UNA SEMANA MÁS TARDELos últimos días habían transcurrido en la mayor tranquilidad, para suerte de Adriano y de Gianina, quienes no se habían bajado la guardia, pero sí se habían relajado lo suficiente como para que la noticia del telediario los tomara por sorpresa.—«El diseñador y empresario de modas, Adriano Messina, vuelve a estar en la primera plana de todas las revistas del corazón. Durante la mañana de hoy, se filtraron dos audios en los que queda expuesta la verdad de la relación de Adriano con Vittoria y el enojo que esto produce en la señorita Gianina Costa, quien, aparentemente, quiere atrapar a Adriano Messina con la excusa de que se irá con sus hijos aún nonatos».Adriano y Gianina intercambiaron una mirada mientras desayunaban viendo la televisión.Sara, Johana y Francesco se miraron entre sí, antes de enfocar sus miradas en Adriano y Gianina que habían quedado estupefactos ante los audios que se habían reproducido posteriormente a que la presentadora diera la supuesta n
Al llegar a la habitación, la cual se encontraba en la quinta planta de la clínica, Gianina ya se encontraba allí, en la cama, junto a las dos pequeñas cunas.Adriano miró a Gianina y, acto seguido, posó su mirada sobre las cunas y su corazón comenzó a latir desbocado, y sus ojos, inevitablemente, se anegaron en lágrimas.Lentamente, se acercó a las cunas y observó a los dos niños y las dos niñas que dormían plácidamente junto a su madre.Le sorprendió que estuvieran dormidos, y Gianina no estuviera amamantando, pero dejó esto a un lado y se encaminó hacia Gianina.Sin que ella pudiera escaparse, Adriano la abrazó con fuerza antes de apartarse levemente, dejando sus rostros a un palmo de distancia, y dijo:—Lo siento, lo siento, lo siento… ¿Estás bien?—Sí, eso creo. No siento mis piernas, pero se pasará pronto, por lo que me dijo el anestesista—. ¿Por qué te disculpas tanto?—Por no haber sido capaz de cumplir mi promesa. Realmente, no merezco todo esto, no merezco que me des estos c
Aquella noche, mientras se encontraba a solas con los cuatro pequeños, ya que Sara se había ido al bufete de la clínica en busca de algo para comer, la puerta de la habitación de Gianina se abrió de par en par.Sobresaltada, pensando que se trataba de la enfermera amargada que los había chequeado, a ella y a los niños, un par de horas antes, se incorporó en la cama de inmediato.Ya la anestesia había desaparecido y ya sentía sus piernas, sin embargo, el cansancio que sentía era tal que no podía siquiera descansar la vista. No podía dormir, a pesar de que ya era tarde. Todo lo que había vivido ese día era demasiado para cualquier persona. Aunque ella procuraba no demostrarlo ante nadie, ni siquiera ante su mejor amiga.Cuando alzó la vista, esperando encontrarse con la mujer de estatura baja, cuerpo rechoncho y mirada helada, se encontró con algo mucho peor.Gianina frunció el ceño, desorientada, y preguntó:—Vittoria, ¿qué diablos haces aquí?—Dejar en claro un par de «cositas» —dijo
TRES DÍAS DESPUÉS.Tres días después de que Gianina rompiera bolsa y fuera trasladada a la clínica y sometida a una cesárea para traer a sus hijos al mundo, la doctora que la había atendido se acercó a su habitación.—Buenos días, Gianina —la saludó con una sonrisa agradable—. Ya te vas a casa.Gianina asintió.—Buenos días, doctora Rossi. —Sonrió—. Gracias por todo.—Recuerda que, cuando salgas, debes firmar tu salida en la recepción, ¿sí? —le recordó—. Por cierto, ten —dijo, tendiéndole cuatro libretitas de diferentes colores.—Oh, gracias, doctora —respondió Gianina recibiendo las libretas—. Iba a pedirlas cuando saliera.—Pues el señor Messina me pidió que estuviera lista cuanto antes.—¿El señor Messina le pidió? —preguntó, ladeando la cabeza, sin comprender.—Sí, señora, él será quien la vendrá a buscar.—No, vendrá Sara… —replicó con el ceño fruncido.—Eso no lo sé, yo solo acato las órdenes que me da mi superior —respondió la mujer—. Ahora me marcho, tengo otra paciente para d
VARIAS HORAS MÁS TARDE.Al llegar a un aeropuerto privado, ubicado en Galicia. Al menos, eso le indicaba el GPS a Gianina, quien, tras las evasivas de Adriano por decirle a dónde, específicamente, aterrizarían, había seguido el viaje por su móvil, gracias a que el jet contaba con conexión WiFi.—¿Por qué Galicia? —preguntó Gianina en cuanto aterrizaron.Adriano suspiró.—Mi abuela, por parte de mi padre, era gallega. Ella fue la que nos heredó la propiedad a la que vamos. Está en las montañas, por si quieres saber —dijo, adivinando los pensamientos de Gianina.—¿En las sierras?—Sí, no sé mucho de geografía, lo que sean esos bultos en la tierra —dijo Adriano sacándole una sonrisa a Gianina.—Bueno, por fin algo que se escapa a tu entendimiento, querido. —Solo eso, en lo demás, siempre estoy al día.—Eso es lo que crees. Siempre creemos saber más de lo que realmente es —repuso Sara.—Anda, tú también te pondrás a molestarme.¿En qué momento aquellos dos habían tomado tanta confianza?
