Valentina sintió cómo la rabia le subía por las venas. Tragó saliva, intentando mantener la compostura, aunque sus manos temblaban.

—Oh, no se detengan por mí —dijo, con una sonrisa cargada de veneno—. Después de todo, no puedes dejar un “coño caliente” por tu ex novia, ¿verdad, Alessandro?

—¿Ex novia? —preguntaron ambos al unísono, con una mezcla de incredulidad y temor.

—No seas exagerada, Valentina ni siquiera me dejas tocarte —se quejó Alessandro.

—¿Exagerada? entonces porque tienes tres meses sin sexo ya estás buscando cualquier puta —afiemó con desagrado— me das asco —lo miró con ganas de vomitar.

—Tengo necesidades que aliviar —se excusa Alessandro.

Valentina se inclinó ligeramente hacia ellos, escupiendo al suelo con desprecio.

—Patético.

Se dio la vuelta, dejando caer la bolsa de compras en la alfombra impecable haciendo un desastre con los mariscos el vino y todo lo demás y salió sin mirar atrás.

"Pensaba tener sexo con él justo hoy" pensó con amargura.

No era que no quería tener sexo o que fuera virgen simplemente quería esperar un poco y estar segura de que él... bueno ya no importa ¿verdad?

La vida de Valentina había cambiado drásticamente desde que Alessandro, su jefe, había comenzado a restregarle su nueva conquista en la cara. El hecho de que solo hubiera estado tres meses trabajando en esa inmobiliaria y ya fuera conocida como “la ex secreta” le resultaba irónico y doloroso. Cada día que pasaba, Alessandro cargaba de trabajo a Valentina y, al mismo tiempo, se pavoneaba con su nueva novia, Sara, delante de ella.

Lo que más la frustraba era que, a pesar de sus esfuerzos por mantenerse profesional, no podía evitar que su mente volviera a lo que hubiera sido, lo que pudo haber sido si las circunstancias hubieran sido diferentes. No, no se había acostado con Alessandro, aunque en muchas ocasiones lo había pensado, pero lo había evitado, convencida de que un encuentro sexual solo complicaría las cosas aún más. Sin embargo, con Sara ahora en su vida, Valentina sentía que sus esfuerzos habían sido en vano.

Sara, por su parte, no perdía oportunidad de hacerle comentarios cargados de desdén, de insinuar que Valentina había perdido su oportunidad, y eso la sacaba de quicio. Sin embargo, lo que Valentina había aprendido a hacer con el tiempo era ignorar los ataques de Sara. Hasta ese día.

Valentina estaba en el baño, tratando de recobrar fuerzas antes de volver al trabajo. El día había sido largo, y la presión de ver a Alessandro y Sara juntos le estaba pasando factura. Mientras se miraba al espejo, escuchó la puerta abrirse detrás de ella.

—Aléjate de Alessandro. Sé lo que estás haciendo —dijo Sara, interrumpiendo su solitaria reflexión.

Valentina se giró con una mezcla de sorpresa e incredulidad. Sara, con su mirada desafiante, avanzó hacia ella con aire de superioridad.

—¿Qué es lo que hago? —respondió Valentina, con tono desafiante, aunque por dentro estaba a punto de explotar.

Sara la miró fijamente, disfrutando de su poder sobre Valentina.

—Ya lo sabes. Quieres meterte en su cama, pero lo desaprovechaste. Esperaste mucho tiempo para acostarte con él y ahora es mío —dijo con un tono de triunfo, como si ya hubiera ganado la batalla. Valentina no pudo evitar rodar los ojos, aunque su furia estaba a punto de estallar.

Pero lo que sucedió a continuación fue lo que Valentina nunca esperó. Sara, en un giro inesperado, se desplomó al suelo. Fue como si alguien la hubiera empujado con fuerza, pero no había nadie cerca.

Valentina miró a su alrededor, perpleja, y antes de que pudiera hacer nada, dos mujeres entraron al baño, sus rostros congelándose al ver la escena.

—¿Qué le pasó? —preguntó una de ellas, mirando a Valentina con desconfianza.

—No lo sé… estaba hablando con ella y de repente… —Valentina empezó, pero la preocupación en sus ojos no pasó desapercibida. Intentó dar un paso atrás, sin saber si estaba involucrada en algo que la haría parecer culpable.

Una de las mujeres se inclinó sobre Sara, intentando verificar si estaba bien.

—¡Busca ayuda! —gritó la otra, alarmada.

Valentina, todavía en shock, dio un paso hacia atrás, sintiendo cómo la tensión crecía en el aire. Fue entonces cuando escuchó los pasos apresurados de Alessandro y su presencia imponente llenó el pasillo.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Alessandro, al ver a las dos mujeres arrodilladas junto a Sara, intentando reanimarla.

Antes de que Valentina pudiera explicar, las mujeres respondieron.

—Se desmayó, jefe. Valentina estaba con ella cuando ocurrió.

Alessandro miró a Valentina con una dureza en los ojos que no le gustó nada. Su mirada pasó de una a otra, y Valentina sintió que todo se volvía en su contra.

—¿Tú estabas con ella? —preguntó, como si ya tuviera una idea formada.

—Sí, pero no le hice nada —respondió Valentina, intentando mantener la calma. Pero la situación no la favorecía.

En cuestión de segundos, Alessandro se dirigió al baño y las dos mujeres se apartaron, permitiéndole espacio. Valentina, en un intento de huir del lugar, se retiró hacia su escritorio, pero la tensión era palpable. En su interior, la ansiedad la estaba devorando. Sabía que todos los ojos estaban puestos en ella, y no tenía idea de cómo salir de esta.

Alessandro apareció nuevamente en el pasillo, pidiendo que llamaran a una ambulancia. Su rostro, normalmente tan seguro y arrogante, ahora estaba tenso, y Valentina no pudo evitar notar que su actitud había cambiado.

“Genial”, pensó Valentina, “ahora soy la sospechosa”.

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