CAPÍTULO 6

Iba en el hombro de Dominic, tenía muy buena vista de su trasero, me daban ganas de tocarle uno de sus glúteos o tal vez los dos. ¡Bell Concentrate! 

 —¡Dominic bájame! —Grité, pero este no se detenía. De pronto escuché gritos y varias personas reunidas en un lugar —¿Qué sucede? ¡Dominic! —Por más gritos; por más ruegos, este hombre no se detenía, sus pasos avanzaban hacia la salida. 

El cambio de clima fue notable al encontrarnos en la calle, el aire helado de la noche golpeó nuestros cuerpos. Lo siguiente fue sentir como Dominic me bajaba de su hombro y me colocaba en un sillón. Se trataba de un auto. 

—Ahora te quedas ahí, no quiero que salgas huyendo. 

—¡No puedes hacerme esto! —Grité, quería regresar al baño, Javier prometió que volvería por mí. 

—¡No insistas Bell! —Espetó. Sentí un mareo, así que me recosté en el sillón, mi cuerpo se elevaba de temperatura, sentía demasiado calor, toqué  mi frente, esta empezaba a sudar. Sentí cómo Dominic tomó su lugar; arrancó el auto y empezó a conducirlo. 

—Necesito que vomites Bell, antes de que la droga llegue a su punto máximo. 

—Yo… no puedo estar drogada, ni siquiera las consumo —Seguía con la cabeza hacia atrás y los ojos cerrados, mi cuerpo pesaba cada vez más. 

—¡Vamos Bell, tienes que intentarlo, en cuanto sientas la necesidad de hacerlo, me indicas yo pararé el auto para que lo hagas —Me concentraba en provocar náusea, en ordenar a mi cerebro el querer vomitar, pero nada —Vamos Bell! Puedes hacer algo mejor que eso

—¡En serio lo intento! 

Sentí como el auto se detuvo, abrí mis ojos y me encontré con una carretera oscura —Me recuerdo una historia muy chistosa que Martín me contó —Inicio Dominic —Para nuestro proyecto de ciencias debíamos comprobar sobre la descomposición provocada por el moho...

—¡Por favor no sigas! —supliqué, esa historia era demasiado asquerosa 

—Tenían un sándwich de jamón en la habitación de Martín, cierta niña quiso vengarse de su hermano por comerse su pastel de chocolate

—Y me comí el pan... —Dije con asco, recuerdo que mi hermano no paraba de reír. El muy idiota se comió el último pedazo de pastel de mi cumpleaños, entré a su habitación a escondidas y encontré el pan, creí que era especial para mi hermano, ya que tenía una nota de ¡NO TOCAR! 

—Ese pan estaba asqueroso, estaba verde de tanto hongo ¿Cómo fuiste capaz de comerte eso y seguir viva? 

—¡Cállate Dominic, eso fue asqueroso! 

—Estoy seguro que una o dos larvas ya se encontraba en el jamón —Recuerdo que me intoxiqué ese día, no paraba de vomitar, realmente fue asqueroso 

—Te imaginas, las larvas y el moho juntos en tu boca, mientras los saboreabas... —Salí del auto y corrí hacia uno de los árboles. 

Abrí mi boca y solté el primer vómito, mi cuerpo sudaba ante el esfuerzo que provocaba estar haciendo esta acción. —¡Dios mío! —bufé, estaba agotada. Quise caer al suelo pero me detuve del árbol 

—¡Toma! —Indicó Dominic y extendió un pañuelo, lo tomé y limpié mi boca y mi frente. Ahora me sentía peor. Quise dar un paso, pero casi caigo al suelo, si no fuera por un par de brazos que me sostuvieron, en otra ocasión me hubiera sentido en el cielo, abrazada por Dominic, pero en este momento solo quería descansar, porque en cualquier momento caería desmayada  —Muy bien Bell, ahora bebe agua—me acercó una botella que no tenía idea de dónde la había sacado. 

Regresé al auto con su ayuda, me puse el cinturón y él arrancó nuevamente. Mientras tanto, tomaba el agua como si regresara de un gran desierto, no tenía límite, tomaba y tomaba, necesitaba refrescar mi cuerpo; sobre todo, humedecer mi garganta.

Llegamos al edificio en donde se encontraba mi apartamento, él estacionó y quiso bajarse, pero lo detuve. —No es necesario, me encuentro mejor —Noté que mi mano tocaba su brazo, levanté mi rostro y me encontré con sus ojos mirándome detenidamente. Eso provocó un fuerte escalofrío que recorrió desde la punta del pie, hasta mi último cabello. 

