Y mientras almorzaban, entró en el comedor el mayordomo del castillo, hizo una reverencia y anunció:
- Majestades, tengo un mensaje de la actual reina Panambi para su alteza el príncipe Brett.
- ¿Para… mí? – preguntó Brett, recuperando su capacidad de habla.
- La reina desea verlo en persona. Tiene una propuesta interesante que ofrecerle.
- ¿Qué será? – se preguntó Eber, en voz alta.
- ¿Será que la reina querrá casarse con nuestro hermano? – preguntó un imprudente Uziel.
Repentinamente, el rostro de Brett palideció. Ya de por sí tenía la piel tan blanca que parecía enfermizo, pero ese momento perdió todo rastro de color. Sus hombros temblaron y su estómago se cerró, perdiendo así su apetito. Eber, al notar el nerviosismo de Brett, apoyó una mano sobre su hombro y le dijo:
- Brett, aún no sabemos si será eso. Sabes que ni siquiera la reina puede forzarte a un matrimonio por conveniencia. Nuestra tía Yeho se encargó de solucionar el problema.
- Lo… lo sé – respondió Brett, intentando serenarse – Solo que… ¿No crees que soy el chico más apático y aburrido del mundo? Es decir, la reina actual puede elegir entre ustedes. ¿Por qué me escogería a mí?
- ¡Ay, Brett! ¡Pero si eres el más apuesto de los cinco! – dijo Eber, ampliando su sonrisa - ¡Si por lo menos te recogieras esa melenota de león que llevas en tu cabeza, atraerías las miradas en segundos!
A excepción de Zlatan, los demás hermanos llevaban los cabellos bien largos. Pero Brett tenía la particularidad de tenerlos ondulados, por lo que siempre se le enredaban cuando dormía o entrenaba. El resto los llevaban lacios y les eran más sencillo peinarse por sí solos, sin depender de los sirvientes que les ayudasen con esa tarea. A pesar de todo, para el joven príncipe eso no era malo, debido a que consideraba sus largos cabellos como un escudo para evitar que los demás le miraran a los ojos. Eber no mentía cuando le decía que era apuesto e, incluso, su belleza había cautivado la atención de la prensa cuando recién llegó el reino hasta el punto que la propia Corte quiso forzarlo a casarse con la entonces reina Aurora, argumentando que harían una buena pareja y forjarían una alianza eterna y permanente entre naciones, a pesar de que Aurora solo gobernaría por diez años debido a que quería instaurar un sistema democrático y variar con respecto a los demás reinos, donde se mantenía la monarquía hereditaria.
- No te metas con mi cabello, Eber – le advirtió Brett a su hermano pelirrojo – al menos no cometí la locura de teñírmelo de rojo… o amarillo, como tú y Uziel.
- ¡Oye! ¡No te metas en mis asuntos! – refunfuñó Uziel.
- ¡No trates así a Brett o te las verás conmigo, enano! – le dijo Eber a Uziel, señalándolo con el dedo.
- ¡Cállate, payaso!
- ¡Maldito mocoso!
Eber y Uziel comenzaron a pelear. Brett y Zlatan, por su parte, decidieron ignorarlos y seguir comiendo. En un momento, Zlatan le preguntó:
- ¿Vas a ir?
- Si es un llamado de la reina, no puedo rechazarlo – respondió Brett, con una media sonrisa – Descuida, estaré bien. Ya no soy el chico tímido de antes.
- Iré contigo – dijo Zlatan, mirándolo seriamente – Puede que no sepa pelear y sea el más débil de los cinco, pero puedo enfrentar a los de la Corte y servirte de apoyo si quieren forzarte a algo que no quieres.
- Gracias, Zlatan. Pero, ¿no estará sola la duquesa Dulce? ¡Si casi siempre vas a visitarla en su castillo para leer juntos!
- Ella estará bien – dijo Zlatan – Es una buena amiga, podrá entender la situación.
- Bueno, como digas.
Brett sabía que Zlatan era bastante esquivo con la gente y, por lo general, prefería estar solo que asistiendo a una fiesta como lo haría cualquier chico de su edad. Pero tenía un aire de misterio capaz de atraer a las chicas, siendo la duquesa Dulce una de ellas. El joven príncipe envidiaba a Zlatan debido a eso, ya que se consideraba como alguien poco interesante y que, si no fuera por su título de príncipe, nadie siquiera le prestaría atención.
