24 de Enero de 1816, Suffolk. Sus manos estaban manchadas de sangre, pero eso no le importaba ni un ápice, tenía los nudillos morados y adoloridos, pero nada era más grande que el dolor que había sentido Evangeline por las depravaciones de ese hombre cínico y sin corazón, era una aberración para el reino, un ser que no merecía vivir, y James sabía perfectamente que él no era Dios para decidir ese tipo de cosas, pero no le importaba, tenía fe de que quizás el todopoderoso tendría misericordia con él por haberse deshecho de un adefesio como ese. Los quejidos y gemidos de dolor invadían el espacio pero no había nadie que pudiera salvarlo, él no tendría misericordia y siendo completamente sincero, lo estaba disfrutando muchísimo, de una manera retorcida y sin piedad, su llanto era como música para sus oídos. Cada moretón, golpe, y herida eran un vivo recordatorio de lo que había hecho durante su vida en la tierra, que pronto acabaría. Había logrado secuestrar al hombre y llevarlo a una c
5 de Julio de 1815, Suffolk.Esa tarde era como cualquier otra, se había vuelto rutinario ir a visitar a su vecina, amiga y confidente. Era un trato idílico entre ellos, se hacían compañía y ella era de mucha ayuda, cabe destacar, cada que John no hallaba consuelo en los brazos de su padre.‒ ¿Vendrás a desayunar mañana? ‒ le preguntó la deslumbrante Marquesa de Wrightwood, Lady Cassandra, una joven dama de espectaculares ojos ámbar y cabellos azabaches, que harían suspirar a cualquier hombre.‒ Debo ir al pueblo temprano por nuevas herraduras, pero creo que estaré a tiempo para el desayuno ‒ contestó colocando su tobillo izquierdo en la rodilla derecha, estaban sentados uno al lado del otro, en cualquier otra lugar eso sería algo aberrante, un escándalo por lo mínimo, pero allí sólo estaban ellos dos y hacían sus propias reglas.‒ Deberías dejar esas tareas a tus sirvientes, son muy capaces ‒ le respondió con emoción, tenía la sospecha de que a la joven no le gustaba tenerlo lejos o,
‒ Veo que mi familia es de su conocimiento ‒ a James no le importaba hablar de su familia, sencillamente era algo que no comunicaba a diestra y siniestra.‒ ¿Lores B? ‒ preguntó Cassandra desorientada, seguramente la dama jamás había escuchado aquello viviendo en el exilio.‒ Querida, así se refiere la sociedad al conde y sus hermanos. Todos poseedores de títulos ‒ a James no le pasó desapercibido la manera como la nombró, pero al parecer Cassandra lo dejó pasar.‒ ¿Cómo es eso posible? solamente existe un heredero por familia ‒ sabía que Cassandra odiaba estar en la ignorancia, pues procuraba saber de todo un poco y le gustaba leer.‒ No en mi familia, milady. Mi madre fue muy fértil ‒ su familia no era el meollo allí y no permitiría que el marqués llevara la conversación en direcciones que le favorecieran, tan sólo para distraer.‒ Y le dio un heredero a todos sus esposos ‒ dijo el marqués de manera triunfal.‒ ¿Y cómo están sus hermanos, Lord Wrightwood? ‒ preguntó James con una son
05 de Mayo de 1811, Londres.La mansión de los Marqueses de Rauscher estaba abarrotada, parecía un hervidero y el calor era, por poco, insoportable. No obstante, el salón estaba decorado con gigantescos ramos de flores exóticas, muy coloridas que impregnaban el lugar con su dulce aroma, los candelabros iluminaban la estancia gloriosamente y los sirvientes vestidos con sus libreas, de los colores característicos de la familia Luddington, andaban para allá y para acá con bandejas de plata llenas de bebidas, dulces y aperitivos.El acontecimiento era uno de los más esperados de la semana, pues, la sobrina del marqués sería presentada ante la sociedad esa noche, la joven dama había pasado su adolescencia en una escuela de señoritas a las afueras de la ciudad, razón por la cual todos estaban expectantes de ver cómo le había favorecido, o no, la pubertad. Los integrantes de la familia Rauscher tenían un aspecto bastante definido, en su mayoría eran de piel pálida y tersa, cabellos oscuros y
