Primer encuentro

Me presenté en el salón de clases tarde, algo muy común en mí. Era mi segundo semestre en la universidad, para la carrera de psicología; no es precisamente la carrera que escogería, pero en mi familia, casi todos son médicos y mis padres son dueños de una clínica, ellos desean que yo trabajé en ella, pero antes que tener que vérmelas con inyecciones, sangre, órganos, ¡No! Prefiero mil veces sentarme a charlar con mis pacientes y escucharlos. Así pues... Heme aquí, en psicología.

Como les contaba… Llegaba tarde a clases, cómo siempre. ¡Ah sí! Olvidaba decirles que está era la segunda semana de clases, no me presenté a la primera semana, ¿El por qué? Por qué la primera semana siempre hacen esas tontas introducciones y presentaciones, en cada materia lo mismo, “Buen día, soy Leonardo Harrison, tengo diecinueve años, vivo en la zona este de la ciudad, me gusta la psicóloga porque permite el análisis del pensamiento humano”. ¡Repetir está oración en cada materia! ¡Que va!.

Bueno, bueno, de nuevo me voy por las ramas.

Llegue al aula con mi mejor sonrisa, no sabía que esperar al llegar, ya saben, con que chicas quedaría en esta clase, “Ojalá esté esa Yesenia, ¡Le tenía unas ganas el semestre pasado! Y se me escapó” pensaba. Al entrar, la profesora que estaba allí, me observó de arriba a abajo con cierto reproche en la mirada.

— ¡Buen día!. — Le di una mirada dulce, en forma de disculpa.

— ¿Usted es?. — Me respondió algo irritada.

— ¡Leonardo Harrison!. — Observé al aula, estaban allí un par de mis amigos, otros más que conocía y trataba, un par de desconocidos (mejor dicho: desconocidas), específicamente unas lindas chicas. La docente revisó una lista.

— Bien, puede pasar. Pero le agradezco que no vuelva a llegar tarde a mi clase, bajo puntos por impuntualidad. — Su tono era algo regañón.

— Si, señora. — Le di una sonrisa pícara, que siempre me funcionaba para aturdir a las damas, pero al parecer, en ella no surtió el más mínimo efecto. Comencé a buscar con la mirada un asiento al final del aula.

— Puede tomar asiento junto a la señorita… — Remató la docente.

— ¡Anabel!. — Respondió una joven con bastante entusiasmo, estaba sentada al frente. Por cierto, ella era una de las dos lindas chicas que no había visto antes en la universidad.

— Ya puede ver que no hay más puestos en el aula. — Terminó la profesora.

Como buen muchacho que soy, asentí y me senté junto a la joven susurrando un “hola” al cual ella respondió, también suavemente; acomode mi bolso a mis pies, sacando un cuaderno y bolígrafo. Voltee la vista una vez más hacia la chica, quería observarla mejor ahora que la tenía a un lado, ella miraba con mucho interés a la profesora que continuaba con la clase, mientras que yo, no le prestaba atención.

La chica era bonita, bastante bonita, no llevaba maquillaje o quizás si, pero muy natural. Lo cual es extraño en una joven hoy en día; para mí, eso significa dos cosas, no se preocupa por su apariencia, quizás porque muchas ocupaciones o es muy segura de sí misma, sabe que es bonita y no lo necesita, eso me gusta.

Seguí detallándola, su piel es bastante blanca, contrasta con su cabello ondeado, castaño con reflejos claros que lleva suelto a la espalda. A cada momento tiraba la cabellera a un lado, para que no le molestara al momento de tomar nota; lo que significa que, usualmente no lo usa suelto, parecía molestarle. Su ropa era casual, cómoda, jean, tenis, camiseta… “Es una chica práctica”, pensé.

Ella se dio cuenta de que la estaba observando y voltea hacia mí, me miró un instante a los ojos, “Son bonitos”, los detallé: almendrados, color chocolate, con unas espesas pestañas negras.

