Los nobles y la reina no evitaron palidecer ante la forma en que trataban al criminal más buscado del país. Sin embargo, omitieron cualquier comentario y solo se limitaron a ver la transmisión. - Es cierto. Nuestra esposa puede impresionarse si nos ve cómo jugamos con Roger – dijo Brett – conociéndola, estoy seguro de que instaló algún micrófono o cámara oculta en este recinto mientras estábamos ausentes. - Pero no he visto nadie instalando nada – dijo Zlatan. - Quizás aprovecharon cuando hacían sus interrogatorios para hacerlo – dijo Brett – tú y Uziel son algo… entusiastas con esa clase de cosas, por lo que no son capaces de fijarse lo que pasa a su alrededor mientras torturan al sospechoso. - ¿Pero cómo puedes estar tan seguro? – le preguntó Rhiaim, mientras comenzó a mirar a su alrededor. - Es… solo una corazonada – dijo Brett, encogiéndose de hombros – Por eso debemos tratar de causar una buena impresión a nuestra esposa, mostrarle que somos chicos normales y que para nada t
El equipo de rescate llegó al palacio, siendo recibido por una gran cantidad de espectadores que querían ver a los heroicos príncipes del Este trayendo al sujeto que, por casi un año, secuestró y experimentó con niños de distintos estratos sociales. Brett se conmovió al ver cómo muchas personas les agradecía por todo lo que hicieron. Pero en el fondo se sentía preocupado ya que, tras priorizarse su rescate, muchos detractores de la actual reina lo consideraron su “favorito” y buscarían a toda costa arruinarla, a través de él. Sin embargo, estaba dispuesto a soportarlo si, con eso, ayudaba a los más vulnerables del sistema y protegía a sus aliados con su propia fuerza. La reina Panambi, al verlos llegar triunfantes, abrazó a Brett y Eber y les dio un beso a cada uno. Luego, miró a Brett y le dijo: - Me enteré que desobedeciste a tus hermanos mayores y te expusiste al peligro para “apoyarlos”. ¿Es que siempre tienes que ir al extremo? Brett puso una expresión triste, como si se es
Tras estar un par de minutos charlando de nimiedades, la reina salió de la habitación de Brett y se encontró con Eber, en el pasillo, apoyando su espalda contra la pared. Eber, al verla, se acercó y le preguntó: - ¿Cómo está Brett? - Está algo traumado – respondió Panambi, con una expresión de tristeza – casi volvió a su mutismo, pero logré calmarlo. A pesar de todo, admiro cómo siguió elaborando su proyecto y hasta armado un presupuesto. - Bueno, necesitaba distraerse con algo – dijo Eber, encogiéndose de hombros – también se ofreció a orientarme en mi propio presupuesto ya que soy malo con los cálculos. Ja ja ja. - Sí. A ti, con más razón, tendré que controlar tus ingresos – dijo Panambi, mirándolo fijamente - ¡Siempre gastas en tonterías! - Bueno, el tinte de cabello no es permanente – se excusó Eber – pero ya Brett me dio la “charlita” sobre responsabilidad financiera. Ni modo, necesitaré tanto su apoyo como el tuyo, querida esposa. - Bien, hablaremos de eso más tarde. Ahor
Al día siguiente, el castigo de Brett fue levantado para despedirse de sus hermanos mayores. Pero debido al estrés que sufrió en los últimos días, prefirió pasar más tiempo en su dormitorio que en cualquier otro lugar. Aún así accedió a ver a Aaron y Abiel antes de que éstos se marcharan. Como siempre, los dos duques no pararon de abrazarlo y decirle cosas como: - ¡Oh, Brett! ¡Te vamos a extrañar! - ¡Nos alegra que hayas crecido saludable! - ¡No preocupes a tu esposa ni a tus hermanos! - ¡Si pudiéramos, te llevaríamos con nosotros y te encerraríamos en una cajita para protegerte del peligro! - Mejor no – murmuró Brett, con una expresión incómoda - ¿Ya me pueden soltar? Es… vergonzoso. Como respuesta, los duques afirmaron más sus abrazos. Los escoltas de los duques trasladaban a Roger, quien aún seguía atado, amordazado y con los ojos vendados. En eso, Eber lo señaló y dijo: - ¡Guau! ¡No huele tan mal como cuando estaba en ese galpón! - Lo mandamos a limpiar – explicó Abiel –
