Se acomodó en la cama y se afanó por volver a sus libros, pero le resultó imposible. El encuentro que sostuvo con su cuñado la había desestabilizado. La manera en que la miró y la mujer de la que habló. Desconocer los detalles que otros conocían la ponía en inferioridad, y era algo que le disgustaba. Cerró los ojos con fuerza en un vano intento por recordar algo, pero todo lo que su mente le ofrecía eran las visiones que ya había experimentado con amargas sensaciones que las acompañaban.
¿Por qué el trabajo me trajo tantos recuerdos? Pensó. Haber ingresadoa su empresa fue un respiro de alivio, y anhelaba experimentar más de eso, pero se hacía casi una ilusión. Miraba la casa en la que vivió por poco menos de diez años y le era desconocida. También el hombre que alguna vez amó, aunque no podía negar que se sentía segura junto a él. Ciro era un buen hombre, atento y respetuoso, que dejaba a la vista de todos cuánto la amaba. Vio que el picaporte de la puerta trató de girarse, y su corazón se aceleró, no quería a Brahim cerca de ella. No hasta cortar de raíz la aspereza que friccionaba en su relación y que, al contrario de su hermano, le generaba inseguridad y desconfianza. -¿Mio caro? –Lavoz de Ciro se oyó sofocada del otro lado de la puerta, entonces Bethany se lanzó de la cama y se apresuró a abrir. -¿Qué ocurre? ¿Por qué te has encerrado? La respuesta fue dubitativa. Consideró decirle la verdad: que la presencia de Brahim la atemorizaba. Sin embargo, no quería hacer crecer espinas entre los hermanos Tonali. Además no podía ser algo que perdurara por siempre. Quizás sea cuestión de tiempo para que, o se mejorara su relación con su cuñado o deje de importarle su presencia. -Estaba con los libros y no quería que nadie me interrumpiera. –Resolvió por decir, señalando la cama en la que figuraba el reguero de libros y el ordenador portátil. -Lo entiendo. Volveré luego, entonces… -No, está bien. No me vendría mal parar un momento. –Dijo reteniéndolo. Lo tomó de un brazo y lo haló dentro de la habitación. Ciro se sentó en la cama, apropiándose de uno de los libros y hojeando sus páginas, sin entender nada de lo que leía. A su prometida le quedaba un largo camino por trazar para llegar a convertirse en una agente de bienes raíces. -¿Cómo estuvo tu día? –Preguntó Bethany, acomodándose frente a Ciro que soltó la mirada del libro para dedicársela. -Lo esperaba peor, en honestidad. Hablé con mi jefe y le pedí, no, le exigí que me concediera algunos días libres y tras una larga discusión llegamos a un acuerdo mutuo y me los ha concedido. -Grandioso ¿no? -Por supuesto que sí. Te complaceré e iremos a la Bahía de Toscana y quizás nos escapemos a otros sitios. -¿Roma está en tu lista? –Preguntó la mujer, insistiendo sutilmente en querer revivir la experiencia en el vestíbulo del hotel. En serio ansiaba conocer el lugar en el que empezó su historia juntos. -Roma está apuntada sí. –Aseveró robándole una sonrisa. -¿Cuántos días te concedieron? -Seis. -¿Seis? –Repitió alarmada. -Es un tiempo un poco corto para aventurarnos ¿no lo opinas? -Antes me habría interesado por eso, y hubiese acortado la planificación que ya tengo en mente, pero ahora no me preocupa. Si de hacernos falta más días para disfrutar, me los tomaré sin siquiera consultarlo. -Podrías acarrearte problemas por eso. No tienes que hacerlo por mí. -Lo hago por nosotros, mio caro. –Dijo posando una de sus manos en su tobillo desnudo. –Han sido meses difíciles, nos lo merecemos. -¿Lo dices por el accidente o hay algo más? –Ciro suspiró. Había algo más detrás del accidente, había muchísimo más. Su relación llegó a pender de un hilo, tan severo fue que el que siguieran juntos era un autentico milagro. -En definitiva hay algo más, y te lo contaré en su debido tiempo. –Le dijo. Se acercó y le depositó un beso en la frente. Era amargo para élrecordar los malos momentos, más tener que contárselos. Por su honor de caballero no se lo negaría. Era su privilegio, o derecho, saber los detalles