Vi que la chica se sonroja, “Le va bien ese rubor en las mejillas”, volteó rápidamente la mirada. Mientras yo, seguía observándola y noté en su perfil que esboza una sonrisa, lo cual hace que yo sonría satisfecho y voltee a simular que pongo atención a la clase mientras suponía “¡Jajaja listo! ¡Ya es mía!”.

— ¡Bueno, chicos! Por favor reúnanse con su equipo de trabajo… — “¿Ah? ¿Equipos? ¡¿Es en serio?! ¡Ni en la universidad uno se salva de esto!” creí al escuchar a la profesora.

Todos se le levantaban y se movían a sus sitios. Yo me dirigía hacia el fondo del aula donde están mis amigos, cuando escuché a la profesora que me llamaba.

—¡Sr. Harrison! Usted no asistió a la primera clase, así que no tiene un equipo… — Miraba unos papeles a través de los anteojos que acababa de ponerse.

— No hay problema. — La interrumpí, por lo que levantó la mirada molesta. — Yo voy con mis ami… — Voltee y vi a Diego, uno de mis amigos, con un grupo de desconocidos al final del aula; Mientras Paul se dirigía a un grupo al frente del aula. Estaba algo confundido.

— En esta clase, ¡Yo asigno los equipos!. — Soltó la docente con cierta mueca de disgusto, “¡Esta mujer! Ella, ¿Asignar los equipos? ¡¿Estamos en la era de las cavernas acaso?!”, “Si no pareciera enojada todo el tiempo, se vería más bonita”, la verdad es que debajo de ese traje se le notaba una buena figura. “Quizás debería mostrarme más amable con ella, sonreírle más, yo podría mejorarle ese humor y esa mala actitud, así obtendría beneficios extra”. — Se reunirá usted con Paul, Diana, Christian y Anabel, a quienes les falta un miembro.

Voltee y se estaban acomodando al frente, ¡Al frente! ¡¿Prácticamente a un lado del escritorio de la profesora?! Ellos me miraban con una sonrisa, como si quisieran burlarse de mí, pero se contenían, ¿Acaso tenía monos en la cara? O ¿Su burla se debía a la expresión de asombro que no me abandonaba?.

“Bueno, por lo menos estoy con Paul... Y está esa chica, Anabel, ya con esto, la tengo segura… Pero también están esos dos que casi no conozco, una emo y un… ¿Un que? ¿Rockero? ¿Metalero? ¡O lo que sea!”. Me dirigí hacia mi nuevo equipo, sentándome en el mismo asiento que había abandonado, junto a Anabel, quién ya estaba conversando con la otra chica y parecía tener anotaciones hechas en un papel, me imagino que de la clase pasada.

Tome mi asiento muy seguro de mí mismo, haciendo bastante ruido, provocando que Anabel voltee hacia mí, aunque volvió a voltear rápidamente hacia otro lado, de nuevo enrojecida y con una sonrisa, eso me dio gusto.

Me gusta poder observar, el efecto que causo en las mujeres. Saludé a todos alrededor con un gesto, no podía charlar con Paul porque estaba al otro lado del escritorio, frente a mí, así que solo escuchaba sobre lo que hablaban los otros miembros en el equipo.

Se trataba de un proyecto, teníamos que hacer un proyecto comunitario en equipo para esta materia, seriamos el mismo equipo durante todo el semestre y no solamente tendríamos que trabajar en el aula, sino reunirnos constantemente fuera de ella. Ya odiaba esta materia. Hablaban sobre los posibles temas para el proyecto y donde podrían ser ejecutados.

— Disculpa, ¿Podrías ponerme al día?. — Me dirijo a Anabel por lo bajo.

Ella se mostró muy amable, se presentó y con una linda sonrisa me explicó todo. La chica me miraba intensamente mientras hablaba, volteando cada tanto, parecía detener su mirada con frecuencia en mis labios mientras se sonrojaba, “¡Por Dios! ¡Esto será más sencillo de lo que pensé!”.

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