Y mientras conversaban, apareció el príncipe Rhiaim en le comedor. Éste no pudo acompañarlos porque fue a inspeccionar a los nuevos integrantes de su ejército privado, el cual lo obtuvo poco después de ser nombrado duque. Y a pesar de estar muy ocupado, siempre buscaba algún rincón de su apretada agenda para pasar el tiempo con sus hermanitos y supervisarlo en sus actividades.
Apenas entró, Eber y Uziel dejaron de pelear y regresaron a su sitio. El mayordomo le informó del mensaje y el príncipe Rhiaim también se preocupó, pero mantuvo la compostura. Luego, se sentó al lado de Brett y le dijo:
- No tienes que ir, si no quieres.
- Iré, hermano – dijo Brett – me acompañará Zlatan.
- Me preocupa que te quieran recluir en el palacio, como sucedió hace diez años…
- Por favor, hermano, déjame lidiar con esto por mi cuenta. Si pasa algo, te llamaré. Además, el palacio está cerca de la Capital, donde vive tía Yeho. Sé que ella me protegerá con sus espías porque soy el hermano de su querido y hermoso esposo. ¿No es así?
Las mejillas de Rhiaim se colorearon levemente. Y es que, a pesar de que vivían separados por sus respectivos cargos, ellos mantenían intacto su amor. Por lo que cada vez que se reencontraban, dedicaban su tiempo el uno al otro para ponerse al día y amarse como verdaderos esposos. Brett, por su parte, soltó una pequeña risita porque, aunque era de los hermanos más calmados, también tenía un lado rebelde y travieso que solía sacar relucir en pocas ocasiones.
Rhiaim, al darse cuenta, hizo sonar su garganta y, con un semblante serio, dijo:
- Está bien, respetaré tu decisión. Ya eres un adulto y es hora de que aprendas a cuidarte por tu cuenta. ¿No? En cuanto a tu trabajo…
- Yo me encargaré, hermano – intervino Eber – dirigiré a los soldados para proteger ambos ducados de los secuestradores de niños.
- ¡Esos malditos sabandijas! – bramó Uziel, apretando los puños con rabia - ¿Por qué se empecinan tanto en capturar a los niños? ¡Y no les importa sus estatus! Hijos de nobles, burgueses, plebeyos… ¡Todos están en peligro!
- Ah, y por supuesto controlaré a que Uziel no cometa otra de sus locuras – añadió Eber.
- ¡Mira quien habla! ¡El payaso que se lanza a un bandido armado con pistola y tiene a niños de cinco años en sus brazos!
- ¡Deja de llamarme payaso y respétame como tu hermano mayor!
- ¡Por supuesto que sí, hermano mayor payaso!
- ¡Ya dejen de pelear o volveré a castigarlos! – cortó Rhiaim, haciendo que Eber y Uziel se calmaran al instante.
- Bi… bien, confío en que E… Eber se encargue – dijo Brett – A… ahora que lo pi… pienso, pu… puedo pedirle a… ayuda a la reina con este ca… caso.
- Sí, puede que necesitemos de intervención de la reina – dijo Zlatan – ya que la desaparición de niños no solo afecta al ducado de la duquesa Dulce ni al de nuestro hermano, sino también a muchos otros pueblos que están alejados de la zona cosmopolita del país.
- Es una buena idea – dijo Rhiaim, sonriéndole a Brett – puede que sea demasiado esfuerzo pedirle ayuda con esto, pero ya no hay salida. La ex reina Aurora no está al mando y, hasta ahora, nos valimos de nuestros propios recursos para proteger a los niños. Quizás sea hora de que haya una intervención real y acudir a una reina es lo mejor para cortar de raíz con este problema.
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Un hombre vestido con bata blanca y un par de lentes redondos, le estaba extrayendo sangre a un pequeño niño sedado. Luego, colocó la sangre en una máquina, pulsó algunos botones y extrajo de ellas un líquido acuoso, con el cual se lo inyectó en las venas de su rostro.
Una vez terminado con eso, se miró al espejo y sonrió: creyó haber visto un par de arrugas ausentes en su rostro.
Escuchó el sonido de la puerta que interrumpió su tarea.
La puerta se abrió. Un hombre alto y con un copete en la cabeza entró, diciéndole:
- Señor Roger, hemos capturado a otro par de niños con éxito.
- Por ahora mantenlos encerrados en el subsuelo y llévate a éste – señaló al niño dormido – ya no lo necesito. Le saqué todo lo que tenía.
- Sí, señor.
El hombre del copete cargó al niño en brazos y se marchó.
