Capítulo 36. La frustración de los príncipes (1ra parte)

Eber permaneció boca arriba, mientras que Panambi le amarraba las muñecas y le contemplaba desnudo bajo ella. Luego, comenzó a acariciarle la piel, como si lo estuviese examinando a fondo. Los cabellos rojizos del príncipe estaban esparcidos por los costados en forma circular, como si fuesen llamaradas que pronto los consumiría por completo.

- Han sido muy malos conmigo – refunfuñó Panambi, mientras comenzó a besarle el cuello – no deberían ocultarle cosas a su esposa.

- ¿Entonces este fue el castigo que recibió Brett? – preguntó Eber, sin evitar estremecerse – Bueno, puedo liberarme de las sogas, pero, por ti, me contendré. Aún así, esto es peor que una tortura. Prefiero que me azotes.

- No quiero dañar sus hermosos cuerpos – le susurró Panambi al oído, a la par que le daba un ligero mordisco en la parte arriba de la oreja – Ahora que sé que llevan el secreto de la juventud en la sangre.

- ¿Y no te alegra tener a esposos que serán jóvenes y bellos por siempre? – le preguntó Eber,
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