UN MES MÁS TARDE—Es cierto, signore Messina, que se casará con Vittoria y se ha desencantado de la futura madre de sus hijos —le preguntaba un periodista a Adriano a la salida de la empresa de alta costura.—Eso no es cierto.—Pero en las fotos se los ve acaramelados…, se puede ver en los ojos de ambos.—Es una foto de mala calidad y, aunque no tengo por qué dar explicaciones, diré la verdad, en esa escena yo le estoy recordando a Vittoria lo mucho que la quise, pero también el daño que me hizo —respondió Adriano—. Vittoria no es nadie ya para mí.—¿Cómo puedes decir eso de tu futura esposa? —preguntó la madre de Adriano, quien acababa de unirse a la multitud.—Signora Messina, entonces usted afirma que la prometida oficial de Adriano, su hijo, es la señorita Vittoria.—Mamma, per favore —le suplicó Adriano, jalando a su madre de la manga de su abrigo.—Por supuesto que sí. Adriano la ama demasiado…—¡Qué no, mamá! —exclamó Adriano fuera de sí.Ya estaba harto de la prensa y de que s
Aquella noche, una vez más, como tantas otras noches durante el último mes, Sara, Johana y Gianina salieron a una nueva cita.Sorpresivamente, sus acompañantes seguían siendo los mismos de la primera vez.Las tres estaban más que sorprendidas de que no hubieran tenido que estar busque y busque en las apps de citas, para congeniar con alguien.Gianina, esa noche, se vistió particularmente atractiva. Con su «pareja», dado que no podía ponerle otro nombre, ya que estaba comprometida con Adriano de manera pública, habían mantenido relaciones, pero esa noche pensaba darle el cierre.Sentía que él, poco a poco, se estaba enamorando de ella, y temía que eso pudiera poner en jaque el contrato que tenía con Adriano, por lo que quería dejar las cosas claras o cerrarlas, si eso era necesario.—¿A dónde vas así vestida? —le preguntó Adriano al verla bajar las escaleras, junto a sus amigas.—Tengo una cita.—Ah, ¿sí? —preguntó, alzando las cejas—. Pues esta no será su noche, esta noche tú eres mía
Gianina obedeció. Abrió la carpeta y comenzó a leer.—¿Cómo obtuviste esto?—Tengo contactos —respondió Adriano—. ¿Tú crees que no puedo obtener toda la información que quiera, siempre que lo desee?—¿Qué es? —preguntó Johana, quien tenía el ceño tan fruncido que sus cejas casi formaban una V.—Es el testamento de Antonio —respondió Gianina, sin apartar la vista de Adriano.—Así es —asintió Adriano—, es el testamento de tu difunto esposo. —Sonrió con cierta malicia.Gianina frunció el ceño.Sabía muy bien lo que le diría, cuál era el as bajo la manga de Adriano, sin embargo, ella tenía el as de picas.Ganaría o ganaría.—Sara, Johana, por favor, esta vez en serio, vayan y disfruten.—Oh, ¿nos vas a dejar sin ver el espectáculo completo? —preguntó Sara, malhumorada.—Después les cuento —repuso Gianina, haciéndole un gesto a su amiga para que los dejaran a solas.Johana se puso de pie y Sara la imitó, aunque a regañadientes. —Sabes que no es lo mismo que te lo cuenten a que lo veas en
—¡No lo puedo creer! —exclamó Sara.—¿Hablas en serio? —le preguntó Johana, realmente sorprendida.—Pues, así es. Es tal y como se los acabo de decir. ¡Me dijo que me ama! —dijo Gianina en voz baja para no despertar a Francesco, quien se había cruzado a la habitación de Johana, y se había vuelto a dormir abrazado a su madre.—¿Y qué diablos haces aquí? ¿Por qué no estás con él haciendo…? —Sara le guiñó el ojo—. Bueno, ya sabes a qué me refiero.—¿Qué demonios dices? —le preguntó con el ceño fruncido—. No pienso acostarme con él porque me haya dicho que me «ama» —agregó, poniendo énfasis en la última palabra.—Ah, pero sin motivos sí, ¿no? —la interrogó Johana con las cejas en alto.—A ver, yo no tengo problema en acostarme con él, pero una cosa es que me guste y que me agrade estar con él y otra, muy distinta, es permitir que siga confundiendo las cosas —sentenció Gianina.—Según tú, ¿qué es lo que está confundiendo? —preguntó Sara. —Estoy casi segura de que cree estar «enamorado» de
