- Mmmh… ¿La ex reina no estaría en peligro también? – Preguntó Eber – Ahora que ya no es reina, será blanco fácil para ese lunático. - Puede ser – dijo Zlatan – habría que avisarla de esto - Y supongo que también debemos avisar a la tal reina Jucanda – dijo Uziel – y mas por su dinastía, que es mucho más extensa que el de las demás reinas. - Roger cree que, una vez que se desentraña el gen de la juventud, éste se pueda transmitir de generación en generación de forma natural – indicó Panambi – Quizás, al ser Aurora la única sobreviviente de su dinastía y que no cuenta con ninguna descendencia, Roger querría ir por ella. Tendré que llamarla para que regrese al palacio. Panambi siguió leyendo. Ahí también explicaba, detalladamente, sobre el proceso de las células alteradas para mantener la piel tersa y suave, sin importar la edad del individuo. También tenía la teoría de que solo podía ser transmitido por el sexo femenino, lo cual pudo haber sido motivo por el que si o si se realizó
Eber permaneció boca arriba, mientras que Panambi le amarraba las muñecas y le contemplaba desnudo bajo ella. Luego, comenzó a acariciarle la piel, como si lo estuviese examinando a fondo. Los cabellos rojizos del príncipe estaban esparcidos por los costados en forma circular, como si fuesen llamaradas que pronto los consumiría por completo. - Han sido muy malos conmigo – refunfuñó Panambi, mientras comenzó a besarle el cuello – no deberían ocultarle cosas a su esposa. - ¿Entonces este fue el castigo que recibió Brett? – preguntó Eber, sin evitar estremecerse – Bueno, puedo liberarme de las sogas, pero, por ti, me contendré. Aún así, esto es peor que una tortura. Prefiero que me azotes. - No quiero dañar sus hermosos cuerpos – le susurró Panambi al oído, a la par que le daba un ligero mordisco en la parte arriba de la oreja – Ahora que sé que llevan el secreto de la juventud en la sangre. - ¿Y no te alegra tener a esposos que serán jóvenes y bellos por siempre? – le preguntó Eber,
Por su parte, Eber estaba vigilando la casa abandonada. En verdad parecía deshabitada de lejos pero, repentinamente, creyó ver a alguien asomándose por la ventana, como si se tratara de una persona capturada intentando escapar. - Puede que mi vista me engañe, pero hay alguien ahí – le dijo Eber a Van, que era uno de sus soldados extras. - No es por contradecirlo, su alteza – le dijo Van – pero el oficial a cargo ya mandó a sus guardias a que inspecciones esta casa. No encontraron nada. - Igual no hay que descontar que tengan alguna trampilla en el subterráneo – insistió Eber - ¿O acaso olvidaste de nuestra experiencia en el ducado de Celeste? Tanto Van y Rojo, como los escoltas del príncipe pelirrojo, se colocaron en distintos puntos, preparando sus rifles para acertar a cualquier sospechoso. Un poco después, Eber vio a Brett a lo lejos. Pero en lugar de acercarse, permaneció a una larga distancia. Eber recibió un mensaje de su hermano mayor diciéndole: - ¿Dónde están Zlatan y U
Tras terminar con el interrogatorio, Zlatan y Uziel se llevaron al bandido al palacio para que la reina dictara sentencia. También, acordaron con los oficiales una buena planificación para aumentar la seguridad en la villa. Por su parte, Brett y Eber fueron atendidos por el médico real, comprobando así que no resultaron heridos, pero si aturdidos por los disparos. La reina Panambi se acercó a ellos y les dio un beso a cada uno. Éstos, a su vez, la abrazaron y se quedaron así, por un buen rato. - Hemos fallado, esposa nuestra – dijo Brett. - Lamentamos haberla decepcionado – dijo Eber. - Lo importante es que están a salvo – dijo Panambi, acariciándoles sus largos cabellos – tómense un descanso y esperen a que hable con mis esposos más jóvenes. Si se portan bien, les invito a pasar por mi dormitorio para leerles un cuento. ¿De acuerdo? Ambos príncipes aceptaron con sus cabezas. Mientras se recuperaban, Panambi se acercó a Zlatan y Uziel y éstos le explicaron lo que pudieron sonsac
