- ¡Compórtate, Uziel! ¡No es digno de un príncipe! El muchacho escuchaba esa frase una y otra vez hasta el hartazgo. Pero, para él, su título no tenia ningún significado ya que pasó gran parte de su vida fuera de un palacio. “Al contrario que mis hermanos mayores, yo nunca recibí una educación estricta de príncipe”, pensó Uziel, mientras estudiaba en su habitación unas horas antes de su encuentro con la reina. “Durante mi infancia, me llevaba mejor con los niños plebeyos que con los hijos de los nobles y burgueses. Por eso me es más cómodo salir a pasear sin una escolta que cuide mi espalda” Tras un breve reposo, la reina se recuperó y pudo retornar a su trabajo habitual. Pero, esta vez, Brett y Eber la acompañaron para gestionar los documentos. Consideraron que así, Panambi no tendría sobrecarga de trabajos ni volvería a desmayarse del cansancio. En el fondo, el muchacho se sentía ansioso. Y es que, aún siendo un rebelde sin causa, nunca tuvo una aventura amorosa como lo tuvo Ebe
Tras el silencio, Uziel le dijo: - Aún si soy un rebelde y obstinado, sé bien cuál es mi lugar. Por eso, no me resistiré si quieres besarme… o algo más. Es eso lo que me hace un digno príncipe, ¿cierto? Panambi se acercó al muchacho y lo tomó del mentón. Uziel cerró los ojos y apretó los labios, mientras sus hombros temblaban. Aún si no lo decía abiertamente, no le gustaba la idea de llegar a ese punto de la relación. “Esta vez actuaré de otra forma”, se dijo Panambi. “Los adolescentes confían más en los adultos que acceden a escucharlos y respetarles su espacio personal. Quizás así logre detenerlo a mi lado, y más si de los hermanos, es el menos leal a su madre y patria”. - Lo de Zlatan me abrió los ojos. Si bien son mis esposos, eso no quiere decir que pueda aprovecharme de ustedes – dijo Panambi – Por eso, Uziel, quiero que seas sincero y respondas a mi pregunta: ¿Quieres que te bese? Uziel abrió los ojos ante la declaración de su esposa. Al final, respondió con un rotundo: -
- ¿Aun no encontraron nada? - No. ¿Y usted, querida esposa? - Nada aún. Cuando la reina se reunió con Brett en su habitación, tuvieron una breve charla sobre los documentos urgidos tanto en la oficina como en el depósito del palacio. Panambi aún recordaba lo que le reveló Uziel y lo que consiguió leer entre los apuntes de Brett. Como el joven príncipe acostumbraba a escribir las cosas que creía importantes en su anotador personal, la reina supuso que habría hecho algún apunte para resaltar los aspectos importantes sobre el secreto de su dinastía. “Coloqué todo de tal manera que Brett no se diera cuenta que inspeccioné su habitación. A todo esto…” - ¿Cómo está de salud, esposa? – le preguntó Brett. - Estoy bien, gracias a ustedes – le respondió Panambi. “¡Esta tratando de cambiar de tema!” - Me alegra poder escuchar eso – dijo Brett – me preocuparía si mi familia sufre algún daño. “¿Y si me considera su familia, por qué me oculta cosas?” En eso, decide acercarse a Brett y hac
- Mmmh… ¿La ex reina no estaría en peligro también? – Preguntó Eber – Ahora que ya no es reina, será blanco fácil para ese lunático. - Puede ser – dijo Zlatan – habría que avisarla de esto - Y supongo que también debemos avisar a la tal reina Jucanda – dijo Uziel – y mas por su dinastía, que es mucho más extensa que el de las demás reinas. - Roger cree que, una vez que se desentraña el gen de la juventud, éste se pueda transmitir de generación en generación de forma natural – indicó Panambi – Quizás, al ser Aurora la única sobreviviente de su dinastía y que no cuenta con ninguna descendencia, Roger querría ir por ella. Tendré que llamarla para que regrese al palacio. Panambi siguió leyendo. Ahí también explicaba, detalladamente, sobre el proceso de las células alteradas para mantener la piel tersa y suave, sin importar la edad del individuo. También tenía la teoría de que solo podía ser transmitido por el sexo femenino, lo cual pudo haber sido motivo por el que si o si se realizó
