Privado

Estando como una estatua quieta. Haciéndome la dormida. meditando, aunque en realidad mi mente estaba en blanco. odiándome  a mí misma por ser tan tonta. Es un truco. es un casanova. es un hombre que está encaprichado porque nadie se le ha negado antes. 

—¿Vas a seguir haciéndote la que no me escuchas? —me dice luego de dormirme y despertarme y seguir quiera con la cabeza recostada de la ventanilla. 

—¿Vas a seguir molestandome con tus tontas preguntas y comentarios insinuantes?

—Igual te irás conmigo al llegar. —dice seguro muy cerca de m oido. mi cuerpo se estremeció aunque intenté disimularlo lo mejor que pude.

—Me molesta tu seguridad. 

—Es confianza, y mejor aún, te he despertado la curiosidad. —dice. Me giro hacia el y veo que tiene una taza de café en la mano. —¿se te antoja?—no supe si se refería al café o a algo más y eso me hizo sonrojar por el hecho de pensar siquiera en algo más que proviniera de él.

—Estoy segura de que te puedes matar la curiosidad tú solo. —le digo girando el rostro hacia el. —o quizá llamas a la azafata y ella lo hace por ti.

—¿Estás celosa de ella?— él se echó a reir  a carcajadas. 

—No puedo estar celosa de alguien que ni…—me detengo. —...olvídalo. 

—Venga, dilo. —me i***a. —habla.

—No. 

Me giro y lo ignoro colocandome los auriculares. 

Estoy cansada, muy cansada. Lloré. Aunque a Laura no se lo confesé. 

Lloré por mi relación terminada como tenia tiempo sin llorar. 

Extraño mi vida cuando era simple. 

Chris me gustaba, en serio que sí. No tanto como para sufrir una eternidad por él, pero si para saber que iba a tardar en recuperarme y volver a confiar. 

Laura me lo advirtió. La forma de ella ver la vida es diferente  a la mia y yo me estaba dejando absorber por lo que Chris deseaba. 

El quería la familia feliz y perfecta. Hacer creer a su padre que estaba listo para encargarse de todo el legado. 

Ahora, probablemente cuando salga de Lanai no tenga donde trabajar. 

Quiza es momento de hacer el hostal que siempre quise. 

a lo mejor es una señal. 

O tal vez solo fui pendeja en creer que no estaba enamorada de el y lentamente se fue, no solo metiendo en dentro de mi sino también en mi corazón. 

Eso que comenzó como algo de sexo nada más, dia tras dia se fue desarrollando una necesidad  de verle  y tomarnos una botella de vino tinto. 

—¿Vas a ignorarme todo el camino?

—Duérmete, Marcus. 

—¿Por que huyes de New York?

—¿Que te dice que lo hago?

—¿Quieres un café?

—No. 

—¿Qué tan difícil me harás las cosas?

Aun tengo el sabor de sus labios en los mios. m

Difícil me está él haciendo mi vida a mi. 

—No es difícil. Es que no pasará. 

—Pasará. Disfrutaremos ambos. probablemente repitamos un par de veces. 

—¿Ahora eres vidente?

—Realista. —corrige con una sonrisa. Terminó por quitarme el audífono y le sonrió. 

—Eres increible. 

Estamos ambos en primera clase. Hay muy pocos pasajeros. Por lo regular, nadie toma este vuelo tan largo.

El silencio es mucho.

Excepto Marcus y yo. 

Me inclino un poco hacia adelante y veo que tenemos varios asientos sin ser ocupados a nuestro alrededor. 

—¿Buscas a alguien?

—Quiero tener testigos en caso de tener que asesinarte con ese platito de café que tienes en la mano. 

El se echa  a reír. 

—No haré nada que no quieras, Alika. —dice. —te aseguro que lo que haga será porque lo pidas, porque lo deseas, tanto como yo. ¿Por qué retrasar lo inevitable?

—Thanos. 

—Al menos tienes buen gusto. —sonríe.

dice refiriéndose a mi comentario sobre la saga de avengers. 

La azafata pasa y le retira la taza vacía de la mano. 

—Mi novia y yo necesitaremos un espacio…más privado. —dice mirándome a los ojos. 

Le sostengo la mirada sin poder evitarlo. 

¿Ha dicho su que?

—¿su novia?

—Un espacio privado. —él la mira entonces y ella asiente, esta vez con más temor que lascivia. 

El ha marcado el territorio. 

—Marcus…

—Y una botella de…lo que sea que le haya traído antes. 

—Marcus….¿qué pretendes?

—Privacidad. 

La joven vuelve unos minutos después y él se levanta 

—Vamos, —extiende su mano y me quedo mirándole como si fuese la invitación del diablo para arrastrarme con él a las abrasadoras llamas del infierno. 

—Marcus…

—No digas que no. 

Miro a la azafata que está  a un lado. 

Ya no tan segura ni dando miraditas a Marcus cargadas de deseo. 

¿Qué es lo peor que puede pasar?

Me intriga saber qué más puede hacer con esa boca. 

Pero tampoco quiero que piense que me tiene comiendo de su mano. 

Sin embargo, es una de esas cosas que solo pasan una vez en la vida. 

¿Por que atreverme a decir que no?

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