Lo solté lentamente, metió la mano en su pantalón y sacó una pequeña tarjeta. —Toma, allí encontrarás mi contacto, cualquier cosa que necesites solo llámame; descansa necesitas reposo, tomá mucha agua y si puedes vomitar nuevamente hazlo para que no quede rastro, vuelvo a repetir, si necesitas algo llámame —Miré detenidamente aquel papel: Dominic Nolan. Su número de teléfono venía incluido

—Gracias, pero no la necesito —extendí mi mano con su tarjeta, para devolverla —Tengo amigos si necesito algo 

—¿Quiénes? ¿Lo que te drogaron en el bar?

—¡Nadie me ha drogado Dominic! tal vez.. fue un error o algo así 

—No fue un error, ¡No seas tan ingenua! 

—Además, te iras en pocos días ¿Qué pasará si te llamo? Tomarás un avión de Irlanda y vendrás corriendo hacia mí. ¡No lo creo! 

—No me iré —Lo miré sorprendida —Estaré unos meses en la ciudad, así que puedes llamarme para lo que sea…

—Pero Diara dijo que solo estarían por unos días... —Intervine

—Ese era el plan, pero las cosas cambiaron; en la ciudad encontré algo que buscaba por años y no me iré hasta obtenerlo —Sus palabras erizaban mi piel, tenía que el presentimiento que él no se estaba refiriendo a un objeto si no a una persona —. Ella se irá por un par de semanas y regresará 

—No importa, estoy segura de que no necesitaré de tu ayuda. Sé cuidarme sola 

—Tal y como lo hiciste esta noche. Llévate la tarjeta, estoy seguro que en algún momento necesitarás de mí —Dominic soltó su cinturón de seguridad y se acercó a mí, lentamente. ¿Qué estaba haciendo? Una de sus manos rodeó mi cintura. Mis sentidos se pusieron alerta ante su contacto, su aliento inundaba mi nariz, alcohol combinado con tabaco. 

¡Click! soltó el cinturón de seguridad, y a los pocos segundos el sonido de la puerta abriéndose para darme salida libre. Regresó a su posición inicial y subió una de las comisuras de sus labios, tratando de simular una media sonrisa.  

—Gr… gracias —dije mientras salía del auto. Caminé lo más rápido que pude, no quise mirar atrás, pero escuche los rechinidos de los neumáticos al entrar por la puerta del edificio. Me giré, él ya no estaba.  Tomé el ascensor y llegué a mi apartamento —¿Mi móvil? —toqué las bolsas de mi pantalón y no lo encontré, lo había perdido en algún momento de la noche. ¡Dios mio! ¿Y ahora como le daría aviso a Riana? Estaba segura de que ella estaría preocupada por mi paradero, además me preguntaba ¿Javier regresaría por mí? ¿Qué pensaría si no me encontraba en los baños? y lo más importante 

Sentí mi cuerpo débil y asqueroso, sudor y mal olor por todos lados. Decidí tomar una ducha antes de ir a dormir.  Mientras trataba de cerrar mis ojos solo una persona venía mi mente; la única persona que había sido culpable de lo que me sucedió esta noche. Peter. Estaba segura de que el muy desgraciado le había agregado algo a mi bebida, nadie más que él, solo él. 

—¡Maldito idiota! —Iba a pagar muy caro su atrevimiento.

(...) 

—¡Buenos días Maggy! —Saludé, al llegar a la cafetería, ella se encontraba con el teléfono en la mano, conversando con alguien. 

—Sí, si acaba de venir, todo está bien, no te preocupes —Me pareció extraña la llamada ¿Quién preguntaba por mí? 

—Era Riana —Mencionó Maggy —Me llamaba porque estaba preocupada por ti

—¿Ella está bien? —Pregunté 

—No, no lo está —Sentí un mal presentimiento 

—¿Qué le pasó? Maggy ¿Cómo está? 

—Ella está en la cárcel —¿La cárcel? 

—¡¿Qué hace en ese lugar?!

—Al parecer tuvo un problema en un bar de anoche, pero no está sola

—Pablo y Javier la están acompañando, los tres están en la cárcel. Pasaron toda la noche en el lugar —¡Dios mío! ¿Qué había pasado? —Muy bien Bell, tendrán que ir a la comisaría con Francisco, necesitan que alguien vaya por ellos. 

Mientras que yo estaba en mi cama muy cómoda, ellos habían pasado la noche en la cárcel y tal vez por mi culpa, incluido Javier, ¿Que había pasado con Peter?

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