CAPÍTULO 5

—Lo lamento Bell, pero eres una mitómana —Yo no podía ser una mitómana, me negaba al resultado que la psicóloga me estaba diagnosticando. La mitomanía era una enfermedad y yo me negaba a estar enferma. 

—Eso no puede ser cierto, mentir es algo común en el ser humano, todos lo hacemos, ¿Acaso usted no ha mentido? 

—Claro que lo he hecho, el ser humano miente por naturaleza, pero cuando se convierte en una necesidad; cuando las dices como algo normal y no sientes ni un solo remordimiento; cuando es parte de tu vida, eso es ser una mitómana —Estaba enmudecida, estaba enferma, era una mentirosa compulsiva —Esto parece algo inofensivo, pero no es así, cuando tus mentiras dañan a las personas que te rodean; cuando lastimas sus sentimientos, el único afecto no serás solo tú, sino ellos, se sentirán traicionados. Así que Bell, trataremos la manera de controlar tu mitomanía, trataremos la manera que puedas relacionarte con la sociedad sin necesidad de mentir. 

Nunca iba a regresar a la sociedad, no estaba dispuesta a dañar a más personas. Terminé con una psicóloga al finalizar la preparatoria, mis mentiras habían hecho daño a mi mejor amiga y muchos otros solo siguieron mis engaños. Me sentía realmente culpable, lo mejor era alejarme de todas las personas a las que amaba. 

Desde aquel día en la clínica me prometí que no sería una persona sociable, no estaría dispuesta a dañar a más personas

—Riana, este lugar no va conmigo, es mejor que me vaya a mi casa —Estábamos en un bar con Riana, Pablo y Peter y tenía el presentimiento que esto era un gran error. 

—¡Claro que no! Ya estamos acá y ahora no te irás — Entramos al lugar, yo tomada del brazo de mi amiga. El lugar estaba lleno de personas, luces de colores se veían desde el techo y una música ruidosa inundaba el bar, tenía años que no pisaba un lugar así. 

Mi brazo estaba aferrado al de mi amiga, tenía demasiado miedo de estar rodeada de personas, bueno lo único que podía hacer era mantener mi boca cerrada, si no dices nada, no mentiras, así de simple. 

Nos sentamos en una mesa circular, al igual que el sillón, me senté al lado de Riana y al lado mío Peter. 

—Bienvenida Bell, espero que te guste el lugar —Gritó en mi oído Peter 

—Gracias por la invitación —Respondí casi gritando por el volumen de la música. 

—¿Quieres algo de tomar? —Me sorprendían las atenciones de Peter, él nunca me había invitado o tratado de esa manera, de un “hola” no pasaba  

—Si… gracias —Él se puso de pie y se dirigió a la barra 

—¡Javier, por acá! —Gritó Pablo, solo de escuchar su nombre y que estaría en cualquier momento cerca de mí. 

—¡Buenas noches! —Saludó, a Pablo le dió un apretón de manos y a Riana la saludo con un beso —¡Hola…! —Me miró, me sentí avergonzada, solo jalaba las mangas de mi blusa, cuando estaba nerviosa solía sudar de las manos, así que me las limpiaba con mi blusa 

—Bell, Javier… se llama Bell y trabaja conmigo en la …

—Lo sé Riana —Interrumpió. Solo extendió su mano y se sentó al lado de Pablo —¿Dónde está el idiota de Peter? 

—Fue por una bebida —Respondió Pablo. Observaba detenidamente a Javier, su comportamiento era serio e intrigante, no podía negar que muchas veces soñé con que él me estampaba contra una pared y me hacía suya muchas veces. Mordí mi labio inferior solo de recordarlo. 

—¡Aquí tienes! —Una mano con un vaso intervino en mi vista, se trataba de Peter. 

—Gracias —Agradecí 

—¡Javier! ¡qué bueno que te dignaste acompañarnos! No tenías a alguna estudiante a quien acosar por ahí —Se burló, no me imaginaba a Javier como un acosador, más bien sería el acosado. 

—No digas tonterías, sabes muy bien que esas chiquillas no van conmigo —Respondió Javier.

—Cierto, las estudiantes y vírgenes no van contigo —Se burló Peter.  Al menos no era estudiante 

—Deja de molestar Peter —Mencionó Pablo —Deberíamos agradecer que Javier y Bell nos acompañan esta noche. Yo solo miraba atenta a cada uno de los chicos

Peter pasó uno de sus brazos sobre mi hombro y me acercó a él —¡Eso es cierto! ¡Vamos Bell! no has tomado nada de tu trago —Me sentía incómoda ante los atrevimientos de Peter, pero supuse que él estaba acostumbrado a tratar a las chicas de esa manera —Deberías vestirte de una manera más sexy, eso llamaría la atención de muchos hombres. 

