Aún estaba al pendiente de su hijo, su semblante seguía mejorando pero no estaba del todo recuperado, tenía una leve gripe que lo hacía estornudar de vez en cuando y su temperatura corporal a veces subía produciéndole ligeros quebrantos. Cuando James se levantó esa mañana el clima era inclemente, la lluvia arreciaba contra las ventanas y John se mostraba intranquilo por los fuertes sonidos del agua contra el vidrio, por ende, cerró las cortinas y encendió otra vela para iluminar la habitación, la chimenea se estaba quedando sin fuego así que llamó al servicio para que le echaran más carbones, dado que debían mantener la estancia a una temperatura cálida para evitar complicaciones en la salud del niño.Cuando el bebé estuvo de nuevo dormitando, James decidió escribirle a Cassandra, pues la había abandonado en el Serpentine prometiéndole que pronto la iría a buscar para conversar de todos los acontecimientos que habían ocurrido, necesitaba saber cómo estaba y era claro que ella se encon
Siendo congruente con las palabras que le había escrito a Cassandra, se estaba preparando para trasladarse esa misma tarde a la casa principal del Conde de Blakewells, una morada deslumbrante que estaba unida a su título desde la primera generación. Él había mandado a realizar significativas remodelaciones en la fachada y en todo el interior, así como en los jardines y establos, cuando tomó la decisión de casarse, con la finalidad de recibir a su condesa tal y como se lo merecía, por ende, Blakewells Manor era una de las pocas mansiones con un estilo más moderno y fresco que las demás. Esta quedaba a unas cinco manzanas de distancia de la mansión que estaba habitando actualmente junto a su familia, por suerte las propiedades de todos los hermanos estaban relativamente cerca unas de las otras en Londres, incluso James era vecino de Brightwall Manor, la propiedad de Colin.Ya no quería que su madre se tomara para sí misma la tarea de cuidar de John o que se sintiera en la obligación de
17 de Mayo de 1811, Londres.A la espléndida Lady Penélope, quien destacó en su baile de presentación como ninguna otra, gracias a sus finas maneras, cabello de diosa y sonrisa de ángel, la cual caminaba llena de gracia, con agrado y emanando una elegancia incalculable, la comenzaron a ocultar sin razón aparente, no le permitían asistir a eventos que no fueran realizados por sus parientes y poco se le veía en los habituales paseos por Hyde Park. Esta dama, quien era la personificación de la pureza, radiante, colmada de alegrías y virtudes, pues la señorita tocaba no uno, sino dos instrumentos: el piano y la flauta, además cantaba como los querubines, tenía una voz sublime que hechizaba a sus visitantes cada que el marqués realizaba un evento social en su morada. Por otra parte, hablaba francés con fluidez y contaba con un amplio léxico del latín, el cual hablaba con bastante desenvoltura.Y no conforme con todo lo anterior, Penélope Luddington también se había destacado en la escuela
La sala estaba repleta de las personas más pomposas, engreídas y altivas de la alta sociedad, por lo general los integrantes de las familias de duques y marqueses eran así, a menos que estuvieran en la ruina y necesitaran desposarse con jóvenes que poseyeran dotes cuantiosas, provenientes de familias con las arcas llenas de riquezas, pero de no ser el caso eran individuos que poseían actitudes de cuidado, no dejaban pasar por alto los errores y veían a los demás levantando la barbilla, como si emanaran un tufillo, cosa que James odiaba sobremanera. Los únicos a quienes no podía meter en el mismo hueco era a Marcus, Sebastian, Nathaniel y Josephine, pertenecientes a esos estratos, y por supuesto su madre, quien era la Marquesa viuda de Bellingham, y no porque fueran su familia, sino porque realmente no trataban a nadie de manera diferente ni se fijaban en la posición social, James suponía que vivir y crecer en una casa con personas de todos los puestos de la jerarquía social les había
