En la mansión Sonobe, el hermano del medio, contemplaba el reloj de madera que descansaba sobre la mesa de noche de su aposento.Se hallaba encorvado, sentado a un costado del colchón, portando unos pantalones de vestir negros y zapatos de cuero del mismo color. Su espalda tonificada y desnuda, dejaba a la vista cada una de las cicatrices que la recubría, todas amontonadas, encapotadas entre sí. Algunas por azotes de látigo, que de vez en cuando, su padre le infligía por desobediencia. No obstante, gran parte de estas, habían sido quemaduras de cigarro, que su madre propinaba, como si se tratara de un cenicero.Aquellos ojos de oro evocaron a su yo infante encadenado a uno de los escritorios de la biblioteca. Su cuello adherido a una gargantilla metálica, sujetaba las demás cadenas que lo sometían.El pequeño Jean Pierre, se restregaba con dolor a causa de un enorme cardenal provocado por la fricción del collar en su cuello. Aun cuando el dolor se volvía insoportable, no se atrevía a
El estremecedor sonido del arco rozando delicadamente las cuerdas frontales del violín conducían a Jean Pierre, en medio de la vasta oscuridad del sitio, a Adeline.El resonar de su corazón acrecentaba a medida del afanoso acercamiento que se avecinaba. La hipnótica melodía que denotaba el instrumento, se volvía cada vez más audible conforme él se encaminaba hacia ella.La exigua luz blanquecina que salía desprendida del escenario a la prolongada alfombra roja que recorría, lo detuvo. Sus ojos dorados se sellaron, sus manos trémulas sudaban, su palpitar se intensificaba. Tragó saliva, en un intento desesperado por contenerse. Solo tenía que adentrarse al auditorio y la vería. El hermano del medio se adentró al Gran salón, colmado por fastuosos adornos de tonos dorados y rojos. Una mesa extensa al frente del escenario, bañada en oro y con incrustaciones de diamante naranja, contenía un mantel rojizo sobre un par de velas encendidas, una botella de vino en el centro, con sus dos copas
_ La moneda de plata que resguardas entre tus dedos será el artefacto que le concederá vida a este juego. Después de todo, su significado simplifica la esencia que posee cada historia. Siempre habrá dos versiones, luz y oscuridad, una mentira y una verdad, una decisión y una consecuencia, una cara y una cruz. _ encogiéndose de hombros, sonrió ladino._ ¿Cuáles son las reglas del juego? _ Aquellos ojos dorados se incrustaron en la moneda avejentada que viraba entre sus dedos._ Jugaremos a las adivinanzas. Era el juego favorito de mi madre cuando era un crio, no importaba si ganaba o perdía siempre me atribuía una recompensa. _ Una sonrisa pletórica de nostalgia y amargura sucumbió su a perfilado rostro. _ Pero bueno, no sería un juego si alguno de los dos no pudiera ganar, así que en esta versión existirán repercusiones. Las reglas son sencillas, la moneda representará los dos bandos opuestos y los turnos que tomará el escogido, sin importar las repeticiones del bando. Además, el obje
La tenue luz amarillenta de un candelabro, iluminaba el reflejo de la joven en el espejo. La oscuridad hospedada en los rincones amplios del aposento, la hacían sentir en un escenario, apunto de tomar el papel protagónico en una estancia vacía. Esa soledad que evocaba la habitación sombría, era la misma que experimentaba en un auditorio profuso de masas bulliciosas. _ Luces preciosa. _inclinado sobre el umbral de la puerta, recorrió con la mirada su figura esbelta arropada por un vestido rojizo de satén. Adeline plasmó sus ojos grisáceos, más allá de su figura, en ambos iris de tonalidades opuestas que la observaban con vehemencia. _ Desde niña, mi padre solía contarme historias que resguardaban una moraleja. Una vez me leyó "Tres comodines", un libro escrito por autor anónimo. Personificaba tres elecciones que el protagonista podía escoger para salir del oscuro abismo al que se había sumergido. El primer comodín se presentó como Delator, el segundo Abnegado y el tercero Muerte.