Poco después, fueron a la sala de reuniones donde se oficiaría la triple ceremonia. Ahí, ya estaba un juez y un embajador del reino del Este que fue convocado para gestionar la renuncia de título de Uziel. Zlatan ya estaba ahí, vestido con un conjunto negro y una pechera circular dorada que solían lucir los nobles de la nación del Sur. Eso le sorprendió a Brett y Eber ya que su hermano de lentes iba siempre vestido con las túnicas típicas de su reino. Uziel, por su parte, lucía una camisola roja y pantalones negros bastantes desprolijos, alejándose así de su identidad de príncipe. La reina Panambi estaba con un vestido negro, algo impropio de ella porque casi siempre usaba uno blanco. La duquesa Dulce lucía un largo vestido rosado de mangas abultadas. Cerca de la duquesa estaban Rhiaim y Yehohanan. El duque lucía una túnica rojo oscuro y la condesa llevaba un vestido blanco y vincha de plumas coloridas. El juez se colocó delante del atril y, abriendo su documento, dijo: - Estoy aqu
Tras la ausencia de Zlatan y Uziel, la reina Panambi tuvo que reorganizar sus horarios de encuentro nocturno con sus esposos. Pero, también, comenzó a pasar el tiempo con ellos para cenar juntos, leer un libro o charlar en el patio para ponerse al día con sus actividades. Una semana después, la reina pasó la noche con Brett y, como siempre, él se encontraba acostado boca arriba, con ella encima. Mientras lo besaba, la reina notó que su dulce esposo comenzó a mover sus manos hacia arriba, apoyándolas por los costados. En eso, lo tomó de las muñecas y las aprisionó sobre el colchón, diciéndole: - Hoy no tienes permitido tocarme. Brett, que recuperaba el aliento, le preguntó: - ¿Aún sigues molesta por lo que hice en el pueblo? - Un poco. Pero puedo entender la situación. Ahora, deja que te “descontamine” y mantente quieto. La reina, sin soltarlo, volvió a besarlo y, esta vez, bajó hasta su cuello y le dio un leve mordisco que lo hizo gemir. En eso, lo contempló por unos instantes
Horas después, cuando cenó junto a sus esposos, ésta les habló sobre el mensaje que recibió de la reina Jucanda. Ellos también se alegraron al saber que su madre no los volvería a reclamar pero, también, se preocuparon al saber que más como Roger podrían venir a experimentar con ellos. - Supongo que debemos hacer un censo – dijo Brett – y si hay un “No identificables”, reubicarlo o recluirlo en algún lugar para saber de qué tribu proviene. - El problema son los pueblos antimonárquicos – dijo Panambi – si bien la condesa dijo que hablaría con la ex reina para que intercediera con ellos, no sé si todavía serán reacios a cooperar. - Y es muy probable que ahí se oculten más “No identificables” – dijo Eber - ¡Uf! ¡Todavía me da escalofríos recordar ese lugar! - Bueno, ya que son príncipes de nacimiento y vivieron con todas las comodidades, es natural que les choque esas zonas precarias – dijo Panambi – como pasé también por situaciones precarias, sé bien lo que se siente y no deseo que
- Tú serás la reina, pero yo seré quien lleve las riendas de esta relación.La reina Panambi quedó helada ante las duras palabras de su inocente esposo. O, al menos, eso creía de él en los primeros meses de convivencia. Aquel chico retraído y tímido, con problemas de dicción por su tartamudez e inofensiva apariencia, ahora la estaba confrontando tras la fuerte reclusión que les sometió a él y a sus hermanos en el palacio por temor a que les pasase algo. Y es que no le quedó otra opción debido a que había un malvado criminal que apuntaba hacia las reinas, por lo que todos los miembros de la realeza de los cuatro reinos del continente Tellus, estaban en peligro.Por su parte, el príncipe Brett tenía otra percepción de las cosas. Para él, era necesario encargarse del problema personalmente, ya que involucraba a su propia madre. Y aunque no le guardaba cariño por los años de maltrato que les sometió a él y a sus hermanos durante la infancia, juró protegerla por ser la reina del reino del