06 de Julio de 1815, Suffolk. Tras su conversación con Cassandra durante el desayuno, en el que no pudo comer mucho, tuvo la determinación de que debía hacer algo al respecto. Ella tuvo la valentía de confesarle lo que realmente había sucedido con su relación y los percances de hace cinco años que terminaron con la decisión del Marqués de dejarla allí, para finalizar sus estudios, se suponía que él regresaría por ella, lo había prometido, pero había tardado cinco años en volver al lugar donde la abandonó cuando Cassandra solamente tenía quince años. La joven marquesa fue relegada al campo, no obstante, durante su primer año allí tuvo la esperanza de que Edward volvería a por ella, pero no fue así y desde entonces decidió vivir su vida, en paz y con calma. James tenía la sospecha de que había sufrido mucho y sencillamente se estaba haciendo la fuerte, porque pudo percibir cómo el regreso del marqués la estaba desestabilizando. Sabía muy bien que debía alejarse de los problemas marital
No quería que Cassandra lo viera en ese estado, no podría mentirle y no se le ocurría una manera de lucir menos malogrado, puesto que le dolían los costados y se los apretaba con el brazo izquierdo, ni siquiera se creía capaz de cargar a John en brazos en las próximas horas. Se supone que solucionaría las cosas, no que añadiría más discordias al asunto.Se sentía decepcionado de sí mismo, y por supuesto, no quería que Cassandra sufriera las consecuencias de sus actos.‒ Por favor, no te alarmes, Cassandra ‒ dijo elevando la mano derecha, tanto como su dolor se lo permitió.‒ ¿Pero qué te ha pasado? ‒ preguntó inquieta y llena de asombro, su boca era una «O» perfecta. Si la miraba con detenimiento, podría decirse que lucía tierna. James no recodaba la última vez que una dama se hubiera preocupado tanto por él.‒ Un pequeño percance en la taberna, no es nada ‒ entraron a la mansión y se encaminaron al salón de juegos. Una estancia que tenía un área en la que podían colocar a John en el
James decidió ir de nuevo a la biblioteca, tenía un sentimiento de vacío en el corazón, se encontraba en una encrucijada entre el enojo, la tristeza, la indignación y la desolación que le causaba la actual situación. Enojo, por lo obstinado que era el Marqués de Wrightwood, estaba casi convencido de que el hombre creía que se debía hacer lo que él quisiera y cuando él lo quisiera, debido a su posición como marqués, un puesto por encima de los condes del reino; tristeza, por la vida que ha tenido Cassandra y los acontecimientos alrededor de su matrimonio que no estaba nada bien, ella merecía una vida mejor; indignación, porque aun a esas alturas no podía creer que Edward lo hubiera provocado hasta tal grado que terminaron enzarzados en una pelea, sentía un aberrante estremecimiento cada que recordaba que se había dejado arrastrar en una actividad poco caballeresca, porque no estaban peleando por el honor de Cassandra, no, el marqués estaba dolido y sencillamente quería descargar su ira
Al sentarse sobre el sillón mullido con los pies sobre el reposa brazos se sumergió en la tarea de revisar la urgente misiva que le había sido entregada. Toda la correspondencia proveniente de Londres solía ser «urgente», pues Josephine, su hermana y benjamina de la familia, era especialista en exagerar, James lo tomaba como que la joven era muy pasional y sentía de verdad, no veía nada de malo en ello, así que recibía constantes cartas de parte de ella, anunciando que lo extrañaba muchísimo, que quería ver a John y que estaba tan aburrida en la mansión viviendo tan sólo con Benedict y su madre que estaba segura que perecería en cualquier momento. Circunstancia que se generaba, debido a que, Marcus estaba de viaje al otro lado del mundo desde hace un buen tiempo; Sebastian pasaba largos periodos en su propiedad campestre; Colin, Derek y Nathaniel aún asistían a la universidad; y James se había mudado a las afueras de la capital, no permitía muchas visitas y no había vuelto a ver a su