de su vida.El vuelo partía poco antes del mediodía, así que Ciro aprovechó la mañana para cumplir con algunos recados y dejar los negocios en orden. No confiaba mucho en Brahim quien a lo largo de su vida le demostró ser un hombre irresponsable e incumplido. Había grandes posibilidades de que, a la vuelta de sus vacaciones, las empresas estuvieran, si no en quiebra, al borde de la ruina. Las máquinas funcionaban debidamente. Se detuvo frente a la cinta corrediza, y tomó una de las latas que fabricaban, con una buena imitación de la etiqueta de formula para bebés pasó su dedo asegurándose de la calidad, que no se corriera la tinta. La regresó a la cinta para que siguiera su recorrido, al final sería llenada con el polvo blanco. Él se subió al ascensor para llegar a la última sala en donde los empleados terminaban de dar los últimos detalles a las latas, identificando sutilmente cuáles eran genuinas y cuáles imitación, para luego empacarlas en palés. El pedido que se alistaba sería enviado a Ru
El bikini de Bethany era azul índigo que dejaba poco a la imaginación, con flecos que bailaban de un lado al otro al caminar. Se había bronceado tumbada en la arena hasta notarse sofocada y entonces decidió entrar al mar que se contoneaban al ritmo de las olas. Ya recordaba cuáles habían sido sus ansias por acudir a esa playa. La veía en folletos y catálogos, deseando verse bajo su incandescente sol mientras rodaba sobre la arena y la cristalizada agua mojaba su piel. Era el Edén en la tierra. Salió del mar y se aproximó a su prometido que estaba cubierto por un toldo, presumiendo unos costosos lentes oscuros, sentado en una silla plegable. No había apartado sus ojos de su amada en ningún momento. -¿Nadas? -Preguntó Bethany acomodándose en la silla plegable junto a él y secándose sus mechones con una toalla. -Sí, aunque por ahora no tengo muchas ganas. -Se rehusó el italiano quitándose los lentes. No era entusiasta por convivir con la muchedumbre. Había sido la razón por la que se
Más calmado, retornó a la playa y su desagradable muchedumbre. Se presentó frente a su prometida con una sonrisa que eliminará de su rostro la amargura. -Lamento la demora, estaba... -Intentó analizar un pretexto, pero su mente era ineficaz para hacerlo. -Alguien del hotel me ha informado que el spa está listo. -Dijo Bethany no tan sonriente.-Lo había olvidado. -Dijo profiriendo una maldición. Planeaba sorprenderla. Una vez más permitía que su trabajo lo distrajera de lo importante. Avanzaron al hotel donde fueron guiados por una pareja de masajistas a una sala privada.Les apuntaron una segunda estancia en donde podían desprenderse de sus vestiduras. Estaban en pro de convertirse en un matrimonio así que a ambos los guiaron a la misma estancia. Si lo hubiesen consultado, Bethany se habría decantado una para ella sola.-Tranquila, no veré nada. –La consoló Ciro, conociéndola tan bien. Y añadió con un malicioso tono de voz, cargado de deseo: –Tú, en cambio, puedes ver si lo prefier
Los párpados de Bethany se levantaron abruptamente. Los malos sueños continuaban perturbando su descanso. Una persecución y disparos, ella corriendo, escapando de la muerte. Visiones que disparaba su ritmo cardíaco. Era tortuoso. Se giró sobre la cama notándose sola, Ciro no estaba. Dejó el lecho vistiendo una bata de seda azul a rayas blancas. Salió del dormitorio sin hacer ruido, su falta de calzado la hacía sigilosa. No tuvo que andar demasiado para encontrar a su prometido quien estaba en la sala de estar, sentado frente a una laptop que ni siquiera sabía cómo obtuvo. Reteniendo un aparato celular en su oído, que suponía no era el suyo, puesto que ése había volado en cientos de pedazos contra las piedras. -Deten la producción. En este momento la policía rusa ha de estar investigando su procedencia. Debemos mantener un perfil bajo. Cancela números telefónicos comerciales, correos o cualquier otro medio de contacto. -Escuchó Bethany a pesar del cuidadoso tono con el que hablaba.
