En cada esquina del pueblo la saludaban los fantasmas de la vida anterior. Llevaba horas andando y nadie parecía reconocerla en los rostros que una vez encontró vecinos y conocidos Ahora solo había extraños que la miraban con temor y recelo. Era evidente que su apariencia desgarbada no ayudaba y era lo que los orillaba a pensar en que se trataba de una nueva vagabunda que había escogido la ciudad como nuevo hogar pero para Mara todo aquello era solo un desfile de dolorosas imágenes que les recordaba todo lo que había perdido. Llegó hasta su casa y se detuvo con los ojos llenos de lágrimas frente a una pancarta gigantesca que detallaba el ambicioso proyecto que tendría lugar en aquel terreno donde antes solía vivir con su madre ahora había un salón de fiestas, iluminado y activo del que entraba y salía gente entre risas y conversaciones vivaces. — ¿Qué es esto?— se atrevió a preguntar a uno de los que pasaron junto a ella. — Es un centro de eventos el nuevo negocio estrella de nue
El calor alrededor de su cintura la despertó. Abrió los ojos despacio y miró hacia abajo. Las lágrimas cayeron sobre la pequeña cabeza rubia. — Mamá — El niño la apretó con más fuerza. — Félix —. Mara lloriqueó alzábdolo y apoyando su tierna cabeza en sus hombros. — Te amo…te amo… te he extrañado tanto, jamás volveré a dejarte. El niño lloraba, mirando a aAlice que, de pie detrás de ellos se llevaba el dedo índice a los labios con una expresión amenazante. — ¿ Dónde estoy? — Dairon intentaba levantarse de la cama, pero pronto descubrió que sus muñecas estaban atadas con correas de cuero. Observó a su alrededor y s ehizo obvio dónde estaba. — ¡ Ayuda! ¡Enfermera! Enseguida el policía que aguardaba afuera de su puerta entró. Lo miraba incrédulo. — ¿ Quien es usted? ¿Qué hago yo aquí? El oficial no dijo nada y salió de nuevo. Con premura informó a su superior del milagroso despertar de aquel sospechoso al que con tanto misterio le había ordenado vigilar. Las enfermeras lle
— ¿ Que está diciendo?— Vamos, sabe usted perfectamente la gravedad de todo lo que ha hecho no pretenda que ahora por estar aún atado a una cama de hospital yo le tomé lástima como oficial de la ley es mi deber servir y proteger a los ciudadanos y usted sea metido en casa de uno de ellos intentando acabar con su vida ahora le pregunto sea sincero con respecto a sus motivos y tal vez podamos trabajar en una acusación marcada a su favor por la cooperación con la policía.— ¡ Está loco! — Dairon gritaba.— como prefiera pero tarde o temprano sus heridas sanarán y su lugar será al lado mío en la comisaría hasta que consigamos aclarar todo este asunto tal vez podamos ir ahorrando tiempo así hace usted mi trabajo un poco más fácil y yo consigo salir de su vista al menos por unos días — insistía e
Cerca de la ventana en la esquina derecha de la habitación, sentado plácidamente en un butacón mientras leía un grueso libro, había un hombre. Un hombre que le inspiraba un sentimiento extraño. Sentía que había visto su cara en algún sitio antes, pero no conseguía ubicarlo.— ¡Oh estás despierto! — Se puso de pie al levantar la vista y encontrarlo observándolo atentamente.Dairon no había hecho ni un sonido y y un escalofrío doloroso recorrió su espina cuando lo vio acercarse.— ¡Qué alegría! Los doctores me dijeron que la primera vez que despertaste te sentías un poco perdido, que no conseguías recordar bien lo que había pasado y he venido en cuanto me he enterado. Solo me fui por un segundo y en ese mismo segundo despertaste, por lo tanto decidí no irme más hasta que consiguiera verte. El hombre hablaba y sonreía al lado de su cama. Dairon lo miraba en silencio.— ¿ Qué pasa querido amigo acaso no me recuerdas? El joven negó con la cabeza. — Comprendo —. Puso la mano en su hombr
