14 de Julio de 1815, Londres. Esa mañana se había despertado temprano como solía hacerlo, al saltar de la cama en medio de un bostezo se estiró correctamente para preparar su cuerpo ante el nuevo día, primero brazos, espalda, cuello y al final las piernas, era una sensación liberadora que le fascinaba, para luego ir en dirección a las enormes ventanas que decoraban una pared de la estancia que daban con la calle principal y corrió las cortinas, inmediatamente los rayos del sol impregnaron la habitación, le encantaba ese efecto, disfrutaba mucho sentir el suave calor en el rostro y ver la manera en la que cada objeto se iluminaba dentro del cuarto.Era irónico la forma en la que podía escuchar perfectamente las quejas de su madre en su mente, cada que le reclamaba que debía alejarse de las ventanas o su cara se llenaría de pecas y se vería fea por eso, ella hacía una mueca por la cual era reprendida aún más, pero ya tenía algunas pecas
Evangeline escapó despavorida, no podía salir corriendo o parecería algo sospechoso, entonces optó por caminar lo más rápido que pudo hasta que desapareció de la vista del conde, escuchó que él le gritaba algo en la lejanía pero ella no pensaba mirar atrás bajo ninguna circunstancia, no podía ser descubierta y había aprendido la lección, salir a la ligera no era una opción sensata por su parte.En el momento exacto en que el pequeño se acercó y se colocó frente a ella, supo sin contemplación alguna que la había reconocido, su carita estaba iluminada y tenía una sonrisa encantadora, era guapo, se veía que gozaba de buena salud, con sus cabellos dorados y ojos azul cobalto que la miraban con profundidad, Evangeline no tenía dudas de que cuando creciera rompería más corazones de los que podría contar. Por consiguiente, en el instante en el que el bebé colocó sus regordetas manos sobre su regazo sintió el verdadero terror, su cuerpo se paralizó como el de la estatua en el centro de la pla
17 de Julio de 1815, Londres.Al llegar a la mansión donde residía su familia se encontró con un hervidero, todos andaban de allá para acá como si hubiera sucedido una gran conmoción, pero James sabía que las cosas no eran así, simplemente eran muchas personas conviviendo en una misma estancia, lo cual hacía parecer que hubiera una algarabía cuando simplemente estaban conversando entre ellos. Él iba casi todas las tardes a tomar el té, para no perder la costumbre enseñada por su madre de pasar el mayor tiempo posible conviviendo los unos con los otros, y después de tanto tiempo viviendo en el campo se sentía muy a gusto compartiendo con sus hermanos, además eran de ayuda para con el pequeño John quien disfrutaba mucho estar con las personas, sobre todo si lo mimaban y consentían todo el rato. Mientras Sebastian le regalaba más juguetes de los que podía utilizar, Colin le daba nanas con el violín antes de su hora de dormir la siesta, Derek le leía en las tardes o antes de dormir en las
Regresó a la mansión Blakewells después de comer con su familia a la hora de la cena, no estaba pasando mucho tiempo en su propia casa, que era uno de sus objetivos principales para poder despojarse de la sensación impersonal que le generaba la vivienda, se sentía como si estuviera viviendo en un lugar ajeno, pero en ese momento se encontraba satisfecho de que esa tarde las diferencias entre Benedict y Josephine se hubieran resuelto, ya que recordaba ocasiones en las que sus hermanos se reñían durante semanas, pero eso sucedía más que todo entre los hermanos menores o entre Benedict y Marcus, y definitivamente la última opción era de las más fuertes, dado que ambos tenían ideas muy diferentes.Al día siguiente no hizo gran cosa, se mantuvo en su hogar junto a John, a quien llevó a dar un paseo a caballo, para luego pasar la tarde jugando en el jardín, además hicieron algo parecido a un picnic. Ese día no fue a visitar a su familia, pues sabía que aunque no sería una gran festividad, t