UN MES MÁS TARDELos primeros días en Galicia habían sido difíciles para todos, en especial para Gianina, quien no solo se tenía que acostumbrar a estar en un país que no era el suyo, sino que, aunque todos la ayudaran, tenía que hacerse cargo de cinco hijos.Aquella mañana se dirigió a la cocina en busca de una taza de café.No había dormido prácticamente en toda la noche. Los niños habían estado por demás inquieto y ella no había logrado tranquilizarlos hasta hacía diez minutos. Sí, podría haber llamado a Adriano y a sus amigas, pero no había querido molestarlos.Además, necesitaba estar con ellos cuatro a solas, ya que, en las últimas semanas no había podido compartir un buen tiempo con ellos. O, mejor dicho, tiempo de calidad con los cuatro.Al entrar en la cocina, se sorprendió al encontrar a Adriano allí con la cabeza entre las manos.—¿Qué sucede? —preguntó ella con la voz ronca por el cansancio.Adriano se sobresaltó al escucharla y se incorporó.—Oh, buenos días, Gianina. —S
Esa misma noche, a las nueve, ambos se encontraban en el aeropuerto, en el que se encontraba el Jet privado de Adriano. En cuanto Gianina le había dicho que se iría con él a Sicilia al entierro de su madre, Adriano se había puesto en contacto con el piloto, sin embargo, este se había demorado en viajar, en un avión comercial, hasta el lugar en el que se encontraba el aeropuerto privado. Adriano se sentía impaciente. La verdad era que, por un lado, el hecho de que Gianina viajara con él lo llenaba de tranquilidad y se sentía agradecido, sin embargo, por el otro lado, le daba una angustia tremenda pensar que le pudieran hacerle algo que la dañara. Miró en dirección a Gianina e hizo una mueca de incomodidad y dije: —Sabes que puedes dar media vuelta y regresar a la masía, ¿no? —Gianina asintió—. Entonces, ¿por qué sigues aquí? —Porque te di mi palabra de que iría contigo. —En serio, yo… —comenzó a decir Adriano. Sin embargo, Gianina lo interrumpió: —Ya te dije que iré y no daré m
Cuando estuvieron a solas en la mansión, Gianina sintió como que la enorme edificación caía sobre ella.—Lo siento, Gianina —dijo Adriano, cuando cerró la puerta detrás de él.—No tienes por qué disculparte —repuso ella con una suave sonrisa—. No te preocupes, ya iba preparada para cualquier cosa. Si vine hasta aquí no era porque creyera que no iba a suceder, sabía que era un noventa por ciento probable que esto pasara.—Gracias por venir —dijo Adriano con sinceridad—. Si no hubieras estado aquí en este momento, no hubiese podido finalizar ese encuentro con tanta facilidad. Sí, te hubiera tenido en pensamiento, pero no hubiera sido tan fácil.Gianina no supo qué decir, por lo que se limitó a sonreír.Adriano se acercó a ella y la abrazó con fuerza. Gianina le devolvió el abrazo con cierta incomodidad.Durante unos cuantos minutos, permanecieron abrazados, mientras Gianina sentía cómo las lágrimas de Adriano humedecían su cabello.Un momento más tarde, Adriano se apartó de ella y sonri