Los secretos del Sr. Guillier
Los secretos del Sr. Guillier
Por: sheyla garcia
El avión

Horas de ansiedad y aburrimiento. 

Demasiado tiempo libre para pensar. 

No quiero pensar en qué estoy soltera otra vez

no quiero pensar en el compromiso roto que me dejó sola. 

Cuando pienso las cosas y cómo pudieron haber sido con Chris, mis ojos me traicionan y se dejan convencer por las lágrimas gruesas y pesadas. 

Un mes. Un mes había transcurrido desde que mi compromiso con Chris se había ido a la m****a.

Yo, Alika Pierre, con mis veintitres años, tenía al hombre perfecto a mi lado, un trabajo en el más que próspero y solicitado de la ciudad, sin hijos, sin responsabilidades más que mi madre y mi tia. 

No tengo a nadie más con vida que dependa de mí ni de mi salario. 

Mi madre y tia viven en Lanai, una pequeña isla perteneciente a Hawaii. 

Lanai es mi hogar, una isla pequeña y tranquila en Hawái que parece estar escondida del resto del mundo. Crecer allí fue como vivir en un rincón apartado de la civilización moderna, rodeada de montañas verdes, playas solitarias, y un ritmo de vida pausado que te invita a disfrutar cada momento.

Lo que más amo de Lanai es su sensación de comunidad. Todos nos conocemos, nos ayudamos y compartimos una conexión que no he encontrado en ningún otro lugar. Recuerdo pasear por las carreteras sin prisa, el aire fresco del océano llenando mis pulmones, y el sonido de las olas como música de fondo constante. No hay muchas distracciones ni el bullicio de las grandes ciudades; es un lugar donde la naturaleza es la verdadera protagonista.

Aunque Lanai me regaló una infancia llena de paz y conexión con la tierra, también sentía la necesidad de buscar más allá. Fue difícil dejarla atrás cuando me mudé a Nueva York, pero sabía que tenía que hacerlo para perseguir nuevas oportunidades. Aún así, siempre que cierro los ojos puedo ver esas colinas y sentir el calor de mi hogar.

Muchos me criticaron en principio por irme, por evitar ser una más del monton. Pero yo no quería quedarme como mi madre, como mi tia. mujeres que al igual que muchas más nunca se habian subido a un avión, que no conocían nada más que las esquinas de la isla. 

Me vale madres lo que opine la gente. Seré frívola, orgullosa, odiosa y creida, un sin fin de adjetivos que muchos conformistas puedan usar para describirme, pero pocas han alcanzado los logros que tengo. Pocas de mi pueblo han logrado hacerse con una carrera que no sea tener un puesto de pesca y frutas. 

No las critico ni cuestiono, pero eso no era lo que yo deseaba para mi. 

Tampoco era lo que mi madre deseaba para su hija, su única hija. 

Conseguí comprar mi apartamento en New York, tan solo hace un año, 5 años de puros sacrificios y cohibiciones. Pero me encanta. El depa es como un play. Todo en granito y madera preciosa. Me he dado los gustos que siempre quise en estos últimos años desde que fui ascendida como jefa de producciones. Soy la segunda en al mando. Todo lo he ganado a base de sacrificios, trasnochos y sin tener que dar mi cuerpo para conseguir nada. Mi inteligencia es más que suficiente. Claro que eso no significa que en realidad sea frívola. Me gusta el sexo. Sé lo que me gusta y lo que no. Conozco mi cuerpo, cada centímetro, cada lugar donde mis sensaciones son más intensas. Sé cómo excitarme y cómo enloquecer a un hombre.

Se lo que quiero de la vida, puedo tener veintitres años pero se lo que deseo conseguir. se a donde quiero llegar. 

se que deseo remodelar por completo la casa de mi familia materna, que deseo construir el hostal de mi sueños. 

Lanai es una isla turística. recibe miles de turistas mes tras mes. ¿Por qué no sacar potencial de eso?

Es mi meta para antes de cumplir los veinticinco. 

Mi madre y mi tia estan de acuerdo. 

Su apoyo es lo único que me importa. 

Ahora divago en un asiento de avión de camino a Lanai, de camino a un futuro desconocido.

Chris Canceló el compromiso. 

Me dejó. 

Mi novio —El hombre con el que mantengo relaciones sexuales más de cuatros veces a la semana— de hace dos  años cortó conmigo hace tres días. Me propuso matrimonio, y yo entendía que no era el momento. Sigo entendiéndolo, lo creo aún. A pesar de eso, en contra de mis principios, acepté. Pensé que podía postergarlo, dejarlo para dentro de unos años aunque el anillo estuviera en mi dedo. 