Estiró una de sus manos para deslizar el reloj despertador y ojear la hora: 1:00pm. Bethany llevaba un largo tiempo en la cama sin lograr conciliar el sueño. Se calzó con unas pantuflas de tela peluche y abandonó la habitación. Sabía qué andaba mal con su descanso. Una noche durmiendo junto a Ciro fue suficiente para que su cuerpo recordara la esencia de dormir junto al cálido abrigo de otro cuerpo. Anduvo por los pasillos y llegó a la habitación en la que Ciro dormía. La puerta estaba entre abierta así que ingresó sin antes avisar. No había nadie. La cama estaba sin hacer y el ya conocido ordenador portátil de Ciro reposando sobre ella. En serio era un adicto al trabajo. Gateó desde la parte inferior de la cama para llegar al aparato que estaba sobre las almohadas. Y cuando sus dedos rozaron el ordenador, sintió una segunda mano que tomaba la suya. De un tirón Ciro la levantó y la besó. -¿Qué haces levantada? -Preguntó el italiano sobre sus labios.-Yo podría hacerte la misma preg
Brahim tomó un pedazo de tela color carmesí con el que vendó los ojos de una mujer blanca de cabello rojizo que estaba en medio de la estancia vestida tan solo con sus bragas de hilo blanco.-¿Qué piensas hacerme? -Preguntó Bethany, extasiada.Brahim se contuvo a cualquier respuesta, como era su costumbre. La esencia mística era parte del juego. Se posicionó a espaldas de su cuñada y dividió en dos mitades su cabello para depositar húmedos besos en el largo de su cuello y descendiendo por su espalda hasta quedar hincado. Asió sus bragas y las bajó a la altura de sus tobillos.Dio un suave beso a su nalga derecha, seguido de una indolora mordida. Bethany se mordió el labio inferior, sintiéndose deseosa. Brahim se puso de pie y recogió todo su cabello rojizo para tumbarlo hacia un costado.-¿Piensas en mi hermano? -Preguntó susurrado a su oído.-No. -Dijo en un gimoteó. Regocijándose en el masaje que Brahim daba a sus muslos, tentando su zona íntima. -No te pareces en nada a él.-¿Eso es
Bethany no había podido sacar de su mente ese recuerdo que de pronto arribó a su cabeza. En el que la reflejaba tumbada sobre su espalda con un fornido cuerpo encima de ella. Lo inusual, y lo que la tenía pensativa era que, por más que lo intentara, no conseguía vincular a Ciro con ese fragmento de su memoria. La pieza que encajaba con precisión era la de su cuñado. En principio, fue su perfume el que agitó la marea.-Bethany. -Mencionó el italiano por cuarta vez, logrando llamar por fin su atención. Entonces la aludida se percató que no había oído nada de lo que su prometido, alegremente le contaba.Estaban en la cafetería Florentín, desayunando. Si Bethany conociera a Ciro, sabría que una cafetería promedio donde servían capuchino de máquina no era un lugar que frecuentara.-¿Qué me dices? -Inquirió Bethany, picando de su ensalada. El otro suspiró.-Te estaba contando que tus padres regresaran a Estados Unidos la siguiente semana, pero antes se me ocurría que podíamos organizarles un
Dejó el cuarto de baño y notó que su prometida estaba preparada para salir de regreso a la calle.-¿A dónde irás? -Preguntó sin sonar celoso.-Con mis padres. Sé que en qué hotel se están alojando. –Respondió Bethany, guardando la libreta en la que anotaba las conjeturas de su vida en una pequeña bolsa de tela de cinturón cruzado.Su tono de voz era indiferente, la señal más clara con la que Ciro podía corroborar su desencanto.-Puedo acompañarte si quieres.-No, pero te lo agradezco. –No pensó en su respuesta. Cuando estuvo a punto de marchar fuera de la habitación, sintió la mano del italiano que retenía la suya.-Permite que llame al chofer, entonces. Aún no estás lista para manejar.-¿Tienes chofer?-Tenemos chofer, sí. –La corrigió.Era un debate en el que Bethany tenía pocos argumentos a su favor. Ni siquiera había intentado manejar desde que salió del hospital. Así que, tragándose su orgullo, aceptó. Esa parte de quién era seguía intacta, y a Ciro le ilusionó en alguna forma.