Cuando cortaron la comunicación, Eber le pregunto: - ¿Será que nuestra esposa querrá que contrates a más sirvientes? Ya de por si fue difícil contratar a Tim y Sam. - Si quiere que le sea devoto, deberá garantizar mi máxima comodidad en el palacio – dijo Brett, con una extraña sonrisa – ahora que Zafiro está malherido y Luis fue a una misión, más de uno querría aprovechar para atacarme o ignorar mis órdenes como esposo principal de la reina. Sé que Van y Rojo están de nuestro lado, pero no será suficiente. Necesitamos a más gente de nuestra confianza para sentirnos seguros en este lugar. Eber no dijo nada. Se percató de que Brett en verdad lucía muy cansado, por lo que le molestaba que accediera a usar su propio cuerpo de escudo para protegerlos a todos. Para el príncipe pelirrojo, Brett era frágil, tanto que temía romperlo con facilidad si llegaba a aplicar la fuerza sobre el cuando se enojaba. Y a pesar de todo, siempre conseguía salirse con las suyas, superando sus propios límit
El Palacio contaba con una extensa biblioteca que, si bien estaba hecha exclusivamente para los nobles, también los plebeyos podían acceder a ella. Y fue así que Zlatan, apenas ingresó al lugar, atrajo la mirada de un par de jovencitas que estaban haciendo sus tareas. - ¿Ese no es uno de los esposos de la reina? - ¡Sí! ¡El de lentes! Escuché que es todo un erudito. - Me gustaría hablarle, pero… ¿Prestaría atención a una plebeya como yo? - Ni aunque fuésemos damas nobles nos lo permitirían, ya que necesitamos el permiso de su esposa para hablarle. Zlatan escuchó la conversación, pero decidió ignorarla. Si bien era algo que siempre solía hacer debido a su actitud esquiva, en esos momentos lo hizo porque estaba aturdido por los últimos acontecimientos que afectaban de forma directa a su familia. Y, también, sospechaba que Brett les estaba ocultando cosas, lo cual le molestaba ya que éste siempre confiaba en él para respaldarlo con el poder del conocimiento. “Quizás he sido muy egoí
Zlatan meditó por un rato y, luego, dijo: - No tenemos ninguna relación. Apenas intercambiamos algunas palabras, las únicas veces que hablamos directamente fue cuando iba a leer en su palacio… ¡Y solo hablábamos de libros!. Ella me dijo que se enamoró de mí, pero no recuerdo haber hecho nada por ella para despertarle ese sentimiento. Pero… - el joven enmudeció y, poco a poco, sus mejillas se colorearon – Ella me dijo que piense por mí mismo. No sé qué será eso, pero me dejó reflexionando. Así es que, Uziel, ¿Crees que habría algo de malo en que, por un instante, pueda expresar mis sentimientos? - Yo lo hago todo el tiempo – dijo Uziel, encogiéndose de hombros – Aunque soy un príncipe, no recibí una educación estricta y, por eso, no sé nada sobre la “dignidad de príncipe” ni esas cosas. Eso me llevó a meterme en problemas, así es que no soy el indicado para darte consejos. Zlatan se mantuvo en silencio. Y es que, en el fondo, envidiaba a Uziel. Por más que lo regañaba, pensaba que s
Mientras Rhiaim y Aurora se preparaban para encontrarse con la espía de la condesa, el caballero Luis se estaba dirigiendo al palacio junto al príncipe del Sur y los sirvientes que éste decidió asignar para que sirvieran al príncipe Brett y sus hermanos. - Es raro que acceda a escoltarme hasta ese lugar, Luis – le dijo el príncipe, con una media sonrisa. - Tuve que hacerlo – resopló el caballero, con una mueca extraña – Si no, la “princesa” se sentirá ofendida. - ¿Aún usas ese mote con él? Creí que lo habías superado. - Bueno, nunca me dijo que dejara de llamarlo así. Pero no creo que eso te importe, príncipe Janoc. Janoc, quien se había ganado el título de príncipe tras aprobarse su relación con la reina Aurora hacia diez años, dio un ligero suspiro tras el comentario del hombre que siempre lo despreció por sus orígenes humildes. - Por cierto, ¿qué tal van las cosas con tu esposa? Escuché que tuvieron problemas en las tierras que le cedieron como su ducado. - Vamos bien – dijo