Sus ojos dorados, contemplaron la sangre brotar de los cadáveres desparramados en la nieve, al bajar desasosegado del Jeep. Montículos de soldados, de ambos bandos, se encontraban aglutinados en distintas áreas del palacio.La tormenta había cesado, el panorama blanquecino se dispersó por completo. El cielo se tornó oscuro, avecinando la noche.Jean Pierre caminó sobre el pórtico ensangrentado, atravesando la puerta entreabierta seguido por André.Soldados aún en pie, auxiliaban a los heridos, otros instauraban estrategias de contraataque y el resto se preparaba para el batallón.Cada ejército lo simbolizaba una tonalidad específica, según a la familia que servían. Los Petrova portaban una armadura roja, los Salvatore un arnés negro, los Lancaster vestían con coraza cobriza, los Grey con montura plateada y los Sonobe figuraban el dorado en sus carcasas._ Amo Sonobe, el ejército rojo y negro nos traicionaron. _ Informó Damien en muletas y con heridas severas en todo su cuerpo. _ El ej
Aquellos gélidos ojos grisáceos contemplaban las sombras que se adentraban al ventanal con temor. Como si la sombra proyectada por el roble fuera a tirar de sus pies y sumergirla nuevamente al abismo del que hace varios años se esmeraba por escapar. Adeline retrocedió tambaleante, temerosa por el monstruo que su imaginación había creado. Las frondosas ramas asemejaban filosas garras que amenazaban en capturarla. Se sentía atrapada, asfixiada, le habían arrebatado la máscara que portaba._ No lo entiendes, no tenía opción. _ musitó, escuchando su propio latir feroz._ ¿No tenías opción?. _ preguntó incrédulo sonriendo. _ Siempre hay opciones Adeline, tú escoges que camino tomar. Eres esto, una joven que consume medicamento como si fueran dulces porque no puede lidiar con lo que realmente es. _ acercándose a ella, zarandeó sus hombros. _ ¡Dilo! ¡Quién eres!._ ¡Soy un monstruo!. _ Vociferó derrumbándose en la alfombra, rompiendo en llanto.Castiel se hincó ante ella, apartando con deli
En la mansión Sonobe, el hermano del medio, contemplaba el reloj de madera que descansaba sobre la mesa de noche de su aposento.Se hallaba encorvado, sentado a un costado del colchón, portando unos pantalones de vestir negros y zapatos de cuero del mismo color. Su espalda tonificada y desnuda, dejaba a la vista cada una de las cicatrices que la recubría, todas amontonadas, encapotadas entre sí. Algunas por azotes de látigo, que de vez en cuando, su padre le infligía por desobediencia. No obstante, gran parte de estas, habían sido quemaduras de cigarro, que su madre propinaba, como si se tratara de un cenicero.Aquellos ojos de oro evocaron a su yo infante encadenado a uno de los escritorios de la biblioteca. Su cuello adherido a una gargantilla metálica, sujetaba las demás cadenas que lo sometían.El pequeño Jean Pierre, se restregaba con dolor a causa de un enorme cardenal provocado por la fricción del collar en su cuello. Aun cuando el dolor se volvía insoportable, no se atrevía a
El estremecedor sonido del arco rozando delicadamente las cuerdas frontales del violín conducían a Jean Pierre, en medio de la vasta oscuridad del sitio, a Adeline.El resonar de su corazón acrecentaba a medida del afanoso acercamiento que se avecinaba. La hipnótica melodía que denotaba el instrumento, se volvía cada vez más audible conforme él se encaminaba hacia ella.La exigua luz blanquecina que salía desprendida del escenario a la prolongada alfombra roja que recorría, lo detuvo. Sus ojos dorados se sellaron, sus manos trémulas sudaban, su palpitar se intensificaba. Tragó saliva, en un intento desesperado por contenerse. Solo tenía que adentrarse al auditorio y la vería. El hermano del medio se adentró al Gran salón, colmado por fastuosos adornos de tonos dorados y rojos. Una mesa extensa al frente del escenario, bañada en oro y con incrustaciones de diamante naranja, contenía un mantel rojizo sobre un par de velas encendidas, una botella de vino en el centro, con sus dos copas