Roger se volvió a mirar al espejo y le dijo a su reflejo:
- Este es tan solo el primer paso. Pero si quiero descubrir el secreto de la eterna juventud, debo capturar a “esa persona”. Solo así podré lograr mi propósito de ser joven y bello por siempre.
Con esas palabras, retumbaron sus risas por toda la habitación, mientras un par de gotas de sangre de su jeringa se esparcieron por su bata.
El príncipe Brett, junto a su hermano Zlatan, se dirigieron al palacio real en coche. Aunque tenían un chofer designado, Brett sabía conducir por lo que, durante el trayecto, se ofreció a tomar el volante para que el conductor pudiera descansar. Sin embargo, éste tenía otra opinión al respecto: - Majestad, usted no debería siquiera molestarse – le dijo su chofer cuando se detuvieron en una parada – No es bueno que un príncipe conduzca un auto.- Vamos, Mateo – le dijo Brett al conductor – son dos días de viaje y no me gustaría que terminara agotado. Aurora sabe conducir y eso que es una monarca. Bueno, ya abdicó, pero, para mí, sigue siendo una reina.- Como usted diga, señor.Y fue así que, cuando llegaron al palacio, todos quedaron asombrados al ver que en el asiento del conductor se encontraba Brett y no su chofer.Ambos príncipes estaban acompañados de sus escoltas. Y cuando llegaron a la entrada del palacio, fueron recibidos por los guardias de la reina. Uno de ellos se acercó y
- ¡¿¡Los cuatro!?! – dijeron Brett, Aurora y Yehohanan, al unísono.- Así es – insistió la reina – si bien la idea es pedir por la mano del príncipe Brett, pienso que lo mejor para ambos reinos sería que me casara con todos los príncipes solteros del Este. El príncipe Rhiaim ya saldría de la ecuación por estar casado con usted, condesa Yehohanan – ante esto, le sonrió a la condesa – y los demás príncipes que quedaron en el reino del Este también formaron sus propias familias, según las fuentes. Por lo tanto, me gustaría casarme con los que quedan y, así, forjar alianza entre naciones.- Si me permite, su majestad – dijo la condesa Yehohanan – los príncipes han sido educados para servir a sus esposas y forjar alianzas entre familias de la nobleza. Sería un desbalance tomar a TODOS ellos y contenerlos en un harén cuando pueden casarse con otras damas solteras de la Corte o, ¿por qué no? que uno de ellos se case con la siguiente reina al mando…- Ah, el contrato matrimonial tendría fecha
Los príncipes Brett y Zlatan regresaron al ducado junto a la reina Panambi y la condesa Yehohanan. La ex reina Aurora permaneció en el palacio, ya que quería poner a punto algunos asuntos para que la nueva monarca pudiese iniciar ya mismo con su mandato sin inconvenientes.El grupo fue recibido por el duque Rhiaim y los príncipes Eber y Uziel. Éstos se acercaron a Brett y comenzaron a atiborrarle de preguntas.- ¿Cómo te fue la estadía?- ¿De verdad nos casaremos todos con la reina?- ¿Siquiera eso es posible?- ¡Cálmense, muchachos! – les reprendió Brett - ¡No olviden sus etiquetas y saluden a la nueva reina como dignos príncipes!De inmediato, los dos príncipes revoltosos se fijaron en Panambi y, enseguida, inclinaron sus cabezas ante ella a modo de saludo, diciendo:- Bienvenida, su alteza. Esperamos que se sienta a gusto en nuestro hogar.- El placer es mío, majestades – dijo Panambi, respondiendo el saludo del mismo modo – espero que nos llevemos muy bien y acepten mi propuesta d
Si bien Aurora lo rechazó, terminaron siendo muy buenos amigos. Ella lo apoyó con un buen instructor para que pudiese mejorar sus problemas de dicción, mientras que él la protegió a ella y a su novio desde las sombras, en agradecimiento por haberlo tratado como un ser humano y respetado su decisión de vivir en paz en el reino.Lamentablemente, la reina Jucanda se enteró de eso. Pero en lugar de decepcionarse por el rechazo de la reina, le elogio por dejar una primera buena impresión a la Corte del reino del Sur, accediendo también a incrementarle sus ingresos de príncipe e incentivándolo a cautivar a la siguiente monarca que surgiría en diez años por la voluntad del pueblo.- La reina Panambi parece buena – dijo Brett – emana un aura diferente a nuestra madre… o las demás reinas. Por eso, hermano, quería decirte que, esta vez, si estaré bien. Ya no soy el chico tímido de antes.- Lo sé – dijo Rhiaim – pero sabes que siempre puedes contar conmigo y los demás hermanos mayores, que nos a
