Nada más lejos que la realidad... LOL
Bethany estaba sentada en la tapa cerrada del toilette, sosteniendo una prueba de embarazo mientras que, con decepción en sus ojos, veía el negativo marcado. Suspiró y se levantó para luego salir del cuarto de baño. Ciro esperaba afuera, sentado en el bordillo de la cama sintiéndose la persona más miserable del mundo por fundar en una maravillosa mujer la posibilidad de convertirla en madre.-Salió negativo. –Dijo Bethany como si fuese a forjar en Ciro una sorpresa. El italiano, carente de valor, fingió entristecerse tanto como lo estaba ella. -¿Fue así de difícil la primera vez?-No que yo lo recuerde. –Dijo Ciro levantándose y tomando de los hombros a su prometida, reconfortándola. –No lo buscamos, tal vez sea por eso. Se besaron. Bethany, entre los fornidos brazos de su hombre, recostó la cabeza en su hombro rodeándole en un abrazo. Ciro le acarició la espalda, haciendo pequeños círculos. Maldiciendo para sus adentro el día que se conocieron. Era una increíble mujer que
La mansión Tonali estaba revestida de elegancia y formalidad en cada uno de sus rincones. Incluso el personal de servicio vestía con un coqueto uniforme negro con detalles verdes que no acostumbraba a usar en su día a día. Todo debía lucir bien para la gran velada.Bethany estaba en el cuarto de baño, terminando con su peinado. Vestía un flameante vestido rojo que le caía a la altura de sus tobillos y calzaba unas zapatillas de tacón alto, de color negro con rojo. De un estuche extrajo un collar de perlas y se intrigó al no ver los aretes a juego. Tras ponerse el accesorio, salió de la estancia a la habitación principal.-Querido ¿Has visto mis aretes de perlas? -Preguntó Bethany, hincandose para revisar en los cajones de la mesita auxiliar sin hallarlos allí tampoco. Viró la cabeza para ver a su prometido que, sentado en el borde inferior de la cama, parecía abstraído. Y así estaba. Aquella velada podía resultar mal de mil formas, especialmente para su amada.El cuerpo de su mujer r
A primeras horas del día, Bethany había ido a su empresa de bienes raíces como la atenta jefa que creía ser. Sin embargo, no tardó mucho tiempo en sentirse fuera de su elemento. No entendía la mayoría de las cosas que sucedían allí, y el sentimiento de lejanía volvía a albergarla. Así que dejó encargada a Lorient y se marchó de regreso a su casa, dispuesta a encontrar su verdadera pasión porque los bienes raíces desde luego que no lo eran. Quizás se dedicó a ellos porque resulta ser un negocio rentable, que genera mucho dinero o tal vez, fue presionada a hacerse con una carrera para tomar las riendas de su vida adulta, como fuere, no funcionaba más.Ya en casa, se dedicó a preparar una receta de donas horneadas que vio en un programa de televisión. Una de las cocineras acudió como su mano derecha, pues Bethany no tenía la menor idea de cómo funcionaban las cosas en su casa, ni siquiera sabía en qué cajón se guardaban los cubiertos. Lo que le pareció una vergüenza.-¿Y cómo van con los
La mañana de Ciro había transcurrido a mitad de la plaza principal de Florencia, sofocado bajo el intenso calor. Repartió unas improvisadas tarjetas de invitación a los transeúntes que vio pasar. No a cualquiera, sino a los que, según su juicio, presumían de un porte elegante y fino. Serían sus invitados a la boda.Lo pensó mucho y no podía creer lo idiota que había sido al invitar a sus conocidos, pero que eran ajenos a Bethany. Entonces, lo primero que se le ocurrió (no diría que era la mejor idea) fue invitar a unos completos desconocidos. Y así no tendría más ventaja que la novia. En el día más especial de sus vidas, ambos estarían rodeados de desconocidos.Regresó a su casa donde el sastre y sus asistentes ya estaban esperando. Sin perder tiempo, Ciro pasó al saloncito y se subió a un pequeño taburete redo