_ La moneda de plata que resguardas entre tus dedos será el artefacto que le concederá vida a este juego. Después de todo, su significado simplifica la esencia que posee cada historia. Siempre habrá dos versiones, luz y oscuridad, una mentira y una verdad, una decisión y una consecuencia, una cara y una cruz. _ encogiéndose de hombros, sonrió ladino._ ¿Cuáles son las reglas del juego? _ Aquellos ojos dorados se incrustaron en la moneda avejentada que viraba entre sus dedos._ Jugaremos a las adivinanzas. Era el juego favorito de mi madre cuando era un crio, no importaba si ganaba o perdía siempre me atribuía una recompensa. _ Una sonrisa pletórica de nostalgia y amargura sucumbió su a perfilado rostro. _ Pero bueno, no sería un juego si alguno de los dos no pudiera ganar, así que en esta versión existirán repercusiones. Las reglas son sencillas, la moneda representará los dos bandos opuestos y los turnos que tomará el escogido, sin importar las repeticiones del bando. Además, el obje
La tenue luz amarillenta de un candelabro, iluminaba el reflejo de la joven en el espejo. La oscuridad hospedada en los rincones amplios del aposento, la hacían sentir en un escenario, apunto de tomar el papel protagónico en una estancia vacía. Esa soledad que evocaba la habitación sombría, era la misma que experimentaba en un auditorio profuso de masas bulliciosas. _ Luces preciosa. _inclinado sobre el umbral de la puerta, recorrió con la mirada su figura esbelta arropada por un vestido rojizo de satén. Adeline plasmó sus ojos grisáceos, más allá de su figura, en ambos iris de tonalidades opuestas que la observaban con vehemencia. _ Desde niña, mi padre solía contarme historias que resguardaban una moraleja. Una vez me leyó "Tres comodines", un libro escrito por autor anónimo. Personificaba tres elecciones que el protagonista podía escoger para salir del oscuro abismo al que se había sumergido. El primer comodín se presentó como Delator, el segundo Abnegado y el tercero Muerte.
Una semana después...La blanquecina y pomposa bruma levitaba expedita por el agrisado cielo lluvioso. Las gotas descendían estrepitosamente sobre los tres paraguas negros. El vergel, profuso de jancitos, peonias, caléndulas y dalias, adornaban la lámina ciclópea que resguardaba el ataúd del cuarto hermano Sonobe. Un epígrafe labrado en oro plasmaba el significado que tuvo para los hermanos. Eydrian Salvatore y Castiel Sonobe, dos vidas distintas en un mismo ser. "Amado amigo y hermano".Cada hermano Sonobe, sostenía una rosa con tonalidad diversa. El hijo mayor, poseía una rosa azul, el hijo del medio, una rosa roja, el hijo menor, una rosa verde y Adeline, abrazada por los regazos de Jean Pierre, asió una rosa laudable por su peculiaridad, blanca, profusa de ligeras pinceladas negras. Siendo un recordatorio de que hasta lo más puro puede ser embadurnado de una ínfima capa de oscuridad.Inquietamente, el menor de los Sonobe, desviaba la mirada de la tumba a sus hermanos. Frunciendo
Las puertas del santuario Sonobe se abrieron ante ella. Los guardias la dejaron pasar, sin protestar. Adeline sabía que Jean Paul la esperaba, la había observado desde las cámaras que cubrían todo el perímetro del parquímetro. Él aguardaba por ella, anhelaba verla una vez más. Sabiendo que lo que fuera a suceder en aquella oficina, no era el final de su historia. La joven subió por el ascensor hasta llegar al piso en donde se hospedaba la oficina central de Jean Paul. Un recuento de imágenes vívidas hizo presencia en su campo de visión, desde el primer encuentro con el mayor de los Sonobe hasta el último. Bajando la cabeza, Adeline se adentró a la oficina de Jean Paul sin llamar a la puerta antes. El mayor de los Sonobe estaba de pie, contemplando la vista tras los ventanales, con su traje entero y peinado impecable. _ Viniste. _ musitó contundente, virando. _ Bueno, no consideraba que de este modo debía de concluir nuestra historia. _ sellando la puerta, se aproximó a él. _