13 de Julio de 1815, Londres Esa mañana se sentía devastado, su cuerpo se sentía frágil y tenía los sentimientos a flor de piel, no había podido dormir como Dios manda la noche anterior con tantos pensamientos dentro de su cabeza, la cual parecía que iba a explotar en cualquier momento. Por otra parte, John había vuelto a tener fiebres, por lo que tuvo que cuidar de él durante la madrugada, cubriéndolo con paños de agua y manteniendo la estancia a una temperatura adecuada, cerró las cortinas y mantuvo el fuego en la chimenea a todo dar. No soportó la idea de quedarse en la habitación principal, con tantas memorias revoloteando, así que terminó dormitando de a ratos en una silla mecedora que había en el cuarto de niños junto a la cuna de su hijo, la cual se suponía que Penélope usaría para dar pecho a su retoño, donde lo acurrucaría hasta que se quedara dormido. Los recuerdos seguían llegando y el dolor que embotaba su cabeza no desaparecía desde el día anterior, tenía un humor de perr
Su anterior conversación con Amelia donde le explicaba que debía mantener su dignidad y que además, por su bien era mejor que dejara de escaparse de la mansión a causa de un hombre, había sido tomada en cuenta y en consecuencia tuvo resultados favorables, pues Evangeline estaba atenta y gracias al cielo no había vuelto a escuchar ruidos en la alcoba junto a la suya a tempranas horas de la mañana. Amelia retomó su rutina de levantarse tarde y somnolienta desde aquel día, pero lamentablemente no había rastros del misterioso caballero que ella estuvo frecuentando y su actitud se mostraba un tanto apesadumbrada y tenía la mirada triste. Sin embargo, eran sentimientos que ocultaba demasiado bien frente a su hermano mayor y a sus padres, con ellos era la Amelia que todos conocían: parlanchina, muy activa, alegre y preguntona; no obstante cuando estaba a solas con Evangeline dejaba esa máscara atrás, y ella podía escuchar los profundos suspiros de la joven que tan sólo quería encontrar un esp
Esa tarde había dejado atrás los días lluviosos para darle paso a un clima fresco y soleado, aunque las nubes hacían acto de presencia a lo largo del día no había vuelto a llover como si se vinera el cielo abajo. El mercado principal no era su lugar favorito, no obstante le gustaba hacer las compras y caminar un poco, aunado a eso se sentía satisfecha al saber que consiguieron las provisiones necesarias, y además, había estirado las piernas un rato, ya que no había vuelto a salir de la mansión desde que Lord Thomas le indicara que debía mantener un muy bajo perfil y que ante cualquier acontecimiento debía ocultarse ante las personas para evitar ser reconocida, así pues, realmente requería esa salida de un par de horas para sentir la libertad.Evangeline disfrutaba de la suave brisa mientras iban de regreso a la mansión, cerraba los ojos y con una sonrisa imaginaba todo lo bueno que le había pasado a lo largo del día, era una costumbre que había desarrollado desde niña para alejar los
‒ Pues sí, mi padre era Peter Gateley, Barón de Lasseter ‒ comentó encogiéndose un poco de hombros, no sabía qué más podía decir y se sentía un tanto inferior, ya estaba claro que sí era la hija de un barón pero también era evidente que no gozaba de los privilegios de ser tal cosa, puesto que no tenía fortuna ni ningún legado, así que no le veía el sentido a esa conversación ‒. No obstante, no puedo alardear mucho al respecto ‒ continuó sirviendo la última taza, la suya, a ella le gustaba el té cargado, con partes iguales de leche e infusión, y con tres cucharadas de azúcar, no toleraba los sabores insípidos.‒ ¿Por qué no? ‒ preguntó Thomas cruzándose de brazos y escudriñándole el rostro con la mirada ‒ Deberías estar orgullosa de ese hecho, tienes un puesto que te pertenece en la alta sociedad.‒ Pues, cuando no se tiene dinero, milord, le aseguro que es difícil mantener ese puesto con la frente en alto ‒ lo miró por sobre la taza de té muy fijamente, solía desafiar a su primo con l