- ¡¿¡Los cuatro!?! – dijeron Brett, Aurora y Yehohanan, al unísono.
- Así es – insistió la reina – si bien la idea es pedir por la mano del príncipe Brett, pienso que lo mejor para ambos reinos sería que me casara con todos los príncipes solteros del Este. El príncipe Rhiaim ya saldría de la ecuación por estar casado con usted, condesa Yehohanan – ante esto, le sonrió a la condesa – y los demás príncipes que quedaron en el reino del Este también formaron sus propias familias, según las fuentes. Por lo tanto, me gustaría casarme con los que quedan y, así, forjar alianza entre naciones.
- Si me permite, su majestad – dijo la condesa Yehohanan – los príncipes han sido educados para servir a sus esposas y forjar alianzas entre familias de la nobleza. Sería un desbalance tomar a TODOS ellos y contenerlos en un harén cuando pueden casarse con otras damas solteras de la Corte o, ¿por qué no? que uno de ellos se case con la siguiente reina al mando…
- Ah, el contrato matrimonial tendría fecha de vencimiento, en ese caso – le interrumpió la reina.
- ¿Fecha de vencimiento? – preguntó Aurora.
- Sí. Mi mandato solo duraría diez años. ¿No? – dijo Panambi, esta vez, retirando los codos de la mesa y apoyando su espalda contra el respaldo de su asiento – en un gobierno democrático, los decretos cambiarían conforme van cambiando las monarcas. En tu caso, mi ex reina, lograste forjar alianza con los tres reinos haciendo que los representantes de dichas naciones se casaran con damas nobles de nuestro país. Pero en mi caso… por ahora tengo resuelto renovar esa alianza siendo esposa de los cuatro príncipes a lo largo de estos diez años. Y estaré viendo de rever las alianzas con los demás reinos vecinos para seguir manteniendo el control entre naciones. Por eso, cuando asuma la siguiente reina, podré “liberarlos” para que éstos decidan por sus destinos. ¿Qué les parece?
Las dos mujeres siguieron escépticas con la propuesta de la nueva reina. En el fondo sabían bien que ella tenía otras intenciones al mantener a todos los príncipes del Este en su poder. En cuanto a Brett, éste se quedó maravillado por la astucia de Panambi, ya que consideraba que era más lista de lo que aparentaba. Pero sabía que, en el fondo, ella solo se casaría con él por compromiso, no por amor. Y si sus hermanos accedían a esa petición, ella terminaría enamorándose de uno de ellos porque, desde su percepción, sus hermanos menores eran mucho más interesantes que él.
“La gente lo dice a menudo”, pensó Brett, con seriedad. “Mi hermano, Eber, es muy fuerte y tiene una personalidad extrovertida. ¡Siempre hace reír a la gente! Por otro lado, Zlatan emana un aire de misterio que atrae a las chicas. Sé que la duquesa Dulce quiere hacer con él algo más que solo leer libros, pero éste la ignora por completo. En cuanto a Uziel… bueno, tiene quince años y es un rebelde sin causa, pero eso resulta una cualidad para aquellas que les gustan los “chicos malos”. En cuando a mí… ¿Qué es lo que tengo? ¿Mi belleza? Pero dejando eso de lado… soy muy tímido, me enfermo con facilidad y me cuesta hablar con las mujeres de mi edad. Si no fuera por mi título, estoy seguro que nadie se interesaría en mí, ya que no tengo ninguna cualidad a resaltar”.
- ¿De verdad está dispuesta a “soltar” a los príncipes dentro de diez años? – preguntó la condesa Yehohanan, interrumpiendo los pensamientos del joven príncipe - ¿Y qué si uno de ellos decide separarse de usted en un año, majestad?
- Eso es decisión de una esposa, según tengo entendido – dijo la reina Panambi.
- No es tan así – dijo Aurora – recuerda lo que te enseñaron en el instituto. Los príncipes no son objetos que puedes usar “a tu conveniencia”. Piensa bien lo que quieres hacer con ellos antes de siquiera pedirles la mano.
Brett se levantó. Eso sorprendió a las mujeres porque, hasta el momento, se mantuvo callado todo ese tiempo. El joven príncipe recordó, repentinamente, que había prometido hablar con la reina para solucionar el problema de la desaparición de niños en el ducado de su hermano. Y Zlatan lo estaba esperando, seguro muy preocupado por notar que se estaba tardando bastante en la reunión con la reina. Si bien sabía de la reclusión que podría pasar si accedía a casarse, en esos momentos no le quedaban tantas opciones. Ya su hermano mayor se esforzó mucho por sostener su ducado. Era hora de retribuirle ese favor.
Así es que respiró hondo, recordó las instrucciones que le enseñaron para poder modular las palabras sin tartamudear y, con una voz clara y firme, dijo:
- Está bien. Acepto la propuesta. Estoy seguro que mis hermanos también lo aceptarán porque consideran que soy frágil y endeble y querrán cuidarme. Pero tengo una condición para esto.
- ¿Qué condición? – preguntó Panambi.
- Que me ayudes a solucionar el problema de los niños desaparecidos en el ducado de mi hermano. Estoy seguro que, con una buena defensa, todos estarán a salvo.
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- ¡Bien! ¡Hemos logrado proteger a estos niños! – se alegró Uziel, quien sostenía a una pequeña de cinco años en sus brazos.
- Lo hemos hecho bien sin Brett y Zlatan – dijo Eber - ¡De verdad que soy un buen comandante!
- Más bien, eres el comandante de los payasos.
- ¿Qué dijiste?
Eber estuvo a punto de a abalanzarse sobre Uziel, pero vio que éste seguía sosteniendo a la niña, por lo que no podía golpearlo como era debido. Ambos príncipes se encontraban en las afueras del ducado del Sol, donde había una pequeña aldea desprotegida y, a petición de la alcaldesa a cargo de cuidarla, decidieron ir a reforzar la defensa.
Los soldados que los acompañaron se acercaron a ellos, acarreando a los bandidos que consiguieron capturar. Uno de ellos dio un paso al frente y dijo:
- Majestades, estos hombres dicen que trabajan para un tal Roger. No sabemos bien qué está haciendo con los niños y dudo que se nieguen a hablar.
- En ese caso, tendremos que llamar a nuestro hermano mayor – dijo Eber – Solo él es capaz de hacer hablar hasta a las rocas.
- ¿Por qué tenemos que incluirlo en NUESTRO trabajo? – refunfuñó Uziel - ¿No podemos hacerlo nosotros?
Antes de continuar, Eber escuchó el sonido de su dispositivo comunicador. Era un aparato rectangular, el cual proyectaba imágenes holográficas de los emisores y receptores. Y en esos momentos, se proyectó la imagen de Brett y Zlatan, quienes lo estaban llamando desde el palacio para explicarle lo sucedido.
- ¡Brett! ¿Qué sucedió? – preguntó Eber.
- La reina Panambi quiere casarse con los cuatro – dijo Zlatan.
- ¿Cómo que con los cuatro? – intervino Uziel.
- Este… dijo algo de un código “antiguo” – dijo Brett – ella quiere que sea su esposo “oficial” y… bueno… acepté…
Eber contempló por unos instantes la imagen holográfica de Brett. En el fondo intuía que algo le ofreció la reina como para que aceptara su petición. Y estaba seguro de que él tenía una leve esperanza de que los menores rechazaran ser esposos de una misma mujer. Así es que, con toda la seriedad del mundo, le respondió:
- Está bien. Me parece una acertada decisión. Y ya que la reina fue tan amable de incluirnos a todos en el barco, con gusto te acompañaremos en tu nueva vida de casado.
- N… no tienes que ha… hacer esto… Eber…
- ¡Lo hago porque quiero! Y, también, porque necesito protegerte.
- ¿Qué pasa? ¿Qué sucede? – comenzó a preguntar Uziel.
- Ah, el enano se queda – dijo Eber.
- ¿Qué? ¡No! ¡Yo también quiero casarme! – se quejó Uziel.
- ¡Aún eres un niño! – insistió Eber.
- ¡No! ¡La reina quiere a todos y eso me incluye! ¡Así es que ni siquiera nuestro hermano mayor podrá detenerla en esto ya que es solo un simple príncipe que se cree la gran cosa por ser nombrado duque! – argumentó Uziel.
Escucharon que Brett y Zlatan dieron un largo suspiro. Al final, Brett aclaró su garganta y dijo:
- Sabía que aceptarían la propuesta. Pero descuiden, solo será por diez años. Sin embargo, tengo un plan para que se pueda reducir a uno solo. Así podremos seguir siendo libres, como hasta ahora.
- ¿Y qué tienes en mente, Brett? – preguntó Eber.
Brett mantuvo silencio por largo rato. Luego, con una pequeña sonrisa de confianza, le dijo:
- Lo sabrán en su momento. Por ahora, confíen en mí y sigan mis órdenes ya que no solo soy su hermano mayor sino, también, seré el esposo oficial y quien actúe de extensión de la reina. ¿Puedo contar con ustedes para esto?
- ¡Claro que si! ¡Seremos tu sombra siempre! – dijeron Eber y Uziel, llenos de determinación.
Y tras esto, se cortó la comunicación.
Los príncipes Brett y Zlatan regresaron al ducado junto a la reina Panambi y la condesa Yehohanan. La ex reina Aurora permaneció en el palacio, ya que quería poner a punto algunos asuntos para que la nueva monarca pudiese iniciar ya mismo con su mandato sin inconvenientes.El grupo fue recibido por el duque Rhiaim y los príncipes Eber y Uziel. Éstos se acercaron a Brett y comenzaron a atiborrarle de preguntas.- ¿Cómo te fue la estadía?- ¿De verdad nos casaremos todos con la reina?- ¿Siquiera eso es posible?- ¡Cálmense, muchachos! – les reprendió Brett - ¡No olviden sus etiquetas y saluden a la nueva reina como dignos príncipes!De inmediato, los dos príncipes revoltosos se fijaron en Panambi y, enseguida, inclinaron sus cabezas ante ella a modo de saludo, diciendo:- Bienvenida, su alteza. Esperamos que se sienta a gusto en nuestro hogar.- El placer es mío, majestades – dijo Panambi, respondiendo el saludo del mismo modo – espero que nos llevemos muy bien y acepten mi propuesta d
Si bien Aurora lo rechazó, terminaron siendo muy buenos amigos. Ella lo apoyó con un buen instructor para que pudiese mejorar sus problemas de dicción, mientras que él la protegió a ella y a su novio desde las sombras, en agradecimiento por haberlo tratado como un ser humano y respetado su decisión de vivir en paz en el reino.Lamentablemente, la reina Jucanda se enteró de eso. Pero en lugar de decepcionarse por el rechazo de la reina, le elogio por dejar una primera buena impresión a la Corte del reino del Sur, accediendo también a incrementarle sus ingresos de príncipe e incentivándolo a cautivar a la siguiente monarca que surgiría en diez años por la voluntad del pueblo.- La reina Panambi parece buena – dijo Brett – emana un aura diferente a nuestra madre… o las demás reinas. Por eso, hermano, quería decirte que, esta vez, si estaré bien. Ya no soy el chico tímido de antes.- Lo sé – dijo Rhiaim – pero sabes que siempre puedes contar conmigo y los demás hermanos mayores, que nos a
La reina Panambi se llevó ambas manos en la boca al ver cómo Brett pudo derribar al soldado fácilmente. Gracias a un par de sirvientes que sentían simpatía por los príncipes, ella supo que un soldado quiso arremeter contra sus esposos, valiéndose de una reciente norma interna del palacio que la ex monarca creó para evitar que dañaran el jardín, para “castigarlos” por su reciente infracción. Lo primero que pensó la nueva monarca fue: “Oh, no. Mi esposo es muy débil, no podrá contra ese soldado”, por lo que de inmediato avisó a Eber y Uziel para que lo apoyaran. Y apenas llegaron, lo primero que dijo Eber fue: - ¡Jah! ¿De verdad ese tonto soldado pensó que podría derribar a Brett? ¡Pero si es el más fuerte de los cuatro! Después de mí, por supuesto. - ¡Rayos! ¡Me he perdido la pelea! ¡Le habría derribado a ese intrépido soldado de una! – bramó Uziel. - Esposa querida, de verdad lo lamento – dijo Brett, acercándose a la reina – no dañé ninguna planta, puede verificarlo por usted mis
De los demás reinos, era el único que no se situaba en la Capital por lo que, la mayoría de los eventos protocolares y reuniones diplomáticas internacionales, se organizaban en una residencia especial construida en la ciudad. Pero las reuniones del consejo se celebraban en la sala de reuniones del palacio. Cuando llegaron, fueron recibidos por un mayordomo y cuatro damas, todos vestidos con conjuntos negros, ya que era el uniforme oficial de la servidumbre. El mayordomo llevaba una corbata blanca para marcar su rango. Éste, al ver a los príncipes, se acercó a ellos y les dijo: - Bienvenidos, majestades. La reina Panambi los está esperando en su oficina. Pero, mientras, tendrán una hora para acomodarse en sus habitaciones asignadas. Estas muchachas – continuó, señalando a las cuatro mujeres de negro – serán sus damas personales. Si necesitan algo, pueden acudir a ellas para gestionar a los sirvientes que estarán a cargo de servirlos. - Gracias por el recibimiento – le dijo Brett – e
Todos quedaron en silencio ante las preguntas de Zlatan. Brett, en el fondo, intuía que se podría tratar de algún enemigo del nuevo régimen que, por A o B motivo, buscaba desestabilizar el gobierno robándose a los niños para aumentar el inconformismo del pueblo. Y mientras se debatía internamente sobre eso, Panambi dijo: - Puede ser que se trate de un mismo grupo. Quizás aprovecharon el cambio de mando para hacer sus fechorías y arruinar mi reputación como reina. La verdad me preocupa que surja esto y, por otro lado, me alegro haber tomado esta decisión de casarme con ustedes para crear un gobierno más fuerte y próspero en los próximos diez años. Por cierto, ¿qué creen que podemos hacer? ¿Por dónde iniciar? Ya hice mi parte mejorando la vigilancia del ducado del Sol y ducado de Jade. Ahora es su turno. - Habría que unir todos los testimonios – dijo Eber, tomando la iniciativa – y ver si tienen algo en común. Tampoco podemos descartar que sean casos aislados. - Si se trata de un gru
Zlatan y Uziel salieron, acompañados de sus escoltas, a buscar reunirse con la duquesa Sofía para hablar sobre la desaparición de los niños en su reciente ducado. Sin embargo, el príncipe de los lentes tenía otros planes para poder extender su paseo y, así, recopilar más información sobre el caso. Esto era porque temía que fuese la única vez que su esposa los dejara salir a sus anchas ya que, como sus esposos, terminaría por recluirlos en el palacio con la excusa de “protegerlos” de sus enemigos. - No entiendo por qué Brett y Eber se quedaron – comentó Uziel. - Como son los mayores, la reina juzgó necesario confiarles a ellos las reglas y cómo debemos comportarnos a partir de ahora – razonó Zlatan – además, sería extraño que saliéramos todos con apenas unos cuantos días de casados. - ¡Uf! ¡Otra vez las benditas reglas! – resopló Uziel, inflando las mejillas. - Al menos nuestra esposa parece una buena persona – dijo Zlatan – pero sospecho que decidió tomarnos como esposos por otras
Brett estaba paseando por el patio del Palacio, pensando en muchas cosas. Entre ellas, las promesas que la reina les hizo si se mantenían siempre a su lado. “Me pregunto si realmente era necesario que se casara con los cuatro”, pensó Brett. “Pero, aún así, estoy entusiasmado. Pensar que podemos ayudar a muchas personas siendo esposos de la reina… a todo esto, ¿será que Zlatan y Uziel lograron algo en su salida? Espero que no se entretengan demasiado ahí afuera” Cerca del árbol de naranjo vio que habían instalado un banquito. Pensó que eso era algo nuevo, debido a que en sus visitas anteriores al palacio nunca lo vio ahí. Recordó que, en los primeros años de estancia en el país, solía visitar el palacio con sus hermanitos porque la reina Aurora habilitó un espacio para leerles cuentos a los niños. El joven príncipe aprovechaba esos horarios para ir a leer o entrenar en el campo de entrenamiento. Supuso que fue durante esos periodos en que los nobles se fijaron en él y quisieron forza
El príncipe Rhiaim estaba caminando por las calles de la Capital sin su escolta. Si bien usaba un velo y se vistió como plebeyo para que no lo reconocieran, sus largos cabellos ocultos bajo el sombrero no paraban de llamar la atención de los transeúntes que pasaban cerca suyo.Y entre ellos estaban los soldados que quisieron agredir a Brett en el palacio.Empecinados con la idea de lastimar al mayor de los príncipes, fueron a la Capital para enfrentarlo en la mansión de la condesa. Pero grande fue la sorpresa cuando lo vieron por las calles, mezclado entre la multitud y con un aspecto de un simple turista.- ¡Jah! ¿Pretende llevarse bien con los sureños vistiéndose como nosotros? ¡Que osado!- Y también es bastante idiota para ir por ahí sin su escolta. ¡Será pan comido!Lo que no sabían era que Rhiaim ya sintió que alguien lo acechaba a lo lejos. Así es que, en lugar de dirigirse directamente a la mansión de su esposa, tomó el camino más largo y se metió en un pequeño callejón. Ahí,