Evangeline se sentía esa mañana más en calma, a pesar de que hace unos días había sido descubierta por una chica que trabajaba precisamente para los Marqueses de Wrightwood, parecía que la susodicha aún no había destapado la olla, pues no se manifestaban señales de que la joven hubiera abierto la boca y desembuchado todo lo que sabía, nadie había ido a la mansión de los Marqueses de Rauscher a por ella y tampoco sus tíos habían mencionado palabra al respecto, lo que le aliviaba en gran medida.Se encontraba tomando el desayuno, alrededor de las nueve de la mañana, sin compañía alguna cuando escuchó que tocaban la puerta principal, ella no tenía visitas así que ni se molestaba en preguntar quién podría ser, pero dependiendo de la persona ella debía acompañar a Amelia, y estaba casi segura de que estaban buscando a su prima, ya que Lord Thomas no se encontraba en la mansión y sus padres tampoco. Aunque sí realmente la persona que había arribado conocía a Lady Amelia debía saber que esta
La puerta principal de la Mansión Bellingham había sido tocada hace unos minutos atrás pero no le había prestado nada de atención por la interesante conversación que mantenía con su hermano mayor, al fin sabía exactamente la razón por la cual había sido llamado a Londres. No obstante, James sentía algo de curiosidad por saber quién podría ser la persona que había irrumpido en la velada privada, era de conocimiento general que los gemelos cumplían años ese día pero él pensaba que nadie se atrevería a aparecer sin una invitación formal, sería un acto muy indiscreto e imprudente. Mientras se acercaban a las puertaventanas que llevaban a la celebración logró escuchar un poco de la conversación que se llevaba a cabo en el jardín.‒ Verá, necesito hablar con su esposo, pero no lo veo por aquí ‒ escuchó a lo lejos una voz femenina muy familiar, achicó los ojos tratando de escuchar mejor para poder recordar.‒ ¿Esposo? ‒ exclamó Sebastian alarmado.‒ Cassandra, cállate ‒ logró escuchar a lo
19 de Julio de 1815, Londres.Desde el momento en el que Benedict le había entregado el sobre cerrado en sus manos, todo el asunto le causaba a James una sensación muy extraña, mas cuando abrió la misiva y comenzó a leer el contenido en su interior, palabra por palabra, un escalofrío le recorrió el cuerpo, tensó su columna vertebral en toda su longitud por la impresión que le causaba cada frase, la saliva dentro de su boca la notaba más densa y difícil de tragar, unas pocas gotas de sudor frío le bajaban por las sienes, comenzó a mover la punta de su bota derecha haciendo un molesto ruido contra el piso, se sorprendió sobremanera que su hermano no le hubiera dicho nada al respecto, pero suponía que este sabía que la carta tenía un aura misteriosa, la sensación de que algo importante estaba sucediendo, dado que lo miraba sin ninguna expresión en particular, aguardaba pacientemente por James para que le dijera lo que estaba sucediendo. Además de todo eso, los latidos de su corazón comen
Evangeline se mantenía alerta cada vez que escuchaba a alguien acercarse a la puerta principal, pues si Amelia regresaba con la Marquesa de Wrightwood debía salir corriendo y esconderse debajo de las piedras.‒ ¿Qué sucede, Amelia? ‒ preguntó a su prima, quien venía entrando a la mansión con una cara de pocos amigos en compañía de un caballero alto y muy guapo, demasiado guapo diría ella, para la salud de las jovencitas virginales que seguramente se desvanecían en su presencia.‒ Sucede que este ha sido el día más vergonzoso de mi existencia ‒ se quejó con grandilocuencia ‒. Mi hermano debe estar en el despacho, Lord Brightwall ‒ se dirigió al joven que estaba junto a ella mientras señalaba al pasillo que daba a la estancia mencionada. El caballero vestía unas ropas finas y su porte era agraciado, lo que a ella le llamaba más la atención era una sortija dorada con una piedra amarilla que destellaba sin medidas en el dedo anular de su mano derecha. Evangeline se percató de que era uno