Luego de cortar la comunicación, las lágrimas comenzaron a rodar por las mejillas de Gianina.—¡Es una víbora! —dijo Johana con los dientes apretados.Gianina no dijo nada y tampoco lo hizo Sara.La ansiedad había aumentado en su ser, con cada palabra que había intercambiado con Vittoria, su cuerpo temblaba y sentía que no podría controlarlo más.—Tengo que hablar con Adriano.—No estás bien, Gianina, sabes que estás con un ataque de ansiedad —le dijo Sara—. Mejor cálmate y luego hablas con él.—No… no… no puedo. No puedo seguir así. Estoy cansada de todo esto. ¿Por qué diablos la vida es así conmigo? ¿Por qué siempre termino en la mierda? Si no es por un motivo, es por otro…Tras aquellas palabras, se llevó una mano al pecho y comenzó a hiperventilar.Sara se levantó rápidamente y se acercó a ella. La abrazó con fuerza.—Tranquila, cariño, tranquila…—Me… me fal… me falta el aire… —dijo Gianina a duras penas.—Ven, vamos a mi habitación —repuso Sara mientras la conducía hacia la puer
UNA SEMANA MÁS TARDELos últimos días habían transcurrido en la mayor tranquilidad, para suerte de Adriano y de Gianina, quienes no se habían bajado la guardia, pero sí se habían relajado lo suficiente como para que la noticia del telediario los tomara por sorpresa.—«El diseñador y empresario de modas, Adriano Messina, vuelve a estar en la primera plana de todas las revistas del corazón. Durante la mañana de hoy, se filtraron dos audios en los que queda expuesta la verdad de la relación de Adriano con Vittoria y el enojo que esto produce en la señorita Gianina Costa, quien, aparentemente, quiere atrapar a Adriano Messina con la excusa de que se irá con sus hijos aún nonatos».Adriano y Gianina intercambiaron una mirada mientras desayunaban viendo la televisión.Sara, Johana y Francesco se miraron entre sí, antes de enfocar sus miradas en Adriano y Gianina que habían quedado estupefactos ante los audios que se habían reproducido posteriormente a que la presentadora diera la supuesta n
Al llegar a la habitación, la cual se encontraba en la quinta planta de la clínica, Gianina ya se encontraba allí, en la cama, junto a las dos pequeñas cunas.Adriano miró a Gianina y, acto seguido, posó su mirada sobre las cunas y su corazón comenzó a latir desbocado, y sus ojos, inevitablemente, se anegaron en lágrimas.Lentamente, se acercó a las cunas y observó a los dos niños y las dos niñas que dormían plácidamente junto a su madre.Le sorprendió que estuvieran dormidos, y Gianina no estuviera amamantando, pero dejó esto a un lado y se encaminó hacia Gianina.Sin que ella pudiera escaparse, Adriano la abrazó con fuerza antes de apartarse levemente, dejando sus rostros a un palmo de distancia, y dijo:—Lo siento, lo siento, lo siento… ¿Estás bien?—Sí, eso creo. No siento mis piernas, pero se pasará pronto, por lo que me dijo el anestesista—. ¿Por qué te disculpas tanto?—Por no haber sido capaz de cumplir mi promesa. Realmente, no merezco todo esto, no merezco que me des estos c
Aquella noche, mientras se encontraba a solas con los cuatro pequeños, ya que Sara se había ido al bufete de la clínica en busca de algo para comer, la puerta de la habitación de Gianina se abrió de par en par.Sobresaltada, pensando que se trataba de la enfermera amargada que los había chequeado, a ella y a los niños, un par de horas antes, se incorporó en la cama de inmediato.Ya la anestesia había desaparecido y ya sentía sus piernas, sin embargo, el cansancio que sentía era tal que no podía siquiera descansar la vista. No podía dormir, a pesar de que ya era tarde. Todo lo que había vivido ese día era demasiado para cualquier persona. Aunque ella procuraba no demostrarlo ante nadie, ni siquiera ante su mejor amiga.Cuando alzó la vista, esperando encontrarse con la mujer de estatura baja, cuerpo rechoncho y mirada helada, se encontró con algo mucho peor.Gianina frunció el ceño, desorientada, y preguntó:—Vittoria, ¿qué diablos haces aquí?—Dejar en claro un par de «cositas» —dijo