Tras terminar con el interrogatorio, Zlatan y Uziel se llevaron al bandido al palacio para que la reina dictara sentencia. También, acordaron con los oficiales una buena planificación para aumentar la seguridad en la villa. Por su parte, Brett y Eber fueron atendidos por el médico real, comprobando así que no resultaron heridos, pero si aturdidos por los disparos. La reina Panambi se acercó a ellos y les dio un beso a cada uno. Éstos, a su vez, la abrazaron y se quedaron así, por un buen rato. - Hemos fallado, esposa nuestra – dijo Brett. - Lamentamos haberla decepcionado – dijo Eber. - Lo importante es que están a salvo – dijo Panambi, acariciándoles sus largos cabellos – tómense un descanso y esperen a que hable con mis esposos más jóvenes. Si se portan bien, les invito a pasar por mi dormitorio para leerles un cuento. ¿De acuerdo? Ambos príncipes aceptaron con sus cabezas. Mientras se recuperaban, Panambi se acercó a Zlatan y Uziel y éstos le explicaron lo que pudieron sonsac
Cuando cortaron la comunicación, Eber le pregunto: - ¿Será que nuestra esposa querrá que contrates a más sirvientes? Ya de por si fue difícil contratar a Tim y Sam. - Si quiere que le sea devoto, deberá garantizar mi máxima comodidad en el palacio – dijo Brett, con una extraña sonrisa – ahora que Zafiro está malherido y Luis fue a una misión, más de uno querría aprovechar para atacarme o ignorar mis órdenes como esposo principal de la reina. Sé que Van y Rojo están de nuestro lado, pero no será suficiente. Necesitamos a más gente de nuestra confianza para sentirnos seguros en este lugar. Eber no dijo nada. Se percató de que Brett en verdad lucía muy cansado, por lo que le molestaba que accediera a usar su propio cuerpo de escudo para protegerlos a todos. Para el príncipe pelirrojo, Brett era frágil, tanto que temía romperlo con facilidad si llegaba a aplicar la fuerza sobre el cuando se enojaba. Y a pesar de todo, siempre conseguía salirse con las suyas, superando sus propios límit
El Palacio contaba con una extensa biblioteca que, si bien estaba hecha exclusivamente para los nobles, también los plebeyos podían acceder a ella. Y fue así que Zlatan, apenas ingresó al lugar, atrajo la mirada de un par de jovencitas que estaban haciendo sus tareas. - ¿Ese no es uno de los esposos de la reina? - ¡Sí! ¡El de lentes! Escuché que es todo un erudito. - Me gustaría hablarle, pero… ¿Prestaría atención a una plebeya como yo? - Ni aunque fuésemos damas nobles nos lo permitirían, ya que necesitamos el permiso de su esposa para hablarle. Zlatan escuchó la conversación, pero decidió ignorarla. Si bien era algo que siempre solía hacer debido a su actitud esquiva, en esos momentos lo hizo porque estaba aturdido por los últimos acontecimientos que afectaban de forma directa a su familia. Y, también, sospechaba que Brett les estaba ocultando cosas, lo cual le molestaba ya que éste siempre confiaba en él para respaldarlo con el poder del conocimiento. “Quizás he sido muy egoí
Zlatan meditó por un rato y, luego, dijo: - No tenemos ninguna relación. Apenas intercambiamos algunas palabras, las únicas veces que hablamos directamente fue cuando iba a leer en su palacio… ¡Y solo hablábamos de libros!. Ella me dijo que se enamoró de mí, pero no recuerdo haber hecho nada por ella para despertarle ese sentimiento. Pero… - el joven enmudeció y, poco a poco, sus mejillas se colorearon – Ella me dijo que piense por mí mismo. No sé qué será eso, pero me dejó reflexionando. Así es que, Uziel, ¿Crees que habría algo de malo en que, por un instante, pueda expresar mis sentimientos? - Yo lo hago todo el tiempo – dijo Uziel, encogiéndose de hombros – Aunque soy un príncipe, no recibí una educación estricta y, por eso, no sé nada sobre la “dignidad de príncipe” ni esas cosas. Eso me llevó a meterme en problemas, así es que no soy el indicado para darte consejos. Zlatan se mantuvo en silencio. Y es que, en el fondo, envidiaba a Uziel. Por más que lo regañaba, pensaba que s