Nunca he creido en el matrimonio. a mi madre ciertamente no le funcionó. Es más, ni siquiera se llegó a casar. El único matrimonio estable que conozco es el de mis tios y con la muerte de mi tio, supe que no quería pasar ese dolor.

mi tia nunca se casó. nunca miró a nadie más. 

para ella solo existió mi tio como su gran amor. 

—Odio los vuelos largos. Más aún viajando al lado de una completa extraña. —dice. —Soy Marcus —se presenta el hombre a mi lado.

—Aun diciendo mi nombre, seguiré siendo una extraña. —le contesto. —Alika —me presento sin mirarlo si quiera. 

Ruego al cielo que este viaje acabe rápido. 

Se escucha la voz del capitán, quien informa que despegaremos pronto. 

—¿Que te trae a hawaii? ¿Por negocios o por placer? —escucho que me pregunta el hombre. 

—Placer. Bueno, más bien no es por placer—Saco de mi cartera los auriculares y busco las canciones en mi playlist.—Es necesario un escape. 

—¿Necesidad? —replica el hombre, levantando una ceja. —Eso suena intrigante. —Para nada lo era. todos necesitabamos en algún momento escapar. Pero se que el solo quiere plantarse conversación. — ¿Viajas por necesidad? ¿Compromiso familiar? 

—Hablas mucho, ¿te lo han dicho? —pregunto. 

—Cuando estoy nervioso al lado de una bella dama que no me mira siquiera  a los ojos, si. 

—¿Te ha funcionado antes ese cliché?—inquiero. —notas los audífonos? se usan para no hablar durante el vuelo. 

—Correcto. pero te pierdes de muchas cosas por estar metida en ella. 

—Sí, a veces la música es lo único que puede sacarte de un mal día —respondo mientras enchufo los auriculares. 

—No puedo estar más de acuerdo. ¿Qué tipo de música necesitas para escapar? —su tono es curioso, casi como si quisiera saber más.

—Un poco de todo, pero sobre todo algo que me haga olvidar, aunque sea por un momento. —Empiezo a escuchar una melodía suave, y me dejo llevar por el ritmo. 

El hombre asiente, pensativo. 

—A veces, una buena canción es lo mejor que podemos tener.— Dice. 

—A veces es lo que necesitamos para complacer nuestra sed de tranquilidad. 

—Soy bueno complaciendo, si eso necesitas. 

Cómo dijo esas palabras hace que lo mire.

Es un hombre entrado en los treinta de tez clara, pelo castaño claro  y ojos color verde muy claros. Sus labios son carnosos y dibujan una sonrisa lobuna. 

—¿Algo más que necesites aparte de comerme con los ojos? —inquiere con la ceja izquierda arqueada. 

El color rojo del sonrojo sube a mis mejillas. 

Tengo veintitrés  años, no debería sentirme bochornosa ni nada semejante. He tratado con hombres más atractivos. No sé por qué me siento como una novata, ya no soy una niña. Mi reacción ante este hombre es similar a la que tuve en mi pubertad ante ciertos chicos atractivos que me habían gustado, pero no me atreví a hablarles.  

Marcus no tiene nada de niño bonito. Al contrario, tiene más de treinta, mide, diría yo, más de un metro noventa y posee una figura musculosa y rasgos muy bien definidos. Sí, esa camisa marca su cuerpo y sus piernas largas casi rozan el asiento delantero. 

Humedezco mis labios mientras saboreo los de él en mi mente.

Sus ojos sonríen. Se gira, mira al frente y da por terminada nuestra conversación. 

¿Él da por terminada la conversión?

es orgullo lo que percibo. 

—Pendejo —murmuro. La decepción ocupa mis labios.

—¿Algo que decirme, Alika? —cuestiona sin mirarme. 

—Nada.— respondo, pero algo se remueve en mi interior. la forma de el decir mi nombre me deja embobada. 

—Parece que sí dijiste algo —responde, ahora mirándome de reojo. 

—Solo pensamientos en voz alta —mejor me hago la desentendida. No quiero seguir en esta interacción incómoda.

—A veces es mejor hablar —dice, con una leve sonrisa. Hay algo en su tono que me hace dudar. 

—Tal vez. Pero a veces también es mejor dejar las cosas en el aire. —Pongo más atención a la música, tratando de restarle importancia al momento. 

—¿Y si el aire es lo que te está ahogando? —Su pregunta flota entre nosotros, y no puedo evitar girar la cabeza para mirarlo de nuevo. 

—Entonces hay que buscar la manera de respirar. —Aún con los auriculares puestos, sus palabras se quedan dando vueltas en mi mente.

Un completo desconocido tiene la destreza de hacerme desear tener sexo en el baño de un avión.

Este tipo de relación momentánea es perfecta para mí.

Perfecta en este instante.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo