Si bien Aurora lo rechazó, terminaron siendo muy buenos amigos. Ella lo apoyó con un buen instructor para que pudiese mejorar sus problemas de dicción, mientras que él la protegió a ella y a su novio desde las sombras, en agradecimiento por haberlo tratado como un ser humano y respetado su decisión de vivir en paz en el reino.
Lamentablemente, la reina Jucanda se enteró de eso. Pero en lugar de decepcionarse por el rechazo de la reina, le elogio por dejar una primera buena impresión a la Corte del reino del Sur, accediendo también a incrementarle sus ingresos de príncipe e incentivándolo a cautivar a la siguiente monarca que surgiría en diez años por la voluntad del pueblo.
- La reina Panambi parece buena – dijo Brett – emana un aura diferente a nuestra madre… o las demás reinas. Por eso, hermano, quería decirte que, esta vez, si estaré bien. Ya no soy el chico tímido de antes.
- Lo sé – dijo Rhiaim – pero sabes que siempre puedes contar conmigo y los demás hermanos mayores, que nos apoyan desde la distancia. Recuerda nuestra promesa, Brett. Somos hermanos y debemos estar juntos siempre, pase lo que pase.
- En ese caso, confía en que cuidaré bien de los pequeños. La reina Panambi quiere firmar un contrato matrimonial de diez años, pero he planeado que dure menos tiempo y, así, volvamos a ser libres. Como siempre.
- ¿Y cuál es tu plan, Brett?
- Llegar hasta el líder de este grupo criminal que secuestra a los niños en menos de un año – respondió Brett, con un extraño brillo en los ojos – como esposos de una reina, tendremos acceso a sitios exclusivos que nos ayudará a resolver más rápido el caso. Le hice prometer a la reina que, si lo resolvemos en poco tiempo, accederemos al contrato de diez años. Pero si pasa ese periodo, romperemos el compromiso. Una reina no solo debe cuidar de su familia, sino también de su gente. Y se lo recordaré a lo largo de nuestro matrimonio.
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La boda se realizó en el palacio real, donde los príncipes lucieron sus túnicas de gala. En el reino del Este, la vestimenta típica de los nobles y miembros de la realeza eran túnicas de colores y estampados variados mientras que, en el reino del Sur, era común los tocados de plumas y conjuntos de camisas y vestidos bordados a mano.
Es así como la reina Panambi se lució con una vaporosa vincha de plumas blancas, vestido sin mangas color blanco con flecos en la falda y el rostro maquillado con motivos de líneas turquesa en las mejillas.
El príncipe Brett se vistió con una túnica color negro con detalles dorados en las mangas y los cabellos sueltos, pero bien peinados hacia atrás para que se le viera mejor el rostro.
El príncipe Eber llevó una túnica blanca con estampados dorados, los cabellos rojizos recogidos en una coleta y una capa violeta que colgaba de sus hombros.
El príncipe Zlatan llevaba una túnica azul sin detalles, mientras que el príncipe Uziel se vistió de rojo y tenía sus rubios cabellos sueltos y despeinados, como si lo hubiese hecho a propósito con motivo de rebeldía.
Tanto los invitados como la prensa no evitaron dar sus comentarios al respecto sobre el aspecto de los príncipes y lo mucho que crecieron en esos diez años. Por su parte, la condesa Yehohanan soltó un par de lágrimas al ver a sus muchachos casándose. Rhiaim también lucía emocionado, pero intentaba contenerse para mantener la etiqueta.
La reina y los príncipes se acercaron a una tarima, donde les esperaba el juez para oficializar la unión civil. El mismo contemplo a Brett y Panambi, quienes estaban lado a lado ya que serían los que se unirían en matrimonio de forma oficial. El juez aclaró la garganta y dijo:
- Estamos aquí para celebrar este matrimonio entre la reina Panambi de la Nación del Sur y el príncipe Brett del reino del Este. Y en base a un código antiguo legal y fidedigno, autorizo la unión de la reina Panambi de forma extraoficial con los príncipes Eber, Zlatan y Uziel quienes, hasta la fecha, han sido patrimonio de la condesa Yehohanan y el príncipe Rhiaim. Si los cuidadores de los príncipes no ponen ninguna objeción, les pido que firmen este documento.
El juez extendió el acta matrimonial donde firmaron Panambi y Brett. Luego, la pareja dio el paso a los demás hermanos para que firmaran también. Primero fue Eber, luego Zlatan y, por último, Uziel.
Una vez hecho esto, el juez decretó:
- Los declaro esposa y esposos.
En el palacio se organizó una fiesta sencilla, donde todos pudieron bailar y relajarse. Brett notó que Zlatan, como siempre, esquivó el baile y se escabulló en algún lugar. La duquesa Dulce, quien decidió asistir a la ceremonia, estiraba la cabeza hacia la multitud como si lo buscara. A lo lejos también se encontró con caras conocidas, todas sonriéndole y deseándole suerte en su boda.
- Esposa, iré a buscar a mi hermano Zlatan – le dijo Brett a Panambi, por lo bajo.
- Está bien – dijo Panambi – hay soldados en los alrededores que los protegerán, así es que puedes estar tranquilo.
Una vez que se alejó del bullicio, Brett soltó una pequeña risa de burla. Y es que sabía que mucha gente, incluyendo los residentes del palacio, les guardaban rencor a él y a sus hermanos por sus oscuros orígenes. Y entre ellos se encontraban los soldados de la reina ya que, en su mayoría, venían de familias afectadas por las reinas de los reinos vecinos y no veían la hora de humillar a los príncipes para cobrar su venganza contra, al menos, una de las monarcas extranjeras.
Llegó hasta al patio y se apoyó sobre un árbol de naranjo. Apenas palpó el tronco con su mano para tomar un descanso, vio a un soldado acercándose a él de forma amenazante.
- ¿Es usted uno de los esposos de la reina? – le preguntó el soldado – si es así, le advierto que acaba de cometer un grave delito: tocó una de las plantas del jardín. Ni aunque te hayas casado con la reina te salvarás del castigo.
De inmediato, Zlatan hizo acto de presencia. Se colocó delante del soldado y Brett y, mostrándole al soldado una nota, le dijo:
- La reina deja en claro que si cometemos algún delito dentro y fuera del palacio, será ella quien nos castigue personalmente. Ni usted ni nadie tiene derecho a levantar la mano contra nosotros, si no quiere atenerse a las consecuencias.
EL soldado miró asombrado a Zlatan. Pero, luego, comenzó a reír y exclamó:
- Si fueran los otros quienes estuviesen aquí, lo pensaría dos veces. Pero, a ver, me toca lidiar con un tartamudo raquítico y un cuatro ojos que nunca portó una espada. ¡No son rivales para mi!
Esta vez, fue Brett quien se interpuso entre Zlatan y el soldado y dijo:
- Esto se considerará agresión por de… defensa personal.
El soldado volvió a reírse. Y es que Brett, debido a sus problemas de dicción y apariencia enfermiza, siempre fue considerado el hermano más débil. Pero, en realidad, estaba lejos de serlo. Y cuando el soldado levantó su puño para golpearlo directo en la cara, Brett levantó su pierna y le propinó una fuerte patada en la quijada, que lo hizo estirarse hacia atrás. Luego, giró y remató pateándolo al costado y, así, dejando a su contrincante fuera de combate.
Apenas terminó, vieron que se acercaron Eber, Uziel y Panambi para saber lo que estaba sucediendo.
- Es ahora que analizaremos la reacción de nuestra esposa, Zlatan – le susurró Brett a su hermano, al oído – presta atención y guárdalo en tu memoria.
- Está bien, hermano. Déjamelo todo a mí.
Y, juntos, se acercaron a explicarles lo sucedido.
La reina Panambi se llevó ambas manos en la boca al ver cómo Brett pudo derribar al soldado fácilmente. Gracias a un par de sirvientes que sentían simpatía por los príncipes, ella supo que un soldado quiso arremeter contra sus esposos, valiéndose de una reciente norma interna del palacio que la ex monarca creó para evitar que dañaran el jardín, para “castigarlos” por su reciente infracción. Lo primero que pensó la nueva monarca fue: “Oh, no. Mi esposo es muy débil, no podrá contra ese soldado”, por lo que de inmediato avisó a Eber y Uziel para que lo apoyaran. Y apenas llegaron, lo primero que dijo Eber fue: - ¡Jah! ¿De verdad ese tonto soldado pensó que podría derribar a Brett? ¡Pero si es el más fuerte de los cuatro! Después de mí, por supuesto. - ¡Rayos! ¡Me he perdido la pelea! ¡Le habría derribado a ese intrépido soldado de una! – bramó Uziel. - Esposa querida, de verdad lo lamento – dijo Brett, acercándose a la reina – no dañé ninguna planta, puede verificarlo por usted mis
De los demás reinos, era el único que no se situaba en la Capital por lo que, la mayoría de los eventos protocolares y reuniones diplomáticas internacionales, se organizaban en una residencia especial construida en la ciudad. Pero las reuniones del consejo se celebraban en la sala de reuniones del palacio. Cuando llegaron, fueron recibidos por un mayordomo y cuatro damas, todos vestidos con conjuntos negros, ya que era el uniforme oficial de la servidumbre. El mayordomo llevaba una corbata blanca para marcar su rango. Éste, al ver a los príncipes, se acercó a ellos y les dijo: - Bienvenidos, majestades. La reina Panambi los está esperando en su oficina. Pero, mientras, tendrán una hora para acomodarse en sus habitaciones asignadas. Estas muchachas – continuó, señalando a las cuatro mujeres de negro – serán sus damas personales. Si necesitan algo, pueden acudir a ellas para gestionar a los sirvientes que estarán a cargo de servirlos. - Gracias por el recibimiento – le dijo Brett – e
Todos quedaron en silencio ante las preguntas de Zlatan. Brett, en el fondo, intuía que se podría tratar de algún enemigo del nuevo régimen que, por A o B motivo, buscaba desestabilizar el gobierno robándose a los niños para aumentar el inconformismo del pueblo. Y mientras se debatía internamente sobre eso, Panambi dijo: - Puede ser que se trate de un mismo grupo. Quizás aprovecharon el cambio de mando para hacer sus fechorías y arruinar mi reputación como reina. La verdad me preocupa que surja esto y, por otro lado, me alegro haber tomado esta decisión de casarme con ustedes para crear un gobierno más fuerte y próspero en los próximos diez años. Por cierto, ¿qué creen que podemos hacer? ¿Por dónde iniciar? Ya hice mi parte mejorando la vigilancia del ducado del Sol y ducado de Jade. Ahora es su turno. - Habría que unir todos los testimonios – dijo Eber, tomando la iniciativa – y ver si tienen algo en común. Tampoco podemos descartar que sean casos aislados. - Si se trata de un gru
Zlatan y Uziel salieron, acompañados de sus escoltas, a buscar reunirse con la duquesa Sofía para hablar sobre la desaparición de los niños en su reciente ducado. Sin embargo, el príncipe de los lentes tenía otros planes para poder extender su paseo y, así, recopilar más información sobre el caso. Esto era porque temía que fuese la única vez que su esposa los dejara salir a sus anchas ya que, como sus esposos, terminaría por recluirlos en el palacio con la excusa de “protegerlos” de sus enemigos. - No entiendo por qué Brett y Eber se quedaron – comentó Uziel. - Como son los mayores, la reina juzgó necesario confiarles a ellos las reglas y cómo debemos comportarnos a partir de ahora – razonó Zlatan – además, sería extraño que saliéramos todos con apenas unos cuantos días de casados. - ¡Uf! ¡Otra vez las benditas reglas! – resopló Uziel, inflando las mejillas. - Al menos nuestra esposa parece una buena persona – dijo Zlatan – pero sospecho que decidió tomarnos como esposos por otras
Brett estaba paseando por el patio del Palacio, pensando en muchas cosas. Entre ellas, las promesas que la reina les hizo si se mantenían siempre a su lado. “Me pregunto si realmente era necesario que se casara con los cuatro”, pensó Brett. “Pero, aún así, estoy entusiasmado. Pensar que podemos ayudar a muchas personas siendo esposos de la reina… a todo esto, ¿será que Zlatan y Uziel lograron algo en su salida? Espero que no se entretengan demasiado ahí afuera” Cerca del árbol de naranjo vio que habían instalado un banquito. Pensó que eso era algo nuevo, debido a que en sus visitas anteriores al palacio nunca lo vio ahí. Recordó que, en los primeros años de estancia en el país, solía visitar el palacio con sus hermanitos porque la reina Aurora habilitó un espacio para leerles cuentos a los niños. El joven príncipe aprovechaba esos horarios para ir a leer o entrenar en el campo de entrenamiento. Supuso que fue durante esos periodos en que los nobles se fijaron en él y quisieron forza
El príncipe Rhiaim estaba caminando por las calles de la Capital sin su escolta. Si bien usaba un velo y se vistió como plebeyo para que no lo reconocieran, sus largos cabellos ocultos bajo el sombrero no paraban de llamar la atención de los transeúntes que pasaban cerca suyo.Y entre ellos estaban los soldados que quisieron agredir a Brett en el palacio.Empecinados con la idea de lastimar al mayor de los príncipes, fueron a la Capital para enfrentarlo en la mansión de la condesa. Pero grande fue la sorpresa cuando lo vieron por las calles, mezclado entre la multitud y con un aspecto de un simple turista.- ¡Jah! ¿Pretende llevarse bien con los sureños vistiéndose como nosotros? ¡Que osado!- Y también es bastante idiota para ir por ahí sin su escolta. ¡Será pan comido!Lo que no sabían era que Rhiaim ya sintió que alguien lo acechaba a lo lejos. Así es que, en lugar de dirigirse directamente a la mansión de su esposa, tomó el camino más largo y se metió en un pequeño callejón. Ahí,
Al siguiente día, Brett se encontraba con los ánimos bajos. Si bien la reina pasó su tiempo con él y con Eber, parecía que ella se entendía más con el segundo debido a que se la pasó charlando con él a lo largo del recorrido dentro del palacio. “Aún si soy su esposo, eso no significa que deba enamorarse de mí”, pensó el joven príncipe. “Mis hermanos menores son mucho más interesantes. Incluso Zlatan, quien también es bastante introvertido, tiene su aire de misterio que atrae a las chicas”. Se quedó mirando por la ventana de su cuarto, que daba al bosque. Como permaneció en la Capital por varios días antes de la boda, ya se había acostumbrado al bullicio de los vehículos, tranvías y transeúntes. Pero ahora todo estaba en silencio, apenas se escuchaban a los pajaritos cantando a lo lejos, con el intento de reemplazar los sonidos de motores y gritos de vendedores ambulantes. Y mientras reflexionaba sobre los últimos acontecimientos, escuchó que alguien golpeaba en la puerta. Eso le ex
La secretaria pegó un grito al ver cómo el joven príncipe, con todo lo delicado que aparentaba ser, derribó a sus guardias fácilmente. En eso, Brett comentó: - ¿De verdad nuestra esposa pretendía “protegernos” con unos escoltas tan débiles? ¡Menos mal que no abandoné el entrenamiento! - ¡Sí! ¡El Brett rebelde ha renacido! – exclamó un alegre Eber, con los puños levantados. Zlatan se acercó a la secretaria y le dijo: - Si se entera, dile que no pudiste detenernos. Asumiremos la responsabilidad para que no se desquite con usted, señorita. - Descuiden, majestades. Yo les cubriré – prometió la secretaria - ¡Contamos contigo! Brett tomó el mando, mientras el resto subieron a los asientos traseros. Una vez a bordo, partieron directo a la Capital. Durante el camino, Zlatan intentó comunicarse con Uziel desde su dispositivo comunicador. Pero no obtuvo respuesta. - ¡Ese niño! – gruñó Zlatan. - No sé por qué presiento que encontraremos un río de personas noqueadas por nuestro hermanit