Mientras Rhiaim y Aurora se preparaban para encontrarse con la espía de la condesa, el caballero Luis se estaba dirigiendo al palacio junto al príncipe del Sur y los sirvientes que éste decidió asignar para que sirvieran al príncipe Brett y sus hermanos. - Es raro que acceda a escoltarme hasta ese lugar, Luis – le dijo el príncipe, con una media sonrisa. - Tuve que hacerlo – resopló el caballero, con una mueca extraña – Si no, la “princesa” se sentirá ofendida. - ¿Aún usas ese mote con él? Creí que lo habías superado. - Bueno, nunca me dijo que dejara de llamarlo así. Pero no creo que eso te importe, príncipe Janoc. Janoc, quien se había ganado el título de príncipe tras aprobarse su relación con la reina Aurora hacia diez años, dio un ligero suspiro tras el comentario del hombre que siempre lo despreció por sus orígenes humildes. - Por cierto, ¿qué tal van las cosas con tu esposa? Escuché que tuvieron problemas en las tierras que le cedieron como su ducado. - Vamos bien – dijo
El escondite de la espía Azul quedaba a unos cuantos kilómetros del galpón, pero a tres días de viaje en carretera del ducado del Sol. Y fue por eso que Rhiaim, Aurora y sus escoltas viajaron en helicóptero hasta la zona indicada. El lugar consistía en una cabaña de madera, situada en un claro del bosque. Azul se cercioró de que no la siguieran y, cuando comprobó que el terreno estaba limpio, entró. Vio un helicóptero aterrizar cerca de la cabaña. De ahí bajaron Rhiaim y Aurora quienes, inmediatamente, entraron. Sus escoltas rodearon el lugar y desactivaron el motor de la nave para evitar hacer tanto ruido. - ¡Majestades! – saludó Azul, haciendo una reverencia - ¿A qué se debe que me pidieron que nos reuniéramos acá? - Mi esposa me informó de que te hirieron – respondió Rhiaim – pero te veo en buen estado y eso me extraña. ¿No le habrás enviado un informe errado? - No me he comunicado con ella aún – dijo Azul – y hasta ahora no fui herida, pero uno de los secuaces de Roger sospec
Los príncipes llegaron al galpón. Por suerte, decidieron seguir adelante porque el lugar se estaba incendiando. Brett, quien presenció a tres sujetos alejándose inmediatamente a la par que las llamas aumentaban de tamaño, presintió que ellos solos no podrían apagar el fuego ya que, si se concentraban en eso, los niños no podrían ser rescatados a tiempo. Su mente trabajaba a mil por hora para lograr solucionar ese problema. Y, al final, ordenó: - ¡Eber! ¡Contacta con los bomberos de las villas más cercanas! ¡Zlatan, sigue a esos sujetos y dispárales en las piernas con tus dardos! ¡Uziel, ven conmigo! Zlatan fue corriendo hacia los sujetos que habían provocado el fuego. Logró disparar sus dardos a uno, pero un segundo lo apuntó con una pistola. Justo en ese momento, la espía Azul hizo aparición y le disparó al bandido para defender al príncipe. - ¿Quién eres? – le preguntó Zlatan. - ¡Eso no importa! ¡Atrapémoslos y apoyemos a tus hermanos! – dijo Azul. Una vez que realizó los conta
“Al fin y al cabo, somos como sus rehenes”, pensó Brett, con tristeza. “Lo supe desde el inicio, pero aún con todo, le confié mi corazón… Lo siento, esposa nuestra. Aun cuando la ame, eso no quiere decir que esté de acuerdo con sus acciones. ¿No pudo pedir al capitán que nos apoyara en la operación rescate? ¿Por qué no confía en que regresaríamos a su lado? Por esta vez, me rebelaré ante ella. Solo espero que no descargue su ira contra mis hermanitos que, para eso, le confío mi cuerpo… y mi vida”. - ¡Muchachos! ¡Ahora! – gritó Brett. De inmediato, los cuatro príncipes sacaron sus armas y arremetieron contra los soldados de la reina. Éstos se defendieron con sus escudos, quedándose asombrados de la gran fuerza que tenían tras esos cuerpos delgados. - ¡No los subestimen! ¡Vayan con todo! – ordenó el capitán. Zlatan fue el primero en caer, ya que era miope y, sin sus lentes, se le dificultaba arrojar sus dardos. De inmediato, fue sujetado por sus extremidades, lanzado al suelo y amar