Eran las tres y catorce minutos de la madrugada (hora newyorkina). James se levantó de su cama y salió de su habitación para dirigirse a la de su hija. Abrió la puerta con extremo cuidado, procurando que las bisagras no sonaran y la encontró durmiendo, tranquila. Se la quedó viendo por varios minutos, pareciéndole la niña más hermosa que había visto en su vida. Mucho de su encanto era debido a su madre, de eso no tenía dudas.Cerró la puerta y regresó a su habitación. Se sentó en el borde inferior de la cama y sacó su celular móvil para realizar una llamada. El tono de marcada tuvo sus segundos de valía.-Señor Beghue ¿Tiene idea de qué hora es aquí en Italia? -Dijo Michael con voz adormilada.-No más tarde que en Estados Unidos, se lo aseguró. -Dijo tajante. No levantaba mucho el tono de voz por temor a despertar a Lauren. -No pierda más el tiempo y dígame por qué le urgía hablarme. ¿Ya encontró algo? ¿Sabe dónde está Anne?-El problema de ustedes es que se creen que nosotros, los de
Los hermanos Tonali yacían en la parte de enfrente de la mansión, jugando minigolf. Bethany, ignorante de un juego tan aburrido, decidió marchar al jardín posterior y refrescarse en el agua fría de la piscina. Luego de nadar de un extremo al otro sin ningún propósito, se recargó en el bordillo sobre su estómago, bebiendo sin prisa una piña colada.Usaba un bikini de cuerpo entero a pesar de las insistencias de su prometido porque usara un bikini de dos piezas. Con su elección cubría la cicatriz que sin quererlo la obsesionaba. La idea de ser madre recaía en sus recuerdos con más peso que solo unos instantes de amargura. Y los continuos fracasos en su intento por embarazarse contribuían a su ansiedad. Era casi una presión.Sintió un cuerpo que llegaba detrás de su espalda y se pegaba a ella. Seguidamente, una oleada de lujuriosos besos empezaron a marcarse en su cuello, hombros y espalda. Bethany se reconfortó en la ambrosiaca sensación y sin corte ni pudor, se echó hacia atrás, entreg
Cuando hubieron sucedido poco más de cuatro meses, Bethany Carter despertó del coma en una insípida y fría cama de hospital en la glamorosa ciudad de Florencia, en Italia. Sin el menor recuerdo de quién era, amnesia retrógrada fue su diagnóstico. El doctor Vitto, un hombre que a pesar de su avanzada edad, no sucumbía a los deterioros de la vejez, paseaba una suave luz por sus ojos, terminando con la revisión rutinaria. -Muy bien señorita Carter. Todo parece estar en orden, pero eso es algo que solo usted podría confirmarme. Dígame ¿algún mal la apercibido recientemente? -Preguntó el doctor.-No, en lo absoluto. -Respondió Bethany, sentada en la cama, vistiendo una bata de hospital. Era una mujer de tez pálida y cabello rojizo con un corte que le caía un poco más abajo de los hombros. -Perfecto. -Exclamó Vitto con simpatía, de pie en una esquina. -El señor Tonali se encuentra a esperas de poder verla ¿Desea que le permita el ingreso? -Inquirió. Bethany retorció la sábana, nerviosa. E
A mitad de la madrugada, Bethany se removía y pataleaba en la cama, por respeto, Ciro le dejó la habitación principal para ella sola, mientras que él se cambió a una de huéspedes. La mujer era atacada por lo que parecían ser pesadillas. Un par de orbes negros que la miraban en una solemne oscuridad y unas manos que apretaban su delgado cuello. Ella forcejeaba por querer sobrevivir, aunque despacio iba perdiendo la consciencia. Finalmente, despertó sobresaltada cuando en sus pesadillas cayó al suelo. Se sentó con la respiración agitada, mirando a sus alrededores. Encendió la lámpara sobre la mesita auxiliar reconociendo la habitación en que se hallaba. Su memoria seguía siendo ineficaz, y era perturbador. Pisó el suelo, descalza y se aproximó a la puerta, la abrió y asomó la cabeza; todo parecía estar en orden: había silencio y oscuridad, normal considerando las altas horas de la noche. Regresó al interior de la habitación y cerró la puerta con seguro, también la del balcón. Volvió a