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Jean Paul Sonobe

Suspiros agonizantes brotaban de ella.

Sus intentos desesperados por recuperar el aliento, aumentaban el precio. Cada vez que procuraba atrapar bocanadas de aire para poder respirar, el dolor la sometía nuevamente a la asfixia.

La sangre fluía a través de su herida, cubriéndola como un manto.

El cansancio la doblegaba, provocando que sus ojos grisáceos se fueran cerrando lentamente.

_ Resiste por favor, quédate conmigo. _ La voz suplicante de él se escuchaba lejana para Adeline, quien aún así resistió a la tentación de caer ante la extenuación que sentía.

...

La estancia se encontraba compuesta por un conjunto de médicos, los cuales al verla llegar se encaminaron rápidamente a atenderla.

Si no lo hacemos ahora, morirá. _ Sentenció una mujer rugosa, examinando la herida. _ Esto le dolerá, así que tendrá que sujetarla para que no realice ningún movimiento. _ Concluyó ubicando los instrumentos quirúrgicos en la mesa.

Asintió Jean Paul aterrado ante lo dicho por la mujer.

El miedo se reflejaba en aquellos ojos color avellana, los cuales se hallaban sumergidos completamente en la presencia de Adeline. No podía permitirse que algo malo le sucediera. No se lo perdonaría jamás.

_ Dime algo. _ Susurró este atemorizado, situando su mano sobre la de ella.

_ ¿No eres tú el que debería estarme distrayendo?. _ Masculló esta, temblando.

Su comentario ocurrente causó que en el rostro de él se asomara una leve sonrisa.

_ Tu sentido del humor aún permanece intacto. _ Expresó sin poder contener el tono angustioso de su voz.

La sonrisa a medio formar de ella, fue reemplazada por una expresión de dolor.

Gritos desgarradores emitía al removerse con desespero.

_ Esto quema. _ Gritó sudorosa.

A lo cual Jean Paul sin poder evitarlo interfirió.

_ Basta, la lastiman. _ Vociferó este alarmado ante la reacción de Adeline.

_ Ya sabe lo que le sucederá si no nos deja seguir con nuestro trabajo. _ Argumentó la doctora con tono severo.

Al ver que él asintió, prosiguió con la operación.

El dolor de ella, provocó al desmayo inmediato. Siendo consumida por un profundo y torturador sueño.

...

Un grito resonó afuera de las paredes de su aposento. Causando que el mayor de los Sonobe se sobresaltara ante lo escuchado.

Apresurándose se encaminó en dirección a la habitación en donde había dejado a Adeline dormida.

Al entrar por la puerta, lo primero que contempló fue la figura de ella temblando sobre la cama. Palabras alternas eran susurradas a través de sus labios. Sus ojos cerrados evidenciaban que aún seguía soñando.

_ No, no lo hagas _ Gritó esta, removiéndose intranquila en el colchón.

A lo cual él reaccionó situándose al lado de ella. Sujetándola entre sus brazos, en un intento por calmarla.

De un modo súbito esta se despertó, agitada por el mismo sueño que la había venido atormentando.

_ Tranquila, solo fue una pesadilla. Estás a salvo. _ Mencionó con tono tranquilizador.

_ ¿En dónde estamos? ¿Qué fue lo que sucedió?. _ Expresó aturdida intentando de levantarse, pero los brazos de él lo impidieron.

_ Te encuentras en una de mis mansiones. Los mejores doctores te han atendido. _ Dijo complacido, levantándose, para luego dirigirse hacia el lustroso ventanal que daba vista a la ciudad. _ Por poco te pierdo_ Admitió esta vez con un tono indescifrable en su voz.

La confusión de Adeline se hizo de esperar. Hace un par de horas que la acusaba de acostarse con su hermano menor y ahora le preocupaba el hecho de que esta casi falleciera.

Llegó a la conclusión de que Jean Paul Sonobe podía resultar ser un hombre impredecible.

Haciendo un intento por levantarse, casi resbala.

_ ¿Por qué demonios eres tan testaruda?. Solo acuéstate, obedece. _ Exigió él volviéndola a colocar en la cama.

Adeline rodó los ojos ante la petición de este.

_ Me fastidias. _ Respondió ella, doblando los brazos entre sí.