Eber permaneció boca arriba, mientras que Panambi le amarraba las muñecas y le contemplaba desnudo bajo ella. Luego, comenzó a acariciarle la piel, como si lo estuviese examinando a fondo. Los cabellos rojizos del príncipe estaban esparcidos por los costados en forma circular, como si fuesen llamaradas que pronto los consumiría por completo. - Han sido muy malos conmigo – refunfuñó Panambi, mientras comenzó a besarle el cuello – no deberían ocultarle cosas a su esposa. - ¿Entonces este fue el castigo que recibió Brett? – preguntó Eber, sin evitar estremecerse – Bueno, puedo liberarme de las sogas, pero, por ti, me contendré. Aún así, esto es peor que una tortura. Prefiero que me azotes. - No quiero dañar sus hermosos cuerpos – le susurró Panambi al oído, a la par que le daba un ligero mordisco en la parte arriba de la oreja – Ahora que sé que llevan el secreto de la juventud en la sangre. - ¿Y no te alegra tener a esposos que serán jóvenes y bellos por siempre? – le preguntó Eber,
Por su parte, Eber estaba vigilando la casa abandonada. En verdad parecía deshabitada de lejos pero, repentinamente, creyó ver a alguien asomándose por la ventana, como si se tratara de una persona capturada intentando escapar. - Puede que mi vista me engañe, pero hay alguien ahí – le dijo Eber a Van, que era uno de sus soldados extras. - No es por contradecirlo, su alteza – le dijo Van – pero el oficial a cargo ya mandó a sus guardias a que inspecciones esta casa. No encontraron nada. - Igual no hay que descontar que tengan alguna trampilla en el subterráneo – insistió Eber - ¿O acaso olvidaste de nuestra experiencia en el ducado de Celeste? Tanto Van y Rojo, como los escoltas del príncipe pelirrojo, se colocaron en distintos puntos, preparando sus rifles para acertar a cualquier sospechoso. Un poco después, Eber vio a Brett a lo lejos. Pero en lugar de acercarse, permaneció a una larga distancia. Eber recibió un mensaje de su hermano mayor diciéndole: - ¿Dónde están Zlatan y U
Tras terminar con el interrogatorio, Zlatan y Uziel se llevaron al bandido al palacio para que la reina dictara sentencia. También, acordaron con los oficiales una buena planificación para aumentar la seguridad en la villa. Por su parte, Brett y Eber fueron atendidos por el médico real, comprobando así que no resultaron heridos, pero si aturdidos por los disparos. La reina Panambi se acercó a ellos y les dio un beso a cada uno. Éstos, a su vez, la abrazaron y se quedaron así, por un buen rato. - Hemos fallado, esposa nuestra – dijo Brett. - Lamentamos haberla decepcionado – dijo Eber. - Lo importante es que están a salvo – dijo Panambi, acariciándoles sus largos cabellos – tómense un descanso y esperen a que hable con mis esposos más jóvenes. Si se portan bien, les invito a pasar por mi dormitorio para leerles un cuento. ¿De acuerdo? Ambos príncipes aceptaron con sus cabezas. Mientras se recuperaban, Panambi se acercó a Zlatan y Uziel y éstos le explicaron lo que pudieron sonsac
Cuando cortaron la comunicación, Eber le pregunto: - ¿Será que nuestra esposa querrá que contrates a más sirvientes? Ya de por si fue difícil contratar a Tim y Sam. - Si quiere que le sea devoto, deberá garantizar mi máxima comodidad en el palacio – dijo Brett, con una extraña sonrisa – ahora que Zafiro está malherido y Luis fue a una misión, más de uno querría aprovechar para atacarme o ignorar mis órdenes como esposo principal de la reina. Sé que Van y Rojo están de nuestro lado, pero no será suficiente. Necesitamos a más gente de nuestra confianza para sentirnos seguros en este lugar. Eber no dijo nada. Se percató de que Brett en verdad lucía muy cansado, por lo que le molestaba que accediera a usar su propio cuerpo de escudo para protegerlos a todos. Para el príncipe pelirrojo, Brett era frágil, tanto que temía romperlo con facilidad si llegaba a aplicar la fuerza sobre el cuando se enojaba. Y a pesar de todo, siempre conseguía salirse con las suyas, superando sus propios límit