Era consciente de que un caballero debía ser educado para con la familia de su prometida, pero era más que evidente que la familia de Evangeline no era merecedora de tal privilegio por parte del Conde de Blakewells, sin siquiera conocerlo estaban menospreciando los sentimientos que él albergaba por la dama, por su propia hija.¿Cómo una madre podía ser capaz de decir tales comentarios hirientes?Sin mencionar que sabía la historia detrás de la dote de la joven y parte del daño que había sufrido su amada durante el tiempo que vivió con sus familiares a causa del desalmado de su padrastro. No toleraría ningún arrebato en contra de Evangeline, de eso estaba muy seguro.‒ ¡Blakewells! ‒ exclamó su amigo, mirándolo como si hubiera llegado su salvador.‒ Así que es usted quien está detrás de la fortuna de mi hija ‒ mencionó el caballero de edad, y quien James supuso era el padrastro de Evangeline. Lo odió instantáneamente, desde lo más profundo de su ser, no necesitaba más razones que las q
Estaba a punto de desbordar toda su ira, se acercó a ella con lentitud, sin dejar de mirarla y regocijándose al percatarse de que Evangeline se estaba poniendo nerviosa gracias a su inquisitiva observación.‒ ¿Qué desea, Lord Blakewells? ‒ preguntó la joven como si él no supiera que se había puesto pálida y que faltaba poco para que comenzara a temblar como una hoja.Pero James no le respondió con palabras, en ese momento sabía que no podría controlarse si comenzaba a decir todo lo que tenía en mente, así que en vez de vocalizar lo que quería, lo hizo con acciones. La tomó de la cintura con la mano derecha y la acercó a su cuerpo, totalmente pegada, la expresión en Evangeline era exactamente la que él esperaba, estaba sorprendida pero no se desentendió de él, no forcejeó ni lo rechazó, lo cual hizo que James sonriera con expectación. Con la otra mano le comenzó a acariciar el cuello, iniciando en la clavícula y subiendo hasta llegar al lóbulo de su oreja, un gemido dulce y sensual sal
22 de Diciembre de 1815, Suffolk.Un sueño que jamás creyó que se volviera realidad…Era el día de su boda, después de que se había obligado a sí misma a apartar ese pensamiento de su mente, puesto que su situación no era la más favorable y todo estaba en contra cuando de encontrar pretendientes se trataba, es que ni siquiera tenía tiempo para eso cuando estaba tratando de protegerse a sí misma de su familia. Pero la realidad le había dado el más grato de los golpes de suerte, y no se imaginó que el acto de salvar a un bebé de una trágica muerte la llevaría a estar allí, de pie frente al espejo, vestida con su traje de novia, con la cabeza llena de sueños y el corazón colmado de amor.James le había dado total libertad de elegir cómo quería que fuera la ceremonia que los uniría en sagrado matrimonio. Evangeline no quería nada extravagante y vio la expresión de alivio en la cara de su prometido cuando le hizo esa confesión, cosa que la hizo sonreír a ella. Así que decidió que usarían l
James pudo percibir el momento exacto en el que Evangeline comenzó a sentirse diferente con sus atenciones, de la misma forma había pasado días atrás en el salón de Cassandra, pero no entendía muy bien qué estaba pasando ¿acaso él estaba haciendo algo mal? ¿era tan incómoda la situación? ¿realmente era necesaria la famosa conversación entre madre e hija acerca de la noche de bodas? No estaba seguro de nada a esas alturas.‒ Sí, está bien, amor, no hay problema. Todo lo que pida mi condesa ‒ le sonrió, pues ya era suficientemente extraña la situación como para armar un lío al respecto.Aunque su hombría estuviera en ascuas, debía entenderla. Aunque James quería que Evangeline entendiera que él llevaba más de tres años sin tocar el cuerpo de una mujer y no se había dado cuenta de cuánto lo necesitaba hasta que la conoció, pero claro, esos sentimientos eran imposibles de entender para ella, quien seguía siendo inocente y virginal.A la mañana siguiente desayunaron en la habitación, estab