Una semana después...La blanquecina y pomposa bruma levitaba expedita por el agrisado cielo lluvioso. Las gotas descendían estrepitosamente sobre los tres paraguas negros. El vergel, profuso de jancitos, peonias, caléndulas y dalias, adornaban la lámina ciclópea que resguardaba el ataúd del cuarto hermano Sonobe. Un epígrafe labrado en oro plasmaba el significado que tuvo para los hermanos. Eydrian Salvatore y Castiel Sonobe, dos vidas distintas en un mismo ser. "Amado amigo y hermano".Cada hermano Sonobe, sostenía una rosa con tonalidad diversa. El hijo mayor, poseía una rosa azul, el hijo del medio, una rosa roja, el hijo menor, una rosa verde y Adeline, abrazada por los regazos de Jean Pierre, asió una rosa laudable por su peculiaridad, blanca, profusa de ligeras pinceladas negras. Siendo un recordatorio de que hasta lo más puro puede ser embadurnado de una ínfima capa de oscuridad.Inquietamente, el menor de los Sonobe, desviaba la mirada de la tumba a sus hermanos. Frunciendo
Las puertas del santuario Sonobe se abrieron ante ella. Los guardias la dejaron pasar, sin protestar. Adeline sabía que Jean Paul la esperaba, la había observado desde las cámaras que cubrían todo el perímetro del parquímetro. Él aguardaba por ella, anhelaba verla una vez más. Sabiendo que lo que fuera a suceder en aquella oficina, no era el final de su historia. La joven subió por el ascensor hasta llegar al piso en donde se hospedaba la oficina central de Jean Paul. Un recuento de imágenes vívidas hizo presencia en su campo de visión, desde el primer encuentro con el mayor de los Sonobe hasta el último. Bajando la cabeza, Adeline se adentró a la oficina de Jean Paul sin llamar a la puerta antes. El mayor de los Sonobe estaba de pie, contemplando la vista tras los ventanales, con su traje entero y peinado impecable. _ Viniste. _ musitó contundente, virando. _ Bueno, no consideraba que de este modo debía de concluir nuestra historia. _ sellando la puerta, se aproximó a él. _
El Téâtre des Variétés se hallaba envuelto en una colorida dispersión de resplandor. Una combinación extravagante de distintas tonalidades salían desprendidas a través de reflectores que se encontraban adheridos a la estancia, dando de ese modo iluminación completa al auditorio.Asientos acolchonados de color vino lo componían. Estos espacios los ocupaban la audiencia, quiénes portaban atuendos de gala que les concedía un aura elegante.A pesar del refinamiento que se percibía en ellos, no se comparaba en lo absoluto con la presencia de un grupo en particular. Cuyo apellido hacía mención de todo lo que eran, hombres adinerados y con poder. Los tres hermanos Sonobe. La ostentosidad que estos imponían sería perceptible ante el ojo público, siendo para los hermanos imposible pasar de inadvertidos.Además de fundar la empresa más prestigiosa en todo Francia. Estos se dieron a conocer en otras partes del mundo, debido a las negociaciones cuantitativas que estos efectuaban. No hace más d
Los primeros rayos de sol atravesaban los ventanales de la habitación. Su tenue luz alumbraba en dirección a la figura de la joven acostada. La cuál no paraba de removerse en el colchón.Su pecho le palpitaba con fuerza, provocando que su respiración se volviera inestable.Una capa de sudor gélido brotaba desde su frente, cayendo a ambos costados de su pálido rostro.Sollozos intermitentes dejaban sus labios con temor.Súbitamente se despertó del estado somnoliento en el que se encontraba.Atemorizada por la pesadilla en la que se había sumergido. Con su antebrazo retiró cualquier rastro de sudor presente.Soltando un sonoro suspiro, se dirigió rumbo al baño. Ya habían pasado dos días desde que tocó en el Téâtre des Variétés y la imagen del hombre que la había ido a visitar al camerino aún la tenía pensante.Buscando en la vitrina, dio con un frasco repleto de pastillas. Vertió el recipiente en su mano para poder consumirlas.Sus ojos grisáceos se encontraron con su reflejo en el espe