_ No estaríamos en esta situación, si tú solo no te hubieras movido de la mansión. _ Mencionó con molestia, mirándola.

Esta lo encaró enfadada.

_ ¿Y ahora es mi culpa? Te recuerdo que fuiste tú quien me ahuyentó. Así que esto es tu culpa. _ Expresó, señalando un abrigo que se encontraba arrojado en un sofá. _ Ya que no puedo moverme. ¿Me lo entregas?. _ Concluyó aún molesta.

Jean Paul soltando un sonoro suspiro, agarró el abrigo, del cual un frasco repleto de pastillas cayó al suelo.

Su confusión se evidenció al hundir el entrecejo.

Al agacharse y recogerlas pudo leer una receta médica que se hallaba adherida al frasco, provocando que su expresión anterior fuera sustituida por una de temor.

_ ¿Por qué consumes ansiolíticos?. _ Enrollando sus dedos en el frasco, lo acercó a ella sin dárselos.

La expresión de Adeline era impasible, no se inmutó en lo absoluto ante la interrogativa de él.

_ ¿Acaso debo explicarte el significado de la palabra ansiolíticos?. _ El tono sarcástico de su voz no se pasaba de inadvertido.

_ No estoy para juegos, así que responde. _ Expresó con seriedad. No estaba bromeando y ella lo sabía.

_ Bueno pues no es como que los consuma por diversión _ Respondió manteniendo el tono irónico en su voz, arrebatando el frasco de sus manos. _ Pero de igual modo no te debo ningún tipo de explicación, no es algo de tu interés. _ Concluyó vaciando el recipiente en su mano para luego ingerirlas.

Tal acto y respuesta, causaron molestia tanto como preocupación en Jean Paul. Quien abotonando su saco, se dirigió a la puerta. _ Le pedí a Adler que fuera de compras. Toda la ropa que necesitas está en el vestuario. Así que prepárate, te doy una hora. _ Se marchó sin permitir alguna objeción departe de esta.

A lo cual Adeline sin tener más opciones, se encaminó a regañadientes al vestíbulo.

El tamaño de este era tan extenso como el aposente en el que se había hospedado. Prendas de gran variedad y colores estaban colgadas en forma horizontal, por unos tubos que se encontraban adheridos a la estancia.

Estantes de mármol decoraban el lugar. Siendo ocupados por abundancia de calzados y accesorios.

Al merodear por el sitio, no pudo evitar que la sorpresa se acentuara en ella ante lo contemplado. Aunque le seguía pareciendo absurdo la idea de que todo esto lo prepararan solamente para ella y más al saber que Jean Paul fue el que dio la orden de hacerlo. ¿Por qué se tomaba tantas molestias innecesarias? Pensó.

Soltando un largo suspiro, escogió un atuendo conservador, compuesto por unos botines de color negro que combinaban con su jersey de cuello. Para así dirigirse al tocador y maquillarse.

Aquellos moretones y cortadas en su rostro quedaron poco visibles ante el espejo. La base quedó esparcida de tal modo que ninguna imperfección era vista en este.

La forma en la que ella sobrevivía era bloqueando todo a su paso, por lo cual no le permitió a Jean Paul volver a mencionar el incidente, le era más sencillo actuar como si nada hubiera ocurrido que aceptar que sí ocurrió.

Desviando su mirada de su reflejo, se levantó del asiento, agarrando una gabardina grisácea para luego colocársela y de ese modo salir por la puerta.

Al descender por los escalones, el mayor de los Sonobe reparó de inmediato en su presencia. Sus ojos avellana la admiraban con intensidad, revelando el deseo escondido que se hallaba sumergido en estos.

_ ¿Me llevarás de paseo?. _ Dijo esta, rompiendo la tensión palpable entre ambos.

A lo cual él sin dejar de mirarla, cruzó sus brazos.

_ Se te da bien arruinar momentos. _ Mencionó con un tono inescrutable en su voz, acercándose con firmeza a ella. _ No me agrada cuando lo haces. _ Susurrando aquello último cerca de su oído.

Sus ojos grisáceos se encontraron con los de él cuando esta acortó un poco más la distancia que los separaba. Entre alientos refrescantes ella ladeó una sonrisa.

_ Nunca hubo un momento. _ Admitió indiferente, separándose de él para después salir tras la puerta.

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