24 de Enero de 1816, Suffolk. Sus manos estaban manchadas de sangre, pero eso no le importaba ni un ápice, tenía los nudillos morados y adoloridos, pero nada era más grande que el dolor que había sentido Evangeline por las depravaciones de ese hombre cínico y sin corazón, era una aberración para el reino, un ser que no merecía vivir, y James sabía perfectamente que él no era Dios para decidir ese tipo de cosas, pero no le importaba, tenía fe de que quizás el todopoderoso tendría misericordia con él por haberse deshecho de un adefesio como ese. Los quejidos y gemidos de dolor invadían el espacio pero no había nadie que pudiera salvarlo, él no tendría misericordia y siendo completamente sincero, lo estaba disfrutando muchísimo, de una manera retorcida y sin piedad, su llanto era como música para sus oídos. Cada moretón, golpe, y herida eran un vivo recordatorio de lo que había hecho durante su vida en la tierra, que pronto acabaría. Había logrado secuestrar al hombre y llevarlo a una c
5 de Julio de 1815, Suffolk.Esa tarde era como cualquier otra, se había vuelto rutinario ir a visitar a su vecina, amiga y confidente. Era un trato idílico entre ellos, se hacían compañía y ella era de mucha ayuda, cabe destacar, cada que John no hallaba consuelo en los brazos de su padre.‒ ¿Vendrás a desayunar mañana? ‒ le preguntó la deslumbrante Marquesa de Wrightwood, Lady Cassandra, una joven dama de espectaculares ojos ámbar y cabellos azabaches, que harían suspirar a cualquier hombre.‒ Debo ir al pueblo temprano por nuevas herraduras, pero creo que estaré a tiempo para el desayuno ‒ contestó colocando su tobillo izquierdo en la rodilla derecha, estaban sentados uno al lado del otro, en cualquier otra lugar eso sería algo aberrante, un escándalo por lo mínimo, pero allí sólo estaban ellos dos y hacían sus propias reglas.‒ Deberías dejar esas tareas a tus sirvientes, son muy capaces ‒ le respondió con emoción, tenía la sospecha de que a la joven no le gustaba tenerlo lejos o,
‒ Veo que mi familia es de su conocimiento ‒ a James no le importaba hablar de su familia, sencillamente era algo que no comunicaba a diestra y siniestra.‒ ¿Lores B? ‒ preguntó Cassandra desorientada, seguramente la dama jamás había escuchado aquello viviendo en el exilio.‒ Querida, así se refiere la sociedad al conde y sus hermanos. Todos poseedores de títulos ‒ a James no le pasó desapercibido la manera como la nombró, pero al parecer Cassandra lo dejó pasar.‒ ¿Cómo es eso posible? solamente existe un heredero por familia ‒ sabía que Cassandra odiaba estar en la ignorancia, pues procuraba saber de todo un poco y le gustaba leer.‒ No en mi familia, milady. Mi madre fue muy fértil ‒ su familia no era el meollo allí y no permitiría que el marqués llevara la conversación en direcciones que le favorecieran, tan sólo para distraer.‒ Y le dio un heredero a todos sus esposos ‒ dijo el marqués de manera triunfal.‒ ¿Y cómo están sus hermanos, Lord Wrightwood? ‒ preguntó James con una son
05 de Mayo de 1811, Londres.La mansión de los Marqueses de Rauscher estaba abarrotada, parecía un hervidero y el calor era, por poco, insoportable. No obstante, el salón estaba decorado con gigantescos ramos de flores exóticas, muy coloridas que impregnaban el lugar con su dulce aroma, los candelabros iluminaban la estancia gloriosamente y los sirvientes vestidos con sus libreas, de los colores característicos de la familia Luddington, andaban para allá y para acá con bandejas de plata llenas de bebidas, dulces y aperitivos.El acontecimiento era uno de los más esperados de la semana, pues, la sobrina del marqués sería presentada ante la sociedad esa noche, la joven dama había pasado su adolescencia en una escuela de señoritas a las afueras de la ciudad, razón por la cual todos estaban expectantes de ver cómo le había favorecido, o no, la pubertad. Los integrantes de la familia Rauscher tenían un aspecto bastante definido, en su mayoría eran de piel pálida y tersa, cabellos oscuros y