La reina Panambi se llevó ambas manos en la boca al ver cómo Brett pudo derribar al soldado fácilmente. Gracias a un par de sirvientes que sentían simpatía por los príncipes, ella supo que un soldado quiso arremeter contra sus esposos, valiéndose de una reciente norma interna del palacio que la ex monarca creó para evitar que dañaran el jardín, para “castigarlos” por su reciente infracción. Lo primero que pensó la nueva monarca fue: “Oh, no. Mi esposo es muy débil, no podrá contra ese soldado”, por lo que de inmediato avisó a Eber y Uziel para que lo apoyaran. Y apenas llegaron, lo primero que dijo Eber fue: - ¡Jah! ¿De verdad ese tonto soldado pensó que podría derribar a Brett? ¡Pero si es el más fuerte de los cuatro! Después de mí, por supuesto. - ¡Rayos! ¡Me he perdido la pelea! ¡Le habría derribado a ese intrépido soldado de una! – bramó Uziel. - Esposa querida, de verdad lo lamento – dijo Brett, acercándose a la reina – no dañé ninguna planta, puede verificarlo por usted mis
De los demás reinos, era el único que no se situaba en la Capital por lo que, la mayoría de los eventos protocolares y reuniones diplomáticas internacionales, se organizaban en una residencia especial construida en la ciudad. Pero las reuniones del consejo se celebraban en la sala de reuniones del palacio. Cuando llegaron, fueron recibidos por un mayordomo y cuatro damas, todos vestidos con conjuntos negros, ya que era el uniforme oficial de la servidumbre. El mayordomo llevaba una corbata blanca para marcar su rango. Éste, al ver a los príncipes, se acercó a ellos y les dijo: - Bienvenidos, majestades. La reina Panambi los está esperando en su oficina. Pero, mientras, tendrán una hora para acomodarse en sus habitaciones asignadas. Estas muchachas – continuó, señalando a las cuatro mujeres de negro – serán sus damas personales. Si necesitan algo, pueden acudir a ellas para gestionar a los sirvientes que estarán a cargo de servirlos. - Gracias por el recibimiento – le dijo Brett – e
Todos quedaron en silencio ante las preguntas de Zlatan. Brett, en el fondo, intuía que se podría tratar de algún enemigo del nuevo régimen que, por A o B motivo, buscaba desestabilizar el gobierno robándose a los niños para aumentar el inconformismo del pueblo. Y mientras se debatía internamente sobre eso, Panambi dijo: - Puede ser que se trate de un mismo grupo. Quizás aprovecharon el cambio de mando para hacer sus fechorías y arruinar mi reputación como reina. La verdad me preocupa que surja esto y, por otro lado, me alegro haber tomado esta decisión de casarme con ustedes para crear un gobierno más fuerte y próspero en los próximos diez años. Por cierto, ¿qué creen que podemos hacer? ¿Por dónde iniciar? Ya hice mi parte mejorando la vigilancia del ducado del Sol y ducado de Jade. Ahora es su turno. - Habría que unir todos los testimonios – dijo Eber, tomando la iniciativa – y ver si tienen algo en común. Tampoco podemos descartar que sean casos aislados. - Si se trata de un gru
Zlatan y Uziel salieron, acompañados de sus escoltas, a buscar reunirse con la duquesa Sofía para hablar sobre la desaparición de los niños en su reciente ducado. Sin embargo, el príncipe de los lentes tenía otros planes para poder extender su paseo y, así, recopilar más información sobre el caso. Esto era porque temía que fuese la única vez que su esposa los dejara salir a sus anchas ya que, como sus esposos, terminaría por recluirlos en el palacio con la excusa de “protegerlos” de sus enemigos. - No entiendo por qué Brett y Eber se quedaron – comentó Uziel. - Como son los mayores, la reina juzgó necesario confiarles a ellos las reglas y cómo debemos comportarnos a partir de ahora – razonó Zlatan – además, sería extraño que saliéramos todos con apenas unos cuantos días de casados. - ¡Uf! ¡Otra vez las benditas reglas! – resopló Uziel, inflando las mejillas. - Al menos nuestra esposa parece una buena persona – dijo Zlatan – pero sospecho que decidió tomarnos como esposos por otras