— Sus heridas parecen estar sanando bastante bien. — ¡Qué buenas noticias doctor! — Es seguro decir que está fuera de todo peligro, aunque aún no puede lanzarse a una vida normal y debe permanecer haciendo reposo algunas semanas más — El doctor levantó el dedo índice para enfatizar su consejo, sin saber que Dairon ni siquiera lo estaba escuchando. — ¡Son excelentes noticias! — ¿ Adónde iré? ¿Qué será de mí? — Diaron preguntaba en voz baja, reacio a enfrentar las preguntas que dejaban sus labios. — Puede que n otengas recuerdos, pero me tienes a mi, y tu querido amigo no piensa abandonarte en un momento como este, no señor. Estamos juntos en esto .Sus palabras no lograban consolarlo. — Espera aquí, iré por el doctor para preguntar por los medicamentos que debes seguir tomando. Estuvo solo de nuevo y el impulso primitivo del miedo más profundo se apoderó de él. Con esfuerzo se puso de pie y rebuscó en la habitación por alguna pieza de la ropa que llevaba cuando llegó al lugar. N
— ¿ Están conscientes de lo que dicen? — Son acusaciones muy graves.Los policías insistían mirando fijamente a Mara que no conseguía sostenerles la mirada. — Somos las víctimas y aún así siento que nos están tratando como si hubiésemos hecho algo malo —. Intervino Alice. — Tal vez deberíamos llamar la atención de la prensa en vez de venir a confiar en las autoridades que se supone deben protegernos. — No se precipite señorita. No es eso lo que estamos diciendo.— ¿ Entonces nos ayudarán? — Por supuesto, solo es que nos conmociona un poco. Un hombre tan querido… — Pues ya ve usted. No todos los monstruos viven en los libros de terror.Uno de los policías refunfuñó indeciso.— ¿ No es usted su ex- esposa? — preguntó señalando a Mara. — ¿ Y usted, no es la chica que fue dejada en el altar hace poco ? Alice frunció el ceño.— ¿ Qué tiene eso que ver? — Tiene mucho que ver. Ambas tienen razón para querer venganza de este hombre. — ¿ Acaso está usted ciego? ¿ No ve los moretones?
— ¿ Cómo te llamas? La prostituta movió la cabeza de lado a lado sacando de nuevo su cajetilla de largos y graciosos cigarrillos. — A usted no le interesa mi nombre. — La miró de arriba a abajo. — Le interesa encontrarlo, ¿ o no? —. Preguntó sacando chispas de un viejo mechero para encender el cilindro de nicotina entre sus labios.Margaret asintió entrelazando las manos sobre su regazo. — Está en casa de un hombre muy peligroso. Lo he visto con él. — ¿ Quién? ¡ Por favor dímelo! La prostituta cerró la boca y se acomodó apoyando la espalda en el mueble.Margaret comprendió. Se levantó, rebuscó en su bolso y lanzó a la mesilla de café entre ellas un fajo desordenado de billetes. — Es todo lo que tengo. La chica le regaló una mirada escéptica pero aún así se inclinó para contar los billetes. — No le aconsejo que vaya tras ellos. — Es mi sobrino. No puedo hacer otra cosa. — Lucía bien, y nadie lo estaba forzando. No creo que comprenda la profundidad del pozo de mierda en e
Margaret llamó a la puerta con un toque débil. Insistió varias veces. Ya se marchaba cuando se abrió la puerta a sus espaldas.— Buenos días. Reconoció su voz de inmediato. Se giró y allí estaba. Se echó sobre él, abrazándolo con fuerza.— Pensé que te había pasado algo horrible — Susurró entre sollozos. Dairon no la abrazaba de vuelta. Se separó de él y notó entocnes en su rostro una mirada diferente. — ¿ Qué haces aquí hijo? ¿ Estás bien? — Él me advirtió que gente como usted vendría. Que intentaría engañarme y aprovecharse de mí. — ¿ Qué dices Dairon? ¿ Qué te ha pasado? — Debería sentir vergüenza de dejarse manipular de tal manera por seres tan ruines y despreciables. — ¿ De qué hablas? No estás bien hijo. Todo esto fue un error. Vámonos a casa. Lo tomó de la mano intentando halarlo hacia el coche, pero él dió un paso atrás. — Por respeto a su edad y su condición de mujer he de pedirle que se vaya de aquí sin mayores consecuencias. — Dairon me estás asustando —. Margaret