—Solo llamaría la atención de hombres incorrectos —Mencioné —Para encontrar al hombre perfecto no es necesario ponerme ropas extravagantes; mi sola apariencia llamará su atenci...ón —Me dí cuenta que todos me veían con sorpresa ante mis palabras. Tomé el vaso que Peter me entregó y lo tomé de un solo. Tal vez esto calmaba los nervios que tenía al borde del colapso. 

Regresé mi mirada a los chicos, Riana y Pablo se besaban y Javier me miraba con curiosidad —Pues mientras encuentras a tu nombre ideal, ¡Vamos a bailar! 

—¡Siiiiii! —Gritó eufórica Riana, quien ya se había soltado de Pablo, se puso de pie y llevó a su novio a la pista. 

—No, no, no —Me negué de inmediato —No tengo idea de cómo bailar, prefiero quedarme aquí  

—Eso no pasará Bell, aquí sentada estarás aburrida —Literalmente Peter me llevó a la fuerza a la pista. —Vamos Bell, muévete un poco. Miré a mi alrededor, todos estaban bailando y siguiendo sus pasos con la música, traté de moverme un poco pero era inútil. No quería hacer eso. 

Peter puso sus manos en mi cintura y empezó a mover mis caderas. Algo pasó con mi cuerpo, ya que este respondió de manera inmediata y siguió sus pasó, sentí mi vista un poco nublada; la temperatura se elevaba y mi cuerpo con sensaciones extrañas. 

—Eso Bell, así muévete —susurró Peter en mi oído. quería detenerme pero mi cuerpo no reaccionaba ante las órdenes de mi cuerpo. Sentí las manos de Peter en mis caderas 

—¡No… Peter! —Balbuceé, traté de quitar sus manos de mi cuerpo pero era inútil, me sentía pesada y sin razón alguna. Todo a mi alrededor empezó a dar vueltas

—Detrás de esa ropa se esconde una mujer sexy —Peter mordió el lóbulo de mi oreja, se guido de un rastro de besos por todo mi cuello 

—Peter … de… déjame —Mi boca estaba seca —Pe… ter —Logré quitármelo e intenté caminar, pero solo chocaba entre cuerpos 

—¡Bell! No te vayas —Escuché la voz de Peter en mi oído —La pasaremos muy bien esta noche —Claro que no, algo pasaba con mi cuerpo, esto no era normal. Di manotazos a mi alrededor y sólo veía caras de Peter burlándose de mí. Su risa era la peor pesadilla, a pesar de mi vista borrosa leí el rótulo “Baños”. Tenía que llegar a ese lugar 

—¡Bell! ¡Bell! Espera —una mano tomó mi brazo 

—¡Peter déjame! —Espeté 

—Tranquila, no soy Peter —Esa voz, ¿acaso era un ángel? —¡Mírame Bell! —Sentí sus manos en mi rostro y esto si que era el cielo, los hermosos ojos de Javier me observaban 

—¡Javier! 

—Si Bell, ¡Déjame verte! —Su mirada reflejaba preocupación —¡Maldita sea! —Vociferó —Entra al baño Bell y quédate ahí, yo vendré por ti —Javier quiso alejarse, pero lo tomé de la mano 

—No me dejes sola, por favor —Era increíble lo que estaba haciendo. 

—Regresaré por ti Bell, ve a uno de los baños y trata de vomitar —Asentí y vi como se alejaba de mi mirada. Pero obedecí y entré a los baños. Utilizaba la pared como medio para caminar en la habitación, entré a un cubículo intentando vomitar, pero se me hacía imposible. 

Recosté mi espalda en una de las paredes, quería llorar, reir, gritar; todo al mismo tiempo. ¿Qué me estaba pasando? —¡Bell eres una tonta! —susurré, lágrimas brotaron de mis ojos sin ningún motivo, no tenía idea del porqué lloraba, tal vez porque todo esto era un desastre. 

Escuché que la puerta de los baños fue abierta, quedé en silencio, ya que no quería que Javier me viera llorando, limpie mis mejillas húmedas, pero estoy segura de que estaba hecha un desastre, el esfuerzo de querer vomitar me dejó debilitada. 

La puerta del cubículo fue abierta —Ya no eres una pequeña Bell —Él no era Javier —Tendré que salvarte de esta 

—No, no es necesario. Alguien más vendrá por mí —Me negué. Javier me prometió que vendría por mí, así que allí en suelo me quedaría. 

—No voy a dejarte sola Bell, ¡Te vas conmigo en este instante! —Sus fuertes brazos me levantaron y me pusieron sobre su hombre 

—¡Dominic, suéltame! —Exigí. 

—¡Quédate quieta! —Regaño, me hacía como un gusano mientras iba en su hombro —Lo primero es que debemos sacar esa droga de su cuerpo 

¿Droga? ¿Acaso me habían drogado?

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